Capítulo 1 - Estamos de vacaciones

Hoy, en Rabbit House, estamos trabajando alegremente como siempre. El día de hoy nos están ayudando Syaro y Chiya, pero, como no teníamos suficientes uniformes disponibles, han traído los suyos. Poso el Kilimanjaro sobre la mesa del cliente con delicadeza.

-Aquí tiene su Kilimanjaro –digo, sosteniendo la bandeja vacía con los dos brazos-. ¿Algo más?

-No, gracias –el cliente contesta amablemente y da un sorbo-. Está muy rico.

-Gracias, es bueno saberlo –tras decir esto sonriendo alegremente, me alejo y voy a atender a otra mesa de la misma forma-.

En la caja, Chino me llama. Voy rápidamente hacia donde está ella.

-¿Pasa algo, Chino? –le pregunto.

-Es que la caja no se abre –dice Chino intentando abrir la caja-. Le he dado al botón, pero no sucede nada.

Chiya se acerca sosteniendo la libreta de pedidos y un bolígrafo.

-Ah, creo que es porque se ha bloqueado –explica-. Si haces esto, creo que puede abrirse…

Chiya comienza a mover la caja agresivamente. Intento detenerla por si la rompe, pero me ignora y sigue probando con movimientos bruscos. Al fin, la caja se abre. De repente, Tippy da un salto y cae en la encimera.

-Chicas, os veo trabajar duro y creo que necesitáis un descanso. ¿Os parece bien si mañana nos vamos de vacaciones?–dice Tippy-.

-¿¡Vacaciones!? –repito, ilusionada- ¡Me apunto! Pero, ¿dónde deberíamos quedarnos…? ¿En un hotel?

-Ah, mis padres tienen una casa de verano. Si os parece bien allí… -dice Chiya.

-Buena idea –dice Chino-.

Se acercan Syaro y Rize. Explicamos la situación y ellas aceptan con entusiasmo. Todas trabajamos cansadamente, y, al final del día, nos despedimos de Rize, Syaro y Chiya, aunque mañana volveremos a verlas para nuestras vacaciones. Me despido alegremente de ellas y luego Chino y yo barremos un poco el local para irnos luego a dormir.

-Buenas noches, Chino –le digo cuando me voy a mi cuarto y ella al suyo-. Que duermas bien.

-Igualmente –me contesta ella-.

Una vez estoy a solas en mi habitación, me acuesto en mi cama y leo un poco hasta que pasa media hora y mi puerta se abre sorprendentemente.

-Cocoa… -escucho- No puedo dormir, ¿me dejarías dormir contigo por hoy?

Chino entra sigilosamente, y me giro para verla bien.

-¿¡En serio!? –exclamo, entusiasmada- ¡Por supuesto!

Respondo con semejante entusiasmo debido a que Chino nunca me había pedido esto. Siempre iba por su cuenta, haciendo como si yo no le importase, pero acaba de demostrarme que no es así, cosa que creo que siempre supe. Ella se mete en cama a mi lado y dejo el libro en la mesilla.

-¿Apago la luz o quieres hablar con luz? –pregunto.

-Nadie dijo que quisiera hablar –contesta ella con simpleza-. Pero apágala si quieres.

Hago lo que me dice, algo apenada por su seca respuesta. Una vez estamos en la oscuridad, noto que Chino me abraza bajo las mantas.

-¿Chino? –pregunto.

-Silencio –ordena-. Necesito abrazar a algo para dormirme. No comentes nada, por favor. Ni siquiera a Rize, a Chiya o a Syaro. Por favor.

Asiento, aunque no pueda verme. Cierro los ojos con gentileza y pronto caigo dormida en un profundo sueño.

La mañana siguiente, despierto temprano y, una vez lo hago, observo que no está Chino a mi lado. Tal vez ya está preparando sus cosas para las vacaciones… Supongo que está tan nerviosa como yo, son nuestras primeras vacaciones todas juntas.

Salgo de la habitación y voy descalza hasta la de Chino. Mis pies se estremecen al sentir el helado pasillo. Incluso en verano hay que andar con zapatillas… Hago un esfuerzo para llegar hasta Chino, y, una vez estoy a su lado, me agacho para observar cómo hace las maletas.

-Buenos días, Chino –saludo, bostezando-.

-Buenos días –responde-. ¿Vamos a desayunar?

-Vale –digo, levantándome-.

Las dos caminamos hacia la cocina, donde está preparando café Rize. Me sorprendo al verla tan pronto, pero también me sorprendo por no verla en uniforme.

-¿Qué haces tan temprano aquí, Rize? –pregunto- Y haciendo nuestros desayunos…

-Bueno, no pude dormir, así que vine más pronto de lo habitual para hacer algo –contesta-.

-Buenos días, Rize –saluda Chino-.

-Igualmente –digo-.

-Buenos días a las dos –contesta Rize con amabilidad-. Sentaros, ahora os sirvo el café.

Nos sentamos en una mesa cualquiera con dos asientos, una en frente de la otra, y Rize posa los cafés gentilmente sobre la mesa. Aguanto mi taza y me la llevo a los labios, sorbiendo un poco. Noto la calidez inmediata del café matinal, y suspiro de placer.

-Tu café es tan delicioso como siempre –digo-.

-Sí, está muy rico –dice Chino, bebiendo a sorbos-.

-Gracias. Pronto llegarán Chiya y Syaro, así que bebed despacito si queréis desayunar con ellas –dice, y asentimos-.

Escuchamos la puerta de Rabbit House abriéndose, y aparecen Syaro y Chiya tal y como dijo Rize. Las saludamos y nos ponemos las cuatro en una mesa más grande de cinco sillas. Rize les sirve sus cafés y luego se sienta ella también con el suyo.

-No pude dormir por la emoción –dice Chiya bebiendo un poco-, ¿y vosotras?

-Yo tampoco –dice Rize-.

-Ni yo –dice Syaro-.

-¿Eh? Pues –susurro-… Nosotras dos dormimos normalmente. Y eso que estaba nerviosa…

-Lo mismo digo –dice Chino-. Por cierto, invité a Maya y a Megu a nuestras vacaciones, llegarán pronto. No pasa nada, ¿no?

-¡Qué bien! ¡Cuántas hermanitas! –exclamo.

La puerta se vuelve a abrir y entran Maya y Megu alegremente.

-¡Hola! –nos saludan.

-¡Oh, desayunando café! –exclama Maya- Parecéis adultas y todo. Pero nosotras ya venimos desayunadas.

Me levanto para abrazarlas, y luego hablamos un poco todas. Poco tiempo después, aparece el padre de Chino.

-Hola –nos saluda-. Es hora de ir, así que id cogiendo vuestras maletas y esas cosas, ¿vale? No olvidéis lavaros los dientes también.

-Vale –digo-. Por cierto, padre, ¿tú también vienes? No había oído eso.

-Alguien tiene que supervisaros, ¿no? Dejaremos la cafetería cerrada: ¡yo también necesito unas vacaciones! –seguro que el verdadero motivo es el segundo- Y, claro que Tippy también viene, cómo no.

Tippy baja de la cabeza de Chino a mis manos. Supongo que desea que lo acaricie, así que lo hago rápida y gentilmente. Adoro este tacto suave y con pelitos…

Todos cogemos nuestras maletas y hacemos lo necesario para irnos. Fuera nos espera la caravana de la familia de Chiya, e iremos en ella hasta su casa de verano. Nos subimos todos, el padre de Chino delante y nosotras en los 7 asientos de atrás.

-Yo quiero ir al lado de Maya y Megu –digo, alegremente, sentándome con ellas-.

-Yo quiero ir al lado de Rize-senpai –dice Syaro, sonrojada-. ¿Está bien?

-Sí, ¿porqué no? –dice Rize.

-Pues yo me sentaré con Chino –dice Chiya-.

Nos sentamos tal y como lo decimos y el padre de Chiya arranca el coche. Comenzamos a caminar por las carreteras rodeadas por las lindas casitas de esta ciudad. Al poco tiempo, yo y Syaro nos quedamos dormidas, pero puedo escuchar a Chino decir justo en ese momento:

-Son como niñas.

Diría que ella es la niña aquí, pero ya tengo la cabeza apoyada sobre el hombro de Megu y estoy entrando en un profundo sueño.

Estoy en un sitio, pero a la vez estoy en la nada. Todo es blanco, no hay nada ni nadie excepto yo, ahí, en el suspense, flotando.

-¡Hey! –grito en mi sueño- ¿Hay alguien por aquí?

Entonces escucho unos pasos detrás de mí que se van acercando lentamente, y me giro para observar que esa persona es Chino.

-Cocoa –dice Chino en el sueño-. Que sepas que todas te odiamos. Sólo te tratamos así porque no nos queda más remedio.

-¡No! –grito- ¡Eso es imposible! Yo pensé… ¡pensé que me queríais…!

-Pues te equivocaste –Chino desaparece-.

Escucho unas voces que no sé si proceden de la realidad o de mi sueño. Unas voces que me llaman. Son las chicas. Me pregunto qué quieren. De repente, noto que algo me sacude y desaparece mi sueño. Me he despertado.

-Jo, no despertabas, todas estábamos preocupadas –dice Maya, que es quien me estaba sacudiendo-. Sal del coche, ya hemos llegado.

Bajo del coche lentamente, saboreando el instante en que mi pie toca el suelo arenoso. Alzo la cabeza, pero el sol me obliga a cerrar los ojos. Si miro bien, puedo observar una preciosa casita de verano. Realmente hemos llegado. Estoy impresionada, es como un sueño. Es más preciosa que en mi imaginación. Es una casa bastante grande, con unos balcones impresionantes, todos tallados con dibujos y formas espectaculares y decorados con las flores más bellas del mundo. Además, toda la casa menos la entrada, que está detallada con un precioso caminito, está rodeada de árboles de cerezo en flor.

En resumen, la casa ideal que todos desearon alguna vez en sus vidas. La observo entusiasmada, como observando un cuadro de alta categoría, fijándome en los detalles que se aprecian en ella y en todo lo tallado.

-¿Te gusta? –me pregunta Chiya- No dejas de mirarla asombrada.

-Me… -comienzo a decir- ¡Me encanta! ¡Es mucho mejor de lo que esperaba!

-¿Ah, sí? –dice Chiya sonriendo- Me alegro de que te guste tanto. Pero por dentro es aún más bonita, ¿quieres entrar?

-¡Claro! –afirmo, corriendo hacia la casa por el verde campo que la rodea.

Abro la puerta y me quito los zapatos para luego andar en calcetines por el suelo de parqué. La casa por dentro es enorme, y la puerta principal lleva directamente al salón, aunque unas puertas correderas llevan a otras partes de la casa. Abro una de las puertas correderas y me encuentro con una enorme habitación.

-¡Increíble! –exclamo.

-Es enorme –Rize se acerca-. Me pregunto si dormiremos aquí.

Cierro la puerta para abrir otra de al lado que lleva a una habitación más pequeña. El resto de puertas, hechas de madera, no son correderas y llevan a los baños, a la cocina… En fin, esta casa es como la casa de mis sueños.

-Venid, por la puerta trasera accedemos a la piscina –nos explica Chiya-.

-¿¡También hay piscina!? –exclamo- ¡Increíble!

No puedo decir otra cosa que 'Increíble'. Estoy impresionada. Al abrir la puerta trasera, encontramos el jardín trasero, un campo como por delante, lleno de hierba y flores. Un poco más allá está una piscina enorme.

-Si queréis, después de dejar las cosas podemos darnos un baño –dice Chiya-.

-Suena bien –dice Syaro-.

-¡Qué guay! –exclamo.

Dejamos las maletas en el salón y nos ponemos los bañadores con los que fuimos a las termas el año pasado. Pero el año pasado, la segunda vez, aquella que fueron con Maya y Megu, yo no había ido porque me había ido a estudiar con Chiya y Syaro a la casa de Chiya, así que esa vez sólo fueron Chino, Rize, Maya y Megu. La primera vez, en cambio, fuimos todos menos Maya y Megu. Me habían dicho que Aoyama había ido también la segunda vez.

-Por cierto, Aoyama tiene una casa aquí cerca, ¿le digo que venga a la piscina con nosotras ahora? –dice Chiya poniéndose su bikini verde fosforito.

-¡Sí! –aceptamos.

Después de un rato hablando por teléfono con Aoyama, Chiya nos dice que sí que viene. Poco después, llega ella con su bañador de cuerpo entero ya puesto, y todas vamos a la piscina. El padre de Chino y el padre de Chiya se quedan a conversar en el salón. Toco con la mano la piscina para ver la temperatura.

-¡Está fría! –exclamo, retirando la mano.

-Normalmente la tenemos climatizada porque a nuestra familia le gusta así, pero pensé que debería dejarla como siempre ya que en las casas normales está a esta temperatura –explica Chiya metiéndose por las escaleras-.

Maya se me acerca.

-Megu y yo hemos decidido tirarnos juntas directamente a la piscina. ¿Te unes? –me pregunta.

-¡Vale! –contesto, sonriendo.

-Yo también me uno, parece divertido –dice Rize acercándose-. Syaro, ¿vienes tú también?

-¿Eh? –titubea Syaro- Supongo que está bien…

-¡Hagámoslo todas! –dice Chiya.

-Pero con tanta gente, ¿no nos haremos daño? –pregunta Megu.

-¡Qué va! –dice Maya- ¡Chino, Aoyama, vosotras también!

Maya agarra a Chino de la muñeca, obligándola a unirse a nosotras.

-Pero yo no quiero… -susurra Chino.

-¡No seas tsundere! ¡Todos sabemos que quieres! –dice Maya- ¿A que sí, Cocoa?

Asiento alegremente.

-Bueno, si todos vais a ir, no puedo negarme a ir yo también –dice Aoyama acercándose-.

Nos repartimos la enorme piscina y elegimos que Maya dirá '1, 2, 3' para tirarnos al agua.

-¡1…! –comienza a contar Maya- ¡…2…! ¡…Y…! ¡3!

Al oír el último grito, todos nos tiramos al agua, y con el contraste de temperaturas, el agua se nota como hielo. Nado rápidamente a la superficie para no notar más este frío helado en mi cabeza, en mi pelo y en mi piel. Comienzo a ver la luz de la superficie, y saco mi mano para que sea más fácil sacar luego la cabeza. El agua me llega por los codos, a Chino por la barbilla y Maya y Megu no hacen pie.

-¡Ha sido genial! –exclamo.

Comenzamos a nadar cada uno por nuestra cuenta, y me acerco a Chiya para preguntarle si tiene gafas para bucear. Chiya se va y regresa con una caja con gafas para todas. Las reparte y nos las ponemos para vernos bajo el agua. Meto la cabeza para bucear y observo a Rize. Comienzo a hacer movimientos de conejo, para ver si alguien adivina qué represento. Salimos todos a la superficie.

-¿Alguien adivinó qué estaba haciendo? –pregunto.

-No –responden algunas- ¿Podrías repetirlo?

Asiento, y vuelvo a meter la cabeza bajo el agua de la piscina. Vuelvo a repetir los mismos movimientos: saltos de conejo, orejas, etc. Al salir, Syaro levanta la mano.

-¡Un conejo! –exclama.

-¡Correcto! –digo, nadando hacia ella.

Después de nadar, jugar, bucear y hablar, salimos del agua empapadas.

-¿Cuántas horas estuvimos allí? –pregunta Megu.

-Creo que dos y media o tres… -respondo.

Nos sentamos sobre las toallas que trajimos en el campo, algunas se acuestan y yo lo hago un poco más tarde para secarme. Fue tan divertido… Y mira que es el primer día. Estas vacaciones van a ser la mar de divertidas. Me quedo dormida mientras me seco en la toalla, y despierto un poco más tarde sin recordar mi sueño. Cuando me despierto, sólo queda Chino.

-¿Y las demás? –le pregunto.

-Están jugando a guerra de almohadas en la habitación –dice-. Ponte rápido tu pijama, vamos nosotras también.

-Ah, ¿te has quedado para ir conmigo? –le pregunto, feliz- Gracias.

Chino se sonroja, molesta.

-No es por eso –dice, levantándose y cogiendo su toalla.

Hago lo mismo y entramos a la casa. Nos ponemos los pijamas y echamos a la lavadora de Chiya los bañadores. Luego, entramos en la habitación grande, donde están jugando a pelea de almohadas como dijo Chino. Cojo una y golpeo a Chiya.

-¡Ey! –se queja- ¡No te había visto venir!

Noto un golpe por detrás, y me giro para observar que es Megu. Le devuelvo el golpe el triple de fuerte, y le duele tanto que se retuerce en el suelo.

-¡Lo siento! –me disculpo- ¡Me pasé un poco! ¿Te ayudo?

-N… no hace falta… -dice con dificultad Megu.

-Cocoa, eres una bruta –dice Chino-.

Me giro para golpear a Chino con mi almohada.

-¡Toma ésta! –grito.

Fin.