- PROLOGO –
Él se encontraba recostado en su habitación,
estaba, de alguna manera, contemplando todo lo que contenía aquél techo blanco.
Nada.
Era tan blanco que si lo mirabas directamente, dolía.
aquella pulcritud que tenía ese techo era impresionante, ya que no tenía ni una sola mancha.
pudiese ser que era tan limpio por la forma en que él había estado manteniéndolo,
todo gracias a la forma en que fue criado, y no era de extrañarse, ya que su padre era un hombre duro, el cual no podía siquiera soportar ver algún objeto tirado por la casa, y mucho menos encontrar suciedad en ella.
"un hogar sucio deja poco que desear o decir a cerca de la persona que vive en él"
Recordaba las palabras de su padre, también podía recordar el por qué de su mente tan cerrada; desde los inicios de la familia, el criar a un hijo con aquél apellido, significaba hacerlo de la manera dura, de cualquier manera no podía culparlo, el patriarca había nacido con aquellas normas y era inevitable que él mismo hubiese sido criado con las mismos principios, tampoco podía culpar a su hermano, quién, desesperado, hubiese abandonado el hogar, quizá por aquella perdida, su madre murió, y, luego de ese duro golpe, su padre muriese de igual manera.
Un sonido irrumpió sus pensamientos.
Giro su cabeza en dirección a la cómoda, su celular vibraba mientras sonaba aquella melodía que él había puesto para saber que lo llamaba la persona más preciada para él.
Se incorporó y estiró la mano para alcanzar su celular, tocó la pantalla y contestó.
"teme" dijo con notoria felicidad el chico al otro lado de la línea, podía notar como La respiración chocaba con el aparato, haciéndolos sentir cerca a ambos "Puedo ir a tu casa? Tengo buenas noticias"
El chico seguía mirando al techo. Sí, era feliz con él, y no podía imaginarse una vida distinta, le gustaba estar con el idiota al que tanto quería.
"apresúrate, dobe" dijo finalmente, y el rubio asintió del otro lado de la línea, el azabache se imaginó que estaría haciéndolo, ya conocía su extraño hábito de asentir, aún cuando la otra persona no estuviese viéndolo, supo que estaría haciéndolo de ese peculiar modo, entonces sonrió, mientras colgaba su teléfono.
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Tocó la puerta repetidas veces, sabía que tardaría en abrir, y, también sabía que, aunque siguiese tocando la puerta con tal efusividad, el de orbes negras no contestaría con un "ya voy" o un "espera", él simplemente abriría cuando ya estuviese ahí, porque, claro, él era Uchiha Sasuke.
Entonces, abrió la puerta y, acercándose lentamente, con su mano tocó su mejilla y le dio un casto beso.
Ese era su chico, de pocas palabras y muchas acciones, por eso le quería.
por eso ambos se querían.
