Al salir a la terraza aquella noche después de acostar a Trunks, Bulma aspiró con deleite la brisa procedente del mar, mientras apoyaba las manos sobre la barandilla y cerró los ojos, relajada. Por un instante, sintió que el lejano arrullo del mar y el ligerísimo viento ayudaban a desterrar todo los malos pensamientos de su alma. Que si estaba envejeciendo, que si su marido a veces era un poco cafre, que si no deberían volver enseguida a ocuparse de Capsule Corp...
La mujer sacudió la cabeza con media sonrisa, rendida. Quizá debería irse a dormir para dejar de pensar en tonterías y tratar de disfrutar lo que quedaba de vacaciones lo máximo posible.
En ese instante, escuchó un leve zumbido a su izquierda y supo exactamente de qué, o más bien de quién, se trataba. El hotel estaba situado en una zona más o menos concurrida del complejo de vacaciones, pero la altura de la suite la hacía idónea para evitar miradas indiscretas... U oídos indiscretos.
-¿Qué? ¿Cómo ha ido la excursión?
Vegeta aterrizó con suavidad y sin contestar enseguida, solo mirándola de reojo.
-¿Vas a regañarme?
Tras debatirse entre, efectivamente, regañarlo por huir de ella y de Trunks y no reírse cuando recordó todas las cosas graciosas que habían pasado en el día, Bulma terminó sonriendo, entre conciliadora y divertida.
-No, en realidad no. Más bien, iba a felicitarte por aguantar tanto rato rodeado de gente -dijo al fin, encarándolo con los brazos cruzados.
Vegeta entrecerró los ojos, pero se limitó a bufar y a apoyar la espalda contra la baranda de la terraza, apartando la mirada. Bulma se acercó a él con calma y le rodeó despacio la cintura con los brazos.
-Lo cierto es... que estoy muy contenta de que hayas decidido venir de vacaciones en familia... - confesó en voz baja, dándose cuenta de que era cierto cien por cien-. Y que hayas cumplido la promesa que le hiciste a tu hijo de llevarlo al parque de atracciones.
Vegeta arrugó el morro, pero no respondió. Lo cierto era que, cuando hizo esa promesa, no esperaba que su hijo le atizara con semejante facilidad. Pero ante todo estaba su honor de padre, de príncipe y de guerrero. Jamás incumplía una promesa a alguien.
Cuando notó que Bulma se había quedado en silencio, se giró, comprobando que se había quedado mirando el horizonte con aire ausente, pero un brillo feliz en los ojos. Vegeta sintió bajar sus barreras muy lentamente. Al cuerno el resto del mundo, pero no podía negar que estaba enamorado de Bulma hasta la médula. Por el rabillo del ojo, miró hacia la habitación en penumbra.
-¿Trunks ya se ha dormido? -preguntó entonces en un susurro contra el pelo azul de ella.
Bulma asintió despacio antes de alzar la mirada hacia él.
-Ha caído rendido nada más volver de cenar -reconoció con afecto, al tiempo que también miraba a su espalda, al oscuro dormitorio.
Vegeta miró hacia el mar. En el fondo, aunque quería a su hijo, sentía que era un incordio tener que ir con él cuando podrían salir de hotel ellos dos solos y hacer lo que quisieran.
-Sé lo que estás pensando -le dijo ella entonces, acariciando suavemente su mejilla con los nudillos-. Pero ya tendremos tiempo en casa para hacer locuras, ¿vale?
Vegeta bufó para sus adentros, pero no se apartó de sus caricias.
-Hm. Supongo que tendré que conformarme con eso -gruñó, sin mirarla apenas.
Bulma, en cambio, lo contempló largamente, pensativa. Vegeta captó su intensa mirada y se giró un poco, pero ella retiró el contacto visual en cuanto lo hizo.
-Hmmm -reflexionó, en cambio-. Quizá... Pero no, es una tontería -de inmediato, Bulma sacudió la cabeza-. Olvídalo.
-¿Qué? -se interesó Vegeta.
Pero Bulma repitió su gesto, encarando el mar.
-Nada, olvídalo -reiteró.
-¡No me dejes encima con la duda, Bulma! -exigió Vegeta con el ceño fruncido.
Sin perder la calma, acostumbrada a sus arrebatos, Bulma se incorporó y se mordió el labio, insegura.
-Podríamos... Quedarnos aquí, e intentar no hacer ruido... -se encogió de hombros-. Aunque sé que quizá te parecerá una locura...
-¿Aquí? -la interrumpió Vegeta, sin relajar el rostro. En efecto, pensaba que Bulma se había vuelto un poco loca. El saiyajin vio cómo ella se sonrojaba y abarcó la terraza con un gesto del brazo-. Bulma, estamos a la vista de todos...
Bulma, sin darse por vencida, sonrió misteriosa y se acodó de lado sobre la baranda.
-Vamos, ¿por qué no? Nadie dice que tengamos que desnudarnos -replicó, burlona-. Tan solo... podemos ser discretos y a esta altura solo nos verá quien se quiera fijar mucho... ¿o es que tienes miedo?
Vegeta entrecerró los ojos. Miró hacia la habitación y de nuevo hacia Bulma. Cierto que tenía unas ganas locas de hacer el amor con su preciosa mujer, pero pensaba que tenía que esperar a que volvieran de vacaciones; y eso tenía que reconocer que agriaba su humor más de lo que le gustaría. Esta vez, miró hacia el mar, reflexivo, antes de encarar a Bulma de nuevo. Ella volvía también a mirar hacia el horizonte.
-Y, ¿cuál es tu plan exactamente? -preguntó él en voz baja.
Bulma rotó el cuello para enfocarlo, algo sorprendida, antes de apartarse, quitarse la chaqueta y acercarse más a él.
-Es sencillo -susurró, apoyando las manos sobre sus hombros-. Yo me apoyo en la barandilla un poco, tú te pones a mi espalda, me levantas el vestido, me bajas las bragas y me la metes -sonrió, confiada-. Con total discreción.
Vegeta alzó las cejas, interesado de repente. Si se trataba solo de eso... Sin quererlo, echó un rápido vistazo a la habitación en penumbra al otro lado del cristal.
-¿Tú crees que Trunks no...?
Bulma soltó una risita y le rodeó el cuello con los brazos antes de besarlo despacio, introduciendo la lengua entre sus labios tensos hasta que él se relajó y le devolvió el beso sin esfuerzo.
-Si en algo se parece a ti aparte de en el amor por la lucha -murmuró Bulma contra su boca- es en que duerme como un tronco.
Despacio, Vegeta sonrió y se situó detrás de ella, apoyó las manos en la barandilla junto a las suyas y aspiró el perfume de su pelo. Mientras pasaba la nariz por detrás de su oreja y la curva de su cuello, notó que empezaba a excitarse mientras Bulma suspiraba y echaba la cabeza hacia atrás. Bulma se mordió el labio y encorvó la espalda, de tal manera que sus nalgas aún cubiertas de tela rozaron el pantalón de Vegeta de una forma nada inocente.
-Uy, cariño, ya estás muy duro y apenas hemos empezado...
El saiyajin resopló con el pulso a mil por hora. Por un lado, lo aterraba que lo pudieran descubrir en aquella tesitura. Pero, por el otro... Tenía que darle la razón a Bulma. Precisamente por el riesgo aquello era muy interesante.
Tras masajear los pechos de Bulma y después recorrer las curvas de su cintura, su cadera y sus nalgas, estrujando con deseo la tela que los cubría, el saiyajin atrajo las caderas de Bulma hacia sí con un movimiento seco. Después, levantó la tela del vestido al tiempo que rozaba la suave piel de las nalgas con la base de las manos.
Como debía haber supuesto, su mujer no llevaba más que un fino tanga de color claro cuya tira inferior ya empezaba a acusar los efectos del deseo. Con media sonrisa maliciosa, Vegeta mantuvo una mano sobre el culo de Bulma mientras la otra se deslizaba hacia abajo, hasta alcanzar el espacio lubricado entre los muslos.
En cuanto notó la primera caricia, Bulma soltó un respingo unido a un gritito de sorpresa y anticipación al mismo tiempo. Consecuentemente, la mano libre de Vegeta se dirigió a sus labios, tapándolos por completo.
-Tch, tch... -negó él sobre su oído mientras seguía rozando su clítoris con un dedo, impune. Ella intentó protestar a medias y acto seguido puso los ojos en blanco con un gruñido, consumida por el escalofrío que recorrió su cuerpo cuando su marido, aparte de masturbarla, metió otros dos dedos en su vagina-. Ni se te ocurra hacer más ruido del debido, cariño. O se nos vendrá la fiesta abajo.
Bulma, amordazada por su otra mano, dejó de oponer resistencia casi de inmediato, rendida a su roce experto. Le temblaban las rodillas, su garganta amenazaba con quedarse ronca de tanto gemir y el orgasmo podía hacer su aparición en cualquier momento. Sin embargo, Vegeta también sabía intuir qué gemidos traían consigo el ansiado climax. De ahí que, cuando Bulma estaba ya al borde del colapso sexual, con los nudillos blancos de lo fuerte que se estaba agarrando a la baranda de la terraza, Vegeta retiró la mano de su vulva, que no la de la boca, y sujetando a Bulma contra él, la empotró hasta el fondo sin pensárselo dos veces.
Como imaginaba, Bulma no pudo contener un grito de placer que, afortunadamente, amortiguaron los dedos de él. Vegeta comenzó entonces a moverse tras ella, penetrándola hasta el fondo en cada empuje y acariciando a la vez su ano con un dedo lubricado. Bulma, rendida, se inclinó para exponer más su sexo a los movimientos de Vegeta y no perder el equilibrio, al mismo tiempo.
Unos minutos después, el roce sobre sus dos orificios hizo que la mujer pusiera los ojos en blanco cuando ese conocido latigazo de placer máximo atravesó su cuerpo de punta a punta y provocó que su garganta emitiera un nuevo grito de placer, bloqueados sus labios por la mano de Vegeta.
Este por su parte percibió enseguida que Bulma se había corrido, pero su turno aún no había llegado. Por otra parte, ella estaba tan húmeda que su dura verga entraba y salía de su cuerpo sin ningún esfuerzo por su parte. La elevada lubricación de su vagina hacía que Vegeta notara con más intensidad cada roce con el interior de Bulma. Además, como ya había comprobado, la sensación de poder ser observados le daba casi más urgencia a la situación y hacía que la adrenalina incrementara su sensibilidad a todo lo que le rodeaba.
-Bulma...-susurro cuando comprobó que no podía contenerse más.
Sus brazos abrazaron entonces todo el contorno de su cintura, el saiyajin pegó al máximo sus pieles y se dejó llevar, escuchando cómo Bulma también jadeaba, pletórica, ya con la boca libre, al notar el semen fluyendo hacia su interior.
-Vegeta. Dios...
Después los dos amantes se quedaron un rato así abrazados, contemplando el mar y Vegeta miró hacia abajo. Por suerte, los pocos fiesteros parecían estar lo suficientemente lejos y despistados para no haber visto nada. Pero cuando Bulma se incorporó, separando sus cuerpos del todo, y se giró sonriendo para besarlo, antes de que ninguno pudiera decir nada más, una voz infantil procedente de algún punto a sus espaldas los arrancó rápido de su nebulosa de felicidad.
-Mamá... ¡Mamá!
Bulma, sin dudarlo, se recompuso en tiempo récord y entró enseguida en la habitación a atender a Trunks, como la madre super dedicada que era. Vegeta suspiró, frotándose la cabeza, antes de recolocarse los pantalones y la camisa en su sitio y seguirla despacio hacia el interior.
-Eh, ¿estás bien, cielo? - preguntó Bulma al llegar junto a la cama de su hijo.
Trunks se frotó los ojos con cansancio y desgana.
-Sí - admitió, dándose cuenta enseguida de que quizá había hecho algo que ya no consideraba de su edad-. No es nada. Solo un mal sueño, pero ya estoy bien.
Bulma lo miró con medio gesto socarrón. De tal palo...
-De acuerdo, a dormir entonces.
Como de costumbre, quiso darle un beso de buenas noches. Pero Trunks, a diferencia de otras veces, pareció rehuir un poco el gesto. Bulma sacudió la cabeza a sus espaldas, divertida, mientras el pequeño ya entraba de nuevo en el mundo de los sueños.
Al incorporarse, vio que Vegeta los observaba desde el umbral de la puerta del pequeño dormitorio accesorio de la suite. Bulma mantuvo la sonrisa, salió a la pieza principal y volvió la puerta tras de sí.
-¿Todo en orden? - quiso saber el saiyajin.
Bulma asintió y lo besó en los labios.
-Sí. Todo en orden.
"Aunque" , reflexionó para sus adentros con sorna mientras ambos se cambiaban para acostarse en la gran cama de la suite y al acurrucarse entre los brazos de Vegeta para dormir por fin, "jamás pensé que podrían parecerse tanto los dos en algunas cosas..." Pero, en el fondo y si lo pensaba bien, tampoco es que le importase demasiado.
Los quería y los querría siempre tal y como eran. Y eso era alguien que nadie podría cambiar nunca.
