Luego de haber finalizado el segundo fic del Viaje temporal de Shinku y Suigintou, de ninguna manera dejaría a los lectores con la curiosidad que causa aquel final. Ya verán que les daré las respuestas que tanto desean 😉

Prólogo

La luz resultaba más radiante que de costumbre, pues esta vez el sol había logrado salir sin que las oscuras nubes lo tapasen. A aquella chica le costaba mucho poder abrir los ojos, pues esa luz tan intensa la encandilaba, así que termina por recurrir a taparse la cabeza con las sábanas para así mantenerse a oscuras.

Sí, así era mucho mejor. Al menos de ese modo no tenía que enfrentar a la cruel realidad que le envolvía. Así podía estar más segura de su aborrecible destino.

Deseaba escapar de su triste y trágica realidad, y por ello maldecía cada vez que el alba alcanzaba aquella habitación de hospital, pues implicaba el fin del sueño de Megu, y encima también llevaba eso a que fuese sometida a más y más exámenes médicos.

No es que le molestaran los exámenes y la constante toma de sus signos vitales. Incluso había aprendido a pasar todo ello olímpicamente por alto y hacer como si nada. Pero deseaba ser libre de todo aquello. No se sentía capaz de aguantar tanto tiempo esperando su muerte de forma natural. Había perdido, hace mucho tiempo ya, todo deseo por la vida.

¿Qué podía ella obtener de la vida, si su propia vida la consume a paso lento pero despiadado? ¿Qué estaba pasando que su propio cuerpo era capaz de burlar todos los pronósticos pesimistas de los médicos y hacerla seguir viva? Deseaba obtener alguna respuesta a todo ello. Tal vez fuera capaz de comprender el porqué de su existencia tan miserable e infeliz.

Megu había encontrado un interesante pasatiempo en cantar y tararear de tanto en tanto. Posiblemente el aburrimiento la había orillado a hacer esto, pero las enfermeras solían destacarle su hermosa voz y la forma en que era capaz de hacer rimar versos tan bellos como tristes en su trasfondo. Para Megu era mucho más que sólo impresionar a las enfermeras, mucho más que cantar bellas tonadas que alegrasen su gris entorno. Era la única manera que había podido elegir para rogar al cielo por llevársela lejos. Deseaba irse, y sus canciones eran la única manera que tenía ahora de expresar ese anhelo tan esquivo como esperanzador para ella.

Pasaban los días, las semanas, los meses, los años… Y su sueño nunca lograba tornarse eterno. Ella había llegado al punto de temer a su propio despertar, por cuanto significaba aquello para su desilusión al tener que enfrentar su realidad y ver, muy de lejos, la felicidad ajena desbordar.

Tenía envidia. Sí. Le llenaba de amargura ver que otras personas pudieran ser felices fácilmente mientras ella era conservada cual prisionera dentro de aquella habitación. Otra buena razón para desear la muerte. No veía sentido a seguir viva si no sería jamás capaz de conocer mucho más allá de aquellas cuatro paredes que habían presenciado, mudas y discretas, su crecimiento y la persistencia involuntaria de su ser por continuar en su cuerpo.

Estaba condenada a jamás hacer amigos de su edad, a jamás estar en una pijamada o en una reunión de estudios con nadie, a no poder participar en ningún tipo de actividad con nadie que no fuesen las enfermeras de turno… Estaba sola. Completamente sola.

Megu recordó por un momento una visita que le había hecho su padre tiempo atrás. Había sido una visita breve y con un mal término, como buena parte de las visitas anteriores y posteriores. Megu deseaba la muerte también para no tener que saber nunca más de él. No lo culpaba porque ella naciera con un corazón defectuoso, sino porque le privó de todo lo hermoso y placentero que la vida pudiera haberle dado, en aquellos días en los que su ilusión aún vivía. Megu nunca deseó una vida larga, sino conocer la felicidad, aunque le significara la muerte.

De allí también la idea de morirse. Pensaba que en las negras alas de la muerte sería capaz de encontrar aquella felicidad e ilusión que en vida le han sido negadas. Probaría con matarse de inanición, pero las enfermeras, bastante suspicaces y mordaces a la hora de responder a sus intentos, apelaron por sueros enriquecidos para mantener alimentado su organismo, aunque no comiese nada. Megu acepta sumisamente su derrota, pues no le quedaba otra opción. Negaban su derecho a morir, y ella nada podía hacer para contestarles.

Nuevamente recordó la nada agradable visita de su padre, y entonces se acuerda que a él se le había caído del portafolios unas hojas que a él pareció no importarles, pero ella tuvo la curiosidad necesaria para tomarlos.

Parecían ser unos planos antiquísimos en los que se incluía el diseño de un objeto extraño conocido como "condensador de flujos". A Megu le pareció bizarro el diseño, pero muy pronto comprende su estructura y funcionamiento, e incluso ve la posibilidad de crear su propio condensador de flujos e incorporarlo a un automóvil, gracias al problema que generaría intentar darle uso de algún otro modo.

Afortunadamente tenía la posibilidad de escaparse por las noches del hospital, aprovechando la escasa vigilancia y lo tranquilas que estaban las habitaciones, con todos sus ocupantes durmiendo plácidamente. De ese modo pudo Megu trabajar, durante varios meses, en la ejecución de aquel diseño que hizo suyo.

El trabajo era pesado y agobiante, pero a Megu le hacía sentir en su propia plenitud el poder hacer algo, aunque no hubiese nadie que pudiera apreciarlo. Era la única manera en que podía sentir, aunque fuese por breves momentos, que su existencia valía para algo, que ella tenía un porqué para estar en ese mundo que no podía reconocerla. Sólo haciendo aquello Megu podía conocer un pequeño fragmento de esa sensación que, muy en el fondo, deseó conocer toda su vida: felicidad.

Así pues, tanto la vida como la motivación de Megu eran una compleja mezcla entre un anhelo desesperado por la muerte y la esperanza de vivir lo suficiente para ver terminada la única cosa útil que podría hacer en toda su vida. Obviamente sólo podía demostrar lo primero, pues no quería que nadie supiese de su trabajo, o al menos así fue hasta que, una noche cualquiera, dentro de una iglesia abandonada cercana al hospital, pudo conocer a un ángel de alas oscuras, y pudo tener por primera vez a alguien a quien considerar una amiga, una salvadora que la sacaría de la soledad.


Varios años antes

Ya habiendo regresado a la casa de su médium en aquella época, Shinku logró tener un respiro después de una intensa pelea que había tenido con Suigintou. El juego de Alice esta vez había sido muy peligroso, y Shinku se tuvo que valer de todo cuanto tenía para no perder su Rosa Mística ante su temible rival. Estaba bastante agotada y ya era bastante tarde, casi medianoche, así que Shinku recorre lentamente el techo de aquella casa para irse a su maleta a dormir. Ya mañana sería un nuevo día y Shinku tendría una nueva oportunidad de lograr algo concreto respecto al juego de Alice, pero no contaba con que había alguien allí que la había estado espiando hasta ese punto.

─ Qué mal porte. Eres una decepción, a pesar de lo famosa que eres por sobre las demás Rozen Maiden, Shinku.

La rubia oye una extraña voz y mira a su alrededor. A los primeros segundos no vio nada, pero la desconocida pronto salta de un techo cercano y aterriza frente a Shinku. Su rostro no se podía ver, pues estaba tapado con una capucha, pero su tamaño claramente la delataba como una muñeca. Shinku supuso entonces que debía tratarse de otra Rozen Maiden, aunque su voz no le fuese familiar para nada.

─ ¿Quién eres?

─ …

─ ¡Responde! ¿Quién eres tú? ─ Shinku rápidamente estaba perdiendo la paciencia.

─ La que dará fin a todas las Rozen Maiden.

(Tema de pelea: Not Strong Enough – de Apocalyptica)

Fue apenas una fracción de segundo, pero aquella muñeca encapuchada salta a alta velocidad y lanza una patada que Shinku se ve obligada a detener con su bastón. Shinku estaba desconcertada, pero no era por la fuerza tan impresionante que tenía la patada de la extraña, sino por la velocidad. Casi no pudo ver a tiempo su ataque. Antes de que se le pudiera ocurrir una estrategia para pelear, la extraña lanza una serie de golpes que a Shinku se le dificulta bastante esquivar, pero de algún modo es capaz de encontrar su oportunidad de realizar su ataque, logrando que su enemiga retrocediera.

─ ¡No te lo preguntaré nuevamente! ¿Quién eres tú? ─ dice Shinku con furia.

─ ¿Quién eres tú?

Shinku se enfurece más y lanza sus pétalos a la mayor velocidad que es capaz, pero la extraña logra arreglárselas para protegerse del devastador ataque. Shinku no tenía ni idea de a quién o a qué estaba haciendo frente, pero sí sabía que la pelea rápidamente había adquirido una tremenda dificultad, pero deseaba saber cómo podía esa muñeca actuar de ese modo.

Su accionar no consentía un movimiento inútil, si más bien se notaba una gran astucia en su forma de llevar la pelea. Pero a Shinku le llamaba más la atención aquellos ataques de parte de la extraña, su medio de defensa y el ritmo de sus movimientos.

─ Ese movimiento… lo he visto antes…

La muñeca da un tremendo salto y suelta una ráfaga de plumas que Shinku esquiva por un margen muy mínimo. Shinku no podía creerlo. Aquella muñeca acababa de usar el ataque de plumas tan característico de Suigintou. Nadie más que Suigintou podía hacer algo así.

¿Cuál podía ser la posibilidad de que se tratara de Suigintou? Es verdad que Suigintou era obstinada como sólo ella podría serlo por su búsqueda desesperada por ser Alice, pero Shinku juraba que ella había quedado bastante agotada luego de su reciente encuentro, además que no veía sentido alguno a que Suigintou escondiera su rostro si iba a pelear con la táctica de costumbre. Algo estaba pasando, y Shinku estaba en la obligación de descubrir qué era.

La muñeca desconocida lanza una sucesión de plumas mientras Shinku huía de aquellos ataques. La rubia estaba bastante cerca de su límite, y necesitaba idear una estrategia que le permitiera voltear la situación antes de que se quedara sin fuerzas. El tiempo se le acababa, así que Shinku recurre a un escondite en el techo de una casa cercana, mientras la muñeca extraña mira en todas direcciones, buscándola.

─ Puedes correr todo lo que quieras, pero es inútil que te escondas ─ la muñeca extraña camina tranquilamente en el techo mientras estaba alerta.

Shinku respiraba con cierta dificultad. Nunca había tenido que pelear inmediatamente después de haber tenido otra pelea. Eso era sencillamente demasiado para ella. Aprovecha el breve momento de reposo para pensar en una buena estrategia, aunque no podía evitar decirse que podría no funcionar lo que intentara, pues no había confirmado todavía que se tratara de Suigintou. La muñeca extraña pasaba cerca, muy cerca. Tal vez eso era lo que necesitaba, pues podría atacar de cerca teniendo precisamente esa cercanía como el factor sorpresa. Caminaba con cierta velocidad que a Shinku no le agradaba en absoluto.

Es en ese momento en que Shinku cae en cuenta sobre algo: Suigintou rara vez caminaba. La primera razón era por la ausencia de su abdomen, lo que implicaba una gran dificultad para caminar fluidamente, a pesar de la ayuda que Shinku le hubiese dado aquella vez que se conocieron. La segunda razón era la presencia de las alas que hacía que Suigintou prefiriera volar cada vez que iba de un lado a otro. Y aquella muñeca no solo caminaba más de lo que Suigintou normalmente querría, sino que no había dado muestra de las alas, mucho menos había volado, hasta ese momento. Era claro que aquella muñeca no era Suigintou, pero eso sólo hacía que Shinku se sintiera en mayor suspenso, pues no comprendía quién podía imitar su ataque más común.

La muñeca misteriosa empezaba a alejarse poco a poco, y Shinku aprovecha para lanzar una veloz ráfaga de pétalos ante el que su oponente no tuvo oportunidad de reaccionar, destruyendo la capa y la capucha que mantenían en vilo su identidad. La muñeca tenía el cabello de un color blanco bastante parecido al de Suigintou, pero hasta allí llegaban las similitudes, pues aquella muñeca tenía el cabello mucho más rizado y largo, además que venía vestida de violeta y portaba un parche que le cubría el ojo izquierdo.

─ ¡No quiero más rodeos! ¿Quién eres tú? ─ exige Shinku en pose de batalla.

─ Barasuishou, la séptima Rozen Maiden ─ responde la desconocida de forma simple y con poca emoción.

Shinku no comprendía cómo podía la tal Barasuishou tener de pronto la idea de presentarse de ese modo, aún si fuese cierto que sea una Rozen Maiden. El ataque había hecho muy poco daño a Barasuishou, y eso hizo que Shinku se lamentara mentalmente, al no poder hacer más. Sus fuerzas estaban bastante mermadas, y sólo dependía de ella misma para ganar una batalla de tal magnitud.

─ No sé qué te traigas, pero esa mala broma de imitar el poder de Suigintou no es graciosa ─ señala Shinku muy seria, pero Barasuishou ni siquiera se inmuta.

─ Suigintou y tú… ya no importan en absoluto. El momento de ustedes ya ha pasado.

Shinku esquiva una ráfaga de cristales lanzada por Barasuishou, pero es capaz de notar que uno de los cristales había logrado rozarle la cara, rasguñando así su piel. Sabiendo que no podía dejarse llevar por la furia que aquello le ocasionaba, Shinku vuelve nuevamente al ataque y lanza pétalos que Barasuishou consigue esquivar, pero no cuenta con que Shinku se toma la molestia de golpearla directamente, derribándola.

Barasuishou se levanta rápidamente y lanza un nuevo ataque, pero Shinku reacciona pronto y la esquiva sin mayor problema. Se notaba que la pelea iba a ser larga, y Shinku estaba urgida de ayuda para salir de aquel problema en que se encontraba, y ahora lo mejor que podía hacer era esquivar. Barasuishou usa varias veces sus cristales, y al ver que no conseguía darle un golpe efectivo, decide volver a usar aquellas plumas negras que Shinku asociaba con Suigintou, y eso la hace exasperarse rápidamente.

─ ¿Cómo es posible que uses el ataque de Suigintou? ¡Responde!

─ Responde.

─ Veo que es inútil intentar que hables. Entonces debo derrotarte a como dé lugar.

Decirlo era sencillo, pero Shinku no se sentía con la energía necesaria para atacar, así que sólo se queda con esquivar los ataques de Barasuishou. A medida que avanza la pelea, Shinku confiaba en que Barasuishou se agotara con mayor rapidez que ella para así tomar ventaja al respecto, pero la muñeca de los cristales lucía incansable. Sus ataques no cesaban por más que los usara, y Shinku pronto recurre a los escondites para llevar al mínimo su gasto de energía mientras procuraba el máximo rendimiento en su recuperación.

Nuevamente Barasuishou paseaba por el techo, buscando con la mirada a Shinku, quien hacía hasta lo imposible para procurar que Barsuishou no la encontrase. La noche seguía avanzando, y el frío se hacía notar, causando leves escalofríos en Shinku.

─ ¿Quieres saber cómo soy capaz de usar los poderes de Suigintou? Es muy simple ─ dice Barasuisou con el fin de provocarla ─, ocurre que este es el final para las Rozen Maiden, pues yo soy la indicada para convertirme en Alice, y este botín es la prueba.

El pecho de Barasuishou empieza repentinamente a brillar, y Shinku ve con absoluto horror la Rosa Mística de su hermana y rival. No lo podía creer, debía estar soñando. Muy poco antes de la pelea con Barasuishou, Shinku estuvo haciéndole frente a Suigintou, y en medio de aquella pelea nunca hubo indicio alguno de alguien que supiera de aquella pelea, ni siquiera otra Rozen Maiden ¿Cómo logró Barasuishou estar lo bastante cerca para quitarle inmediatamente la Rosa Mística a Suigintou y luego seguir con Shinku? Aquello no tenía pies ni cabeza, pero allí estaba. Shinku no quería recurrir a la energía de su médium, pues en ese momento debía estar durmiendo plácidamente, pero ya no contaba con más recursos. Su propia energía tardaba demasiado para reponerse, y Barasuishou era demasiado peligrosa.

─ ¿Crees que te puedes esconder por siempre? Eres una vergüenza. Otou-sama se decepcionaría demasiado de tener a una cobarde…

─ Hablas demasiado. Eras mejor cuando te mantenías oculta ─ Shinku sorprende a Barasuishou con una ráfaga de pétalos que la hace volar hacia atrás.

Shinku se acerca a toda velocidad a Barasuishou, aprovechando que no se recuperaba del aturdimiento causado por el golpe anterior, y golpea con todo su poder, consiguiendo que una enorme ráfaga de pétalos atravesara el cuerpo de Barasuishou.

Shinku sentía que le habría causado un cierto daño a su médium al hacer semejante consumo de energía para llevar a cabo su ataque, pero no había ninguna alternativa. Al menos había dado resultado, y Barasuishou había caído derrotada. Shinku estaba bastante agotada, pero ya todo había terminado. Lo que quedaba por hacer era tomar la Rosa Mística de Suigintou e irse a casa. Ya nada podría pasar.


─ ¿Crees que te puedes esconder por siempre? Eres una vergüenza. Otou-sama se decepcionaría demasiado de tener a una cobarde…

─ Hablas demasiado. Era mejor cuando te mantenías… ─ Shinku de pronto se detiene al sentir que esa frase ya había dicho antes.

Barasuishou aprovecha el desconcierto de Shinku y lanza un ataque con cristales que impactan directamente a la rubia. Algo andaba mal, Shinku podía sentirlo. Sentía que debía haber vencido a Barasuishou, pero de pronto resulta no ser así, y Barasuishou saca provecho de ese momento de confusión que atravesaba la rubia. Barasuishou continúa atacando de forma despiadada, y los cristales violetas impactan uno tras otro contra Shinku, obteniendo poca resistencia de parte de esta.

─ Que patética. Creí que eras más audaz y poderosas, pero resultas ser sólo una debilucha ─ se burla Barasuishou antes de lanzarse y golpear ella misma a Shinku.

La muñeca de la rosa roja tiene serias dificultades para mantenerse correctamente de pie, y su vista ligeramente nublada no le advierte del intento ofensivo de Barasuishou, por lo que recibe un puñetazo directo en el estómago. El dolor que siente es indescriptible, y un crujido sugiere que el golpe fue lo bastante fuerte para agrietarla. Shinku ya no podía moverse ni ofrecer resistencia alguna, por lo que Barasuishou la ataca a placer con golpes que van dañando más y más a Shinku. Al final la rubia termina tendida en el suelo, con numerosas grietas en su cuerpo (la mayoría invisibles, debido a su vestido), dejándola completamente inmovilizada, y el solo hecho de subir la mirada resulta un tremendo esfuerzo. Barasuishou se acerca con una espada de cristal sostenida en alto, y una burlona sonrisa se asoma en sus labios.

─ Este es el fin… de las Rozen Maiden.

Y sin más que decir, Barasuishou baja la espada con un tajo mortífero y efectivo, y la Rosa Mística de Shinku queda al alcance de la vencedora muñeca. Una risotada de victoria sale de los labios de Barasuishou. Sus mayores amenazas en el camino trazado por su padre habían sido derrotadas.

CONTINUARÁ…


Es posible que no vean mucho sentido en los acontecimientos descritos en este capítulo, pero les aseguro que desde el siguiente capítulo, cuando comienza formalmente la tercera entrega, todo se empezará a aclarar poco a poco.

Hasta otra