[Seré honesta: no sé hasta donde llegará está historia (y más con mis otros fanfics sin terminar), pero Malec tiene un lugar especial en mi corazón. Basado en la serie]
A pesar de que siempre se diga que las primeras veces son las más importantes, Alec no piensa igual. Porque si Alec es sincero consigo mismo, la primera vez que vio a Magnus no le prestó mucha atención por tener su mente en otro lado (es decir, en alguien, pero no viene al caso en este momento).
Alec quedó deslumbrado de Magnus cuando su guarida fue descubierta. Cuando era un niño, Alec había escuchado como una vampiro decía que las mejores historias de amor comenzaban con cadáveres cerca, y vaya que tenía razón.
El brujo delante de Alec parecía brilla, y no por toda la brillantina que llevaba encima, sino algo más. Con sus movimientos, Alec tenía la sensación de conocerlo un poco más. Que intentaba sobresalir —más de lo que ya lo hacía— porque él estaba ahí, y eso lo hizo sentir especial.
—Creo que no nos han presentado. Soy Magnus Bane. —Alec se quedó embobado. Al ver tan de cerca la sonrisa del brujo se percató que Magnus podía brillar cada vez más si se lo proponía. Y, por unos segundos, quiso verlo brillar sin toda esa brillantina.
—Alec Lightwood.
Sonrió, como hace tiempo no hacía, y a pesar del miedo que crecía en su interior, quiso disfrutar del momento. Una persona tan brillante como Magnus lo merecía.
