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DISCLAIMER: TODOS LOS DERECHOS DE LA SAGA DE "THE KING OF FIGHTERS" SON PROPIEDAD DE SNK PLAYMORE, ASI COMO CUALQUIER MENCION A OTROS JUEGOS DE LA MISMA COMPAÑÍA. NO ME LUCRO DE NINGUNA MANERA AL ESCRIBIR ESTA HISTORIA.

¡Estaba esperando este día desde hacía tiempo! Quería postear esta historia en mi cumpleaños y así tener un lindo recuerdo de ella. La idea surgió por accidente o por casualidad, no sé. Lo que sí sé es que parte de la inspiración vino del CD Drama "KOF: Mid Summer Struggle" y la otra parte de hablarlo bastante con c62, pues incluye a nuestros personajes favoritos.

Escribir acerca de 2 personajes tan distintos y de 2 sagas diferentes nunca es fácil, pero siento que he logrado lograr una sincronía entre ellos. ¡Disfruten!

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CAPITULO 1 - EL FANTASMA

Su mirada se encontraba perdida en algún punto indistinto del paraje que tenía frente a él. Los edificios de la ciudad en el fondo apenas podían divisarse debido a una gruesa capa de esmog, producto la polución causada por las fábricas industriales más cercanas a South Station. Con el alba estando a punto de caer, el ambiente indicaba que sería un día agradable, ya casi podía respirarse el fresco aire de la mañana o eso se imaginaba, pues no hubiera podido sentirlo ni aunque lo intentara; culpaba al tabaco, tantos años enganchado a ese vicio inmundo que había terminado por hacer estragos en su nariz, atrofiando su olfato e impidiéndole distinguir el sutil olor del rocío mañanero. El cigarro que fumaba no hacía nada por ayudarle, mucho menos siendo el tercero que se fumaba en cadena pero estaba seguro que sería el último, la cabeza comenzaba a dolerle un poco y sus oídos se encontraban temporalmente obstruidos por causa del mismo tabaco que había elevado su presión arterial. Esto último le ocasionaba cierta molestia ya que no escucharía del todo el silbato de las locomotoras al partir o llegar a la estación, un ruido que encontraba extrañamente reconfortante.

Un graznido fuerte llamó su atención y un cuervo se acercó al suelo frente a él. Estando sentado al borde del andén sus pies no alcanzaban a tocar el suelo, lo cual le producía una sensación de satisfacción pues le recordaba a su juventud, más específicamente a su niñez, donde al ser un chiquillo delgado de estatura un tanto baja, frecuentemente le ocurría que al sentarse en una silla o sobre una roca no muy alta y quedara con los pies colgando, moviéndolos alegremente de adelante hacia atrás de modo juguetón e inocente propio de la edad. Estaba claro que tantos años después, y habiéndose convertido en un hombre tan alto, era raro experimentar esa sensación de sentirse pequeño otra vez y la simplicidad de aquel recuerdo acentuó la quietud del lugar, llenándole de una extraña paz que pocas veces lograba alcanzar. Repitió el mismo movimiento de piernas en un intento por espantar al cuervo, el cual emitió un quejido y aleteó, pero sin emprender el vuelo. La singular ave terminó por despertar su curiosidad y la observó pavonearse por entre la tierra, acercándose a él con cautela y levantando una de las colillas de cigarrillo del suelo para dejarla caer enseguida, soltando otro chillido sonoro que casi hubiera podido jurar era una queja.

Yamazaki rio entre dientes exhalando algo de humo en el proceso y esbozando apenas una pequeña sonrisa ante la actitud de la criatura. Con el tiempo que solía pasar en la vieja estación que estaba plagada de aves del mismo tipo, había llegado a tenerles cierto aprecio, puede que incluso más que a los vándalos y criminales de poca monta que frecuentaban el sitio. Había visto a los cuervos jugar con pequeñas tapas de botella, descansar juntos en los cables eléctricos y realizar incluso algunas acrobacias aéreas al volar. Siendo tan inteligentes, no le sorprendería en lo absoluto que estuviera tratando de llamar su atención o decirle algo. El animal dio unos pocos pasos hacia un lado antes de volver a emitir ese graznido enérgico, casi protestante. ¿Pero que podría querer de él? Cargaba sólo con unas pocas cosas: Su abrigo en los hombros, la cajetilla de cigarros con su encendedor en un bolsillo y su navaja, siendo este el objeto más preciado de todos, apenas la noche anterior había estado puliéndola con atención para embellecerla y devolverle algo de brillo. Esto último le dio una idea y metió su única mano libre en su bolsillo izquierdo donde estaba seguro que encontraría algunas monedas. Tenía entendido que los cuervos poseían una extraña fascinación con los objetos brillantes y tal vez ofreciéndole alguna, lograría dejarlo contento. Las revolvió de manera rápida antes de decidirse por una al azar, ni siquiera se detuvo a mirar de qué denominación era, no importaba, la lanzó con un cuidado impropio de su persona hacia el suelo.

El ave reaccionó asustada al ver el objeto caer tan cerca de ella y voló apenas un poco, alejándose a una distancia segura. Yamazaki contestó dando una calada bastante grande a su cigarro, apartando la mirada y dejando escapar el humo, mientras resoplaba fastidiado por su propia torpeza e incapaz de comprender como aún con el cuidado que había tenido, igual había terminado por espantar a la criatura. A veces podía ser algo brusco y un tanto descuidado incluso cuando intentaba no serlo. Su nerviosismo constante le había hecho perder el tacto desde hacía bastante tiempo, "un gaje del oficio" pensó. Echó una mirada de reojo en dirección al ave y para su contento, pudo observarla acercándose con suma cautela a la moneda que había lanzado. Giró la cabeza lentamente para mirarla mejor y se mantuvo inmóvil, viendo como recogía la pieza de metal del suelo con el pico para luego echar a volar, probablemente hacia su nido donde podría resguardarla mejor. Dio el último toque a su cigarrillo antes de tirarlo al suelo, saboreando el humo del "beso del dragón", mote con el cual había bautizado a la última calada pues sin duda era la que más le quemaba, con ese sabor desagradable pero que era incapaz de desperdiciar. Se detuvo de nuevo a mirar el paisaje frente a él, dos trenes descansaban en las vías, uno de ellos calentando motores y echando algo de humo al igual que su boca, probablemente no le faltaría mucho para salir a recorrer su trayecto a alguna ciudad vecina. Por su parte el otro, que era un sólo vagón, se mecía apaciblemente de arriba a abajo en un vaivén que le hipnotizaba y que admiró durante un rato, mientras se relamía el sabor del tabaco de la boca.

El súbito entendimiento de la escena tan imposible que acababa de presenciar le hizo erguir su postura de golpe, sobresaltado por la extrañeza de aquella imagen y dejando caer la colilla de cigarro en el proceso, para luego frotarse los ojos con su mano libre. Definitivamente el tabaco le había terminado por atrofiar no sólo el sistema respiratorio sino también el cerebro, pues eso definitivamente tenía que haber sido un producto de su imaginación. Parpadeó un par de veces para enfocar de nuevo el par de trenes y por segunda ocasión pudo verlo, aquel enorme vagón subiendo apenas un poco y bajando luego, haciendo un sonido metálico cuando las ruedas tocaban las vías de nuevo. ¿Se lo estaba imaginando? ¿Acaso estaba en un sueño? Miro a su alrededor tratando de tomar conciencia de su entorno. Sintió apenas una pequeña brisa en su cara, su mano libre tocando la madera del andén donde estaba sentado y el peso de sus pies colgando en dirección al suelo. Todo parecía bastante normal, salvo por aquella pesada maquina frente a él, desafiando las leyes de la naturaleza.

Chasqueo la lengua a la par que giraba la cabeza levemente a los lados, su ceño fruncido en un gesto de desaprobación. La escena que tenía frente al resultaba totalmente insólita, algo salido de una película de ciencia ficción y aquello lo llevo a cuestionar su propia cordura. ¿O acaso sería posible que estuviese presenciando alguna especie de poltergeist? Dejó salir un quejido incrédulo ante un pensamiento tan disparatado como ese y alejó su mirada hacia el suelo. Que idiotez. No había manera de que existieran espíritus que pudieran intervenir de forma tan directa en el mundo de los vivos, ese tipo de cosas no existían en la vida real. Probablemente era el mareo provocado por el tabaco, combinado con los dos días que tenía ya sin dormir. Una mera ilusión creada por su mente a causa del cansancio y nada más que eso. Levantó la vista, sonriendo un poco por la clase de tonterías que se le habían pasado por la cabeza, en definitiva tendría que llegar a su departamento para ir directo a la cama echarse un sueño que le reparara en cuerpo y mente. ¿Un espectro moviendo el tren? Por favor.

Y sin embargo, ahí estaba. Moviéndose de arriba abajo, con más dificultad conforme pasaba el tiempo y deteniéndose en el suelo de vez en cuando, pero aun así manteniendo cierta constancia. Por más que intentaba desviar su atención del tema, no podía evitar volver a girar los ojos y mirar, por algún motivo le ponía nervioso. Francamente lo estaba sacando de quicio y la paciencia no era una de sus cualidades más sobresalientes. Movido por la curiosidad y la irritación que le causaba, tomó impulso con la mano para bajar del andén en dirección a las vías y poder observar más de cerca lo que ocurría. Acomodó el abrigo blanco en su espalda antes de avanzar con toda calma, pero manteniendo la vista fija en el objetivo de su interés, escudriñando con los ojos para tratar de encontrarle explicación a sus preguntas.

OBJETIVO DETECTADO

— Mierda… —murmuró por lo bajo para sí mismo. No le gustaban las interrupciones y dada la trayectoria que llevaba el nuevo blanco que había aparecido en su radar, parecía que éste se dirigía con rapidez hacia su posición; alguien le había descubierto. No le costó mucho analizar sus posibles opciones y al final se decantó por bajar la pesada maquinaria que tenía entre manos y con la que había estado entrenando, usándola como una especie de pesa improvisada. Tomó impulso con el mismo vagón para arrastrarse y salir de debajo del carro de metal, a manera que pudiese encarar a la persona que estuviese a punto de venir por él.

Cuando pudo incorporarse, giró su vista hacia la dirección por donde venía aquel desconocido. Aunque el vagón los separaba y les impedía verse mutuamente, gracias a los sensores en su cuerpo había obtenido ya algo de información básica sobre él sin siquiera saber quién era, desde su temperatura corporal hasta la frecuencia cardiaca, que se encontraba bastante acelerada. ¿Tal vez algún guardia de seguridad habría notado lo que había estado haciendo? No estaba muy familiarizado con la vieja estación, era incluso la primera vez que se decidía a poner pie dentro de ella y sin querer, ya había logrado verse envuelto en un problema.

Cuando consideró que el hombre estaba lo suficientemente cerca, habló con una voz potente para que pudiera hacerse oír—: Quien quiera que seas, te advierto que puedo verte. Cada paso que das no hace más que darme información sobre ti. Lo mejor es que te marches a menos que quieras iniciar un conflicto conmigo.

Yamazaki se detuvo en seco ante la voz calmada pero firme del fantasma que había estado jugando con el tren. ¿Estaba hablando en serio? Seguro no tenía idea de con quien se estaba metiendo. Sonrió de manera sardónica mientras se jactaba de lo que recién había escuchado y como para él sólo sonaba como un reto o la excusa perfecta para matar un poco el tiempo esa mañana. Dio los pocos pasos que le faltaban para encarar a tan atrevido adversario, con esa elegancia que le caracterizaba siempre y arrastrando los pies, provocando ese sonido terroso al moverse entre las piedras. Apenas su cara asomó entre el lado del vagón, para cuando el otro ya había comenzado a tomar ventaja sobre él.

INICIANDO RECONOCIMIENTO FACIAL… COMPLETADO.

RYUJI YAMAZAKI. JAPONÉS. EDAD DESCONOCIDA. APROXIMACIÓN, 35 AÑOS.

ESTILO DE COMBATE BASADO TÉCNICAS HOMICIDAS PROPIAS.

DELINCUENTE. PELIGROSO. HISTORIAL CRIMINAL DISPONIBLE.

DEBILIDADES DESCONOCIDAS. SE INTUYEN LAS RODILLAS Y LOS TOBILLOS EN BASE AL TAMAÑO.

Se sintió bastante tonto por haber pensado que la persona que se había estado aproximando era un simple guardia de seguridad realizando un rondín. Lo recordaba de uno de los torneos pasados de King of Fighters y prueba de ello eran los datos que habían saltado al analizarlo por el rostro. Continúo revisando la información que tenía sobre él a una velocidad increíble, salteándose la mayoría de cosas que consideraba poco útiles. Se detuvo al encontrar algunas fotografías de su violento estilo de pelea compuesto de patadas, ataques rápidos con las manos y algunos trucos sucios como el uso de un cuchillo o el patear tierra del suelo, directo al rostro de quien lo enfrentara. En todas las imágenes pudo notar esa amplia sonrisa de dientes blancos que ahora tenía dirigida hacia él, acompañando la postura erguida y confiada con la que se encontraba parado, viéndole.

Por su parte Yamazaki le miró confundido. La palabra grande no bastaba para describirlo pues el sujeto era enorme, fácilmente podía sacarle media cabeza aunque eso no le daba un aspecto demasiado peligroso, ni por los grandes músculos que ostentaba ni aunque frunciera el ceño para intentar verse malo. Su corpulencia en conjunto con aquella ridícula elección de vello facial le agregaban algunos años de más, dificultando así el determinar su edad concreta. Le parecía extrañamente familiar, aunque no estaba seguro que pudiese recordar de donde y mucho menos su nombre. La vestimenta que tenía no le daba muchas pistas, pues llevaba un pantalón, sudadera y zapatos deportivos. Sin duda South Station resultaba un sitio extraño para salir a correr o realizar alguna actividad deportiva y si tenía certeza de algo, era que el levantamiento de trenes no era precisamente una actividad popular entre los deportistas. No era un tipejo cualquiera, la extrema fuerza le había delatado. Echó la culpa a su torpeza para recordar rostros y hacer conexiones que le impedía llegar a la conclusión correcta sobre su identidad.

— ¿Así que eres tú quien ha estado jodiéndome con este asunto del tren, eh? —comentó con un dejo de molestia en su voz.

— No tengo nada que hablar con una rata como tú, Yamazaki Ryuji —le contestó él, cruzándose de brazos y con toda calma, para dejarle saber que estaba perfectamente consciente de con quien estaba tratando. No entendía muy bien a que se refería con "joderle" y dada la hostilidad del otro, no iba a pararse a preguntarle.

— Sólo las ratas frecuentan sitios abandonados como éste. Supongo que eso te vuelve uno de nosotros —contestó con una cara de creído y sin dejar de sonreír. Luego de un rato de silencio y un intercambio de miradas entre ambos, agregó—: ¿No ibas a iniciar un conflicto conmigo? ¿O tendré que iniciarlo yo? —levantó la cabeza, gesto que al igual que sus palabras iba a manera de provocación.

—Era una amenaza —comentó el otro, suspirando y dándose la vuelta para recoger una mochila que descansaba en el suelo y contenía algunas de sus pertenencias—. No he venido aquí a pelear.

A pesar de sus sensores o la rapidez de sus reacciones, ni siquiera el gigante pudo prever lo que venía a continuación.

De la boca del otro emanó un sonido extraño, un chillido seseante que acompañaría al fuerte azote que le dio con su brazo, un golpe rápido y premeditado aunque también inesperado y tramposo, como una serpiente que se había arrojado a tirar la mordida contra su presa en el momento menos esperado. Abarcó una distancia que su rival no predijo muy bien, por lo que apenas si alcanzó a reaccionar ante tan veloz ataque, girándose un poco, apenas logrando bloquear parte del golpe con su brazo, pero aun así recibiendo algo de daño. Darle la espalda había sido un error humano, sobre todo tomando en cuenta que momentos antes había indagado en las sucias tácticas de pelea de Yamazaki. Un golpe bajo. Tenía que habérselo esperado.

Soltó un leve quejido y levantó la cabeza para encarar a su agresor, quien le devolvió la mirada en una posición que resultaba por demás siniestra; el cuerpo encorvado como si fuera una bestia, balanceando de atrás hacia adelante el brazo con el que acababa de golpearlo y esa siempre presente sonrisa mordaz en el rostro. Murmuraba algo entre dientes, posiblemente una provocación, pero el susurro se entremezclaba con el silbido corto de un tren en la distancia, impidiendo que pudiera escucharlo claramente. El combate había iniciado y su contrincante no parecía dispuesto a echarse para atrás. Tendría que enfrentarlo.

Volvió a incorporarse sin quitarle la mirada de encima, no podía desviar su atención de él nuevamente o se arriesgaba a ser golpeado de nuevo sin previo aviso. Remangó la sudadera que llevaba para descubrirse los antebrazos y con un giro preciso de sus dedos, desplegó los cañones ocultos en sus muñecas que le permitían hacer sus devastadores ataques con presión a vapor. Analizó el área brevemente para estar saber por dónde moverse, apenas tenían un pequeño espacio entre carriles para realizar el combate. Del lado izquierdo se encontraba el vagón que provocó la trifulca, mientras que del lado derecho había una vía libre.

Yamazaki le miró expectante, ni siquiera le preocupaban las armas que llevaba en las manos o el hecho de que fuera un enemigo de mayor tamaño, la emoción de un combate le ponía de buen humor. Hizo un movimiento rápido con el brazo derecho para despojarse de su abrigo. Encorvó de nuevo el cuerpo como antes, aunque esta vez para echarse a correr en dirección a su objetivo. Cuando alcanzó cierta distancia, tomó impulso y brincó para propinarle una patada aérea, seguida de una combinación rápida de golpes que el gigante cubrió con suma facilidad antes de propinarle un fuerte puñetazo en un costado, los cañones en sus brazos le aumentaron en potencia y un vapor salió despedido de ellos al igual que Yamazaki quien voló lejos, casi llegando hacia donde había estado antes de comenzar a correr. Cayó pesadamente, su espalda rozó la tierra por el impulso. Dio un giro hacia atrás para incorporarse rápidamente, tambaleándose por el fuerte golpe que había recibido. Bajó la vista para ver uno de sus zapatos rozando su abrigo y lo pateó hacia un lado, ya no sonreía. Estaba enfadado por no haber podido acertar el primer golpe, aunque por suerte no habría ninguna lesión demasiado grave, los músculos en su abdomen se habían encargado de absorber el impacto.

El fuerte y prolongado silbido de un tren aproximándose le hizo levantar de golpe la cabeza para su suerte, pues por poco no logra esquivar la embestida que aquel extraño había iniciado, se le acercaba a una velocidad asombrosa y sin dar un solo paso, propulsado por unos cohetes bajo sus pies. El mero instinto de supervivencia le hizo agacharse y rodar hacia el frente, evitando así el ataque en un despliegue impresionante de buenos reflejos. Aprovechó el impulso que llevaba el otro y lo que le tomaría detenerse para atacarle por detrás, propinándole un par de patadas fuertes en la espalda. La característica sonrisa regresó a su rostro al sacar su chuchillo del bolsillo y soltó un grito agudo cuando comenzó a tirar fuertes cuchilladas que rasgaron la vestimenta de su adversario, haciéndole algunos cortes en la piel sin problema.

El enorme sujeto gritó de dolor antes de girarse abruptamente para defenderse, propinándole a Yamazaki un duro golpe en la nariz con el codo, fijando su atención en el cuchillo para arrebatárselo antes de que retrocediera a causa del impacto. Arrugó la nariz y apretó los dientes ahogando un quejido al sentir las cortadas abiertas en su espalda, la calidez en el lugar así como un aviso en la pantalla de status que proyectaba su cerebro, le indicaba que las heridas eran profundas y sangraban. Miro el cuchillo ensangrentado en su mano y lo lanzó fuertemente a un lado con desprecio, quedando clavado en el suelo de la vía de tren que se encontraba libre. De nuevo había caído presa de otro truco sucio y se sintió bastante tonto por no haberlo previsto mejor.

Ambos hicieron una pausa para recuperarse y pronto sus miradas se encontraron de nuevo, Yamazaki estaba más que consciente de que parecía un loco y eso le encantaba; la sangre brotaba de su nariz sin control, cayendo por su barbilla, manchando el suelo y su ajustada camiseta negra por igual, además de adornar con un carmesí intenso la sádica sonrisa que se dibujaba en su rostro. Echó a reír doblando el cuerpo, divertido por la situación y por la aflicción presente en la cara de su adversario.

— ¿Qué esperas? —Comentó con una voz suave, relamiéndose el sabor metálico de la sangre en su boca—, vamos... —le retó, levantando la vista y le sacó la lengua, moviendo la cabeza lado a lado, esperando que la burla diese resultado.

El gigante gruñó y se abalanzó hacia él, curioso por la manera en la que su contendiente no parecía hacer ningún tipo de amague por cubrir su siguiente golpe. Pronto entendería que a pesar de que la dureza con la que le golpeara, era todo parte de la estrategia de su rival, pues aquel golpe en la mandíbula pareció aumentar más el contra golpe que le esperaba, como si el sufrimiento fuera el aliciente que necesitaba para pegar con más potencia. El ataque le dio de forma directa en el estómago, sacándole el aire y dejándolo vulnerable el suficiente tiempo como para que Yamazaki pudiera sujetarlo de la sudadera, tomar impulso y estrellar su cabeza en la suya, el impacto fue tan duro que les hizo retroceder a ambos. Al enorme hombre le costaba respirar y cayó de rodillas al suelo, sujetándose el pecho. Como pudo, elevó la vista y vio al violento criminal sujetándose la cabeza con una mano, lucía atontado y se tambaleaba un poco. El cabezazo había sido tan duro que había terminado por resultarle contraproducente.

Por tercera vez se escuchó el silbido largo del tren que se aproximaba, está vez con mucha más fuerza, haciéndolos estremecer a ambos y desconcentrándolos. Yamazaki pudo recuperarse primero y giró su atención hacía la vía, ya se podía divisar al ferrocarril a una corta distancia y el traqueteo que producía al andar se hacía cada vez más evidente. Un escalofrío le recorrió la espalda y el aturdimiento que tenía pareció desaparecer casi instantáneamente cuando vio su cuchillo enterrado en las vías por donde en cuestión de instantes el tren pasaría.

Rápidamente recuperó la compostura, avanzando con prisa y cuidando no caerse, sin darse cuenta de que su movimiento fue captado rápidamente por el enorme hombre quien ya se había cubierto, esperando otro embate y quedó un tanto confundido al ver que no se dirigía hacia él, sino a la vía. El cuchillo, casi lo había olvidado. De nuevo el largo y ensordecedor silbato del tren se escuchó, la cercanía le impresionó pues no recordaba haberle prestado demasiada atención antes. Una serie de silbidos de mediana duración le siguieron y entendió que el chofer que operaba la maquinaria seguramente estaba tratando de advertirles sobre el peligro de estar tan cerca de su paso. Haciendo los cálculos, seguramente tardaría menos de un minuto en llegar hasta donde se encontraban. Su atención se desvió hacia Yamazaki y para su sorpresa, lo miró forcejear, intentando sacar la navaja de la tierra con ambas manos pero sin mucho éxito aparente. Sabía de antemano que había aplicado bastante fuerza al lanzarla y seguramente sacarla de ahí le costaría algo de trabajo, pero el tren se acercaba rápido, no tendría tiempo de sacarla de la manera convencional.

— ¡Hey! —clamó con voz fuerte, pero el otro no lo escuchó. Se llevó ambas manos a la cara, formando una especie de altavoz improvisado para hacerse escuchar mejor—: ¡Hey, cuidado!

El otro se giró para verle, los gritos funcionaron, pero al ver aquella expresión que tenía en el rostro le pareció que estaba tratando con otra persona totalmente distinta, la mirada duró apenas unos cuantos segundos que fueron suficientes para causarle desasosiego. La expresión de gravedad en el rostro de Yamazaki reflejaba preocupación y la manera con la que luchaba por recuperar la navaja, desesperación. Casi podía escuchar sus gritos y maldiciones al tirar una y otra vez del mango, fracasando en cada intento y pareciendo no estar cerca de lograr su propósito, pero el estruendo que causaba el silbido del tren se lo impedía. Las heridas que le había hecho en la espalda le recordaban lo violento que el otro podía ser, pero dejarlo seguir intentando podría resultar fatal para el sucio criminal. ¿Estaría dispuesto a morir por salvar la cuchilla? ¿Tan importante le resultaba?

Estaba claro que no iba a quedarse quieto a averiguarlo.

Se propulsó a toda velocidad, no había tiempo que perder, llegó hasta Yamazaki con unos pocos segundos para el impacto. Sin pensarlo demasiado, lo tomó fuerte de los costados y lo levantó con extrema facilidad, lanzándolo inmediatamente hacia un lugar más seguro y lejos del trayecto del ferrocarril, quien emitió de nuevo un silbido continuo, el impacto sería inminente. Sujetó fuerte la navaja con ambas manos, cerró los ojos y activó los cañones de vapor en sus muñecas y pies, sin fijar una trayectoria clara de descenso. Salió disparado por los aires, envuelto en una bola de energía pura y vapor, alcanzó su punto más alto y se preparó para la caída, encogiendo el cuerpo para provocarse el menor daño posible. Cayó con fuerza encima del vagón que momentos antes había levantado, provocando una hendidura importante, prácticamente doblándolo en dos partes.

Aún confundido por lo que acababa de pasar, Yamazaki observó la caída desde el suelo, aunque no era eso lo que le preocupaba. Desvió su atención hacia el lugar donde la navaja habría de estar pero el pesado tren avanzaba con rapidez sobre la vía y le impedía mirar si aún estaba ahí o el tren había terminado por romperla como temía. Frunció el ceño, sintiéndose impotente y torpe a partes iguales, no le quedaba más que esperar a que el ferrocarril se fuera para poder comprobar más de cerca sus temores. El traqueteo del tren se vio acompañado de un sonido metálico y algunos quejidos provenientes del área donde el sujeto gigante había caído. Yamazaki se incorporó para poder acercarse de mala gana a husmear de cualquier modo, con la pérdida de un objeto tan preciado a juego, ahora tenía un motivo más que verdadero para partirle el cráneo en dos.

Cuál sería su sorpresa cuando lo miró acostado y levantando con un brazo el cuchillo, la hoja estaba visiblemente dañada, pero el objeto estaba entero a fin de cuentas. El enorme hombre sonreía torpemente y con cierta satisfacción por haber logrado su cometido de salvar al criminal y su navaja. Torció un poco la boca adolorido, mientras se levantaba con dificultad para entregarle en mano el objeto, un gesto cordial que tal vez ayudaría a limar las asperezas con las que habían comenzado a tratarse.

— Creo que esto es tuyo —dijo acercándole la navaja para luego preguntar en tono socarrón— ¿Qué tal ha estado esta hazaña, socio?

Yamazaki intentó abrir la boca para decir algo, pero no encontraba que podía ser más indignante, el hecho de que el otro se dirigiera a él con tales confianzas, si la amabilidad con la que le hablaba o la manera en la que se regodeaba de "su hazaña" como si realmente hubiera necesitado de su ayuda. Como si no hubiera sido él quien lo puso en peligro en primer lugar. Aunque podría haberse quedado a continuar con el combate, prefirió arrebatarle la navaja de las manos de mala gana y se dio la vuelta sin miramientos para recoger su abrigo del suelo, iba a marcharse. No tenía interés o razón para responderle y mucho menos agradecer nada, había tenido ya suficiente de ese sujeto por el día de hoy.