Los personajes le pertenecen pura y exclusivamente a Stephenie Meyer. Al igual que el fragmento de la canción le pertenece a sus respectivos autores.
N/A: Debo aclarar, antes de que digan nada, que esta historia esta inspirada en uno de los tantos relatos magníficos de Anne Rice. Esto no es muy notorio e incluso podría decirse también que lo extraje de Meyer, ya que menciona el tema principal de mi trama en su libro Amanecer, aunque más bien de paso y sin darle profundidad. Pero me vale más decir la verdad: la similitud esta en la obra de Anne Rice, no en la de Meyer.
Esto es claramente un A.U, porque nada de lo sucedido en la saga tuvo lugar antes del comienzo de mi historia. Es una Edward/Bella, parejas cannon. Y disculpen si hay OoC.
"Wyou have just witnessed could be the end of a particularly terrifying nightmare.
It isn't. It's the beginning..."
Prólogo.
Una estatua. En eso se había convertido, después de cientos de años sentado en la misma posición. No era en absoluto conciente de su entorno, de nada de lo que le rodeaba o tan siquiera de la época en que se encontraba. Ya no escuchaba. Tampoco podría decirse que pensara. Cualquiera de su especie, que lo viera, podría soñar con que tal vez meditara en temas tan profundos que ni siquiera perdía su concentración para parpadear. Pero la verdad era que las voces habían ahogado su propia conciencia.
En algún momento, los pensamientos que lo rodeaban lo habían llevado a un tormento tal, que ni siquiera podía separarlos ya de sus propios pensamientos, y la realidad se había difuminado demasiado rápido. Su mundo había caído en la inmovilidad total. Era terrible verlo. Ver que un vampiro se había convertido en piedra, en una figura de mármol reluciente. No había habido nunca forma de despertarlo, de traerlo de vuelta al mundo de los vivos, aunque él mismo hubiera estado ya muerto desde hacia cien años antes de que cayera en el profundo sopor de la oscuridad y el silencio perpetuos.
¿Cuánto tiempo más soportaría en aquel estado?
Nadie se atrevía a moverlo, tampoco era posible. Y parecía que la sed había desaparecido por completo para él, ya que nunca había vuelto a beber sangre, por muchas veces que hubieran dejado a su disposición victimas, humanas o animales. Y nunca cambiaba su mirada, siempre oscura por el vacío en sus venas inmortales. Sus ojos estaban fijos al frente, vidriosos y carentes de expresión. Su rostro serio, y desde entonces; sus colmillos bien guardados.
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