Recompensa.

Sentenció el momento con la mirada sombría. El rubio se dedicó a mirarle de reojo y hacer una mueca, dibujándose en el rostro una sonrisa sorna.

—¿Y bien, Potter? —escupió con notoria arrogancia al acompañante de menor edad junto a él.
—Haz lo que tengas que hacer —aseguró el chico de las gafas valerosamente.

En un movimiento rápido, el de tono blondo pisó el acelerador, provocando un incesante jaloneo dentro del automóvil. El abatimiento logró sacarle las gafas al muchachito de cabello rebelde. Se agachó, yendo en búsqueda de los anteojos brevemente.

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—¡Nos están siguiendo! —bramó el otro joven frunciendo el entrecejo—. Potter, ¡haz algo!
—¡Espera, Malfoy! —pidió el azabache con voz ronca.
—¡Pero…!

A Potter parecía no importarle la situación; se encontraba bastante sereno. La verdad, el rubio dudaba si podía contar con su compinche o no.
Ya que el azabache hubo hallado a sus compañeros redondos, se reincorporó en el asiento y bufó con incordio.

—¡¿Y bien?! —vociferó Malfoy con los ojos desorbitados.
—Sigue derecho unas cuantas cuadras, yo te diré en dónde des vuelta.

Dicho y hecho, el chico de ojos azules condujo a velocidad ilegal, atrayendo más miradas, pero perdiendo de vista por lo menos a un par de patrullas.
Apretó el pedal, dándose cuenta de que la calle casi finalizaba, quedando por poco atrapados en la vía cerrada.

Escuchó el señalamiento de Potter con atención y finalmente dio vuelta a la izquierda. Derecho, un par de cuadras, derecha, izquierda; derecho, curva, izquierda…

Y callejón.

—Estupendo —soltó el rubio recargando la cabeza en el volante, dejando salir un suspiro.
—Lo logramos —aseguró el de gafas con media sonrisa en el rostro—. Pero… ¿por qué titubeaste al principio, Malfoy? —preguntó con mirada inocente.
—Cállate, Potter. No estás para saberlo.

El mencionado no hizo más que voltear la mirada, ignorando la actitud ya conocida del rubio.

—¿Y bien? —dijo luego de unos minutos de silencio. ¿Cuál es mi recompensa?
—Eres un jodón, Potter —aseguró el de mirada celeste sonriendo de medio lado.

En un corto lapso, Malfoy se desabrochó el cinturón, logrando acercarse más al de cabello rebelde.

—¿Quieres tu recompensa, Harry? —musitó observando el rostro del chico penetrantemente.
—Me la prometiste, Draco —dijo el menor en el mismo tono.

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—Nos vemos luego, Potter —anunció el rubio mientras cubría el diamante escarlata obtenido antes del abatimiento policiaco. Únicamente recibió un asentimiento como respuesta.

Y luego de subir el vidrio polarizado, huyó.
El azabache dio la media vuelta, dirigiéndose a la puerta principal de su escondida residencia.
Acercó la mano a la perilla y llevó a cabo el medio giro a la par de empujarla. Entró en la estancia y cerró la puerta, arrojándose al sillón; soltando un suspiro.

—Tal vez no esté tan mal ser un ladronzuelo —susurró para él mismo, sonriendo de medio lado.

Tal vez no estaba tan mal, o eso consideraba, pero estaba seguro de algo:

Para Harry Potter, los besos de Draco Malfoy eran por mucho, la mejor recompensa.