Sueños Pesados

Después de descubrir la verdadera identidad del ladrón, la mente de la quería Reina Malvada ha empezado a jugarle malas pasadas, en especial en las horas de la noche. Ubicado después del capítulo 3x15, no está apegado a la historia, pasen y lean.

La luz del sol le daba en la cara, Regina abrió los ojos y se estiró, sintió unos fuertes brazos a su alrededor y se giró con cuidado, ahí estaba él, Robin, el ladrón, quien ahora sabía era su nuevo amor verdadero, el problema de esta situación no era precisamente que hace menos de un día lo conocía, o al menos tenía conciencia de conocerlo, sino que no recordaba cómo era que habían llegado a esta situación.

Miro bajo las sábanas, tenía puesto un camisón y él tenía puesto su pantalón, trato de recordar cómo fue que terminaron durmiendo en la misma cama, al menos su ropa decía que no había pasado nada, o al menos eso quería creer, cerró los ojos y trato de pensar que había pasado la noche anterior, la imagen de haberlo visto con su hijo surgió, ella abrió los ojos y se preguntó si él la había visto y al irse la había seguido.

Suspiró, nada tenía sentido, y si él la había seguido o no, no respondía porque estaban en la misma cama, ¿Tanto habían tomado anoche?, pero no le dolía la cabeza, esa no podía ser una opción, llegó a pensar en otra maldición y se le escapó una risita al pensar que iban de mal en peor.

-Me alegra que estés despierta- dijo él acercándola más hacia sí mismo y la besó, ella a pesar de estar aún muy sorprendida correspondió el beso, el poco a poco se fue acomodando sobre ella pero sin dejar caer el peso de su cuerpo sobre el de ella.

Dejaron de besarse en cuanto el aire les empezó a hacer falta, él empezó a besar el cuello de Regina, ella por su parte trataba de mantenerse cuerda, trataba de unir cabos, ¿A caso en algún momento de la noche ella llegó a confesarse?, no, no podía ser, eso no era algo que Regina Mills hiciera.

En el camino de besos que el ladrón fue dejando por el cuello de la bruja encontró un punto sensible cerca de la oreja y eso la hizo estremecer, ella se mordió el labio para tratar de reprimir algún gemido, él volvió a sus labios y en medio del beso los mordió gentilmente, en ese momento cualquier voluntad que Regina estuviera juntando para parar esa situación se desvaneció y se dejó hacer.

En un impulso de lujuria ella logró ponerse sobre él y se sentó sobre la pelvis del ladrón con la piernas colgando a cada lado de las caderas del hombre, ella se inclinó hacía él, mientras él se apoyó en los codos para levantarse un poco, ella lo besó con una devoción digna de una mujer con su lujuria al tope, ¿Cómo es que él lograba ponerla así?

Ella empezó a dejar un camino de cortos besos por su cuello, beso su manzana de Adán, ella empezó a descender por su pecho y él se echó para atrás, con sus manos empezó a acariciar las largas y torneadas piernas de la alcaldesa hasta llegar a su trasero, lo apretó un poco y Regina gimió, él tomo la caderas de la alcaldesa y empezó a mecerlas invitándola a moverse.

Regina se irguió y no sólo empezó a moverse sino que también empezó a desabotonar los molestos pantalones del ladrón, ella empezó a sentir como el miembro de él empezaba a crecer haciendo una ligera presión contra su intimidad.

Él no lo soporto más y tomó el control de la situación con un rápido movimiento, ahora era él quién estaba arriba y se quitó los pantalones, ella enroscó sus piernas alrededor de las de él atrayéndolo hacía sí misma, ella le sonrió traviesa, él le sonrió cómplice y empezaron a amarse.

De ahí para allá todo se convirtió en una guerra de besos y caricias donde el que hiciera disfrutar más al otro ganaba, el besaba el pecho de ella, ella masajeaba su miembro, la excitación crecía a cada momento, él la miro como pidiendo permiso, ella lo miro suplicante, ambos quería lo mismo, terminaron por deshacerse de las pocas prendas que les quedaban encima.

El se encontraba en su entrada y la miró, los ojos le brillaban con algo que podía distinguir como alegría, tenía las mejillas sonrojadas y le dedicaba una cálida sonrisa.

-Te amo- le dijo él y acto seguido, entró en ella.

Regina se despertó agitada, con el corazón zumbándole en los oídos, su digito cardiaco estaba por los cielos y ni hablar de lo ahogada que se sentía, se tocó la cara al echarse el cabello para atrás y se dio cuenta que la tenía caliente, miro a su alrededor y a un lado de la cama vio la hora en un pequeño despertador, eran las 2 de la mañana y estaba sola, sola como un pepino, y desgraciadamente quería algo con las dimensiones similares a las de uno dentro de ella justo en ese instante.

¿Pero qué estaba pensando?, ni ella misma se reconocía, aunque dudaba que alguien se reconociese a sí mismo cuando estaba caliente, suspiro, seria una larga madrugada.

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