¡Hola a todos! Después de ocho años leyendo Dramiones, mi hermana y yo hemos decidido dar el paso y contar la historia tal y como nos hubiera gustado leer sobre el último libro. Un libro que se va a ceñir todo lo posible al real solo que Draco Malfoy será una figura central en toda la trama. Esperamos que lo disfrutéis de la misma manera que nosotras hemos disfrutando escribiéndola para vosotras. Intentaremos actualizar cada dos o tres semanas. Cualquier opinión al respecto será bienvenida. Sobra decir este universo pertenece a J.K Rowling, lo que os suene a chino es enteramente nuestro. ¡Disfrutad!
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LA MANSION MALFOY
Con aire indiferente, subió las escaleras que conducían a su habitación, conteniendo la respiración y con las manos crispadas. Pasó por la sala de dibujo y cruzó el enorme pasillo que se extendía, majestuoso, ante él. Entró en su habitación, agitó con parsimonia la varita sin pronunciar ninguna palabra y cuando escuchó el suave "click" supo que estaba solo. Su pecho empezó a vibrar y Draco respiró hondo. Tenía que serenarse, porque era vital. Nunca antes su vida había dependido tanto de mantener sus nervios a raya y su mente completamente en blanco. Por eso ahí, en la asfixiante oscuridad de su habitación, lejos de la pesadilla en la que se había convertido su salón, podía relajar los músculos de su cuerpo, desbloquear su mente y descansar unos minutos.
Escuchó alboroto, una serie de gritos de rabia y júbilo llegaban desde el salón principal a su habitación.
Abrió la puerta y salió a toda prisa escaleras abajo, siguiendo la procedencia de las voces. Se detuvo un segundo, parapetado tras el marco de la puerta, atónito y pálido.
-Ve a buscar a Draco Cissy, él podrá decirnos si este chico es Harry Potter. – Aquella voz melosa con un toque infantil y demente pertenecía sin duda alguna a su tía Bellatrix. Draco empezó a sudar y, muerto de miedo, empujó suavemente la puerta al mismo tiempo que Narcisa tiraba de ella. Una mirada de su madre fue suficiente.
En el medio de la sala encontró a Weasley, con el rostro sucio y lleno de arañazos. Su corazón empezó a latir desagradablemente fuerte cuando reconoció la figura que acompañaba a la comadreja. Estaba casi como la recordaba, a pesar de que hacía más de un año que no se veían. Lo único que había cambiado era la manera de vestir. Llevaba puestos unos vaqueros desgastados, un jersey rosa palo sucio y desgarrado por algunas zonas y un abrigo de tela con capucha que intentaba ocultar sin éxito sus rizos castaños.
-Draco, acércate hijo.- La voz de su padre apremiante y angustiada le sacó de sus pensamientos. Se acercó al muchacho que estaba de rodillas entre su tía y un carroñero y lo levantaron bruscamente hasta dejarlo a su altura.
-¿Es este Harry Potter, hijo?- Lucios le clavaba las uñas en el antebrazo, nervioso. Draco podía notar el aliento del chico, sus ojos verdes como esmeraldas se clavaron en su retina mirándolo fijamente, esperando que en cualquier momento Draco confirmara la pregunta.
Pero no lo hizo. Lo había reconocido mucho antes de acercarse a él y aunque sintió un escalofrío de pánico recorrerle la columna vertebral pronunció, despacio y con cuidado:
-No estoy seguro padre, ¿Qué le ha pasado en la cara?- La voz le temblaba y retiró su mirada, incapaz de seguir enfrentándose a la mirada desafiante de Potter.
-Tenemos que estar completamente seguros Draco, si lo llamamos y no es el chico nos matará a todos.- El siseo en la voz de su tía, peligroso y amenazante le obligó a levantar la vista de nuevo. La hinchazón en el rostro de Harry Potter iba desapareciendo, lo cual hacía que cada vez fuera más evidente su verdadera identidad. –Míralo de nuevo- insistió su tía cada vez más nerviosa, mientras se paseaba despacio por detrás de su espalda. La mirada verde esmeralda y la suya volvieron a hacer contacto, mientras Draco negaba con la cabeza.
De repente, un grito, un sonido parecido a un látigo y la voz de su tía alzándose como una sentencia de muerte, enloquecida. Draco giró todo su cuerpo hacia esa dirección, buscando inconscientemente una muchacha con un jersey rosa.
-¡¿QUE MÁS HAS COGIDO DE MI CÁMARA, ASQUEROSA SANGRE SUCIA!?
Bellatrix cogía a Granger por el pelo, Weasley, atado de pies y manos se retorcía en el suelo gritando incoherencias sin dejar de mirar, aterrado, a la chica. Sin pensarlo, el Slytherin había dado un paso en dirección a la castaña y de repente, en medio de todo ese caos, notó la mano de su madre alzarse sobre su pecho y empujarle con fuerza hacia una esquina del salón.
Desde ahí, observó cómo su tía arrastraba a Granger por el suelo arrancándole a la muchacha lamentos de dolor y se la llevaba a través de la puerta del salón.
-Ahora tú y yo vamos a mantener una conversación. ¡De mujer a mujer! – se escuchaba el repiqueteo de unas botas y los sollozos de la chica. Y de nuevo otro grito de terror y Granger desapareció de su vista. Oyó como su padre ordenaba a Pettigrew que sacara a Potter y Weasley del salón, pero Draco se vio incapaz de dejar de observar el hueco de la puerta. Su madre lo miraba desde su posición mientras agarraba fuertemente la varita entre sus finos dedos.
Los alaridos de la castaña retumbaban por toda la casa, volviéndole loco. Aquella agonía que la voz de Granger le provocaba se metía en su cabeza y se quedaba incrustada en su mente, podía jurar que el recuerdo lo perturbaría para siempre, hasta que sólo quedó el silencio. Nunca sabría cuánto tiempo había permanecido en aquella esquina del salón, medio encogido y pálido, escuchando. Pero cuando todo quedó en silencio, en un profundo y agobiante silencio, su corazón empezó a bombear en sus sienes, imaginando lo peor. De repente, la voz de su tía se elevó desde el pasillo y canturreó:
-Veremos si lo que dices es verdad. Si resulta que estas mintiendo y yo lo sé, desearás haberte quedado escondida como una rata en tu casa con los de tu calaña…. ¡TRAEDME AL DUENDE!
Aquel último grito de la voz de Bellatrix Lestrange bastó para que todo el mundo cobrara de nuevo el sentido del movimiento. Todo se volvió confuso y rápido. Los carroñeros, asustados por la furia de aquella bruja loca salieron corriendo rumbo a algún lugar donde poder desaparecerse. Draco notó la mano de su padre apretando fuertemente su clavícula.
-Ve a por el duende hijo- Le susurró al oído. Draco, tembloroso, pálido y a punto de vomitar abrió la puerta del salón y cruzó el pasillo rumbó a los sótanos. Por mucho que lo intentó evitar, por muchos esfuerzos que puso en el intento, pudo ver, gracias a su vista periférica, una figura inmóvil en el suelo de su sala de dibujo, con el brazo inerte y extendido hacia adelante, ensangrentado. No se movía, tan solo un suave subir y bajar de su pecho le hizo saber que aún estaba viva. No pudo ver nada más y continuó caminando, con el estómago revuelto.
A medida que iba descendiendo hacia los sótanos, el olor a humedad y suciedad le iba calando la ropa, obligándolo a arrugar la nariz. Mientras bajaba, con la varita iluminada por un lumos apuntando hacia adelante, tomó una decisión.
Apunto de llegar al final de los peldaños, repasó una y otra vez en su mente el plan. Un plan con demasiadas lagunas y un alto porcentaje de acabar muerto, y se maldijo por décima vez desde que aquella absurda idea había asomado por su mente. Pero era la oportunidad que había estado esperando durante semanas y no la desaprovecharía. Mientras se acercaba a la celda escuchó murmullos pero no podía divisar a nadie debido a la oscuridad.
-Tenemos que salir de aquí, no puedo seguir escuchándola más, la van a matar, Harry…. – susurró Ron. Draco se acercó un poco más a la celda y escuchó como Weasley le pegaba una patada a algún objeto metálico y segundos después, oyó la voz de Potter, igual de asustada.
-Ya lo sé Ron, estoy pensando. No eres de gran ayuda dando vueltas a mí alrededor gritándome.- Harry suspiraba fuertemente mientras se sobaba el puente de la nariz, buscando una salida. Intentaba recordar todas las palabras que Hermione le había dicho sobre la aparición en lugares que no estaba permitido. - La mansión tiene un hechizo anti desaparición, ni siquiera con nuestras varitas podríamos intentarlo, si Hermione estuviera aquí seguro que se le ocurriría algo- dijo triste.
Draco abrió la puerta roída de la celda y entro blandiendo la varita interrumpiendo así conversación de los dos Gryffindors e hizo que se pusieran contra la pared. Alerta, se acercó al bulto pequeño que estaba en una esquina. Cogió al duende del brazo y lo saco a rastras.
-Sois peor que los elfos domésticos- escupió hacia los dos chicos, esperando que parte de la inteligencia de Granger se les hubiera pegado en el transcurso de los años.
Subió los peldaños mohosos de las escaleras y antes de salir al angosto pasillo arrinconó al duende contra una de las paredes y lo observó con detenimiento.
-Escúchame bien, cuando subamos, más te vale que sepas fingir bien, ¿me oyes?, en cuanto mi tía te pregunte por la espada, debes decirle que es falsa.
-¿Y por qué debería decir tal cosa, señor Malfoy?- susurró el duende mirándolo fijamente.
-Si quieres vivir un día más, y volver a rodearte del oro de Gringotts, más te vale.- dijo Draco en un tono que no permitía replica alguna. Salió con la frente en alto, arrastrando al duende hasta el salón.
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-¡Cabrón!, si de mí dependiera cuando toda esta guerra acabe, juro que su vida será peor que la de un elfo doméstico, no descansaré hasta verlo encerrado en Azkaban y acabar así con el puro árbol genealógico de los Malfoy- Ron mantenía su monólogo personal sobre lo que debería hacerle al Slytherin cuando lo tuviera delante, mientras Harry seguía dando vueltas de un lugar a otro de la celda.
De repente los ojos se le abrieron de par en par mostrando por primera vez en horas una gran sonrisa.
-Eso es Ron, ¡Elfos Domésticos! – gritó Harry. Ron lo miro extrañado, pensando que su amigo había perdido la cabeza definitivamente.
-Ron, los elfos no se rigen por la magia de los magos, Hermione nos ha lo dicho en innumerables ocasiones-, miró a su amigo esperando que llegara a la misma conclusión que él, pero viendo que Ron mantenía la mirada fija y la misma expresión aclaró –Ellos pueden aparecerse en cualquier lugar independientemente de los hechizos anti aparición.- Entonces Ron pareció reaccionar y las comisuras de sus labios se levantaron en una tenue sonrisa.
-¡Dobby!- Gritó entonces Harry. –Dobby- volvió a llamar ahora entre susurros, observando todo a su alrededor, y al fondo de la celda se escuchó un suave ¡PLOP!
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Al entrar lo primero que divisó, fue una figurada hecha un ovillo sobre la gran alfombra verde, que recubría la madera labrada del salón. Su corazón empezó a bombear rápidamente de nuevo, pero intentó calmarse, respiró lentamente y desvió la vista a la figura de su tía apoyada en uno de los sillones. Tiró al duende a los pies del sillón y se retiró en silencio a un rincón junto a su madre.
Mientras Gripkhook observaba la espada que le tendía Bellatrix detenidamente, Draco pensó por un momento que el duende lo delataría, provocando que lo mataran a él, y por extensión a ella.
Lo miraba fijamente, observando cada movimiento que los dedos del duende hacían, y de repente la voz seca de Gripkhook se alzó en medio del salón:
-La espada es falsa.- afirmó con seguridad el duende, mientras repasaba con sus largos dedos los rubís incrustados de la reliquia de Gryffindor y observaba a Bellatrix con ojos completamente negros.
-¿Estás seguro, duende?
-Completamente señora Lestrange, resulta una pieza convincente, pero sin duda es una falsificación. Sólo un duende podría darse cuenta.
Bellatrix profirió un grito de furia, mientras caminaba de un lado a otro del salón. Seguía sin estar completamente segura de lo que el duende le decía, no podía arriesgarse a llamar a su Señor, aún.
-Deberíamos llamar al Señor Tenebroso- dijo Lucius convencido de la veracidad de las palabras de la criatura. -Los tenemos, y seguro que él nos ofrecerá una recompensa.
-Sin tu varita no estás en posición de ordenar nada, querido cuñado- le respondió Bellatrix mientras lo miraba con esos pozos negros con suficiencia y algo de diversión. -Yo llamaré a nuestro señor- pronunció no muy convencida mientras se atusaba unas arrugas inexistentes de su vestido y se pasaba la mano por el enredado cabello.
–No olvides de quien es esta casa, Bellatrix- dijo Malfoy mientras se erguía mirando a su esposa. Bellatrix acariciaba su varita con dulzura mientras lo observaba desde su posición, de esta salían chispas verdes. Justo en el momento que levantaba el brazo un ruido llamo su atención.
Ron y Harry habían entrado a tropel en el salón, envistiendo todo cuanto había alrededor sin importarles exponerse a cualquier hechizo. Todos en el salón se quedaron petrificados conteniendo la respiración con sorpresa.
-¡Malditos! – gritó Bellatrix mientras blandía su varita y comenzaba a conjurar hechizos en todas direcciones. La estela de uno de ellos le pasó rozando la oreja a Ron que había conseguido empujar a Harry detrás de un sofá de piel.
-Queréis jugar pequeños traidores, pues tía Bella os enseñara unos juegos muy divertidos.- dijo riendo desquiciada mientras blandía de nuevo su varita.
-Dobby, ha venido a salvar a Harry Potter, Dobby no permitirá que la señorita Bellatrix les haga daño- el pequeño elfo se apareció frente a la mortífaga con los ojos llenos de rabia. A continuación, se escuchó un ¡pop! y Bellatrix observó con terror y estupefacción como la gran lámpara de araña temblaba y se desprendía del techo. Apenas tuvo tiempo de reaccionar y se apartó de un salto cayendo al suelo.
En ese momento de confusión Harry salió de detrás del gran sofá, para acercarse a Hermione que yacía tirada en el suelo. Pero Bella fue más rápida y lanzó con rabia un expulso haciendo retroceder a Harry contra una de las paredes del salón.
Draco observaba la escena inmóvil en una esquina. Ante él podía ver como su plan iba poco a poco desmoronándose y no tenía ni idea de que hacer. Justo en ese instante de vacilación vio cómo su tía se levantaba del suelo y giraba su cuerpo en dirección a Granger. Lo supo tan pronto como observó la mirada de su tía y un recuerdo le vino a la mente. –Tienes que sentirlo Draco, tienes que saborearla, mantenerla unos segundos en tu boca, disfrutar de su sabor y luego lanzarla con fuerza- Recordaba aquellas palabras a la perfección, porque su tía se había empeñado en enseñarle como se debía realizar la maldición asesina. Sin realmente pensarlo, su varita se alzó ante sus ojos y se escuchó a sí mismo:
-¡Expelliarmus!- gritó con toda la fuerza que sus pulmones le permitieron. Vio la mirada de sorpresa de su tía mientras la varita se escurría de sus dedos y como su madre lo observaba con terror en el rostro.
Harry aprovechó esos segundos de estupefacción de la familia Malfoy y se arrastró rápido por el suelo cogiendo la varita de Bellatrix, miró a Ron, y este entendió rápido lo que pretendía, se levantó como pudo del suelo acercándose a Hermione y la recogió entre sus brazos. Harry había avanzado unos pasos para ponerlos detrás de él protegiéndolos con la varita.
Draco observó todo a cámara lenta, vio a su antiguo elfo doméstico acercándose a los tres Gryffindors sin que nadie reparase en él, y entonces miró a su madre. Esta asintió con la cabeza mientras se agarraba al antebrazo de su marido que seguía mirando la escena sin creérselo.
En el instante que el elfo logró agarrar la camiseta del niño que sobrevivió y lo vio abrir los labios, Draco se lanzó a la carrera y cuando todo alrededor comenzaba a dar vueltas, consiguió agarrarse a los dedos suaves de una desmayada Hermione y sintió la conocida sensación de como si le estuvieran estrujando los intestinos.
Lo último que visualizó antes de desaparecer fue a su madre abrazando a su padre y a su tía Bellatrix gritando – ¡NO! ¡MALDITO TRAIDOR!- Mientras lanzaba con rabia una daga.
N/A Esperamos que os haya gustado este primer capítulo, pediros disculpas de antemano porque aun intentamos manejarnos con la edición de la historia para subirla e intentar introducir las N/A que no salió al principio de publicarla.
Un saludo y nos vemos en el siguiente!
