Titulo: EL CAMINO.

autora: Trades

Spoilers: Todas las temporadas mas las nueve que están en mi cabeza...lo cual es creativo, ¿cierto?...¡¿CIERTO?!.

Sumario: Michael va por una taza de café y un croissant, lo cual en este mundo puede terminar con la dominación total del planeta, etc. Etc.

Disclaimer: VA AL FINAL, PORQUE ABURRE.

Dedicado a: Todos

El Camino

Prologo:

Croissant

8 minutos para las 11.

Costumbres. Una palabra que significaba tan poco para el mundo, excepto para los eventuales reproches de una esposa resentida. Una palabra, que no era mas que una palabra, a veces sinónimo de seguridad, a veces de aburrimiento; era para él una señal de debilidad, y la debilidad, en su mundo, significaba siempre la muerte.

Significaba anhelo por algo arrebatado, significaba otros tiempos, en que la vida, no era terror, decepción, ira. Significaba memorias, de un tiempo, en que él había sido humano, en que mirarse al espejo no era doloroso (al menos no siempre), significaba, un tiempo, en que él había tenido fe y compasión.

Entro a la cafetería, y se sentó en la misma mesa de siempre, frente a la ventana. Solía sentarse de lado. Como siempre. Esperar que la mesera se le acercara, lo mirara, tímida y apreciativamente, y le pidiera la orden: café expreso y un croissant. Luego iría a pedir la orden, diría algo no muy casto sobre él, y las otras se reirían. No le había pasado por alto, que se turnarán para atenderlo, y que a veces hubiera una que otra mirada disconforme entre ellas. Tampoco se le pasaba en alto, el hecho de que al pagar la cuenta la mirada de la cajera, se deslizara desde sus pies, quedándose pegada por un incorrecto minuto en su entrepierna, para luego quedarse otro minuto pegada en sus ojos; y al darse la vuelta para irse, ocho par de ojos, se quedaran pegados en la parte baja de su anatomía... aunque llevara uno de sus abrigos largos.

A él no se le pasaba por alto. A él no se le pasaba por alto nada.

El hecho era, que él podía vivir con eso, podía vivir con el hecho de no pisar la cafetería nuevamente en su vida, pero había escogido venir a ella después de cada cierto tiempo. Eso era. Costumbre. La costumbre era peligrosa en su mundo, pero cuando algo no lo había sido.

Todos estaban en su lugar, como una gran obra que empezaba cuando él ingresaba por la puerta. *¿Hablando de los niveles de confianza Madeleine? *. Vio al hombre de negocios sentado una mesa por medio, a la maestra de primaria, tres mesas mas allá, al hombre de la esquina leyendo el periódico. El resto eran irrelevantes para él, no formaban parte de obra. Todo estaba casi completo, solo faltaba ella. Se sentó, pidió su orden, y espero. Cinco minutos para las once.

Cruzo la calle, con su ahora acostumbrada falta de cuidado, y agradeció en silencio, que en este lugar, el trafico fuera todo lo quieto que podía ser en la ciudad. Se paso la mano por el cabello, tratando de alisarlo, sin conseguirlo. Odiaba su cabello, o al menos le disgustaba sobremanera esa actitud de *anarquía UK.*, que siempre tenia hacia ella. Envidiaba a las mujeres de cabello lacio, o al menos ondulado, pero obediente. Miro su reloj, *un té de hierbas, un croissant, el diario electrónico... si, eso es lo que quiero *. Pero no era cierto. Si lo hubiera sido, no se habría puesto esa falda de seda azul, apegada al cuerpo, con un tajo lateral, ni se habría puesto ese sweater negro apegado, con un escote levemente pronunciado en V, ni las botas Valentino, ni su chaqueta de cuero favorita, hasta la cintura, muy Gucci, ¡muuy no necesaria elegancia para ser tres minutos para las once de la mañana!. Estaba loca. Por supuesto, eso era algo, con lo que vivía, se dijo con humor, eso, y el hecho de estar absolutamente sola en esa ciudad, en ese continente, en la vida, *no... mucha profundidad, por un día *, y Dios sabia lo que eso le hacia... lo que le había hecho. Se puso nerviosa, empujo la puerta, no se saco las gafas, porque ¡vamos!, ella era solo una criatura de dieciocho años, Aspiro el olor a café, y entro.

Eso era. Al fin cada pieza del rompecabezas, estaba en su lugar, la mesera llego con su café, y le sonrió, él le devolvió la sonrisa, y ella se sonrojo un poco. Se alejo, y se acerco a la joven sentada dos mesas mas allá de él, los patrones vinieron a él, con su extrañamente no aburrido desarrollo. La joven se quito las gafas.

Ella subiría sus ojos, los cuales dependiendo de su animo, serian más azul oscuro, si estaba enojada o cansada; azul claro, vulnerables, si estaba triste, y si había llorado, como él sabía, violetas, si estaba emocionada por algo; (no quiso pensar en la razón por la cual sabia todo esto, permitiéndose solo la obvia: que él era un maníaco obsesionado por los detalles) o celestes cuando estaba feliz, o tranquila, o estaba intensamente concentrada en algo, o la combinación más imposible de todas, celeste violetas, solo lo había visto una vez y no estaba sola, un hombre joven, como de su edad, la acompañaba, parecían conocerse, desde hace tiempo y por lo que vio, a ella parecía agradarle. Mucho. No lo había visto mas y no le interesaba, un libro abierto, niño prodigio como ella, actitud de chico malo, inmaduro. Insustancial. Bebió de su café, y alejo de su mente el hecho de que nada de lo que pensaba era coherente con lo que él era; pero después de todo, no estaba aquí para ser coherente, le defendió una extraña y poco conocida voz interior.

Ella levanto los ojos y él dejo de beber café. Celeste violeta. Inconscientemente miro a su alrededor en busca de la posible víctima, (tampoco quiso pensar en eso). Ella ordenó. *Croissant y mantequilla, té de hierbas chinas o hindúes *, dijo mentalmente antes que ella ordenara.

Ella paseo sus ojos por la sala, y por un breve instante sus miradas se encontraron. Electricidad.

Él mantuvo la vista impasible, mientras ella se perdía en sus ojos. Él lo sabia, por supuesto, no era ni la primera ni la ultima. La diferencia era que por primera vez en mucho tiempo, el también se perdió... y no era la primera vez. Ella bajo la vista avergonzadamente, y él reparo en lo deliciosamente infantil del gesto. Eso lo incomodo. Con su habitual frialdad, él bebió el resto de su café, mientras mentalmente aprobaba su ropa, el escote, el tajo. Blanca. Diáfana. Flor inglesa, una descripción muy común, para alguien que definitivamente no era eso. Etérea. Delicada. Extrañamente incandescente. Era más. Y cuando creciera lo suficiente, lo notaría, se recordó algo sarcástico... No quiso preguntarse el por que no debía preguntarse, acerca de si iría a tener una cita, eran las once veintitrés de la mañana, probablemente tendría alguna cita de trabajo. Chica prodigio, por lo que sabía... y él lo sabía.

El hombre de negocios, se levanto y fue a pagar a la caja registradora. La función terminaba. Se levanto, tomo su croissant, y lo envolvió cuidadosamente en una servilleta, consciente de que la joven del cabello negro ondulado lo miraba. No le molesto, se dirigió a la caja y escucho a la joven pedir otro croissant. Se pregunto si pelearía muy a menudo con su cabello... era obvia la respuesta. Era un cabello hermoso. Ondulado. Ensortijado. Negro hasta los hombros. Brillante. Muchos querrían meter sus dedos ahí. Tentador. Prohibido.

-¿trabajando hasta tarde otra vez? - le dijo la mesera, *ya las conoces, por supuesto que si... pequeñas conexiones, para mantener la estabilidad mental *.

- como siempre- le sonrió a la mesera. Voz inglesa, aristocrática, suave- ¿puedes traerme otro de estos?

- claro, ¿otro té?.

- no gracias, eso es todo - *escuela católica *.

- quédese con el cambio- murmuro a la cajera, y ella le otorgó una brillante sonrisa. Su celular comenzó a sonar.

- gracias que tenga un buen día. Vuelva pronto- le dijo la cajera, y ella realmente lo decía. El le sonrió levemente y ella se sonrojo un poco, las otras de seguro, estaban mirando, sintió unas risas levemente ahogadas. Juventud. Vio el reloj, once treinta minutos. Celular.

- si- voz suave, francesa, *lo derrites todo, ¿no es así? *, se dijo ella.

-Jaquee - le respondió la voz, y el corto.

Saco sus gafas del bolsillo pero no se las puso. Como cada vez que se iba, sintió ocho par de ojos pegarse a su parte trasera, paso al lado de la joven, quien se agacho enfrente de su computadora para no verlo. Sonrió un poco internamente y por el rabillo del ojo, vio la pantalla, *Digiworld, Software Enterprises*. Salió por la puerta y en un impulso poco conocido, volteo a verla, ella lo veía de lado y se sonrojo, él le sonrió levemente, y se fue. ¿Satisfacción?.

La mesera se le acerco, le entrego la orden, y antes de irse le dijo:

-bienvenida al club- le sonrió con simpatía, y ella a través de su vergüenza, le devolvió la sonrisa- ya me estaba preocupando de que no levantaras la vista en todo este tiempo, al menos, no lo suficiente- y lo dijo con tal comicidad, que ella se rió. Él lo escucho mientras pasaba frente a la cafetería, sin mirar, y con los anteojos ya puestos, sonrió internamente de nuevo pero no por el hecho de que ella se uniera al club, como obviamente le dijo la mesera, sino porque tenia una hermosa risa, tal como lo había pensado.

Once Cincuenta Y Cinco, Michael Samuelle regreso a la Sección. Costumbres, una peligrosa opción.

CONTINUA CAPITULO UNO

LO PROMETIDO ES DEUDA:

Disclaimer: Muy bien terrícolas, repitan después de mi *todos los personajes, el ambiente, la ropa, el auto que esta en la esquina oeste con... (lo siento, me entusiasme) etc. es de los creadores de LFN, (ustedes saben quienes son)...Madeleine no me esta hablando, Madeleine no me esta hablando!!...Lo siento, me fui por otro lado de nuevo*. Hay Unos poemas, esos son míos, ¡¡nada mas que míos, y solo a mi responderán!!, así como Emma, Maria, Hagen, y otros que se me ocurrirán en el transcurso de esto.