Buenoo, increible pero no. (?)
Vengo a publicar el primer capítulo de una historia que me viene rondando la cabeza desde hace mucho muuucho tiempo. Francamente, soy más lectora que escritora, de hecho, escribir me da fiaca y ¡amo demasiado leer! y amo muchísimos de sus fics, pero también amo esta historia que poco a poco se fue formando en mi cabeza, y realmente me vi en la necesidad de exteriorizarla.
Créanme, si hubiese tenido a alguien para contarle mis ideas y que las escribiera, sería el paraíso xD, pero bueno, acá me tienen, mientras comía unos churros con mate, y escondía mi escritura de mi pareja, me mandé el que considero un "prólogo" a lo inevitable... (?)
En fin, mi historia es un semi universo alternativo. Ya van a leer más y van a entender a lo que me refiero, pero bueno... los dejo leer, si les apetece :3
Su visión se oscurecía a cada segundo, ya no era plenamente consciente de lo que sucedía a su alrededor, ni siquiera sabía que es lo que hacía en el suelo. No podía moverse, no sentía nada. Cerró los ojos mientras todo el cansancio caía sobre ellos.
—Amo esto —una risa llegó a sus oídos, la sintió lejos, pero la desagradable presencia se encontraba demasiado cerca —.Tenerte indefensa, en la forma que desprecias. Siendo que todos y tú misma te crees tan fuerte, estar así debe ser muy humillante, ¿verdad? Me excita —lo último lo fue un susurro tan pero tan cerca que le causó nauseas.
Una segunda voz se escuchó, pero no pudo distinguir ni una sola palabra de lo que decían. Parecía una acalorada discusión. De todos modos no le importaba, sólo quería dormir a pesar de la indudable alarma que parpadeaba una y otra vez en su mente.
Nada tenía sentido. ¿Dónde se encontraba? ¿Quiénes eran?
Intentó abrir los ojos, pero la luz del lugar se lo impidió, de entre la nada, un terrible dolor se abrió paso en todo su ser. Era como si se estuviera quemando por dentro, como si sus músculos se contrajeran uno a uno y sus huesos se astillaran en miles de pedazos y se dispararan por sus ojos. Lentamente, muy lentamente. Nunca se había sentido así. La rabia e impotencia la estaban consumiendo. ¿Iba a morir? ¿Cómo era eso posible?
Quiso reincorporarse, pero nada se movió de su lugar. El dolor, el cansancio y la impotencia eran terribles, pero no se dejaría vencer, no así. Absurdamente utilizó sus últimos esfuerzos para intentar abrir sus ojos una vez más, pero lo único que vio fueron dos inmensos manchones oscuros.
Luego todo fue oscuridad.
—Abueloooooo —el niño corrió hasta una colina, y se volteó—. Apúrate, abuelo, quiero pescar los mejores peces hoy.
—Más despacio, mocoso, no todos somos jóvenes como tú.
— ¡Pero vamos más lento que un caracol!
El hombre mayor sonrió de medio lado mientras el pequeño seguía su camino apresurado hacia el claro donde solían pescar. Miró el cielo, era un día soleado, pero unas pequeñas nubes de tormenta se podían distinguir en el lejano horizonte. Pensó que eran justamente esas pequeñas nubes las que desataban las peores de las tormentas.
Me estoy volviendo más viejo a cada minuto, pensó internamente divertido, sólo un viejo de crepito comenzaba a pensar en cosas sin sentido.
Soushi volvió su vista al frente y distinguió la curiosa cabellera de su nieto postizo que iba unos metros más adelante. Lo cierto es que, aún cuando en un principio estuvo más que disgustado por haber acogido a ese pequeño en su casa, ahora estaba, secretamente, casi feliz por haberlo hecho. Casi. Era claro que nunca lo admitiría abiertamente, pero desde que ese enérgico niño llegó a su vida, ya no era el viejo amargado y solitario que había llegado a ser.
Una vez en el claro, entre ambos armaron una pequeña tienda para descansar y protegerse del sol. Esa primavera estaba resultando ser muy calurosa.
—Es muy probable que el día de hoy tengamos suerte, Natsu —indicó con un gesto el agua—. Hay más peces que nunca.
Ansioso por comenzar, Natsu sacó su caña y lanzó la carnada al agua.
—Vamos, abuelo, pesquemos mucho para llevar también al pueblo—dijo con la amplia sonrisa que lo caracterizaba—. Tal vez así puedas casarte, aunque sea con la nona Kaede.
La sonora risa del niño fue acallada por un fuerte golpe dado por la caña de pescar de Soushi.
—Serás insolente, mocoso —se acomodó en el borde del lago y lanzó su carnada—. Eres muy pequeño para siquiera hablar de estas cosas. Sobre todo —un escalofrió le recorrió toda la espalda— mencionar la palabra "matrimonio".
—¿Eh? Esa no fue la palabra que dije.
Soushi resopló.
—Tecnicismos, formas. Fue otra manera de decir, no tienes que ser tan literal.
Confundido, el niño movió su cabeza.
—Viejooo, no te entiendo —un pequeño tirón lo hizo dar un salto—. ¡Picó uno!
Sonriendo, el anciano miró el agua.
—¿Lo ves? Te dije que hoy tendríamos buena pesca.
— ¿Por qué no me dejaste acabarla? —la mujer se removió de un lado a otro con el enojo impreso en su impoluto rostro—¡La tenía al alcance de mis garras y no me dejaste! ¡Exijo saber por qué!
—¿Tú me exiges? —una sombra siniestra se irguió sobre ella, avasallándola con su sola presencia—. Creo que estás perdiendo un poco los papeles, querida.
Intimidada, dio un paso atrás. Odiaba esto. Lo odiaba a él. Tal vez sólo a veces, y se recriminaba siempre por ello. ¿Cómo podía tratarla así? ¡Por favor ella siempre estaba ahí para él! Siempre estuvo, y sabía, sólo por lo estúpida que era que siempre estaría. No por nada ellos eran…
Sacudió su cabeza, quitando esas ideas de su mente. Si perdía de vista su objetivo, nunca llegaría a ese futuro soñado que habían trazado desde que eran niños.
Bajó la cabeza y aclaró su garganta, el enojo le quemaba la garganta pero si quería que las cosas se tranquilizaran, ella era quien tenía que ceder.
—Sólo quería saber… ¡Es que hubiera sido tan sencillo! Por primera vez la teníamos a nuestros pies, indefensa, sin siquiera poder defenderse, pudo haber sido un fin rápido, sin sufrimiento y… —su voz se fue apagando hasta ser sólo un murmullo—. La dejaste ir.
—Ese era el plan.
—¿Ese era el plan? —las palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas. Era una tonta, lo sabía, eso acarrearía consecuencias pero ¡al diablo con todo! Sonrió sombría, ocultando sus ojos bajo su rubio cabello —Ese era el plan. Por supuesto, ese era el plan del que nunca me hablas, porque nunca compartes nada conmigo… hasta que te conviene, claro está.
—Oh, vaya. ¿Vas a seguir por ese camino? Nena, no te lo recomiendo —sonrió de medio lado, tomándola de la cintura y pegando su cuerpo al suyo. Sabía que era su debilidad—. Lo que haga o deje de hacer no es asunto tuyo. No… —la cayó con un dedo en los labios cuando ella quiso interrumpir—. Tú sólo céntrate en el objetivo. Nadie necesita saber de mis planes más que yo mismo así que sólo céntrate en lo que te digo, como te lo digo y no tendremos problemas. —acercó sus labios a su oído y la sintió temblar—. Considérate honrada de estar dentro de mis planes.
Tan rápido como estuvo cerca, se separó de ella y salió de la habitación.
Quiso reír por la ironía. ¿Honrada? Lo único que sentía era odio y asco hacia sí misma por seguirlo, complacerlo, desearlo y… amarlo. No entendía cómo podía acarrear con ese sentimiento en sus entrañas cuando era más que evidente que él no la apreciaba más que a una cucaracha. No lo entendía y nunca lo haría.
Tal vez en algún otro momento podría llegar a arrancar las mil cosas que sentía, pero en ese instante sólo quería desaparecer, no existir más en el mundo. Todo lo que fuera necesario para borrar el desprecio, la culpa y los celos que la corroían.
Haría lo que fuera para borrar esa dolorosa soledad.
El viejo había tenido razón. El día había sido fabuloso; habían pescado mucho, comido hasta hartarse y dormido una enorme siesta. Incluso ahora llevaban una buena cantidad para repartir en el pueblo. Aunque el abuelo fingiera que no le importaba, sabía que se había vuelto más sociable. Iban acompañados en un cómodo silencio. Ambos sabían respetar sus espacios y pensamientos.
Sonrió ampliamente, lo más divertido había sido que el abuelo riera mucho. Le encantaba que pasaran los días así, ya fuera en el bosque buscando leña, pescando o entrenando su magia.
Aún recordaba el día en que se encontraron; no se sentía muy bien, no al principio al menos, pero con el paso del tiempo el abuelo había resultado ser buena gente. Todavía extrañaba a su padre, de hecho, salía todas las noches, cuando se podían ver todas las estrellas para ver si volvía por él. A veces quería llorar luego de estar hasta tarde allí, esperándolo y saber que no vendría, sin embargo rápidamente se recordaba que él era un hombre y que los hombres no lloraban por cosas sin sentido; después de todo, en el fondo de su corazón, sabía que Igneel habría tenido un buen motivo para dejarlo atrás, y por ello mismo, tarde o temprano, volvería a buscarlo. Lo sabía.
Natsu miró al frente y notó que estaban saliendo las primeras estrellas de la noche. Sabía, más por instinto que por calendario, que esa noche no habría luna. Luna nueva, le había dicho su abuelo que se llamaba ese período. Llenó sus pulmones de aire fresco. Era divertido vivir allí, no había muchos niños en el pueblo, pero estaba rodeado de bosques y muchos lugares donde podía correr libremente.
De repente, notó un cambio en el ambiente. Un aroma dulzón inundó sus fosas nasales. Era muy rico, pensó. Inspiró hondo para llenar su pecho de ese olor. Qué extraño…
Frenó en seco y volteó. Estaba cerca. Sin siquiera pensarlo, comenzó una carrera, adentrándose en el oscuro bosque. A diferencia de los demás, su visión era muy buena de noche.
Escuchó a su abuelo llamarlo de lejos, pero su instinto le decía que siguiera adelante, a pesar de que el viejo le había dicho mil veces que nunca se metiera en el bosque cuando estaba atardeciendo. No lo entendía, algo dentro suyo se sentía… extraño. Le ardía el estómago y sabía bien que no era nada relacionado con los pescados que se había comido, frenó en seco, y escrutó su alrededor. Estaba cerca…
Soshi llegó con su nieto y se extrañó al ver su expresión
—¿Qué te sucede, muchacho? ¿Por qué no volviste cuando te llamaba?
Natsu frunció la nariz y respiró profundo.
—Viejo… Siento un olor extraño.
Eran pocas las veces que el niño se ponía serio, y esa estaba siendo una de ellas. Escudriñó el bosque, tratando de ver más allá de lo que su vista sería capaz de ver, más allá de lo que el ojo humano podría percibir. Estaba un poco oxidado, pero aún seguía siendo un mago reconocido, o lo había sido, mejor dicho.
Una ráfaga de viento golpeó en su arrugado rostro. No lo podía distinguir con claridad, algo en el ambiente, en el universo no estaba bien. Los elementos se lo estaban señalando, pero no podía leer los signos con claridad. Miró al mocoso que volteaba de un lugar a otro como buscando algo.
—¿Qué es lo que sientes? ¿Puedes describirlo?
Lo vio vacilar, como sopesando su respuesta. Extraño, le volvió a repetir su mente.
—Me duele el estómago —comenzó el niño, no quejándose, sino profiriendo una respuesta. Llevó su mano al pecho—. También molesta aquí. Pero no duele solo… quema —sus ojos verdes se cruzaron con los azules del abuelo—. ¿Eso no está bien, cierto?
Soushi se hincó a la altura de Natsu y puso una mano sobre su cabeza.
—¿Todavía sientes ese olor, el que viniste siguiendo? —Natsu asintió—. Guíanos entonces.
—Es aquí —indicó, volviendo a mirar hacia todos lados—. Pero no puedo ver de dónde viene. Es que…
De pronto supo dónde era el punto exacto del que venía ese aroma. Caminó lentamente, ignorando el ardor de su pecho que se hacía cada vez más insoportable. Te encontré, se repetía una y otra vez en su mente, pero no entendía a qué se refería. Se sentía mareado, y el dolor no disminuía, las náuseas se estaban volviendo cada vez más potentes.
Y de pronto lo vio. La vio, mejor dicho.
Cabello rubio, piel blanca y…. oh. ¿E-eso eran boobies?
Una joven adolescente se encontraba inconsciente en el medio de la nada, oculta detrás de unos arbustos. Y… estaba desnuda. Muy desnuda.
Natsu pudo hacer una sola cosa luego de verla.
Vomitar.
