¡Amores! Ya saben que este mes, Diciembre, en conjunto con la página ponta pair love en castellano y sus usuarios, además de muchas escritoras, se llegó a la conclusión de hacer un mes RS. Se votó por diciembre y pues, ¡hoy es día 1! Y esto comienza nwn.
Datos del fic:
Título: Christmas Sweet
Pareja: Ryoma x Sakuno. Ryosaku.
Estatus: incompleto hasta el 31 de diciembre.
Especial dato: Este fic participa en el mes Ryosaku creado por los usuarios de la página Ponta pair Love en castellano.
Actualización: Diario si se puede.
Ranking: M.
Temas: Romance, drama, humor, friendshipp. AU. Lenguaje Soez.
1º. Celos.
Infló el moflete por tercera vez en ese día. No podía creérselo. Le molestaba terriblemente. No es que estuviera celosa, desde luego, pero no podía comprender como es que era tan fácil para ellas ir como si nada y estamparle su regalo de cumpleaños en la cara con toda alegría del mundo. Y él simplemente emitía un gracias corto y guardaba los regalos en la bolsa que un profesor le había entregado amablemente.
¡Era la decimosexta chica! Y a todas las había mirado del mismo modo. Como si quisiera asegurarse de que su rostro se le quedara grabado.
¿Tan difícil le era negarse y…?
¡Oh, por todos las canchas de tenis! ¡Suficiente, Sakuno!, se dijo a sí misma.
Apretó entre los dedos el hierro de la verja y se echó hacia atrás, mirando hacia el ciel con el ceño fruncido.
Estaba en el tejado, donde había esperado encontrarle, rehuyendo de las chicas acosadoras que decidieran entregarle regalos a mansalva y esperando cualquier cosa a cambio, o al menos, algo más que un simple gracias. Estaba realmente ansiosa. Se había pasado la noche en vela esperando poder ser la única.
Todas sus ilusiones se habían ido al garete automáticamente.
—¿Has pensado que puedan ser celos?
Sakuno levantó los ojos de forma que le dolieron. Tomoka estaba sentada contra la pared, terminando de envolver su propio regalo. Un papel con monigotes en forma de pelotas de tenis. Genial. Y ella se había decantado hacia el típico plateado gracias a su gusto de color.
—¿Q-qué dices, Tomo-chan? — reprendió interrogativa y girándose antes de marearse—. No son celos.
—¿No? — cuestionó Osakada sonriendo al terminar su tarea—. Cada vez que una chica se ha acercado a Ryoma-sama, has arrugado la nariz de esa forma tan divertida, inflado el moflete y te has alejado diciendo tu característico "mou". Y ahora estás que trinas.
Sakuno enrojeció, negando repetidas veces.
—¡No es así! ¿Por qué debería, además, de estar celosa? Ryoma-kun es libre.
Tomoka levantó los ojos de la tarjeta que escribía y los clavo en los de ella.
—Típica excusa de chica enamorada y celosa. Sí, ya. Todos sabemos que el otro que nos gusta es libre, pero dentro ardemos en deseo de tenerlo siempre atado y ser las únicas capaces de tocarlo, de darle regalitos, etc.
—E-eso no es lo que me pasa.
Pero se frotó el pecho, preocupada. Esa sensación de pinchazos no desaparecía. Si fuera en la barriga o el estómago, podría echarle las culpas a una mala indigestión o a la visita de su roja amiga de cada mes.
Unas voces llegaron desde la puerta de la terraza, interrumpiendo sus pensamientos. Ryoma entró con dos chicas abrazadas a sus brazos y los novatos del club de tenis tras él. Con Horio intentando llamar la atención de las chicas, era un tumulto de molestia. Sakuno casi no podía creerse que él tolerara tal cantidad de ruido a su alrededor.
Especialmente, cuando siempre se había quejado de que Tomoka era ruidosa.
Cuando el chico se percató de que ellas estaban ahí, palideció, girándose y pasando los brazos por encima de las otras chicas.
—¿Qué tal si vamos mejor a la cafetería?
¡Aquello era ridículo! ¿Se iba porque ella estaba allí? ¡Yendo con dos estúpidas chicas de plastilina!
—¡Espera, Ryoma-sama!
El chico se detuvo un instante, mirando por encima de su hombro hacia Tomoka. Sakuno notó algo extraño entonces. Algo que no encajaba.
Tomoka se levantó, sonriente, acercándose a él y extendiendo su regalo. Ryoma soltó a las dos chicas para coger el regalo, inclinándose para abrirlo. Ella ya sabía que era. Dos muñequeras con una carta de amor de corazones. Entrecerró los ojos, esperando la reacción.
—Thanks— fue todo lo que dijo, cerrando con nerviosismo el paquete, casi sin ver el regalo, girándose de nuevo—. Vamos, preciosas.
Repitió el mismo gesto y entonces lo vio. Era más alto, con ciertos toques diferentes y comprendía la razón de que no quisiera verla.
Oh, demonios. Había estado celosa por nada.
Se puso en pie y caminó hacia ellos, empujando desde las costillas al joven. Este cayó de bruces, sorprendido.
—¿Ryuzaki? — exclamó Horio sorprendido—. ¿Por qué empujas a Echizen? No es propio de ti.
—Tampoco es propio de Ryoma-kun hacer todo esto que hace— replicó a media voz.
Una de las chicas rió.
—Lo que a ti te pasa es que tienes celos de nosotras. No otra cosa. Él siempre está contigo y no compartes nada.
Sakuno apretó las manos.
—¿Por qué tengo que compartirle con vosotras? ¿Celosa? — susurró—. Sí. Puede que sí. Pero he estado celosa de un error. ¿Verdad, Ryoga-kun?
El chico continuaba en el suelo, con la cara oculta entre sus brazos. Bufó y se giró hasta quedar boca arriba.
—Tsk. He estado intentando evitar que ella me viera precisamente por esto. Porque ella se iba a dar cuenta.
—¿Qué? — exclamó una de las chicas— ¿No es Ryoma?
—No— negó Sakuno—. Es su hermano mayor. ¿Dónde está Ryoma-kun? — cuestionó.
Ryoga bufó una vez más.
—Está en casa enfermo. Aproveché que se quedó ahí para suplantarle. Tsk. Esto iba a ser divertido siempre que no me cruzara contigo. Al traste todo.
Horio fue el que se adelantó ante la sorpresa e incredulidad de todos.
—¿Por qué ella? ¿Qué hay de los demás?
Ryoga bufó.
—Chico, hablas tanto de ti que eres incapaz de ver lo que tienes delante. Ella es la chica de mi hermano. Es natural que se dé cuenta de si soy su novio o un extraño haciéndome pasar por él.
Todas se quedaron boquiabiertas, mirándola como si fuera un bicho raro. Sakuno estaba mirando su móvil, más interesada en ver si había recibido algún mensaje del chico que la informara de su salud. Pero no fue así. Bufó, pasando por encima de Ryoga, pisándole sin querer.
Ryoga gruñó su nombre y mientras ella salía del colegio, Tomoka la observaba desde la terraza, sonriendo divertida.
Sí. Sakuno Ryuzaki podía ser presa de los celos. Y era la mar de mona.
Nos vemos mañana con Confesión.
