Erase una vez una tunita que barría la puerta de su casita con una escoba. Mientras barría, se encontró una moneda de oro.

"¿Qué compraré?", se preguntaba, "¿qué compraré con esta moneda? ¿Quizás dulces? No, porque Lambo se los comerá. ¿Un anillo? ¿Unos guantes?", y así seguía cavilando, hasta que se le ocurrió una idea: "¡ya lo sé! ¡Será un vestido de maid lo que me compraré! Así podré encontrar un pretendiente para que sea mi seme"

Y la tunita se dirigió a la tienda y compró un vestido blanco y negro de maid, se lo puso y se sentó en la puerta de su casa a esperar a sus pretendientes.

Una vez, pasó un leopardo por delante de su casa, y la tunita se puso de pie para lucir mejor, y el leopardo se le acercó.

— Tunita, ¿quieres casarte conmigo?

— Quizás sí o…

— ¡Bien! ¡Prometo amarle y serle fiel para siempre, tunita!

— ¡No, no, no! ¡No me casaré contigo! – dijo la tunita, aplastado.

Y el leopardo se marchó mientras la tunita aún se recuperaba del abrazo.

Luego vino un pollo. La tunita volvió a posar y el pollo se le acercó.

— Tunita, ¿quieres casarte conmigo?

— Quizás sí o quizás no, ¿cómo es tu risa?

Y el pollo seguía completamente serio.

— Pollo, ¿no te ríes?

— Las risas no están permitidas en esta ciudad.

— ¡No, no, no! ¡No quiero casarme con alguien tan serio!

El pollo también se fue, y la tunita se quedó esperando en el portal de su casa.

En eso que llegó un caballo y le hizo la misma pregunta. La risa del caballo era muy alegre y melodiosa, pero cuando la tunita le invitó a entrar en su casa, este se tropezó y se cayó, y la tunita decidió que no quería tener un seme torpe, porque tenía que poder agarrarle si se caía él. Así que el caballo se fue también, y casualmente se encontró con el pollo, e hicieron muy buena pareja.

Llegó después un ligre, pero daba tanto miedo que la tunita se metió en casa sin pensarlo para que no le viera.

Más tarde llegó un visón de delicados andares que también se paró delante de la tunita.

— Tunita, ¿quieres casarte conmigo?

Y la tunita pensó que sería bueno tener un marido tan elegante.

— Quizás sí o quizás no, ¿cómo es tu risa?

— Shishishi.

— ¡No, no, no! ¡No quiero casarme contigo! ¡Esa sonrisa me podría asustar!

Y el visón se marchó.

Por último, llegó un gato con cabeza de piña, y al ver a la tunita hincó la rodilla frente a él y tomó su mano, para enunciar la siguiente frase:

— Tunita, tunita linda, ¿quieres casarte conmigo?

La tunita se ruborizó y preguntó:

— Quizás sí o quizás no, ¿cómo es tu risa?

— Kufufu.

Y a la tunita le gustó tanto que enseguida le dijo que sí, y en poco tiempo se celebró una gran boda a la que asistieron el leopardo, el pollo, el caballo, el ligre y el visón. Fue una gran fiesta que duró siete días y siete noches, y la tunita era muy feliz.

Un día, ya casados, el gato se acercó a la tunita.

— Tunita, tunita linda, ¿sabes qué podrías hacer para que te ame más? Podrías darme un beso.

Y la tunita se acercó a la boca del gato para darle un beso, pero el gato hizo aparecer de pronto su tridente e hirió a la tunita con él, le poseyó y se hizo con su cuerpo. Y de la tunita solo quedó el traje de maid, que el gato no pensaba ponerse.

FIN

Moraleja: nunca te fíes de una piña.