PROSTITUTO CON MODALES.
Año 1977. ITALIA.
Una mujer corría por la calle desesperada. Entre sus brazos llevaba un niño de tan solo cuatro años. Las viejas calles de Italia estaban completamente desiertas. Tras la mujer corría un niño de diez años con el cabello rubio y ojos azules. Desde la otra esquina un chico de trece años con pelo negro y ojos color chocolate los llamaba con desesperación. La lluvia caía ferozmente sobre los cuerpos de aquellas personas. Al girar la esquina un hombre rubio y de tez clara los paró.
-Venid aquí.- Les ordenó la voz.- Entrar, estaremos a salvo.
-No creo que sea buena idea.- Protestó la mujer.
-No voy a permitir que les hagan daño a mis hijos y mi mujer.- El hombre acarició la cabeza empapada del pequeño Aro Cullen.- No lo voy a permitir ¿Me entendéis?
La mujer sonrió y miró a sus otros dos hijos.
-Carlisle, Charlie, coger al pequeño Aro y esconderos entre aquellos coches.- La mujer estaba llorando y su cuerpo temblaba.
-Sí, mamá.- Dijo el pequeño Carlisle tomando en brazos al pequeño Aro.
La mujer y el hombre se colocaron detrás de la puerta con miedo a ser descubiertos. Las horas pasaron y la lluvia dejó de caer. El hombre de tez clara salió a la calle para comprobar que estuviera despejada. Lo único que podía ver, era a gente normal cogiendo sus coches para ir a trabajar. El hombre tragó en seco y rezó porque la mafia se hubiera olvidado de él. Había aprendido una buena lección "Con la mafia no se juega" Indicó a la mujer que saliera y detrás de ella salieron los tres niños. Un poco más calmados caminaron por las calles de Roma.
No podían volver a su casa, no podían acudir a la policía ¿Qué más les quedaba por hacer? La mujer rebuscó en sus bolsillos para encontrar algunas monedas y comprar algo de comer para su pequeño Aro. Ellos aguantarían hasta llegar a alguna parte. La familia se sentó en un parque y esperó a que el padre volviera con comida. Cuando pensaban que todo estaba calmado, los niños se fueron a jugar a los columpios, de pronto una mano agarró el hombro de la mujer y la miró con desafío.
-¿Qué queréis?- Preguntó casi sin voz.
-Cobrar la deuda del señor Cullen.- El hombre trajeado rió.
-Yo no sé nada.- La mujer miró desesperada a sus tres hijos.- Dejarnos en paz, son niños y tienen miedo.
-Las deudas se pagan, señora, y ya es hora.- El hombre ordenó a otro que cogiera a los niños.- Él sabe lo que es meterse con la mafia. Su antigua mujer sufrió mucho en su muerte.
La mujer no dejó de llorar mientras veía como cogían a sus tres hijos. Caminó en silencio hasta una mansión demasiado protegida y entró rogando que no mataran a sus hijos. Las horas pasaban y los matones de la mafia no encontraban a John. Los había abandonado.
Ella miró a su primogénito Charlie. El mayor era su niño del alma. Charlie Swan llevaba con orgullo el apellido de su padre. Rachel recordó el día en que murió su marido dejándole a su precioso niño de pelo negro y mirada penetrante. Dos años después, viajó desde estados unidos a Italia y allí conoció a John Cullen. El hombre de tez clara y cabello rubio la enamoró en tan solo un año. El hombre tenía a cargo a su único hijo de tan solo cinco años. Poco a poco formaron su familia de nuevo y llegó al mundo el pequeño Aro.
La puerta se abrió y pudo ver a un hombre alto y fornido. Éste se dirigió a ella con una gran sonrisa y la sacó de la habitación dejando allí a los tres niños. La mujer caminó entre sollozos detrás del hombre hasta una sala con una gran mesa, una chimenea, unos sofás blancos y mucha comida.
-Sit.- Le ordenó el hombre.- Il capo arriviamo súbito. (Siéntate…el jefe llegará enseguida.)
-Grazie.- Le contestó Rachel temblando.
Un hombre de tez pálida entró en la sala y todos los hombres que allí habían, lo saludaron agachando la cabeza. El hombre se acercó a Rachel y le tendió la mano colmándola de piropos. Aquel hombre extraño, el explicó que su marido era americano y vino a Italia cuando tenía quince años. Desde ese momento se volvió un grano en el culo para ellos. No querían repetir lo que ocurrió hacía años con su anterior esposa, así que esta vez les daría la libertad a ella y sus hijos. Pero como en todos los contratos de la mafia, el hombre escondía una clausula. Ella sería libre junto a los dos mayores. El pequeño Aro sería un Vulturi y heredaría el negocio.
La mujer tuvo que aceptar aquella cláusula, si no todos serían asesinados. Con el dolor más grande en el corazón que puede tener una madre, dejó allí a su pequeño Aro y salió rumbo al aeropuerto con Charlie y Carlisle. Al llegar allí, se encontró con John. Los dos pelearon por los niños y por lo sucedido. Rachel abandonó Italia junto a su hijo Charlie, ya que el pequeño Carlisle se quedó a la fuerza con John. Un año después John fue capturado por la mafia y el pequeño Carlisle Cullen acabó en un orfanato.
Bella Swan. Año 2011.
La vida puede dar muchas vueltas. Desde que era pequeña vivía entre nubes de algodón. Bella creía que no era una niña de esas ricas, que consiguen todo lo que quieren. Aún que nunca le faltó de nada. Una carrera universitaria fabulosa, le llevó a ser quien era hoy en día. A sus veintiséis años, dirigía parte de la empresa de su padre. Charlie Swan era el empresario más respetado de todo Forks y alrededores. Hacía más de dos años que su padre se había fusionado con Phil Hale. La mano derecha de Charlie. Phil y Charlie tenían a otro amigo que estaba muy cerca de unirse a la empresa como socio. El señor Brandon.
Tanto la hija de Phil Hale, como la hija de Thomas Brandon, trabajaban en la empresa. Siendo así sus mejores amigas. Rosalie Hale era una mujer exuberante. Rubia platino y alta. Su belleza deslumbraba a todo hombre que se reunía en la sala de juntas para algún negocio. Ella simplemente era perfecta. Alice Brandon sin embargo era todo lo contrario. También era hermosa y llamaba mucho la atención, pero ella pasaba de todo hombre. Su cabello negro corto y despuntado era su sello de identificación, aun que debían reconocer que sus ojos negros eran penetrantes y muy vivos.
Bella al contrario de ellas dos, era una muchacha simple. Su cabello era castaño y sus ojos de un marrón achocolatado. Su tez era algo pálida y era propensa a los tropiezos. Aun así, su padre Charlie confiaba ciegamente en ella. Él siempre le había recordado cual era su posición social y con que gente debía tratar. Bella estaba destinada a casarse con un hombre rico que heredara la empresa y le diera una buena vida.
Ese día, era un día muy especial. Su padre Charlie y su madre Reneé celebraban sus veintisiete años de casados. Rosalie y Alice habían convencido a Bella para salir esa noche de fiesta y dejarlos solos. Así que ella estaba preparándose para ello mentalmente en su despacho. Nunca pensó que esa noche, cambiaría su vida para siempre.
Sentada en la silla de su despacho, observaba la pantalla de su ordenador. En ella había un fondo de escritorio muy peculiar. En esa foto, estaban Rosalie, Alice y ella, rodeadas de la gente de la universidad. Podía observar al antiguo novio de Rosalie. Hizo un pequeño mohín con su nariz. Royce siempre le dio asco. Ellos dos lo dejaron cuando ella se enteró que él la engañaba con Jessica Stanley.
Alice estaba al lado de James. Ese joven en su día prometía mucho. Era un chico astuto, con picardía. Muy bueno para los negocios, pero se perdió en alguna parte del camino y terminó siendo lo peor de la universidad en el último año. Al final, terminó en la cárcel. Bella se encontraba en el centro de todos ellos, junto a Ben, Ángela, Lauren, Tyler y Mike Newton. A su lado se encontraba su ex novio Jacob Black.
Jacob se fue a vivir a la reserva de La Push nada más acabar su carrera. Jacob tenía mucho dinero y sabía muy bien como hacer que este se doblara. Charlie siempre pensó que sería un buen partido para su hija. Incluso llegó a hablar con Billy Black para prometerlos, pero las cosas no funcionaron como él quiso. Él era dos años mayor que ella. Así que hasta que ella no acabó su carrera y se trasladó desde Phoenix hasta Forks para trabajar con su padre, no lo volvió a ver. Para ese entonces, él estaba saliendo con una chica llamada Claire.
Miró el reloj una vez más y suspiró con pesadez. Las chicas estaban a punto de llegar y de llevarla a la peor noche de su vida. Alice entró por la puerta sonriendo y realmente hermosa. Llevaba un vestido negro sin mangas y muy ajustado hasta mitad de muslo. Su pelo como siempre cada punta hacía un lado y su sonrisa imborrable en sus labios.
Rosalie entró detrás y Bella quiso morirse. Ella era la envidia de todas las mujeres sobre la faz de la tierra. Su cabellera rubia caía por sus hombros. Un vestido rojo adornaba su cuerpo. Sus finos tirantes dejaban ver que no llevaba sujetador. La parte delantera caía suelta sobre sus pechos. Suspiró y trató de relajarse. De todas formas, no buscaba a nadie con quien ligar. Estaba demasiado cansada después de Jake y los que llegaron después sin éxito. Todos buscaban tener más dinero, más poder. Sin embargo ella no podía casarse con quien quisiera, sino con quien debiera.
Caminaron hasta el coche cuando salieron del edificio y Bella condujo hasta donde le mandó Rosalie. El trayecto fue entre risas mientras cantaban canciones de la radio. Pararon en un semáforo y unos chicos se las quedaron mirando. Alice les enseñó su dedo corazón y todas rieron dentro del coche. Al llegar, se dio cuenta que era un sitio donde las mujeres iba a ver a hombres despelotarse y a emborracharse. Trató de dejarlas allí y salir pitando con el coche, pero Rosalie le quitó las llaves y se las guardó. Aquello iba a ser un infierno.
Salió del coche despacio y observó como Ross cerraba la puerta. Aquello era realmente frustrante. Tuvo que contenerse, ya que podía sentir el escozor de sus ojos y eso sería un motivo de burla para las chicas. Ella no estaba educada para esa zona. La gente de la calle las miraba de arriba abajo como si fueran un trozo de carne al cual degustar. Cuando llegaron a la puerta, el mundo terminó de caerse encima de Bella. El portero era un tipo gordo y muy alto con tan solo su mirada podría hacerse pis en la puerta.
Entró en la sala y casi se cayó del olor a alcohol y cigarrillos que allí había. Sus amigas parecían divertidas. Caminó tras ellas cogiendo la mano de Rosalie. No sabía exactamente porque se había cogido a ella, tal vez por ser más alta y con mal carácter, pero eso la hizo sentí un poco aliviada. Ellas caminaron hasta una mesa redonda justo delante del escenario. Rosalie parecía conocerse muy bien el lugar.
-¿Ross?- La música estaba demasiado alta. -¡¿Ross?
-¿Qué pasa?- Una sonrisa estaba dibujada en sus labios, realmente le entraron ganas de borrársela por llevarla allí.- No tengas miedo, ni vergüenza.
-No es miedo.- La miró con mala cara.- Solo es que este lugar no me gusta.
-Eres una puta reprimida.- Le dijo Alice riéndose.- Suéltate Bella.
-No soy una reprimida. No soy virgen.- Le contestó molesta.
-Eso lo sabemos.- Agregó Rosalie.- Solo que lo has hecho como ocho veces y no has disfrutado ninguna. Solo lo has hecho por ellos. Ninguno te gustaba de verdad.
-¿Y?- La miró rabiosa.- A mi no me hace falta el sexo como a vosotras para vivir, ni mucho menos los hombres.
-¡Que hombres!- Gritó Alice saliéndose de la conversación.- Dios yo quiero verlos a todos.
Había seis chicos en el escenario. Un hombre decía los nombres falsos de los chicos y en que puesto iban a salir. Bella se fijó como Rosalie hacía ojitos por uno de ellos y Alice babeaba por todos. Realmente debía admitir que estaban buenos todos, pero no le llamaban. Los seis hombres se metieron para dentro y las luces se apagaron. Salieron dos que no lo hacían muy bien. Mientras ellos bailaban, ellas, no paraban de beber. La luz volvió a apagarse y se escuchó una sirena de coche.
Un chico salió vestido de bombero y empezó a desnudarse al ritmo de la música. Las tres ya habían tomado unas copas de más y eso no era nada bueno. Bella vio como Rosalie empezaba a meterle dinero en el tanga a aquel muchacho musculoso, moreno de piel, con ojos color miel claro y cabello negro rizado. No dejaban de comerse con la mirada. Al acabar, vio como el muchacho bajaba de allí y se llevaba a Rosalie a tomar una copa a la barra.
El espectáculo volvió a empezar y esta vez salió un chico rubio de ojos azules. Él iba vestido con un traje de policía. Esta vez fue el turno de su amiga Alice. Ella no dejaba de mirar al chico y sonreía. Al acabar, se bajó y se llevó a su otra amiga dejándola allí sentada en la silla sin saber que hacer o decir.
Bella no podía creer como podían juntarse con esa chusma. Todos ellos eran unos aprovechados que solo buscarían su dinero. Por eso, Charlie, siempre le recordaba que debía estar con uno de su misma clase. Al menos ellos no tratarían de robarle nada.
El tiempo pasaba lentamente y ella deseaba salir de allí. Había perdido al noción del tiempo cuando se acercó Rosalie y le comunicó que se iban con Emmett y Jasper a pasar la noche. Aquello la dejo con la boca abierta. Lo que más le impactó fue ver como su amiga le dejaba un fajo de billetes en la mano y me decía que se llevaba el coche a un hotel con ellos dentro.
No le dio tiempo a reaccionar, cuando se quise dar cuenta estaba caminando por una calle oscura sin encontrar un taxi. Había mucha gente apoyada en farolas y muy poco vestida. En la otra cera había hombres y la miraban extraño. Un nudo se formó en su garganta y sus ojos empezaron a escocerle. Iba demasiado borracha y se sentía observada. Pensó que iba a desaparecer allí, si le cogían y la violaban o... la mataba algún loco psicópata. Con terror, alzó su vista y se centró en alguien que la dejó muda. Sus ojos verdes se clavaron en los suyos. Una sonrisa hermosa atravesó su cara y ella se quedó allí parada, sin saber qué hacer. Él era hermoso, pero...¿Y si la violaba o mataba?
