Viviendo Dentro De Ti.
¿Qué sucede si en vista de que al vencerle su castillo y su laberinto quedaron destruidos? ¿Y si se cansa de tener que vivir en una tienda mientras todo se reconstruye lentamente? ¿No sería justo que el causante de dicho desastre se hiciera cargo de él? Eso era lo que Jareth pensó. La casa de los Williams era acogedora. ¿Por qué no? ¿Podrá llevar a cabo su anhelada venganza?
Disclaimer: Como en mi otro fic, Labyrinth no me pertenece. ¿Acaso pensaron que iba a cambiar algo?
N/A: Yo considero este fic un poco más dramático en comparación con Dulce Como Un Durazno, mas, de todas formas tiene momentos de diversión, disparate y romance, claro está. Después de todo, la vida es así, ¿no creen?
Si en algún momento tardo demasiado en publicar el segundo capítulo se debe a que tengo a mi padre con algunos problemas de salud, por lo que, agradecería mucho que recen por él.
CAPÍTULO 1. ANTICIPACIÓN.
El laberinto. Hacía un año atrás era una verdadera obra maestra, algo de lo cual el poderoso monarca se había sentido orgulloso, hasta que ella se fue y todo se transformó en ruinas. Todo menos sus habitantes, el trono y el rey.
El Rey Goblin salió de la tienda y suspiró viendo con qué lentitud su castillo estaba siendo restaurado. Era una lástima que en ese tipo de trabajo la magia no pudiera utilizarse en el Underground. Qué lástima… que tampoco la magia pudiera reconstruir su corazón… Un año de dormir a la intemperie, un año de dolor e incomodidades. ¿Y ella? ¿Había ella sufrido alguna incomodidad? ¡Por supuesto que no! Ella había regresado al confort de su hogar, sin daño alguno. ¡No era justo! Sonrió amargamente a sí mismo con dicha reflexión. ¿Cuánto daño podía hacer una simple muchacha, no? Pero, no. Sarah Williams no era una chica ordinaria, de haber sido así, él nunca se habría enamorado; de haber sido así, él hubiera vencido; de haber sido así, Labyrinth fácilmente hubiera tenido una reina y un heredero que ahora él debería estar disfrutando…
Volvió a ingresar a la tienda. Por más bonita que resultase decorada con alfombras y demás "lujos" que pudieren agregarle, no era digna de un rey. Sí; él podría pedir asilo en algún otro reino vecino y dirigir desde allí la reconstrucción del suyo, pero, él era demasiado orgulloso y lo consideraba una muestra de debilidad ante otros reyes que podrían tomar ventaja. ¿No sería justo que le diera asilo la causante de sus infortunios?
Observó a su alrededor. ¿No era más digno de un rey un techo firme y seguro; una cama mullida en vez de un catre; el calor de un hogar en vez de una fogata? ¿La compañía de una joven e ingenua, aunque cruel, mujer en vez de pérfidas y ambiciosas amantes o prostitutas? Giró su muñeca y un cristal se formó en sus dedos; su mirada se concentró en él.
Allí estaba ella, la causante de todas sus desgracias de regreso de un arduo día de estudio. "Dulces dieciséis" pensó con sorna al verla dejar sus libros sobre la cama. Y él consideró que aún estaba más hermosa que antaño. "Irónico. Mi reino destruido y ella resplandece."
—Necesito ese resplandor. Lo quiero —Se la quedó viendo—. ¿Cómo es que dicen ustedes, los mortales, mi cosa preciosa? Si la montaña no viene a ti entonces ve por ella... Y... yo pienso escalar esa montaña una y otra vez —Dio un último vistazo a su anhelo y echó su cabeza hacia atrás en aterradora carcajada arrojando la esfera de cristal al aire para que se desvanezca.
—¡Sarah, apresúrate! —exclamó Karen desde el piso inferior—. Pronto llegará tu padre y no quiero oírlo quejarse porque nosotras no estamos listas.
—¡Ya voy, Karen! —gritó desvistiéndose para cambiarse con algo más formal—. ¡Acabo de llegar, por todos los cielos! —resopló más para sí que para la mujer que seguro no llegaría a oír su queja.
Si alguien le preguntara como estaban las cosas, Sarah Williams diría que bien, pero, en el fondo, nada había cambiado demasiado. Sí, era cierto que ella ahora podía mantener, muy de vez en cuando, una amena conversación con su madrastra, pero, simplemente no congeniaban y había viejos rencores que tal parecían ninguna de las dos pensaba olvidar. Si le cuestionaran sobre su padre ella contestaría: "¡Oh, él está muy bien! Tan ocupado y distraído como siempre. ¿Qué le envíe sus saludos? Se los haré llegar… Ni bien tenga un minuto de su atención…," murmuraría para sus adentros. Si nos refiriéramos a Toby, allí la cosa cambiaba un poco más, ella adoraba a su hermanito y disfrutaba de sus monerías, lo consideraba un tesoro, un tesoro por el cual ella había luchado y pagado un precio. Aunque aún a veces le molestara tener que cuidarlo. ¡Ella quería tener su vida, por todos los cielos! Todas sus compañeras iban aquí y allá y tenían sus citas y sus aventuras amorosas, todas menos ella. Claro que, si no tienes verdaderas amistades, no sales mucho y que siempre que se te acerca algún muchacho huyes no será sencillo ni posible tener una oportunidad… A los muchachos siempre les encontraba algún defecto por más perfectos que fueran. ¿Acaso no le gustarían los muchachos? A veces se lo preguntaba preocupada. Uno podía oír muchas cosas sobre lo difícil que era ser adolescente y lo confundido que se podía estar. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo puedes saber si estás equivocado o no? ¡Ese tipo de cuestiones le ocasionaban dolores de cabeza! Si hacía un año atrás, en aquel sueño, ella había pensado que Labyrinth era difícil, entonces, la vida era el peor laberinto que ella tenía que resolver. Uno muy extenso y difícil con sólo dieciséis años en él.
El laberinto. Sonrió. Había sido el sueño más real que ella hubiera vivido y el más agotador. Al día siguiente del mismo, sentía todo su cuerpo adolorido. Y un inexplicable vacío en su interior. Ella creía que era el remordimiento por haber deseado que se llevaran a su hermanito. Aquellos seres fantásticos habían sido los mejores amigos que ella nunca encontró en esta tierra y su rey… Ella no quería pensar en él. Había estado tan ocupada en la seguridad de Toby que ni siquiera se dio mucho tiempo a pensar en el momento exacto en que lo destruyó. Su mirada se nubló.
—¡No seas tonta! —se dijo—. ¡Sólo era un tonto sueño! ¡Eso no existe! ¡Él no existe! —Se miró al espejo del tocador y se dirigió a la salida.
—¡Al fin! —clamó su padre al verla descender. En sus manos ya tenía las llaves del auto—. Apresúrate, Sarah, no tengo mucho tiempo. Tengo una cita con un cliente dentro de media hora.
—¡Estoy llegando! —protestó.
—Bueno, vamos, entonces. Los dejaré en la clínica y luego seguirán por su cuenta.
—Pa, pa, pa —balbuceó Toby en los brazos de su madre.
—Aquí estoy, hijo —contestó Robert con cansancio. ¡Tenía prisa! Y todos se dirigieron al vehículo donde se acomodaron.
Era el día del chequeo general para Toby y Sarah. Karen era muy estricta al respecto. Los llevaba al doctor para que los dieran vuelta como una media. Necesario, sí; pero, aburrido y tedioso. Al final del día todos terminaban exhaustos y Toby irritado e irritante. Así era. ¡Qué fastidio! Y luego ella debía pasar por situaciones tan… incómodas como en el ginecólogo preguntándole si aún era virgen. Ella deseaba contestarle: "¡¿Qué demonios te importa?! ¿Acaso yo te ando preguntando eso a ti?" pero, claro que no podía decirle semejante cosa. El pobre debía preguntarle. Y eso la salvaba de muchas situaciones aún más incómodas. Aún si se tratara de una doctora sería embarazoso. ¿Qué tenían que estar viéndole allí…, donde… nunca nadie debería? Karen le había prometido que ni bien hubiera una doctora la cambiaría de médico inmediatamente si eso la hacía sentir más cómoda. Sarah sabía que de haber un cambio de médico en ese pueblo sería en muchos años y probablemente ella misma llevaría a su propia hija. Por lo menos, Karen confiaba en el Dr. Wilson, eso debería ser un consuelo, pero, a ella no le servía de mucho.
—Muy bien —dijo Karen una vez fuera de la clínica—. Ahora a por un taxi y a casa —El niño en sus brazos estaba debatiéndose inquieto y molesto.
—¿Puedo cargar a Toby? —indagó Sarah.
—¡Por supuesto! Sólo ten cuidado que no está de humor —Se lo entregó. Y Toby se aferró al cuello de su hermana, quizás pensando que estaría seguro con ella ya que nunca lo había entregado a una de esas personas vestidas de blanco que lo examinaban tan concienzudamente.
—¿Y quién no lo estaría después de pasar por tantas manos y desvestirse tantas veces? Eso sin contar los pinchazos.
—¡Oh, sólo es una vez cada tanto para asegurarnos de que todo está en orden. Es por su propio bien.
—Lo sé. Sólo que no es agradable —Karen rió.
—De acuerdo. Quizás la próxima vez los lleve a un parque de diversiones o algo así en vez de a la clínica — se quedó viendo a su hijastra–. Hace mucho que no hacemos ese tipo de salidas… Las primeras no resultaron buenas.
—Olvídalo, Karen. No ha sido tu culpa —reconoció ella fingiendo desinterés.
—Tampoco tuya —fue la respuesta y ambas se sonrieron. Con sinceridad y cierta aflicción, como quien sabe que hay cosas que nunca cambiarán por más que uno lo desee—. Allí está nuestro taxi —Rompió con la tensión.
Cuando llegaron a la casa ya eran las siete y media de la noche. Karen subió con Toby a cambiarle los pañales y Sarah se fue a su cuarto a terminar sus quehaceres. En su mesada todavía estaba esa enorme figura de plástico, en las paredes, el extraño póster con escaleras que iban a todas direcciones y el estante con algunos muñecos. En comparación a un año atrás no había cambiado mucho y a la vez sí. Había un montón de cosas que ella había archivado en cajas y aún así todavía había vestigios de su niñez. ¿Acaso sería eso lo que le producía esa sensación de vacío? ¿Si volviera a poner todo en su lugar, eso cambiaría?
A veces pensaba que quizás sería bueno hacer terapia para descubrir el motivo de ese agujero en su alma. A veces… se preguntaba si esa sensación duraría por siempre. Y un nombre surgía desde su inconsciente. Jareth. Llevó sus manos a la cabeza. ¿Se estaría volviendo loca? ¿Habría sido aquel sueño parte de su locura?
"Si nos necesitas…"
—Los llamaré —dijo cual trance viéndose al espejo. Su mirada era triste, como quien pierde sus sueños e ilusiones… por siempre.
—¿Sarah? —Karen llamó a su puerta—. Tienes una llamada.
—¿Yo? ¿Quién es?
—Es tu madre —Sarah abrió la puerta viendo confundida a su madrastra. Karen trató de sonreírle para reconfortarla; cada vez que Linda llamaba a la casa era para dos cosas: alegrar o defraudar a su única hija. ¿Qué querría su madre? No era de llamarle seguido, excepto para su cumpleaños y demás festividades. O alguna vacación planificada o… cancelar las próximas.
—Está bien. Gracias, Karen —dijo y descendió para hacerse cargo—. Hola —dijo con voz cansina. Ella temía lo que ya sabía.
—¡Hola, cariño! ¿Cómo has estado?
—Bien —fue todo lo que dijo. "La verdad es que me siento fatal y no sé qué diablos hacer con mi vida, mami. ¿Qué anulas las vacaciones? No hay problema, sé bien que Jeremy y tú la pueden pasar de maravillas sin mí. ¿Por qué voy a preocuparme si las paso aquí o allá? Es un mero detalle."
—¡Genial! Escucha bien lo que tengo para decirte, cariño. ¡No vas a poder creerlo! —"¿De veras?" pensó Sarah con ironía. "¿Qué podrá ser esta vez para que me sorprendas?"
—Dime —dijo en cambio tratando de no mostrar lo sarcástica que se sentía. Y lo hacía bien, si bien había un rastro de tristeza en su voz.
—¿Recuerdas aquella filmación tan importante de la cual te hablé?
—Mh... —Frunció sus labios tratando de pensar. Linda siempre hablaba de distintas filmaciones y todas eran importantes para ella, así como para su padre eran importantes sus clientes. Y... debía reconocer que, irónicamente, Karen era la que más se preocupaba por ella, si no tenía que preocuparse por su padre o por Toby—. ¿La de Hollywood?
—¡Exacto!
—¡¿Lo conseguiste?! —Esta vez su emoción fue fidedigna.
—¡¿Tú qué crees?! —La voz del otro lado del teléfono sonó más alegre que antes.
—¡Oh, mamá, te felicito! ¡Es genial! ¿Qué papel interpretarás?
—¡El protagónico! ¡Yo me preparé para un rol secundario y me dieron el principal! ¡¿Qué tal?!
—¡Eso es genial, ma! ¿Jeremy también se ha presentado para ese film?
—Jeremy será mi antagonista —rió Linda.
—¡Y ni siquiera un beso delante de las cámaras! —se oyó lamentar una masculina voz al otro lado del teléfono y la risita de Linda. Sarah sonrió. Jeremy tenía un excelente humor. No era de extrañarse que su madre se sintiera atraída después de convivir con su aburrido padre. Ella lo amaba, como debía ser, pero eso no le quitaba lo aburrido.
—Bueno, dile que se conforme con hacerte la vida imposible, entonces —sugirió Sarah y escuchó la risa del hombre y luego su voz ya en el auricular.
—Lo tendré en cuenta, Sarah. Y prepárate para asistir con nosotros al estreno ni bien se anuncie.
—De acuerdo —sonrió. Jeremy tenía un carácter precioso, algo ácido a veces, pero, nada de qué temer si no eras contrincante suyo en el mundo del espectáculo.
—¿Es una cita, eh? Mira que esa noche quiero estar con las dos mujeres más hermosas de esta tierra —Oyó la risita de Linda. Sarah se podía imaginar la escena; Jeremy guiñándole un ojo a su madre y esta echándose a reír como una colegiala para luego darle un pequeño golpe con su mano para que le retornase el teléfono.
—¡Adulador! Déjame hablar con mi hija —reclamó la actriz—. Ya me deshice de él, hija. Ahora, dime, ¿si… por casualidad esto durara más de lo planeado…? —"Aquí viene el golpe," pensó Sarah.
—No te preocupes, mamá. Si eso llegara a suceder me quedaré aquí —"Aún si el resto se va de vacaciones. ¿Qué diferencia hace?"
—¡Oh, cariño! ¡Lo siento tanto! Pero, sólo es una suposición. Tú sabes que me gustaría pasar más tiempo contigo.
—Sí, lo sé —"No hay día en que no me lo demuestres"—; no te preocupes; estaré bien —Hubo un silencio del otro lado del tubo.
—Sarah…, te prometo que si eso llegara a suceder, te recompensaré de alguna forma. Sabes que si fuera por mí ya estarías viviendo conmigo. Sólo que las cosas no se han dado…
—Mamá, no quiero escuchar todo eso de nuevo. De verdad, no estoy de humor. He tenido un largo día y ahora sólo quisiera descansar. Me alegro mucho por ambos, de veras. Y estoy segura de que si no es en las vacaciones podré verlos en otro momento. No te preocupes —"En la pantalla del cine o quizás en persona, pero, no por más de un día."
—De acuerdo. No te molestaré más por hoy, cariño —Hubo una leve pausa—. Te amo.
—Yo también —Su voz fue más suave—. Nos vemos.
—Nos vemos —Linda colgó el teléfono con un pesado suspiro. Jeremy la observó con interés.
—¿Problemas? —preguntó el actor.
—Lo de siempre —Su tono denotaba su congoja.
—¿Por qué no le dices que su padre no te ha dejado traerla a vivir con nosotros? —se molestó Jeremy.
—Porque sólo la haría sufrir más. Ya bastantes problemas ha tenido para habituarse a la separación, al matrimonio de Robert como para tener que lidiar con él por algo más —Jeremy la abrazó y apoyó sus labios sobre su sien.
—Amor, si tú quieres pelear por ella, conozco un buen abogado. Tu ex esposo no es el único en el mundo.
—No quiero exponerla, Jeremy. No quiero lastimarla más de lo que ya Robert y yo hemos hecho —Lo miró a los ojos—. Eres un hombre maravilloso, ¿lo sabías?
—¿Coqueteando con tu antagonista? —le sonrió ladino consiguiendo una sonrisa en los femeninos labios.
Sarah ya estaba en su cama, después de un buen baño. Su ropa de noche consistía en una enorme camisola que le llegaba hasta los muslos, con botones en su parte delantera; quizás no era bonita pero resultaba cómoda y cálida. Su cabeza descansaba sobre el respaldo del lecho, en tanto, en sus manos permanecía un libro abierto de los hermanos Grimms. Sus ojos cerrados, se había quedado dormida tras la quinta página. Sus labios entreabiertos en una sugestión a un beso de cuentos de hadas para despertarla.
—Sarah... Sarah… Recurre a mí, Sarah. Aún estoy de pie, Sarah… —Una voz proveniente de ningún lado y a su vez de todos susurraba como una leve brisa. Las facciones de la muchacha comenzaron a perturbarse en sueños.
—¿R-re...? ¿Rey Goblin?
—Mi nombre, Sarah... Tú lo sabes... Di mi nombre, cosa preciosa…
—¿Jareth?
—Sí, Sarah mía. Jareth. Dilo de nuevo, llámame.
—Jareth, tú no existes —murmuró en el trance del descanso—. Eres un sueño —El soberano sonrió sentado de manera poco ortodoxa en su trono ubicado en la tienda. En su mano enguantada sostenía el cristal donde veía a la joven respondiéndole dormida.
—¿Eso crees, mi chiquita? ¿Qué no existo y soy una creación de tus fantasías?
—Eso eres, Rey Goblin. Y... tú... no tienes poder sobre mí —Sonrió en sueños dándose la vuelta dejando caer el libro a un lado de su cuerpo. Ya la voz no se oía para inquietarla.
Jareth apretó puños y mandíbula. ¡Esa muchacha descarada se burlaba en su cara! ¡Como si él tuviera poco que perdonarle!
—Pero, pronto, Sarah... Pronto tendré todo el poder sobre ti, y tú, mi chiquita, tendrás que acostumbrarte a ello —Volvió a sonreír—. Sólo falta una vez más que digas mi nombre, mi nena, y te habrás condenado a ti misma —rió por lo bajo. Y de repente, su rostro se tornó serio—. Tal como me condenaste a mí.
