Disclaimer: Haikyuu no es mío, claro. Pertenece a Haruichi Furudate.


¡Hola! He venido con mi primera historia larga (multichapter) en el fandom, y espero que realmente les guste. Me siento un poco nerviosa porque no sé qué tal la encontrarán, y estoy esforzando por ustedes. Sin más que decir, los dejo con el prólogo:


Borrasca.


Esta no es una de esas historias que te hacen enamorarte del amor —aunque eso suene realmente estúpido—, esta es una historia de lo idiota que puede resultar el amor y lo doloroso de toda esta cosa. De verdad, creo que lo mejor sería que lo evitaras desde el principio, el amor digo, no la historia. Aunque esto es bastante basura.

Como sea. Esta es la historia de cómo llegue a estar fall in love, y lo digo en inglés porque eso es lo que es; uno cae en el amor. Se va de bruces al piso y quedas tan atontado que tu cabeza no piensa con la claridad suficiente para hacerte actuar de manera normal.

Yo caí en el amor, y fue lo más jodido y doloroso del mundo.


El bullicio del casino de la universidad me hacía sentir mareado, y no era una buena mezclacon el olor a comida que desprendían las bandejas de plástico sucias de comidas anteriores. Las cocineras eran unas vagas, se le pasaban la mayor del tiempo fumando, en vez de lavar y cocinar que era lo que en verdad debían hacer.

—Esto es una basura —dije, mientras tomaba con la cuchara un poco de comida pegajosa y caía de vuelta a la bandeja en un sonido tosco.

—Ya, Kuroo, deja eso —pronunció el rubio a mi lado; Kenma, mi mejor amigo. Siempre se molestaba cuando jugaba con la comida de esa manera.

—Tú no alegas porque no comes ni mierda, Kenma —respondí. Me respondió con una mirada fulminante, y Hinata se rió de manera escandalosa, ganándose otra mala mirada.

Seguí jugueteando con la comida asqueado de tener que pensar en comerla. Nunca entendía por qué siempre acababa almorzando ahí, supongo que en el fondo seguía teniendo la esperanza de que mejoraría algún día —una estupidez—. O, porque el centro de la ciudad quedaba demasiado lejos de la universidad para ir, y yo no era el más apasionado por la caminata.

—Hey —saludo Tsukishima uniéndose con nosotros a la mesa. Traía un jugo en su mano derecha, y con la izquierda saco un plátano de su mochila. Al igual que yo, prefería comer cualquier cosa antes de lo que servían en ese sitio.

Cuando hubo pasado un tiempo suficiente, recogí mi bandeja y la lleve al final del pasillo, a un recibidor que tenían para las bandejas sucias. Ni había probado mi comida, y la cocinera me dedico una mirada molesta mientras sus cejas gruesas y mal teñidas, se formaban en una línea. Ni que me fuera a comer tu mierda de comida. Le di mi mejor "gracias", y salí del salón con paso decidido.

Una vez afuera una ráfaga de viento me golpeó con fuerza. La temperatura en la ciudad había bajado varios grados durante la semana, y todos habíamos dejado las sudaderas y pantalones cortos para pasar a los abrigos y jeans. Por suerte aún no había caído la primera lluvia, por lo qué las personas no salían a la calle con sus paraguas amenazadores que en cualquier momento me quitarían un ojo. Los dedos de los pies se me comenzaron a congelar producto del frío y empecé a tiritar a los pocos minutos. Era un puto friolento.

Saque un cigarrillo de la caja de Lucky y lo puse entre los labios. Cuando me disponía a encenderlo, Tsukishima salió del casino y se situó junto a mí. Le ofrecí un cigarrillo al cual acepto sin pensárselo. Le mandó una calada, espero unos segundos y expulso el aire lleno de tóxicos en pequeños círculos.

Nos quedamos unos minutos así en silencio, viendo como personas entraban y salían por la puerta a nuestra derecha.

—Kuroo —hablo Tsukishima, luego de darle una calada a su cigarrillo.

—¿Si…?

—¿Cómo han ido las cosas con Akaashi?

La sinceridad de mi querido amigo me hizo trapicar y comencé a toser de manera escandalosa. Varios pares de ojos curiosos se dieron vuelta a mirarme, y yo sólo podía elevar los brazos al cielo intentando que se me pasara. Me comencé a quedar sin aire y parecía más que estuviera pidiendo clemencias al ser Todopoderoso, o un intento fallido de transformación. Tsukishima me miro divertido y prosiguió a darme unas palmaditas en la espalda.

—No sé de qué hablas —respondí cuando pude recuperar el aliento. Me estaba haciendo el idiota, no quería tener que explicar aún lo que había pasado en la fiesta de la semana pasada.

—No me mientas. Se han besado, ¿no?

Y la verdad era que sí.

La fiesta había sido en casa de Bokuto, y había tanto alcohol como para dejarnos en coma etílico a todos los asistentes. Nadie recordaba mucho de lo que había pasado y hubo unas extrañas combinaciones de pareja por todas partes. Fue luego de mi décimo segundo corto de tequila que me había decidido decirle a Akaashi sobre mis sentimientos por él, y lo había arrastrado por toda la casa hasta el patio trasero. Una vez afuera, él me miro extrañado en cuanto puse mis manos sobre su hombro; quería sentirlo como soporte. Yo estaba tiritando. Sus ojos grises parecían resaltar bajo el cielo lleno de estrellas sobre nosotros y sólo hizo que mi estómago diera una vuelta en 180 grados, revolviendo todo lo que había bebido. Sentí nauseas repentinas y me dije que debía apurar el momento si no quería terminar vomitándolo encima. De pronto abrió su pequeña boca con la segura intención de preguntar qué me ocurría, pero a mí me distrajeron esos delgados labios rosas y en un momento de adrenalina y embriagado por todo el alcohol, estampe mi boca con la suya. Cerré los ojos disfrutando el momento, una multitud de mariposas me revoloteó por el estómago y una corriente eléctrica me recorrió desde mis entrañas. O eso era lo que pensaba. Lo que era en verdad la corriente era el vómito que me subía por el esófago hasta la boca. Cuando fui verdaderamente consciente de eso me apresuré a separarme de Akaashi, pero fue demasiado tarde; terminé vomitando toda su camisa y poco recuerdo después de aquello.

—Eh…, algo así —respondí, nervioso.

—Bokuto también ha dicho que lo has vomitado encima.

—Jajajaja. ¡Eso es una mentira! —Finge demencia, siempre —. Además, Bokuto ni siquiera puede haber visto algo así porque se estaba liando con Lev —proseguí. Esa era mi coartada segura.

—Pues, ha dicho que los vio desde la ventana de su habitación. Y eso explicaría porque Akaashi se fue sin despedirse de nadie esa noche.

—Sabes que a Bokuto le gusta imaginarse cosas.

Tsukishima me miro dudando si creerme o no, pero al final lo termino haciendo —o eso creía—. Se despidió diciendo que debía ir a clase y se fue dejándome con una amarga sensación en la garganta.

Comencé a preguntarme a quién más se lo habría dicho Bokuto y sentí una rabia correrme por el cuerpo. Ya no tenía frío, el calor cubría mi cuerpo, y sentía mis mejillas ardientes por el enojo. Sin darme cuenta puse a putear ahí mismo a Bokuto.

—Maldito que no sabe cerrar la puta boca. Lo golpearé cuando lo vea.

Estaba tan ensimismado en mí, que me sobresalté cuando una voz hablo por detrás.

—Eh…, ¿estás bien? —un chico. Me di vuelta rápidamente y un muchacho de casi mi estatura me miraba con ojos curiosos. Tenía las mejillas coloradas y la punta de la nariz roja. Unos mechones castaños caían desordenados sobre su cara, cubiertos por un gorro de lana celeste chillón con un pompón atrás —de los que nunca en mi vida me pondría—. Llevaba un abrigo marrón y unos jeans oscuros que le quedaban algo sueltos. Era atractivo, sin duda.

—Sí. Estaba un poco cabreado, eso es todo.

—Se nota —respondió, con un tono característico que me hizo curvar la comisura de mis labios. Se me quedo mirando unos segundos hasta que prosiguió meneando la cabeza y estirando su mano derecha—: Lo siento. Soy Oikawa Tooru.

—Un gusto. Kuroo Tetsurou —y le estreché la mano.

Oikawa se quedo unos minutos acompañándome a fumar mi segundo cigarro e intercambiamos unas palabras sobre nosotros. Me dijo que estaba estudiando Veterinaria y que iba en su tercer año. Yo le comenté que también iba en tercer año, pero en la carrera de Ciencias Políticas.

Me fije en cómo se le marcaban unos hoyuelos al sonreír, y como también lo hacía con bastante frecuencia. Un brillo resaltaba en sus ojos y me hacía pensar que hace tiempo no había visto unos ojos tan trasparentes. Me pareció una persona amable, y extrañamente feliz.

Cuando me fije en la hora del reloj de muñeca me di cuenta de que faltaban solo cinco minutos para mi siguiente clase. Me despedí moviendo mi mano mientras Oikawa hacía el signo de la paz con sus dedos, y me encamine a la facultad.

Un extraño sentimiento me oprimió el pecho, porque a decir verdad; no me agrada conocer nuevas personas, pero esa vez fue diferente. Parecía que había congeniado con Oikawa de inmediato y pronto tendría un nuevo amigo. Sentí una paz en mi interior. Pero en esos momentos no sabía que era la paz anterior a la tormenta, y ésta estaba a punto de desatarse.

Me gustaría haber podido predecir lo que pasaría en el futuro, así no cometería tanto errores con las personas que más quiero. Pero la vida es muy lista, y sólo ella sabe cómo darte las lecciones.

Yo no lo sabía, pero mi vida estaba a punto de cambiar para siempre.