Disclaimer: Nada de lo que está aquí me pertenece (a excepción del argumento del fanfic, claro está) pertenece totalmente a William Joyce y a DreamWorks, porque si yo fuera su dueña, Jack habría besado a Tooth hasta dejarla sin aire en el final. Tampoco me pertenecen ni Mérida ni Astrid ni Hiccup Ni Flynn, Ellos pertenecen a DreamWorks Animations y a Disney, yo solo los utilizo para darle más chicha a la historia :D

Hola holita vecinitos! bienvenidos a mi historia, una de esas ocurrencias que se te hace un día mientras ves a lo loco mil y un fan artsde uno de tus otp's favoritos y te dices, Why not?.

Si os gusta, por favor no dudéis en decírmelo ya que buenos o malos, los reviews me pueden alentar a continuar y cambiar las cosas que más os parezcan absurdas o que no concuerdan.

Y ahora os dejo con el prólogo de la historia, Gracias por leer! :)


Bienvenida a The Man in the Moon, un lugar donde no hay sitio para las preocupaciones, un lugar donde las princesas entran para que los guardianes guardemos su corazón. Mi nombre es Anna Dant o más bien Tootheo y por hoy seré tu guardián.


WELCOME TO THE MAN IN THE MOON

Prólogo

Tooth. P.O.V

Burguess, un pueblecito remoto perdido en el norte de Estados Unidos, cerca de la frontera con Canadá; la gente que habitaba aquel tranquilo y precioso lugar (!ey! que tenemos un bonito lago) era mayoritariamente amable y fácil de tratar y además se conocían entre todos... Cosa beneficiaria unas veces y otras, otras simplemente desearías estar en la otra punta del país. Aquel día, 12 de Mayo, resplandecía el sol en su total cumbre, bañaba a todos los transeúntes con su luz y calor. Los niños reían y los padres los vigilaban de cerca y los mayores simplemente se sentaban en los bancos de la acera disfrutando de aquel agradable día mientras las palomas comían las migajas que tan dulcemente los ancianos les ofrecían y yo... bueno yo simplemente corría o mejor dicho, volaba a la velocidad del viento por las jodidamente transitadas calles de Burguess; ¿Es que todo el mundo había decidido colapsar las calles aquel preciso día? Sí, justamente cuando yo volvía a ver a mis mejores amigas después de una semana sin ellas. Y me iban a matar. Y lo iban a disfrutar...

No es que yo fuera de las que les gusta llegar tarde, de hecho la puntualidad era un MUST HAVE en mi lista de cosas imprescindibles. Siempre solía llegar con media hora de anticipación pero esta vez el sueño había podido conmigo, el muy bastardo me había engatusado para que no hiciera caso del despertador que tan desesperadamente intentaba llamar mi atención, pero no, yo claro que no, debía hacer caso a esas terribles ganas de disfrutar del placer que suponía dormir en la cama de sus padres, tan mullida, tan cómoda... pero ¡ejem! Vamos a ver, ese no es el caso, el caso es que el dichoso Morfeo había decidido ponerse de acuerdo junto con la gente que poblaba Burguess para hacer que yo llegara tarde a la jodida cita.

Así que con una cantidad peligrosa de gente caminado por las calles -¿De dónde habían salido tantos habitantes?- yo iba tan concentrada en mi camino que no me fijé que alguien venía por mi izquierda, tan concentrado él en sus vete a saber qué pensamientos que inevitablemente chocamos.

-¡Auch!- Exclamé adolorida cuando sentí que mi trasero chocó con al dureza del suelo. Estaba que me subía por las paredes, o sea, ¿primero e duermo, luego voy haciendo malabares para cruzar la jodida calle y ahora me choco con alguien así porque sí? ay, dios mío... ¿por qué no habré hecho caso al horóscopo?.

En ese momento mi mente maldecía los astros, los dioses o quien fuera que hubiera hecho tan horrible mi día. Aún en el suelo me sobé la parte adolorida de mi anatomía sin parar a pensar en la persona que se había chocado conmigo.

-Vaya, veo que te gusta el suelo- Estaba tan sumida en mis maldiciones que me sorprendí al escuchar una voz masculina y atractiva, entonces alcé la mirada. Nunca debí hacer eso. No sé quién era, pero si Apolo existía debía ser él, y joder... su cabello era blanco como si hubiera sido hecho con mismísima nieve blanca y virgen, tenía unos ojos tan increíblemente azules que podían competir con el océano Pacífico y salir tranquilamente victoriosos, su nariz era graciosamente respingona y delicada y encima estaba decorada por cientos de pequitas naranjas que viajan por las mejillas; pero eso no era lo que me dejó sin aliento, si no lo que venía más abajo. SUS DIENTES. Oh, dios mío, sus DIENTES. sus labios de rosáceo pálido se habían estirado en un sonrisa y sus dientes se asomaban orgullosos en una sonrisa burlona, eran tan BLANCOS que podrían confundirse con el blanco de la nieve, como copitos helados de escarcha matinal.
No pude resistirlo, ser impulsiva era algo tan nato en mí como el hecho de respirar 13 veces por segundo y me levanté de golpe acercándome lo máximo a él y aunque me sacaba una cabeza y media o incluso un pelín más -No es que yo sea bajita... ¡es que todos los hombres son muy altos!- no dudé en ponerme en puntillas para acercarme mejor a ese tesoro que tenía entre sus labios. Me quedé anonada con mi boca entre abierta (tengo la esperanza de no haber babeado) y coloqué mis manos sobre los pómulos del desconocido; él instintivamente dio un paso hacia atrás pero eso no me importó, me acerqué a él fascinada por sus dientes y con los ojos bien abiertos admirando esas preciosas perlas escarchadas. Me sentía como una niña delante de el regalo de navidad que había estado pidiendo por años, me sentía alucinada en un mundo que no era la tierra.

Debí haberme pasado demasiado tiempo en trance pero el murmullo externo a esa pequeña burbuja que mi mente había creado entre él y yo me hizo darme cuenta de que no estaba soñando y volví a la realidad, me sentí estúpida cuando noté cómo la gente nos miraba curiosos, pero no me extrañaba, quiero decir, Imaginaos que vais por las calles tan tranquilos y en medio de vuestro camino os encontráis con dos entes extraños parados justo en la mitad, uno de ellos, el depredador; la hembra, tiene al otro entre sus garras con una extraña cara de deseo pasional mientras mira sus dientes; en cambio el el otro ente, la victima, es decir el macho, está estático sin saber qué hacer o decir, raro ¿verdad?.

No tardé ni tres segundos en sentir mi cara arder a una temperatura pasmosa ya automáticamente quité mis manos de sus mejillas y me disponía a pedirle perdón pero de repente un ruido me paró. Eran las campanas que anunciaban el medio día.

-Mierda-Dije recordando lo estaba haciendo antes de encontrarme con aquel ser.

-¿Pero qué...?- No le dejé terminar, sino que salí disparada hacia delante sin importar cuanta gente iba arrollando por el camino. Definitivamente debía bajar el ritmo de mi vida.

- rainbow Snowcone-

-MEDIA HORA. MEDIA HORA HEMOS ESTADO ESPERANDO.- Mérida me miró mal, me decían perfectamente que si tuviera su arco en mano ahora mismo yo debería estar corriendo por mi vida.

Mérida es una chica muy dulce que le encanta el rosa y adora llevar faldas y camisas con bolantitos y esas cosas. Estoy bromeando, claro. Mérida es el tipo de chica rebelde que enamora, esa de las que podrían escribirse libros y hacerse películas de aventuras y misterio sin necesidad de un héroe porque ella por sí sola ya deslumbraba. Además es pelirroja.
Llevaba una camisa verde musgo con unos tejanos ajustados de mezclilla que acentuaba sus bien formadas piernas, su calzado era cómodo, el típico que se utiliza para salir a correr y su melena rizada y pelirroja estaba suelta y combinaba con su look totalmente despreocupado, que en ella quedaba jodidamente bien pero en cualquier otro daría pena.

-Mérida, la última vez estuvimos esperando ella y yo hora y media.- Astrid, la rubia misteriosa, salió en mi rescate con su tranquila pero amenazante voz. Para ser sincera Astrid es el tipo de chica que ves y aunque tenga el carácter de un dragón de 3 metros no podrías dejar de admirar porque con sus rostro de ángel y cuerpo de diosa se te quitarían las ganas de enfadarte. Es taaaaaaaaaaaaaan hermosa que cuesta mirarla sin sentirse menos. Aunque llevara esas cadenas y pulseras de pinchos con aquellas botas de combate seguiría siendo un ángel. -Llegas tarde.- Me miró. -La próxima vez nos iremos sin ti- y era capaz de hacerlo sin sentirse culpable.

-Lo siento- Me disculpé sonriendo como una niña chica. -No volverá a ocurrir, lo juro.- Puse mi semblante más serio con mi mano sobre el pecho pero aún así las chicas rieron, la verdad no es que fuera muy alargador pero al menos parecía que se les olvidó el enfado.

Empezamos a caminar rumbo al centro comercial mientras hablábamos de memeses y reíamos ante cualquier tontería. La verdad es que las adoraba y sabía que ellas me adoraban a mí. Habíamos sido amigas desde que íbamos a segundo de secundaria cuando las tres teníamos 13 añitos, de eso ya hace 4 y medio y hasta ahora seguimos juntas.

Lo recuerdo como si fuera ayer -algo muy típico en mí- ambas habían sido transferidas al Thaddeus highschool*, instituto donde yo estudiaba, una venía de Escocia -Mérida- y la otra de Noruega -Astrid- y dio la casualidad que ambas se sentaban a mi alrededor y sin querer fuimos entablando pequeñas conversaciones; primero con los típicos "¿Cómo se llama esto aquí?" y los "Vuestro acento es tan raro" y así nuestra pequeña hermandad se fue formando, y los lazos que empezamos a unir siguen vigentes hasta hoy.

Hasta aquel momento yo no era la persona más popular del colegio y por ende mi lista de contactos en messenger era muy limitada, ni que hablar de la lista de amigos den Facebook. Evidentemente tenía: estaban Aster, mi amigo de infancia que provenía de las tierras australianas, Norte, también conocido como North, Chico alto, fortachón como casi todos los rusos -al menos los que salen en las películas- y por último Sanderson, el bajito pero amble muchacho, silencioso y ligero como una pluma, él era el único americano de raices americanas porque incluso yo tenía raíces de fuera.

Me llamo Anna Dant* y aunque nací aquí, en Burguess, Pennsylvania, Estados Unidos, tengo orígenes asiáticos. Físicamente no soy lo que se dice una chica guapa, pero tampoco soy fea, soy monina. Tengo la piel en un tono ligeramente bronceado y el cabello castaño chocolate, tengo una estatura un pelín por debajo de la media femenina y casi no resalto entre las féminas de la ciudad. Lo único que me hace distinta a las demás es el tono entre magenta y violeta de mis ojos, totalmente míos cabe aclarar... los médicos suponen que se debe a alguna anomalía genética, y aunque eso de mucho mal rollo a mí me encantan. Soy la mejor alumna de mi clase, no es algo de l que esté orgullosa pero tampoco me molesta y no es porque sea muy aplicada -que lo soy-si no que todo se lo debo a mi bendita memoria casi fotográfica. Me auto-defino como una chica que no puede parar quieta, ni si quiera en el asiento. Tengo mucho entusiasmo para todo y más aún si está relacionado con los dientes; Por alguna extraña razón tengo una poco saludable obsesión con los dientes.

Sí, soy un bicho raro y no me molesta ni me hace sentir especial, si algo he aprendido es que el que te quiere te va a querer como si llevas una falda de Dior o una bolsa de patatas. Estoy obsesionada con los dientes, los colores y con la fotografía, seguramente en clase se refieren a mí como mascota del profesor pero hoy por hoy no podría estar más orgullosa de mí.

Tooth P.O.V off

-Rainbow snowcone-

El buen día había hecho que casi todo Burguess saliera a festejar que por fin se había acabado el mal tiempo que habían tenido durante toda la semana, por ende el café no había sido visitado como siempre. The Man in the Moon era una especie de cafetería-club extraño, parecía estar hecho para chicas. La decoración hacía recordar el final del atardecer con sus gama de violetas y azules, además las estrellas dibujadas en las paredes hacían resaltar más la belleza del lugar. Era un sitio hermoso con una atmósfera acogedora que hacía que tanto adultos - en su gran mayoría mujeres- e infantes pasaran más de una tarde en el lugar. Ademas la comida que se servía estaba deliciosa y el olor a dulce tentaba a cualquier persona a entrar. Pero eso no era lo que más llamaba a la clientela...

-Ey tío, ¿por qué llegas ahora?- Un muchacho iba de camino hacia la barra del lugar, llevaba puesto el uniforme de mayordomo, se trataba de uno de los camareros del lugar. -¡ve a la cocina y ayúdame, señor holgazán!- se dirigió hacia el joven que entraba a un paso tranquilo y algo prepotente.

-Tranquilízate, enano. Es temprano aún- Respondió con una sonrisa burlona. El aludido paró en secó y se giró a encarar al recién llegado.

-¿Qué me h...?- no le dio tiempo a terminar pues otro chico de apariencia más adulta se acercaba a ellos.

-Dejadlo ya, pequeños- ambos menores lo miraron mal; él sonrió más.-Esas muñecas de ahí -giró con disimulo su rostro hacia la derecha donde un par de chica los miraban expectantes, él sonrió seductor y como respuesta recibió dos sonrisas sonrojadas por parte de las chicas.- Os están esperando. Iría yo pero ya sabéis, Asuntos mayores requieren soluciones mayores.

-Eres un cerdo- comentó el más bajito de los tres mientras se sonrojaba, el otro simplemente soltó una risilla divertida. Ambos sabían a que se referían. El mayor de los tres era el más atrevido y a veces no solamente con las de su edad. Estaba a punto de irse pero se volvió a hacia ellos recordando algo.

-Ah, es verdad... si tenéis a un pequeño capullín en flor, traedlo, necesitamos más guardianes aquí.- ambos chicos lo miraron interesados pero el otro simplemente les lanzó un beso y se encaminó hacia una mesa solitaria en una esquina donde una hermosa mujer lo esperaba. Hiccup parecía estar a punto de echarse encima de él.

-Qué exagerado eres, Hiccup, sabes que a ti también te gusta en el fondo- Una vez solo el mediano ser acercó a Hiccup, un muchacho mediano/ bajito, de contextura delgada con un rostro infantil decorado por grandes ojos verdes oscuro y muchas pecas marrones al rededor de su carita.

-¡Deja de hacer eso, Jack!- Se alteró por la cercanía. - Con Flynn haced lo que os de la gana, pero no pienso hacer eso para llamar a la clientela.- Le reprochó con la cara roja de la rabia.

-está bien, está bien... no te alteres, monada- y se fue hacia las cocinas guiñándole el ojo. Todas las muchachas que habían estado observando la escena soltaron un suspiro y Hiccup no podía estar más rojo de la vergüenza.

Por otra parte Jack entraba a la cocina colocando en la mesa de aluminio, los víveres que había salido a comprar. No podía sacarse de la mente la imagen de aquella chica rara, se había atrevido a acercarse a él como si lo conociera de toda la vida, sin pudor; él por supuesto lo habría evitado pero aquellos ojos grandes de aquel color tan inusual lo habían parado. Parecían un océano de curiosidad violeta que brillaban expectantes llenos de vida.

-¿En qué estás pensando Jack?- Se dijo a sí mismo en un bajísimo murmuro mientras sus pálidas mejillas se teñían de un tenue rosado. -Ni si quiera la conoces... Además parecía una loca.- Y con ese último comentario se marchó dispuesto a atender a aquel par de señoritas que parecían más que necesitadas de sus servicios que de los propios servicios del local. Esperaba una buena propina así que se enderezó y volvió a andar con esa petulancia tan característica de él y colocó en sus labios la más pícara de las sonrisas que tenía. Tal vez era demasiado falso, pero su trabajo era ese ¿no? Seducir falsamente a sus clientas para atraerlas al local, era un juego un poco difícil, pero a Jack Frost ese juego le encantaba.

Y si no os habéis dado cuenta ya, The Man in the Moon se trata de un lugar donde la clientela esperan un buen trato con una deliciosa comida o un delicioso dulce, pero lo que más esperaban de aquel café era sin duda los hombres tan atractivos que aquel lugar ofrecía, con sus deliciosos modales y esas miradas indiscretas que a más de una hacía soñar.
No había ni una sola mujer que trabajara allí, solo hombres y su trabajo era ser los guardianes de las damas que entraran.

A Jack Frost le encantaba ser un guardián de corazones. Y con su aspecto frío gracias a su cabello albino, su pálida piel e intensos ojos azules, porte solemne y mirada traviesa había enamorado a más de una y de dos. Pero lo que no se esperaba él es que su reloj de corazón había comenzado, horas antes, la cuenta atrás.


Thaddeus Highschool: Decidí llamar así al instituto así ya que mi imaginación para los nombres es limitada y porque, si os fijáis, cuando a Jamie Bennett lo atropella el sofá (xD) hay detrás de él una estatua donde aparece la placa con el nombre de "Thaddeus Burgess" con una pequeña biografía, e investigando por allí y por allá me enteré de que sí existe esa localidad y ese hombre (de hecho fue un soldado). Burgess se encuentra en Pennsylvania, EEUU, cerca de Michigan, donde según el libro de Jamie fue visto un yeti. :)

Anna Dannt: Sí, es Toothiana, que por qué la llamo Anna y no Toothiana, Thiana o algo así? Bueno, pues porque quería hacer la historia lo más Humana posible así que a Thiana le saqué la T-H-I y le añadí una A y el apellido Dannt viene de la palabra Hindi: दांत que en nuestro idioma significa dientes. El Hindi es el idoma oficial (creo) de la India. Evidentemente no sé como se transcribe eso a nuestro dialecto así que me guié un poco por cómo sonaba (Gracias al traductor de Google xD)

Por otro lado...Os hacéis una idea de quien puede ser el siguiente guardian? Hacedmelo saber con un rr! ;)

Otra aclaración: Esto no es del todo un Crossover porque la historia se centra en el RainbowSnowcone, pero aún así voy hacer mucho uso de los personajes de HTTYD, TANGLED y BRAVE (cobretodo de HTTYD que tendrán mucha relevancia)

Patatas? Tomates? Chocolates?
Tus reviews son gratis y ayudan a servidora a seguir! :D
(Si deseáis preguntarme algo por aquí adelante o si no os animo a hacerlo por medio de mi tumblr: strawberrysmochi . tumblr . com, donde cuelgo y colgaré mis fanarts de la historia y vaya avisando de las actualizaciones ^^)