¡IMPORTANTE DE LEER!

¡Hola! Bueno, aquí estoy yo de nuevo xD Y esta vez, traigo algo diferente…

Este fic lo he hecho con el fin de narrar la vida a la que pasaron a vivir todos nuestros protagonistas, pero desde la perspectiva de un tercer personaje. Al principio éste iba a ser como un maniquí, pero poco a poco fue adquiriendo su propia personalidad, y su propia historia. Ya sabéis, salir de la intimidad que se obtiene dentro de la mente de nuestros protagonistas, y pasar a verlo todo desde otra perspectiva.

Tengo miedo de haber hecho alguna Mary Sue, o de que este fic no os guste. Es una de las primeras historias que comencé a escribir, y me hizo mucha ilusión.

Y por eso mismo quiero compartirla con vosotros. Para que me ayudéis a mejorar y me digáis qué está mal y qué se puede corregir. No tengo nadie más con quien compartir esto, y es por eso que lo publico aquí.

Quiero dejar claro que aquí trato de darle una personalidad propia al personaje, para que juzgue el mundo que le rodea desde su propia lente. Tal y como haría cualquier persona, y no sólo un personaje añadido.

Dejo claro que en este fic permanecerán las parejas originales. No es ningún romance mal montado. Y trataré que todas las personalidades sean completamente IC.

Si gusta este primer capítulo, supongo que iré subiendo los demás. Pero por ahora, sólo voy a dejaros este primero.

Disclaimer: Inuyasha no me pertenece, y esta historia está hecha sin fines de lucro. Escribo únicamente por diversión.


Abro los ojos lentamente, recuperando poco a poco la consciencia. Oigo el canto de los pájaros a lo lejos, y lo que al principio sólo era un murmullo, se vuelve más nítido. ¿Dónde estoy?

Miro a mi alrededor. Me encuentro en una pequeña cabaña de madera, tumbada en un futón. Hay unos pocos muebles; todos se ven viejos y deterioraros de tanto usarlos.

Me siento y trato de ponerme de pie, pero en cuanto lo intento, un pinchazo me recorre desde los pies hasta las rodillas y caigo sentada de nuevo. Suelto un pequeño gemido de dolor.

Me quedo sentada, sin saber qué hacer. Afuera oigo las voces de la gente. Debo de estar en una aldea. Bien, debo mantenerme tranquila y no entrar en pánico. ¿Qué es lo último que hice?

Recuerdo haberme quedado unos días en una aldea en la que me acogieron bien. Después, vinieron esos demonios y destruyeron todo, los mataron a todos. Conseguí llegar a penas hasta el río y meterme en él con la esperanza de camuflar mi olor. Después casi me encuentran y en un intento desesperado de sobrevivir comencé a nadar río abajo. Sólo que se me olvidó que yo no sé nadar.

Y después de eso… no hay nada. Todo está negro. No sé cómo he llegado hasta aquí ni quién me ha traído, pero creo que lo mejor sería irme cuanto antes. No sé si querrán usarme como esclava o venderme, pero sea lo que sea, no lo voy a permitir.

Así que, haciendo acopio de valor y mordiéndome el labio para no gritar, me levanto resistiendo el dolor. Ahora que miro abajo, veo que tengo los pies -y medio cuerpo- lleno de raspaduras y moretones, y aunque la mayoría están vendados, los siento en todo el cuerpo. Como sólo hay una puerta y una ventana, no me queda más remedio que salir por ahí.

Y cuando estoy a punto de hacerlo, una señora algo mayor me sorprende al otro lado.

«Mierda»

—¡Pero chiquilla! ¿Qué haces levantada? Vuélvete a acostar, que si no, no sanarás. —

La señora me agarra suave pero firmemente del brazo y me lleva de regreso al futón. Me tapa bien y se me queda mirando entre sorprendida y preocupada.

—No esperaba que despertaras tan pronto, pequeña, pero es un alivio que te encuentres bien. Dime, ¿Necesitas algo? —

A pesar de su tono amable, no me fío. Mucha gente finge ser quien no es para sacarte lo que quiere, y después, te roba todo lo que tienes y te tira al húmedo barro en mitad de la noche. Así que simplemente me quedo mirándola seria, esperando a que termine con todo para que se vaya y así poder escaparme.

—No quieres hablar, ¿Eh? Bueno, estate tranquila, que aquí estás a salvo. Sinceramente, cuando hace tres días te encontré en el río cuando fui a por agua, no me lo creía. Pero las otras mujeres de la aldea me ayudaron a traerte hasta aquí, a ponerte ropa seca y a cuidarte. Si te digo la verdad, no estaba segura de si estarías bien, pero la sacerdotisa Kaede ya nos dijo que no había mucho de lo que preocuparse, esa mujer…—

La señora se pone a hablar sobre otras cosas, pero yo no la escucho; estoy concentrada en observarla. Ahora que la veo de cerca, soy consciente de sus rasgos. Tiene el pelo negro, algo enmarañado, le llega hasta los hombros y lo tiene medio recogido con un pañuelo. Ojos algo pequeños, pero llenos de amabilidad -o eso aparentan-. Tiene varias arrugas en la cara, pero extrañamente, no la hacen más fea, sino que me transmiten la confianza que sólo alguien que ha vivido muchos años puede llegar a inspirar.

Extrañamente, consigo dejar mi reciente estado de alerta. Aunque parezca raro, esta mujer no me parece una amenaza, y eso que normalmente siento que estoy en constante peligro.

Dejando la burbuja en la que había entrado, vuelvo a prestarle atención.

—…Pero bueno, dejémonos de divagar y dime; ¿Cuál es tu nombre?

Se me queda mirando, y yo dudo. ¿Se lo digo? No es que haya hecho nada aún, pero… no parece mala persona.

Una risa cínica resuena en mi cabeza. «Ese niño no parecía mala persona y acabó robando tu comida»

Respiro profundo, y decido que puedo hablar con esta mujer. Al menos, hasta conseguir un poco más de información de dónde estoy.

— Mi nombre es Miu—Digo, y mi voz suena rasposa después de no haberla utilizado en varios días. Ah, y por el cardenal que me cubre la garganta y parte del pecho.

—Que nombre más bonito… ¿significa lluvia hermosa, verdad? —Asiento con la cabeza— Fantástico, yo me llamo Ran. Me alegra ver que puedes hablar. Voy a ir a hablar con la sacerdotisa Kaede, ha estado muy pendiente de ti estos días, también ha venido la sacerdotisa Kagome a cuidar de ti. Y ciertamente, no se ve todos los días una muchacha aparecer en el río.

Después de decir eso, desaparece rápidamente por la puerta.

¿Ha dicho ''sacerdotisa''? Recuerdo que en mi aldea, esa que también fue destruida por demonios, teníamos cinco sacerdotisas. Todas eran tan hermosas, tan puras… y protegían a toda la aldea de los demonios. Era increíble cómo luchaban, como llevaban a cabo todos los rituales a la perfección… Pero entonces apareció esa perla. Para ser más exactos, los fragmentos de la perla.

Los mismos fragmentos que usaron los demonios para atacarnos. Y aunque pudimos resistir algún tiempo, rápidamente fuimos arrasados por ese inmenso poder corrupto. Todos esos demonios, sedientos de sangre y de poder, no tuvieron piedad al matar a todos mis amigos… a mi familia.

Un escalofrío me recorre y una dolorosa sensación acude a mi pecho. Conseguí escapar en un pequeño grupo que se las arregló para salir, gracias a dos de las cinco sacerdotisas. Las otras se quedaron luchando.

Y no las volví a ver.

El grupo no tardó en separarse, y los pocos que permanecieron conmigo no tardaron en morir. Desde entonces he estado viajando por varias aldeas, y me he tenido que ir de todas, ya que o me robaban o no era aceptada por ser una niña, no apta para los trabajos.

Pero hace no mucho, una amable anciana me acogió con ella en su cabaña. ''La abuelita'', como la solía llamar, me contó muchas historias, sobre la vida, sobre la perla, y sobre un grupo de héroes legendarios que, al parecer, consiguieron que la perla desapareciera y derrotaron al poderoso demonio que quería conseguir todo su poder.

Por eso los odio. Odio a los demonios. Siempre buscan la destrucción y la sangre. No puedes fiarte de un demonio, a menos que quieras acabar muerto en medio de un charco de sangre. Y sé bien de lo que hablo.

Es más, no puedes fiarte de nadie. Los humanos también pueden llegar a ser despreciables. Todas las veces que me echaron de las aldeas, todos los golpes recibidos…

De pronto, una mujer mucho más mayor que Ran entra en la cabaña. Va vestida con ropas de sacerdotisa y un parche cubre uno de sus ojos. Se me acerca y me mira fijamente.

De pronto, me pregunto si es realmente humana y no una vieja bruja.

—Hola, pequeña. ¿Te encuentras mejor? —Detrás aparece Ran, mirándome con una sonrisa en la cara. Raramente, su presencia me tranquiliza, y asiento a la bruja—. Bien. No es usual encontrarnos muchachas llenas de heridas en los ríos de por aquí. ¿Cuántos años tienes?

—Quince años, señora —Digo, desconfiada.

—Muy bien, muchacha. Veo que las heridas son menos graves, pero que aún no han sanado, así que te cambiaremos los vendajes, y cuando te encuentres mejor, espero que nos cuentes lo que ha pasado. — Y después de ponerse de pie, abandona la cabaña.

—Ya le perdonarás, pequeña —Dice Ran—. Pero hace poco hubo un grupo herido y hay mucha gente a la que atender. Es más, debería estar ayudando. Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedírnosla, y que sepas que puedes quedarte en mi cabaña todo lo que quieras . En seguida vendrá la sacerdotisa Kagome a atenderte —Después de sonreírme, sale de la cabaña y se va.

¿Sacerdotisa Kagome? Como sea otra vieja bruja, ya verás las ganas que tendré por quedarme.

Por otra parte, no creo estar en las mejores condiciones para fugarme. Creo que lo mejor sería esperar a sanar.

Cuando noto movimiento, dirijo mi mirada hacia la persona que acaba de entrar en la cabaña, y para mi sorpresa, la que viste el traje de sacerdotisa no es ninguna vieja arrugada, sino una mujer algo más mayor que yo. Tiene un hermoso cabello azabache, unos brillantes ojos castaños y una enorme sonrisa adorna su cara cuando me ve.

—Veo que estas despierta —Me dice con una dulce voz. Se acerca y se arrodilla delante de mí—. Mi nombre es Kagome, y voy a curarte esas heridas. ¿Vale? —Asiento con la cabeza. Es extraño, pero su sonrisa y su presencia son algo… desconcertantes. Cuando me rodea y se me acerca, noto una extraña paz que me inunda. ¿Será porque es una sacerdotisa poderosa? ¿Tanto que su sola presencia es capaz de esto?—. Ahora voy a quitarte el kimono, pero tranquila, que nadie va a entrar por esa puerta hasta que termine, ¿Bien? —Asiento sin poder evitarlo.

Sé que no es bueno fiarse de los extraños, pero ella dice ser una sacerdotisa. Y las sacerdotisas son puras y luchan contra demonios, por lo que no pueden ser malas.

Aunque puede que no sea una buena decisión, decido confiar en ella.

٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三٩(•౪•٩)三

Después de haber mantenido una pequeña conversación, donde Kagome -ha dicho que puedo llamarla así- me ha contado un poco sobre la aldea y me ha dicho que puedo estar tranquila, ha terminado de vendarme.

—Ahora tengo asuntos pendientes, pero si necesitas cualquier cosa, puedes llamarme. Si quieres, puedes dar una vuelta por la aldea y ver como es todo, aunque te recomendaría que descansaras.

—Vale. Quiero decir… gracias —Me sonríe y sale de la cabaña, donde vuelvo a estar sola.

Intento tumbarme y estar tranquila, pero se me hace imposible. Quiero ver dónde estoy y qué tipo de personas me rodean. No sé si es un lugar seguro, y no quiero desconocer el terreno. Así que, aguantando el dolor, me pongo de pie. Con las vendas me duele algo menos. Me miro de arriba abajo.

Me han dejado un kimono simple y gris, unas sandalias de madera y creo que debo de tener el pelo enmarañado. Recuerdo la brillante melena azabache que nada tiene que ver con mi pelo, marrón oscuro y laceo, aunque lleno de nudos. Mis ojos marrones no deben de tener tampoco el brillo que ella mostraba, ese que tan fácil derribó mis barreras.

Deshaciéndome de esos pensamientos, doy un par de pasos hasta salir afuera. Y me sorprendo. No es una aldea grande, pero tampoco pequeña. Varia gente se mueve de un lado para otro con sus quehaceres. Más allá veo un grupo de niños jugando; dos gemelas persiguen a un muchacho mayor de cabello castaño mientras que una niña -con una pequeña coleta en la cabeza- cuida del más pequeño.

—Hola— Me sobresalto al escuchar una voz a mi espalda y enseguida me doy la vuelta. Me encuentro par a par con una niña -de mi misma edad- con el pelo recogido en una trenza despeinada que me mira sonriente. —¿Eres la niña que escupió el río?

La miro fijamente, algo enfadada.

—A mí nadie me ha escupido.

—Eso no es lo que dicen todos.

—Pues no te creas lo que todos dicen, porque puedes acabar muerta —Digo bordemente.

La chica me mira, me mira y… me mira. Estoy a punto de volver a entrar en la cabaña cuando de repente se acerca a mí, sonríe y dice —Me gustas.

—Pues lo siento, no me van las locas —Espeto hoscamente y algo confundida. Ella suelta otra carcajada.

—No, mujer, no de esa forma. Quiero decir que me caes bien, me gusta tu chispa. Aquí no todas hablan como tú.

—¿Y eso es bueno? Porque puedo llamarte muchas cosas que seguro nunca has oído. —La chica suelta una carcajada, y aunque no quiera, una sonrisa asoma en mi comisura. Cuando termina, me tiende la mano y dice:

—Soy Mika, un placer. No todos los días se conoce a alguien al que el río escupió —Tomándole la mano, respondo con una sonrisa:

—Soy Miu, y no todos los días puedo conocer a una loca. —Sin quererlo, mi mirada se desvía hacia los niños de antes, los cuales siguen jugando alegres.

—Ellos son un grupo peculiar, ¿Eh? —Me dice Mika, percatándose de mi mirada. — El chico mayor es Kohaku, es un exterminador de demonios. —Explica.

—¿Exterminador? Había oído hablar de ellos, pero nunca he visto a ninguno.

¿En esta aldea hay exterminadores y sacerdotisas? Genial. Es un gran alivio. Eso significa que estamos a salvo de los demonios. Me alegro.

—Pues él es uno de los mejores, aunque no tanto como su hermana. Tendrías que conocerla, es muy maja. Las dos gemelas, Mei y Ai, y el pequeño Komori, son sus sobrinos. Y la niña es Rin, tiene quince años como yo y es súper amable y juguetona. Pero te advierto; ni se te ocurra burlarte de ella o hacerla llorar.

Tampoco es que vaya haciendo llorar a las chicas por ahí, pero aún así pregunto:

—¿Por qué?

—Digamos que… tiene a alguien que la protege. Mucho.

—Vaya, bien por ella— Digo, sin poder evitar el tinte de odio irracional que sale de mi voz. No sé si son celos, pero no creo que por muy buena que sea consiga caerme bien. Bueno, tampoco es que yo sea muy popular.

Al fin y al cabo, a mí nadie me ha protegido en mucho tiempo.

—Hey —Mika me saca, sin saberlo, de mis oscuros pensamientos. —Dentro de nada van a empezar las clases. ¿Quieres venir?

—¿Clases? —Pregunto, estupefacta. Que yo sepa, sólo la nobleza recibe clases.

—Sip. Kagome nos da a todos los niños clases, para que podamos aprender. Suelen ser muy divertidas y aprendemos un montón. Y te aseguro, que nunca has visto a nadie así antes. Su forma de pensar es tan diferente a la de cualquier persona que haya conocido… es como si viniera del futuro —Mika sonríe— Bueno, realmente viene de un lugar muy lejano, pero nadie sabe bien de donde. Toda la aldea se pregunta qué clase de secretos guarda ella y su grupo…

—¿Secretos? —Mi curiosidad acecha… ¿qué clase de persona será ella?— ¿Qué secretos?

—Si vienes, te cuento todo lo que sé —Tienta.

Comparo la posibilidad de quedarme en casa o saciar mi curiosidad respecto a esta nueva gente.

La respuesta está clara.

—Cuéntame

Mika sonríe.


Bueno, ¿Qué tal?

No sé si merece la pena continuarlo, o qué hacer con él. Quizá dentro de unos días quite el fic, dependiendo de cómo vaya la cosa. Pero bueno, aún así, aquí os lo dejo xD

Si encontráis cualquier cosa para corregir, algo que añadir, o algo que quitad, decídmelo, e iré dándole forma. Y si pensáis algún título que le vaya mejor, también XD (apesto para los títulos ;-;)

De paso, aprovecho para agradeceros a todos los comentarios que me dejáis. ¡Me dais muchos ánimos! Siempre intento responderos, y me gustaría animar a los Guest a que se hicieran una cuenta, para así poder agradeceros vuestro apoyo. De verdad, significa mucho, tanto los comentarios, como los favoritos, e incluso las visitas. Porque sé que detrás de cada número, hay una persona, con su propia vida, que ha dedicado un tiempo a leerme.

¡Gracias!

σ(≧ε≦o)O(≧∇≦)O(ノ*≧ω≦)ノ