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LOS PERSONAJES DE INUYASHA NO ME PERTENCEN, SON PROPIEDAD DE RUMIKO TAKAHASHI.
LA HISTORIA ES MÍA.
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Hola (:
En esta ocasión escribo este regalo que forma parte del Topic Intercambio Navideño 2015-2016, abierto por el foro de Hazme el Amor de este fandom.
Este fanfic es idea original de mi pervertida navideña, Aquarius-chan; así que, éste es mi regalo para ella. Ojalá te guste.
Su petición fue: La protagonista tiene que elegir mantener una relación entre tres pretendientes, quienes la aman a su manera.
Detalles específicos: Tiene que tener lemon y mucho, es decir al menos una escena con cada uno. Quiero que a uno le practique sexo oral en algún lugar peligroso para la situación y que se decida por él al final incluyendo un lemon dulce. Otro la tiene que forzar y con el otro tiene que tener una escena lemon muy intensa. Con quien pase cada situación y la pareja final está a su elección.
Así que con estas peticiones, quedan advertidas del lemon por venir y de la diversidad de parejas para Kagome. Me dio camino libre para decidir la pareja final, así que… muajajaja xD
Posible OoC.
Parejas: Inukag, KogaKag, Bankag, esto es a petición de mi pervertida y no pude estar más feliz por la idea que me tocó.
Si le son fieles a una sola pareja, no lean.
Sin más, aquí esto; no es una obra de arte, pero es con mucho cariño.
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¿Y POR QUÉ NO?
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CAPITULO I
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Los achocolatados ojos de Kagome revisaron con poco interés las líneas que anteriormente había escrito en su cuaderno. Suspiró al darse cuenta que no tenía ánimos de continuar.
—Esto a veces es tan aburrido— se quejó al voltear a ver a Sango que se encontraba sentada a su lado, ésta utilizaba su portátil para navegar en internet.
La chica castaña sonrió —Gajes del oficio— dijo para seguir pendiente de su red social.
Kagome se lamentó al dejar caer su rostro sobre su cuaderno, mientras un viento fresco que se colaba de la ventana abierta de esa, su habitación, pretendía animarla.
—La universidad no es un oficio, es una maldita tortura— replicó la chica de cabello negro mientras se levantaba para recargarse en el marco de la ventana, observando con poco interés la larga calle del exterior; era domingo y ella estaba encerrada en su casa en lugar de vagar por alguna plaza o centro comercial.
Sango se asomó a su cuaderno —¿Es difícil Ingeniería?— preguntó, pues por un momento pensó en que sería buena idea estudiar lo mismo, pero al final terminó eligiendo Arquitectura.
—Es el infierno— aceptó Kagome mientras echaba su cabeza hacia atrás, completamente desanimada.
Sango frunció el ceño —No sueles quejarte tanto— mencionó extrañada —. ¿Hay otra cosa que te esté molestando?— le preguntó al girarse sobre esa silla de piel negra y verla, Kagome lucía bien, su vestido blanco ondeaba ligeramente al igual que su cabello largo, producto del viento de esa tarde, pero su semblante además de aburrido, lucía preocupado.
Ambas eran además de vecinas –no tan cercanas-, amigas de años, por lo que ese silencio que Kagome guardó desde que ella llegó, hace dos horas atrás, no era precisamente por la tarea.
La azabache suspiró hondamente.
—Hay cosas que no van bien— confesó y su mirada se perdió al frente, entre los árboles y las casas de dos plantas que formaban ese sector residencial donde vivía.
—¿Cómo… qué?— dudó en preguntar. Generalmente cuando Kagome se sumergía en sus silencios, sólo significaba una cosa: chicos. Y eso era problemas, pues Sango sabía que su amiga era un caos con ellos. Kagome era muy bonita aunque ella no lo creyese, y aunque durante mucho tiempo pasó desapercibida por el sector masculino de sus colegios, eso cambió cuando entró a la universidad y comenzó a salir con Inuyasha, su estúpido tormento; y posteriormente con Kouga, su actual novio.
—Como todo— respondió desanimada mientras llevaba su mirada a ella —. Anoche Inuyasha volvió a venir, Sango— confesó eso que la había tenido inquieta.
La castaña apretó el mouse en su mano, conteniendo la molestia —Seguro lo dejaste pasar— mencionó con medio tono de reproche.
Kagome negó en silencio.
—¿No lo hiciste?— preguntó la otra notoriamente sorprendida.
La azabache se revolvió suavemente su largo flequillo — Eso se terminó hace meses— le recordó—. Esta vez ni siquiera atendí a la puerta y mi mamá se molestó.
—Fue lo mejor que pudiste hacer, Kag— reconoció Sango al volver su atención a la computadora, pretendía no darle tanta importancia, porque no quería verla otra vez debatirse, no cuando Inuyasha la había lastimado; intencionalmente o no, pero lo había hecho —. Además, creí que salía con Kikyo— terminó por recordarle para que dejara de considerar cualquier pensamiento que tuviera sobre el peliplata.
Kagome suspiró y sus ojos cayeron precisamente al chico de ojos dorados que vivía a un par de casas lejos de ella, y que en ese momento llegaba en su motocicleta. Todo un chico malo, pensó Kagome.
—¿Qué?— preguntó Sango al acercarse a ella luego de notarla ausente.
—Nada— respondió la azabache al retirarse y arrojarse en su cama —. No sé si sale o no con Kikyo, en realidad no me importa— terminó por decir ya hablando con un poco más de ánimo, ella tampoco quería volver a revivir nada de Inuyasha.
—Y no debería— apoyó la castaña al ver al chico en cuestión entrar a su casa, se dio media vuelta y luego de volver a sentarse frente al computador, cruzó sus piernas desnudas bajo ese short de mezclilla—. Ahora tienes novio y Kouga es lindo— reconoció aunque no estuviera tan de acuerdo con su relación.
Kagome se llevó las manos al rostro al lamentarse —Lo sé, lo quiero mucho y todo— dijo aun con el rostro oculto —… pero no sé— confesó.
—¿Qué no sabes?— preguntó viéndola de medio lado.
Kagome se descubrió el rostro y la vio de reojo, se quedó unos segundos en silencio y después se levantó de prisa y regresó a su lugar original, justo al lado de Sango.
—¿Puedo decirte algo?— le preguntó en voz baja que la otra sonrió con complicidad. Eso era algo de verdad interesante.
—Por supuesto, tonta.
Kagome suspiró y dejó de lado todo asunto con el peliplata, para concentrarse únicamente en su novio.
—¡Sí lo hicieron!— alzó la voz la castaña que ante el silencio de Kagome, lo intuyó todo.
—¿Quieres callarte, tonta?— regañó la azabache al alzarse y taparle los labios —Mi mamá está allí abajo.
Sango manoteó hasta deshacerse del agarre, y casi cae en su maniobra, pero por fin se vio libre para poder hablar.
—¿Lo hiciste?— preguntó igual de asombrada, pero en voz más baja.
Kagome apretó sus manos sobre la delgada tela blanca de su vestido, al apoyarlas en sus piernas sumamente juntas por el nerviosismo. Le sostuvo la mirada a su amiga y tras dejar escapar el aliento despacio, terminó por asentir.
—¿Mientes?
—¿Cómo podría hacerlo?— reprochó Kagome al alzar ligeramente la voz.
—Wow.
—Ay, no, Sango. No sé cómo me siento.
—¿De qué hablas? ¿No… no… no estuvo bien?— se atrevió a preguntar la otra chica y sin poder evitar un sonrojo en su rostro. Sango tenía menos experiencia que Kagome en asuntos carnales, ella era novia de Miroku desde meses atrás, pero nunca habían llegado a hacer aquello, para desgracia de su pervertido novio.
La azabache comenzó a mover insistentemente uno de sus pies, notoriamente nerviosa.
—Sí— dijo en voz baja y rodó los ojos obviando su respuesta —, sí estuvo bien.
—¿Entonces?
Los ojos chocolates de Kagome se alzaron a Sango, que se había puesto de pie y recargado en el escritorio a su lado.
—Que no sé lo que siento por él— explicó y tragó ligeramente —. Es decir — se apresuró a explicar ante la mirada asombrada de su amiga —, lo quiero mucho, me atrae físicamente, él huele bien, besa delicioso y provoca cosas en mi cuerpo que creí que… que sólo Inuyasha podría…
—Ya— interrumpió Sango ante la notoria incomodidad —. Te calienta— dijo sin tapujos y ambas se extrañaron por eso.
—¡Sango!
—Lo siento— se excusó —, pero si, ¿o no?— preguntó ya retomando seriedad.
Kagome mordió su labio y asintió —Al principio y como él mismo me dijo, sólo salíamos para molestar a Inuyasha, pero después cuando él comenzó a acariciarme de forma más íntima— dijo y bajó la voz ante esa última palabra —, comencé a involucrarme más en la relación y pues… bueno…
—Pasaron al siguiente nivel— entendió la castaña y Kagome asintió al tragar ligeramente —¿Y te gustó?
—Es sexo— respondió la otra, obviando que sí.
—¿Entonces?
—No sé si lo amo— explicó Kagome sintiéndose mal.
—¿Y él a ti?— preguntó Sango por primera vez, Kouga se veía muy serio en su relación, pero tampoco le constaba que la amaba.
La azabache se encogió de hombros —No ha dicho 'te amo'.
Sango también se encogió de hombros —Entonces no te preocupes, tal vez sólo te ve como un buen pedazo de carne— dijo con simpleza.
Kagome abrió los ojos sorprendida y se hizo un silencio de un par de segundos, para luego ambas estallar en una carcajada, Kouga jamás pensaría así de Kagome, o alguna otra, él era demasiado inocentón para pensar eso, aunque serlo no le impidiese tener sus momentos pasionales.
—Bueno, ya, tampoco quiero pensarlo demasiado, creo que eso sólo complicará las cosas— terminó por decir Kagome, logrando recuperar después de esa carcajada, el buen ánimo que siempre solía acompañarla. Giró su rostro y observó con desgana el trabajo en el que había estado avanzando —¿Por qué no vamos por un helado cremoso y desbordante de calorías?— animó al no tener deseos de seguir estudiando.
Sango se mordió el labio entusiasmada.
—Pero tú invitas, y de paso me cuentas a detalle cómo estuvo eso de tu nueva primera vez— dijo la castaña mientras no se molestaba en cerrar su sesión y sólo cerró la portátil, para de inmediato seguir a Kagome al exterior.
—¿Nueva primera vez?— preguntó divertida —Estás loca.
—Como sea, oye, y… ¿dónde fue? ¿Cuándo?— preguntó mientras bajaban.
—¡Ahora vuelvo, mamá!— alzó la voz la azabache al asomarse al comedor y ver a su madre asentir mientras atendía al teléfono —Fue… fue ese fin de semana luego de salir del bar donde se festejó el cumpleaños de Yura— contó cuando ya caminaban por la acera.
—¿Hace quince días?¡¿Y por qué hasta ahora lo dices?!— reclamó.
Kagome rascó incómoda su cuello —No es algo de lo que esté orgullosa— confesó con toda la vergüenza que le podía tener a su mejor amiga.
—¡Oh, por Dios! ¿qué tiene de malo? Eres mayor de edad, él es tu novio de meses y además, se cuidaron…. ¿verdad?
—Claro que sí, Kouga es muy precavido— dijo sintiéndose algo incómoda.
—¿Entonces? No me digas que es por el idiota de Inuyasha— volvió a mencionar Sango.
—Fue extraño— confesó Kagome—, cuando lo hice por primera vez con Inuyasha, creí que sería siempre el único. Darme cuenta que no sería jamás así, fue raro.
—¿Malo?
—No. Raro.
—¿Lo amas?... a Inuyasha.
—Me gusta— confesó Kagome.
—Bueno, eso es normal, el idiota es muy guapo.
—Lo es…
—Pero Kouga también, porque Inuyasha es un cretino celoso e infiel— interrumpió Sango —y si Kouga no te termina de convencer, podrías buscar a alguien más; no creas que porque lo hiciste con él, con él te debes de casar, ese siglo ya pasó— comentó con simpleza la chica, contrastando su comentario con su pudorosa vida sexual —, él parece sensato, no creo que pretenda retenerte por la fuerza— continuó Sango que ya se había hecho toda una historia en su cabeza —. ¿Has visto a Bankotsu? ese chico compañero de baloncesto de Miroku.
Kagome rodó los ojos —Ni me lo menciones, el tipo es un hígado.
Sango se rio sonoramente —¿Un hígado? ¿No te cae bien?
—Me odia el idiota y yo nunca le he hecho nada. Jamás lo pensaría con él, en ese caso prefiero quedarme soltera y con mil gatos.
La castaña volvió a reír.
—El tipo es un bombón, un tercio de la facultad gusta de él, ha salido con las mejores chicas de la universidad, Yura moría por él… aunque sí, a veces es un grosero— aceptó la castaña.
—Y lo que le sigue— agregó Kagome—. En fin, olvidándonos de ese tipo, ¿de qué quieres tu helado?— preguntó luego de haber llegado a una nevería cercana a su casa.
Sango rio al asomarse a los largos refrigeradores —De qué quiero mis helados— corrigió, pues ella pensaba pasarse el resto de la tarde comiendo y viendo a las personas pasar, después de todo, ese lugar era muy concurrido por quedar cerca de un gran parque, y tener, claro, libre conexión a internet.
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O.O.O.O.O
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El día siguiente Kagome llegó casi corriendo a su facultad, entró a su primera clase sólo un segundo antes que su estricto profesor y no tuvo ni tiempo de regularizar su respiración, cuando el catedrático comenzó su tema. La azabache había suspirado y supo de inmediato que ese sería un largo y agotador día.
—¡Ey, Kagome!— gritó Sango al alzar su mano, estando ambas en uno de los gimnasios de la universidad.
La nombrada saludó también al alzar su mano, dejó su mochila tirada en el suelo junto con las del resto del equipo de voleibol y se encaminó directo a donde su mejor amiga la esperaba, realizando ya su pre-calentamiento para su práctica deportiva. Habían considerado una verdadera fortuna al menos compartir actividad física a pesar de cursar carreras distintas.
—Supongo que tuviste un mal día— volvió a hablar la sonriente castaña al verla sentarse en una de las gradas cercanas, sin intención de desprenderse de su sudadera blanca y quedar únicamente en su uniforme deportivo.
Kagome suspiró pesadamente.
—Ni lo digas, hoy los profesores parecieron salir directamente del infierno a las aulas— exageró al apoyar su rostro en la palma de su mano, mientras veía con poco ánimo a sus compañeras de equipo calentar y a algunas otras, coquetear con algún integrante del equipo de baloncesto, con los cuales compartían –por tiempo indefinido- el gimnasio.
Sango se burló —¿En serio?¿Y ellos te provocaron esas ojeras?
Kagome volteó a verla fastidiada —No— mencionó del mismo modo.
—Seguiste pensando en el idiota, ¿verdad?— cuestionó al acercársele y verla.
La azabache guardó silencio y Sango suspiró desanimada, se sentó a su lado cruzando sus largas y casi desnudas piernas bajo ese ajustado short rojo del uniforme.
—Debo decirte algo que me contó Miroku— confesó en tono bajo atrayendo toda la atención de Kagome —. Mira— le indicó con el dedo que observara a la lacia pelinegra de mirada fría que en ese momento sonreía mientras hablaba por el móvil.
—¿Qué?— preguntó la azabache sin entender, y con medio tono de fastidio, ¿qué demonios se supone que tenía que verle a Kikyo?
—¿Qué no la ves?
—¿Verle qué?— volvió a preguntar y sin mucho interés volteó a verla.
—Que la tonta desde hace días no se la pasa colgada de Inuyasha— respondió y rodó los ojos como si eso fuese lo más sabido por todos.
Kagome frunció el ceño.
Sango apoyó sus codos en la grada trasera y mordió su labio preocupada. Suspiró. Odiaba decirle eso a Kagome, pero sabía que su amiga seguía sin lograr librarse de su pequeño tormento peliplata.
—Al parecer Kikyo e Inuyasha no la pasan del todo bien como pareja— informó logrando que su amiga alzara amabas cejas sorprendida.
"¿Qué?" se preguntó la azabache "…Entonces por eso él me ha buscado"
—¿Qué piensas?— volvió a preguntar la castaña al verla desenfocar la mirada, seguro al haberse sumergido en algún pensamiento.
Kagome negó despacio —No sé— confesó, un rastro de desilusión opacó sus ojos, pero también logró, o creyó entender la reciente insistencia del ojidorado.
—Voy a serte franca— advirtió la castaña al animarse a decir lo que creía, todo para no verla tan perdida en su dirección y decisiones —. Yo creo que ustedes terminaron por una estupidez, él te quería mucho, por eso sus celos y peleas— dejó claro —; creo que su ruptura se debió a que ninguno estaba realmente seguro de lo que el otro sentía, tú tampoco confiabas en él— le recordó.
—¿Y cómo iba a hacerlo?— reprochó Kagome recordando que Inuyasha siempre fue de los chicos 'cotizados' de la universidad, y que se fijara en ella le había parecido irreal.
—Él te pidió ser su novia, tú aceptaste luego de, según tú, superar tus dudas, cosa que según veo fue mentira— alegó haciendo ladear el rostro a la azabache mientras se abrazaba a sí misma como si tuviese frío.
—Cómo sea, de todos modos, no estaba tan equivocada— replicó la otra sin verla.
Sango negó en silencio y carraspeó para continuar —Ustedes terminaron por celos, Kagome— pareció recordarle —. Celos que Inuyasha sentía por ti— le aclaró.
—Celos estúpidos, y que además no le impidieron besuquearse con Kikyo a las primeras de cambio, cuando él sabía las diferencias que había… hay— dijo y corrigió— entre nosotras.
—Es que es un imbécil— la castaña frunció los labios y asintió rápidamente al aceptar el punto de su amiga.
Kagome se llevó ambas manos al rostro al ver a su entrenadora llegar al gimnasio.
—Lo que no entiendo es para qué me busca, seguro todo es desde que las cosas no se le dieron con ella.
—No— interrumpió muy segura la castaña —. Aunque me moleste y seguro me dará diarrea por defender al imbécil— se justificó —, sé reconocer que él te volvió a buscar aun cuando mantenía una relación con aquella tipa— dijo señalando con el rostro a Kikyo que seguía sonriendo al atender el teléfono, sin hacer caso de nadie —, él se tragó su orgullo al verte de novia con Kouga y te buscó.
—Claro, después de equivocarse.
—Ambos lo hicieron— mencionó cansadamente la castaña.
El silbato de su entrenadora sonó y ambas se pusieron de pie, Kagome se sacó la sudadera y quedó como todas, con el pequeño short de licra rojo y su jersey ajustado del mismo tono y delgadas líneas negras y blancas.
—Si quieres mi consejo sincero— volvió a hablar Sango mientras se encaminaban a su lado de la cancha —. Déjalo, ya ambos se fallaron, ya no tiene caso— le dijo segura, Kagome se estaba ahogando entre dos chicos que la hacían sentir cosas diferentes, pero ellos no serían los únicos en su vida, de eso estaba segura —¡Por Dios, tienes diecinueve años!, estoy segura que con ninguno de ellos vas a casarte— se burló Sango.
Kagome intentó imitarla al sonreír… eso era algo que su amiga solía decirse, ella cuidaba mucho su relación con Miroku, pero se repetía esa frase para cuidar su corazón, pues Miroku, antes de ser su novio, tenía fama de infiel y mujeriego, así que Sango había convertido esa frase como su escudo anti corazón roto.
—Bien, asumiendo que todas han calentado ya, equipos uno y dos a sus posiciones. Hoy pondremos en práctica lo teórico de la clase pasada— informó la mujer de mirada rojiza, que desde hacía varios años era la encargada de esa escuadra deportiva.
—Kagura al ataque— mencionó Sango entre dientes al colocarse casi a la par de Kagome. Su entrenadora a veces era temible, pero nada mejor para esforzarse.
El sonido de los balones resonaron en el gimnasio, el partido de baloncesto seguía su marcha cuando el de voleibol recién comenzaba.
Kagome se movió casi automáticamente en su lado de la cancha, controlando pases y respondiendo tiros, ella como Sango tenían práctica luego de haber jugado durante los tres años del instituto, por lo que no les fue difícil ganarse un lugar en esa escuadra.
—Muy bien, intenten que no toque la red— indicó la entrenadora.
La azabache jadeó mientras limpiaba una línea de sudor que escurría por su mejilla. Se dijo que debía dejar de pensar en ese asunto que se traía tanto con Inuyasha como con Kouga, tal vez Sango tenía razón y debía cortar por lo sano con ambos, porque aunque se sintiera mal con su actual novio, él también había tenido parte de la culpa en esa situación; Kouga e Inuyasha eran compañeros en el equipo de futbol, y cuando ella comenzó a visitar y apoyar a Inuyasha, su entonces novio, en las prácticas, Kouga disfrutaba de molestar al peliplata. Kagome negó sin poder creer hasta dónde habían llegado aquellos celos que Inuyasha mostraba cuando ella se hizo amiga del chico de ojos celestes, pues él era realmente ingenioso y buena persona, por lo que no tardó en simpatizar con él. Desde ahí había comenzado todo.
Para su desgracia, Inuyasha no era muy bueno lidiando con celos. Al poco tiempo condicionó su relación a que ella le retirara su amistad al ojiceleste de coleta, y aunque ella lo había intentado, Kouga era demasiado despistado para darse cuenta, hecho que sólo empeoró los celos del ojidorado que llegó al punto de liarse a golpes con su compañero de equipo; si Kagome decía que eso no la hizo sentir especial, a pesar de la vergüenza sentida, estaría mintiendo, ella no se sentía 'a la altura' de Inuyasha, por eso sus celos la halagaban… pero nunca esperó que aquello se saliera de control cuando lo vio besándose con Kikyo; pues eso había acabado todo.
—¡Salta más alto, Higurashi!— regañó la entrenadora a la distraída azabache que no alcanzó a elevar el balón.
Sango se burló mientras limpiaba con su muñequera algún rastro de sudor en su frente —¿De qué te sirven esas piernas tan largas?— le preguntó con gracia a la azabache.
—Anda por el balón— ordenó al mismo tiempo la mujer de ojos rojizos.
Kagome asintió al verla —No te burles, tonta— le dijo a Sango antes de correr por la pelota que se había escurrido hasta la cancha contraria.
—¡Sigan jugando!— ordenó Kagura al lanzarles un nuevo balón al grupo de once chicas que veían a la azabache esquivar a varios jugadores de baloncesto para recuperar la bola. Sango suspiró al recibir el pase de su entrenadora y se salió del área de juego para reiniciar.
—¡Pasa el balón, pásalo!— lo gritos de los jóvenes integrantes del equipo de baloncesto sonaban fuerte alrededor de la azabache, que adoptó una postura suavemente encorvada mientras se cubría la cabeza con las manos por temor a un posible golpe.
—¡Juega, Miroku!— la voz de otro chico hizo voltear a Kagome al reconocer el nombre del novio de su mejor amiga. El chico de pequeña coleta la saludó con un movimiento de cabeza y ella le sonrió, para de inmediato verlo tomar el balón y correr en dirección contraria.
—Al menos ya no podrán golpearme— se apresuró la azabache y en dos segundos se encontraba inclinándose por su balón que se había detenido junto a algunas mochilas de los chicos dispersos por el lugar —. Bien, aquí estás— le dijo y le sonrió.
—¡Aquí, Bankotsu!— la voz de otro chico sonó a espaldas de Kagome, pero ésta no le prestó importancia, no cuando ya tenía su balón en las manos.
El balón naranja se escapó de las manos del chico de fríos ojos azules y larga trenza, en lo que parecía ser un pase certero, pero que erró milimétricamente de las grandes manos de su compañero de equipo, estrellándose escandalosamente en el trasero de Kagome, haciéndola caer y maldecir en el acto.
Un silencio casi sepulcral se asentó en la cancha donde se jugaba baloncesto, del otro lado el partido siguió su curso cuando nadie notó el percance de la azabache. Una carcajada casi generalizada de los varones cercanos hizo enrojecer de furia y vergüenza a Kagome.
—Lo siento, no te vi— se disculpó el altivo ojiazul que de inmediato guio sus despreocupados pasos por su propia pelota.
—¡Oye, tú, maldito imbécil!— regañó en voz baja cuidándose de cualquiera de los entrenadores, pero viendo severamente al chico de larga trenza que recuperaba su balón —¿Qué demonios te crees? ¡Pudiste matarme!— recriminó ofendida al verlo pasarla de largo.
El chico se detuvo y frunció el ceño al verla de medio lado —¿Por un golpe en el trasero?— preguntó irónico.
Kagome abrió los labios conteniendo la molestia mientras veía a algunos de los chicos evitar verla, mientras contenían las risas y a Miroku verla con pena ajena.
—¡Jueguen!— ordenó el entrenador al percatarse de lo ocurrido e ingenuamente suponer, que su jugador se demoraba en pedir disculpas a la descuidada y agredida chica.
—Por un golpe en donde sea— aclaró molesta Kagome mientras veía el partido continuar como si nada hubiese pasado.
—No seas ridícula, Higurashi— agregó el otro que sin evitarlo sonrió de medio lado —. Además fue divertido.
—¿Qué?
—Es bueno ver que conservo mi buena puntería— dijo y comenzó a caminar al mismo tiempo que se encogió de hombros.
Esta vez fue el moreno el paralizado cuando un golpe seco resonó en el lugar y su cabeza se inclinó hacia adelante, y de nueva cuenta sólo los jugadores de baloncesto, que eran los más cercanos, se detuvieron al ver la graciosa escena.
Bankotsu volteó a ver con una fría molestia bañando sus ojos, a la estúpida de Kagome.
—Ups, creo que yo no conservo mi buena puntería— fingió lamentarse al morder un dedo de su mano. Ese estúpido la había ridiculizado a propósito, era lo menos que merecía.
Él achicó los ojos y se giró de nuevo a ella para acercarse.
Kagome tragó disimuladamente y le sostuvo la mirada.
—¿Pretendes burlarte de mí?— preguntó al verla desde su altura y seguir avanzando a ella. Desde hacía segundos atrás, el entrenador dejó de prestarles atención y ordenar la continuación del juego, supuso que esos dos sólo estaban discutiendo y eso podría tener lógica si no se excedían —¿A caso no sabes quién soy?
Kagome retrocedió y se recargó en la pared cuando él la obligó a hacerlo al acercarse demasiado.
"Vaya ego el de este tipo" pensó molesta al ver el brillo peculiar en esos fríos ojos azules, que parecían más profundos todavía al tener la luz a la espalda del chico.
Él dio un paso más a ella y apoyó su mano en la pared para acorralarla, sonrió de medio lado al notarla comenzar a ponerse nerviosa.
Kagome tragó lentamente pero sin dejar de verlo, achicó sus ojos segundos después y sonrió de medio lado, justo como él.
—Por supuesto que sé quién eres, un maldito ególatra, un patán sin rastros de caballerosidad, eres un pedante y un estúpido que además golpeas mujeres –añadió recordando el golpe que recién le había dado, haciéndolo fruncir el ceño-, eres tan insufrible que ninguna chica se mantiene a tu lado, seguramente por patán y pervertido— recitó muy segura de lo que decía y casi como si lo hubiera memorizado —. Eres, Bankotsu, todo un maldito hígado— finalizó tan ofendida que de un golpe en el estómago lo empujó y se fue a grandes zancadas de ahí.
Un par de rechiflas se escucharon de los miembros del equipo que se mantenían en las bancas y a los cuales el moreno ojiazul les dedicó tremenda mirada molesta, logrando que un par dejara de verlo e incrementando que otros –los que poco valoraban su bienestar físico- incrementaran sus burlas.
—Así que ese crees que soy— mencionó sólo para él al ver a Kagome inclinarse nuevamente por el balón que había salido despedido luego de golpearlo en la cabeza. Él sonrió al verle las piernas largas, esas que momentos antes le llamaron tanto la atención —… pues no tienes ni idea, Higurashi— dijo para chasquear la lengua y volver al juego.
—¡Ya, ya, ya!¡Vamos, Kagome!¿A dónde fuiste?¿A comprar otro balón?— apresuró con poca paciencia la coach Kagura que no disfrutaba de perder el tiempo, ni ver que otros lo perdieran.
—Lo siento, señorita— se disculpó la azabache al apretar ansiosa el balón en sus manos, por dignidad se abstenía de sobarse su dolorido trasero, pero sí volteó de medio lado al ver al patán de Bankotsu reintegrarse a su juego y correr como si nada hubiese pasado.
"Ese jodido bastardo" pensó molesta al quedarse parada fuera de la cancha, al comprobar que su lugar había sido cubierto.
Generalmente Kagome no solía perder la paciencia o compostura, pero Bankotsu la sacaba de sus casillas con sólo mirarlo; el muy idiota era del tipo de chicos que en algún tiempo siempre la veían como si no existiera, hecho que le causó cierto complejo durante los años de instituto, aunque claro, eso vino a cambiar cuando Inuyasha había puesto sus ojos en ella, haciéndola visible para otros, Kouga, por ejemplo, y para tipos como Bankotsu seguiría siendo –seguramente- alguien del montón. Quizás por su ego femenino herido, solía ser más hostil con él que como podría ser con cualquier otro.
—No pienses en él… es un idiota, recuérdalo— se dijo en voz baja luego de ver una jugada casi espectacular de ese sinvergüenza de larga trenza. Dejó de verlo y volvió su atención al partido de sus amigas, mientras jugaba ansiosa con el balón que había causado su mal momento anterior, y lo hacía pasar de una mano a otra.
Por concentrarse en la molestia y vergüenza que Bankotsu le hizo pasar, Kagome olvidó momentáneamente la ansiedad que Inuyasha y su inestabilidad con Kikyo, le provocaban.
Momentos más tarde y sin poder jugar nuevamente, el entrenamiento terminó, puntual como siempre, a las tres de la tarde el gimnasio comenzaba a vaciarse lentamente.
—¡Ey!, ¿haciendo de las tuyas para no practicar?— se burló Sango que vio a Kagome de mala gana echarse su mochila al hombro, sin siquiera haberse puesto su sudadera o algo que cubriera su uniforme deportivo.
Kagome rodó los ojos —Ni lo digas.
Sango se rio en voz alta —¿Coqueteando con el enemigo?, con… ¿cómo era? ¿El hígado insufrible?— preguntó y volvió a reír.
Kagome le dedicó una mirada asesina, la tonta de Sango seguro vio también el golpe que ese idiota le había dado, bueno, al menos no lo había mencionad-…
—¿Y te duele? ¡Vaya impacto, Kag! Lo soportaste como las grandes, mira que no llorar— siguió diciendo y sonriendo mientras contenía una carcajada.
Maldición. Kagome la vio con cara de pocos amigos mientras apretaba con su mano la correa de su mochila, al ir saliendo del gimnasio, seguidas de otros estudiantes deportistas del lugar.
—¿Quieres callarte?— habló Kagome luego de largos metros transcurridos, al estar saliendo por fin del gimnasio —¿cuántas veces me he reído yo de tus desgracias?
La castaña se mordió los labios recordando que Kagome solía burlarse poco.
—La vez que Miroku me tocó el trasero por primera vez— pero lo hacía.
La azabache rodó los ojos.
—Bueno, ya, ya— cedió luego de volver a reír —. Y dime, ¿es tan lindo de cerca como dicen que es?— le preguntó con un toque de complicidad.
—¿Lindo?— preguntó Kagome con ironía.
Sango asintió interesada.
—Es un cerdo asqueroso.
—¿Por qué tanto coraje con él?— preguntó Sango al resultarle extraño… ¿sería que en secreto le gustaba?
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Continuará…
Holas ñ.ñ
Bueno, como arriba dije, este fic es a petición de Aquarius chan, en el topic del Intercambio navideño ._. sí, navideño xDD
El fic está terminado, pero estoy en proceso de edición, así que como en media hora subo el siguiente capítulo, todo debe quedar listo en el transcurso del día, son seis capítulos únicamente.
Gracias por leer (:
