Evidentemente, nada de esto se entiende si no conoces a Lynx Reviewer y no has entrado en su canal de Discord. Los personajes aquí mostrados son personas reales, y todas muy majas; echadle un vistazo a la comunidad, que no mordemos.

Este fanfic (que espero me salga bien) ha sido creado por Dust. Todas las culpas y quejas me las decís por Discord.

Prólogo

El capitán Rai se escabullía silenciosamente por los estrechos callejones de la ciudad. Discorde parecía la misma de siempre, con sus mismas casas, sus mismos monumentos y su majestuoso palacio en el centro. Había algo extraño en el ambiente, pero. La ciudad se encontraba bastante vacía desde que sucedió la tragedia, no hacía más de dos semanas; y el aire parecía más seco y cortante de lo normal.

Rai resopló. Aunque él mismo notó el aire salir de su boca, e incluso vio la pequeña nube de vaho alzarse, ningún sonido pudo ser escuchado. Aún no se podía acostumbrar a la Maldición y era exasperante no poder oír sus propias palabras o ni siquiera poder escribirlas. Miró hacia su destino: el Palacio Real, hogar de la Guardia, de los mas altos cargos políticos y nobiliarios, y, evidentemente, del rey Lynx.

Rai se sacó una hoja de papel de su bolsillo. Inmediatamente tras haber recibido esa carta, dos días antes, el capitán volvió de su exilio y se encaminó al palacio. Solo habían bastado 6 palabras y una firma para devolverle la esperanza sobre el futuro de Discorde:

Lo he encontrado. Su punto ciego.

Mogu

Al llegar a las puertas del distrito nobiliario, había alguien esperándolo. La reconoció enseguida: pocos caballeros de la Guardia llevaban un martillo de guerra en lugar de una espada. Al intentar saludarla, evidentemente, no emitió ningún sonido. Mogu le hizo un gesto para que la siguiera y se adentraron en las murallas.

Allí las casas se encontraban en ruinas y habían perdido el aspecto cómodo y lujoso propio de las casas nobles. Aun así, pudo reconocer algunos edificios que, pese a haber sido quemados hasta los cimientos, recordaba con claridad, como si se hubiera exiliado hacía solo unos días. La embajada de Furland seguía allí y el Club Pintherol aún era reconocible, pero lugares como la sede de la Guardia eran solo cráteres humeantes donde no quedaba nada. Arnold sin duda se habia cebado con el distrito noble, aunque por suerte había dejado las otras zonas de la ciudad intactas.

Por fin llegaron a las puertas del palacio. Entraron sin ningún problema, pues no había nadie vigilando. Bajaron a las mazmorras y siguieron caminando por un laberinto de pasadizos hasta llegar a un callejón sin salida. Usando su martillo, Mogu dió dos golpes a la pared. Poco después una puerta secreta se abrió, y ambos accedieron a la habitación oculta.

— Bienvenido,—dijo Mogu— a la Sala de los Menesteres.