CAPÍTULO I

El paisaje era aterrador, todo estaba lleno de tumbas y a lo lejos había un misterioso bosque. Hacía un frío que helaba la sangre y los débiles rayos de la luna apenas podían atravesar las gruesas nubes que amenazaban tormenta. En el cementerio solo se distinguía la figura de un joven alto y apuesto de cabello rubio platino, ojos grises y cuerpo atlético. Draco Malfoy empuñaba su varita atento a cualquier ruido sospechoso. En ese momento un gran búho salió volando pasando por detrás del chico, provocando que este, instintivamente, se tirara al suelo.

- Mierda, que susto - decía mientras se sacudía el polvo de su elegante túnica negra y recogía la varita del suelo - parece que otra vez Potter recibió información falsa.

Draco Malfoy había renunciado a su familia y a su destino como mortífago por amor. Durante su último año en Hogwarts se había enamorado de Hermione Granger, la gran amiga ''del niño que vivió'', y junto a ella había vivido los momentos más felices de su vida. Por ella había renunciado a todo su pasado y había decidido cambiar. Cuando salieron de Hogwarts, Draco ingresó en la academia de aurores, y junto con Harry era el mejor auror de toda Inglaterra. En cambio, Hermione había decidido hacerse medimaga. De esto hacía ya tres años, y ahora Draco y ella se iban a casar. Solo faltaban un par de semanas para la boda, en cuanto Draco regresara de su misión en Bulgaria donde al parecer se encontraba Zamenhof, un poderoso brujo aliado de Voldemort.

- Hermione - pensaba Draco - que ganas tengo de volver para estar de nuevo contigo mi amor.

Pero un estallido sacó a Draco de sus pensamientos. Este se giró rápidamente con la varita en alto buscando el origen del ruido.

- Jajajajaja... - se escuchó tras una enorme nube de humo - ¿asutado joven Malfoy?

La nube se fue disipando dejando ver a Zamenhof.

- Nunca, no le tengo miedo a escoria como tú - le contestó Draco con una mirada fría.

- Vaya, parece ser que tu padre tenía razón, eres un completo idiota - le dijo Zamenhof con una malévola sonrisa.

- Veo que te llevas muy bien con Lucius, no te preocupes, pronto volverás a verlo en Azkaban.

- Jajajajaja... - Zamenhof comenzó a reír otra vez mientras sacaba su varita.

- ¡Expelliarmus! - gritó Draco, pero el hechizo no hizo efecto - ¡Crucio! - este tampoco funcionó, Draco se estaba poniendo nervioso, no sabía por qué sus hechizos no funcionaban.

- Jajajajaja... - Zamenhof no paraba de reír - ¿Por qué tanta prisa Draco? Todavía no hemos hablado de tu asquerosa novia sangre sucia, tengo entendido que os vais a casar ¿no es así?

- No te atrevas a hablar de ella - le amenazó el joven.

- Bueno, está bien, lástima que se vaya a quedar viuda antes de la boda.

- Eso habrá que verlo. ¡Crucio! - volvió a gritar Draco pero el hechizo seguía sin surtir efecto.

- Jajajajaja..., aprende de mí joven Malfoy, ¡crucio!

A Draco no le dio tiempo de reaccionar, el hechizo le dio de lleno en el pecho tirándolo al suelo. En ese momento comenzó a sentir como si miles de cuchillos se le clavaran por todo el cuerpo, pero pese al enorme dolor que sentía, el chico no profirió ningún grito - no pienso darle el gusto de oirme gritar y suplicar - pensaba. Después de varios minutos, que a Draco le parecieron horas, Zamenhof paró.

- Vaya, tu valor me conmueve Draco - le decía acercándose a él - Lástima que tenga que matarte.

Mientras, Draco se levantaba como buenamente podía. El cruciatus le había dejado muy débil por lo que tuvo que apoyarse en una de las tumbas para poder mantenerse en pie.

- Creo que a Lucius le gustaría verte en este momento. Ver como muere su hijo, un miserable traidor aliado del estúpido de Dumbledore y prometido de una sangre sucia.

- ¡No la llames así! - gritó Draco enfurecido mientras intentaba pegarle un puñetazo a Zamenhof si no le funcionaba la magia algo tendría que hacer. Pero este lo cogió por el cuello y lo lenvantó del suelo.

- Jajajaja... Creo que sí, llamaré a tu padre, estoy seguro de que me lo agradecerá, jajajaja...

Pero en ese momento Draco le escupió en la cara provocando que Zamenhof lo lanzara por los aires.

- ¡Imprudente! - le gritó mientras se limpiaba la cara - Ahora conocerás la furia de Zamenhof ¡crucio!

Como la vez anterior Draco cayó al suelo sin emitir ningún gritó.

- Jajajaja... - reía Zamenhof al ver el sufrimiento del chico.

A este cruciatus le siguieron dos más a cada cual más poderoso.

- Vaya, eres fuerte, nunca nadie había sobrevivido a cuatro cruciatus de los mios.

- ¿Eso es todo lo que sabes hacer? - lo retó Draco que apenas podía articular palabra.

- ¡Crucio! - gritó el mago tenebroso, furioso por la arrogancia del joven.

Después de varios segundos Draco no pudo soportarlo más y gritó, lo hizo con todas sus fuerzas, hasta que derrepente todo se volvió oscuro.