Era un día brillante y soleado en pueblo berteno, uno que no se había vuelto a ver en años, al menos hasta que los trolls llegaron a ocupar su lugar en el árbol troll nuevamente.

Y era justamente gracias a eso que también era una mañana agitada, pues desde que su hogar fuera destruido por la malvada chef real algunas semanas atrás, nuestros pequeños amigos ahora se veían forzados a tener que reconstruir sus hogares de nuevo. Pero no lo mal interpreten, para ellos eso no representaba una tarea tediosa y pesada, en realidad, era bastante divertido.

Desde escoger la semilla adecuada para cada tipo de casa, regarla y hacerla crecer hasta colocarla en la rama indicada y decorarla, todo era mágico y tan lleno de color que las canciones y los juegos estaban siempre a la orden del día.

Ahí podía verse a Grandulón y al señor peluche regando una diminuta semilla color turquesa, que tras un par de minutos llegaba a crecer quince veces su tamaño y se convertía en una enorme flor de diversas tonalidades de color azul y a Satín, Seda y DJ haciendo un par de cortes en las hojas para crear ventanas y puertas, o a Cooper y Chiquilina pintando los bordes de los pétalos. Incluso Bridget estaba ahí para colocar la casa en lo alto del árbol, respaldada por Poppy que ya se encontraba en la cima de la rama destinada, alzando los brazos para cuidar que la flor se colocase justo en el lugar correcto.

-Sólo un poquitín más a la derecha - Poppy llevaba ambas manos alrededor de su boca para que su voz llegara a los oidos de su amiga alto y claro.

Bridget se estiró un poco más con algo de esfuerzo y teniendo la flor extendida en su palma la colocó justo debajo de la rama. A continuación, la planta se hizo un ovillo y de la punta que formaban las terminaciones de las hojas salió un hilillo de color verde que se aferró a la base de la rama del árbol por sí mismo.

-Muy bien Bridget- celebró Poppy

-Sí-dijo Cooper

-Ha quedado perfecto- terciaron las gemelas

Bridget sonrió un poco al tiempo que se ruborizaba un tanto apenada por tantos cumplidos.

-Mmmm siento que le falta algo- objetó Grandulón ladeando la cabeza en dirección a la casa nueva.

-¿Enserio?- preguntó Poppy no tan convencida de la opinión de su amigo.

-Yo me encargo- Diamantino se abrió paso entre la multitud y ... bueno, lanzó una explosión de diamantina a toda la casa, decorándola con patrones de puntitos y gusanillos de brillantina en la parte superior e inferior del ovillo. Todos los ahí presentes celebraron el nuevo cambio satisfechos de su trabajo.

-Genial, ahora sólo nos quedan 95 casas más, vamos chicos- instó Cupper mientras todos se retiraban para continuar con sus tareas.

-¿Alguno de ustedes ha visto a Ramón?- Poppy preguntó de repente- se supone que ya debería estar aquí.

Era cierto, el día anterior todos habían acordado reunirse para ayudar al resto del pueblo a reconstruir sus hogares. Ramón era muy bueno en todo a lo que construir podía referirse, después de todo había creado un búnquer lo suficientemente capaz para mantener al pueblo oculto de los vertenos durante días, era por eso que su presencia era tan necesaria y aún así no aparecía por ninguna parte.

Había que remontarse a un par de horas atrás para desvelar el misterio de su desaparición, pues lo que había ocurrido era lo siguiente:

Como era usual, Ramón se había despertado antes que ningún otro troll esa mañana, no era que realmente existiese una razón para ello pero la costumbre de llevar provisiones a su búnquer a primera hora del día en caso de que alguna catástrofe sucediera ya era algo habitual en él. Así pues, salió de su saco de dormir, lo enrolló perfectamente y lo dejó junto al resto de sus cosas, cerca de lo que alguna vez fue el hogar que compartía con su abuela. Tomó su vieja mochila de viaje y valiéndose de su cabellera bajó de la rama en la que estaba parado hasta llegar al suelo.

Posteriormente, se encaminó hacia la fuente que servía de suministro de agua a todos los trolls, ubicada justo en el límite del jardín que rodeaba el árbol en el que vivían y tras alcanzar el borde de la misma, sacó un bote de vidrio de su mochila, lo llenó de agua hasta el borde, lo cerró con fuerza, volvió a guardarlo y tras pezcar unas cuantas moras en el camino para desayunar y otras más para almacenar en su casa, regresó a su hogar nuevamente.

Una vez lo hizo, dirigió su vista hacia lo poco que quedaba de su antiguo hogar y lanzó un suspiro apesadumbrado. El tiempo había terminado por convertir la linda flor de azafrán que era su casa en un guijarro negro del color del carbón, muerto y carente de vida. Una masa inerte, estática y deprimente. Algo muy parecido a lo que él se había convertido el día en que perdió al único familiar que le quedaba en el mundo.

Sin detenerse mucho a pensarlo, se abrió paso al interior de la flor y, depositando en el suelo sus cosas, comenzó a inspeccionar el lugar. Todo estaba cubierto de polvo por todas partes: las porcelanas de su abuela, los juguetes que tenía cuando niño, el comedor, la sala, en fin. Ramón pasó su mano por la estantería frente al comedor de forma distraída y un par de minutos después volvió su vista, interesado en un objeto en particular.

Se trataba de una foto familiar en la que su abuela sonreía a la cámara con él en sus brazos. Ella llevaba ese pomposo chal de lana rosa como siempre, su anticuado vestido blanco de seda y su enorme cabellera del color de la menta en forma de bolita encima de la cabeza. De niño, Ramón siempre le había dicho que su cabello era como un enorme malvavisco. Ese recuerdo le hizo reír un poco, aunque al mismo tiempo le hizo sentir un hueco en el estómago. Esa era una sensación bastante incómoda.

-¡RAMÓN!

El troll lanzó un grito al escuchar su nombre de forma tan súbita y escandaloza al tiempo que perdía el equilibrio y se precipitaba al suelo. Por suerte, pudo atrapar la fotografía entre sus manos antes de que ésta se rompiera al chocar contra el piso.

-¡Poppy!, ¿qué ocurre?, ¿los bertenos se han vuelto locos?, ¿han intentado comerse a alguien?- Ramón salió disparado de su casa con un enorme tenedor en la mano (cortesía de Bridget) listo para enfrentar a cualquiera que intentara meterse en su camino.

-¿Qué?- la recién nombrada reina lo miró desconcertada- no, lo que ocurre es...

-¿Alguien necesita RCP?, ¿la chef psicópata ha vuelto para vengarse?, ¿a cuántos hemos perdido ya?

-No Ramón, yo sólo vine a...

-¡TE DIJE QUE COMER SÁNDWICHES EN REBANADAS TRIANGULARES PODÍA SER PELIGROSO, LAS PUNTAS SON DEMASIADO AFILADAS!- dijo Ramón tomando a su amiga por los hombros al borde del pánico.

-¡RAMÓN TODO EL MUNDO ESTÁ BIEN, QUIERES ESCUCHARME!- exclamó Poppy harta de tantas interrupciones.

Ramón bajó el tenedor y retiró ambas manos de los hombros de la princesa- ah, si, lo siento, ¿porqué estás aquí entonces?, ¿no se supone que deberías estar con el resto?

-Más bien tú ya deberías estar con el resto-apuntó Poppy con su característica sonrisa, mostrándole la hora con el reloj que llevaba en la mano -Honestamente Ramón, ¿qué has estado haciendo en toda la mañana?- rió un poco al notar la cara de confusión que ponía su amigo al ver lo tarde que era ya.

-Arreglando lo que queda de mi casa, ¿qué otra cosa podría estar haciendo?- se defendió un tanto enfadando, apuntando en dirección a la flor de azafrán maltrecha que tenía detrás de él.

Poppy observó el hogar de Ramón alzando una ceja duditativa- Es... eh... linda- mintió intentando esbozar una sonrisa- ¿pero no crees que le hace falta un poquito de color?

El troll suspiró entristecido- Por supuesto que le falta color, está muerta, necesito encontrar otro lugar en dónde poner mis cosas.

-Ah, pues si ese es el problema nosotros podemos solucionarlo, ¿verdad chicos?- apuntó Poppy con optimismo en tanto sus amigos aparecían como por arte de magia detrás del follaje del árbol.

-Sí, te ayudaremos a encontrar una casa nueva- dijo Diamantino.

-Una muy grande- secundó Cupper.

-Y acogedora- terció Grandulón abrazando a su mascota.

- Eh, muchas gracias a todos, pero creo que puedo hacerlo solo- Ramón se negó con cortesía

-Hay vamos Ramón, podemos ayudarte- objetó Poppy

-Será divertido- le animaron Satín y Seda.

Ramón recorrió con la mirada a todos sus nuevos amigos no muy convencido, no estaba muy seguro de cómo resultaría todo aquello con ellos a cargo y tampoco quería pensar en qué clase de casa estrafalaria y psicodélica, repleta de moños de colores y diamantina acabarían por intentar construirle.

-Está bien, pero no viviré en una casa llena de diamantina y dulces- les advirtió alzando un dedo en el aire.

-¿Qué quieres que busquemos para tí entonces?- preguntó Poppy emocionada por la idea de haber obtenido el permiso de Ramón para poder ayudarle en algo.

-Supongo que una flor de azafrán es más que suficiente- arguyó Ramón de forma distraída.

-Muy bien amigos, ya lo escucharon, pongámonos en marcha- continuó Poppy dirigiéndose a todo el grupo.

-¡Gallina el que quede al último!- gritó Copper bajando apresuradamente del árbol, en tanto que los demás corrían tras de él.

-Un momento- Ramón abrió los ojos como platos una vez procesó lo que estaban a punto de hacer sus amigos-, no, no, no, no, esperen, en esta época no...- pero sus palabras llegaron demasiado tarde, pues todo el mundo se había ido ya- bah, olvídenlo, ya se darán cuenta por sí solos- refunfuñó al ver la poca atención que le habían prestado.

-En fin- pensó- más vale que comience a ayudar a Bridget con las casas que faltan, no me sorprendería que ellos ya se hayan olvidado de todo lo que tenían que hacer el día de hoy- y dicho esto, se puso en marcha.

Después de todo tenía razón, sus amigos se habían entusiasmado tanto con la idea de conseguirle un hogar nuevo que ni siquiera recordaban qué era lo que habían estado haciendo aquella mañana.

Los chicos gastaron todo lo que restaba de la mañana buscando la flor. Recorrieron cada palmo del jardín, levantaron cada roca y revisaron detrás de cada arbusto, de tal forma que no hubo un sólo lugar hacia el cual no hubiesen asomado su vista, pero desafortunadamente, ninguno de ellos tuvo éxito alguno. Cansados y decepcionados, decidieron darse por vencidos y encaminarse hacia la casa de Ramón para comunicarle la noticia.

Poppy llamó a la puerta tan pronto se encontraron en la casa de su amigo, no obstante, no obtuvo respuesta.

-¿Ramón?, ¿Ramón estás ahí?- clamó la reina, tocando de forma tan repetitiva que la puerta terminó por ceder y abrirse por sí misma. Poppy se asomó dentro, pero no encontró a nadie.

-Tal parece que no está- observó Satín.

-Quizás continue allá afuera buscando la flor- sugirió Diamantino

Poppy suspiró resignada, llevando su vista al suelo que estaba cubierto de polvo, pedazos de pétalos muertos y una fotografía de cara al suelo. La troll se acercó a recogerla curiosa- Sí, probablemente- respondió un tanto distraída, limpiando la tierra que le había caído encima al retrato, producto del pasar de los años.

-Oh no, chicos, acabo de recordar que prometí ayudarle a la señora Rosepuff a colocar las ventanas de su casa- dijo Suki bastante angustiada.

-Yo le dije al señor Snorry que pintaría las tejas de su jardín- recordó Grandulón.

-Y se supone que nosotros regresaríamos a ayudar a Bridget antes de que cayera la tarde- apuntó Copper un tanto alarmado.

Poco a poco, los trolls comenzaron a recordar las tareas a las que se habían comprometido con creciente sobresalto y fueron a ocuparse de ello sin mayor demora.

-¿Vienes con nosotros Poppy?- preguntó Copper al ver que su amiga no se movía del sitio en el que estaba parada.

-Ammmm no, adelántense ustedes, yo creo que me quedaré a seguir buscando- respondió Poppy con una sonrisa.

-Pero si ya hemos recorrido todo el jardín buscándola- evidenció Grandulón confundido.

-Sí, pero no hemos ido aún a pueblo berteno- insistió la troll.

-Bien, te veremos más tarde entonces- dijo Copper a modo de despedida. Grandulón le dijo adiós con la mano y ambos desaparecieron detrás de la puerta.

Poppy tomó la foto entre sus manos nuevamente y volvió a observarla, Ramón y su abuela se veían tan contentos sonriendo a la cámara. Se preguntó en ese momento cuán triste debía sentirse su amigo tras la pérdida de su casa. El lugar estaba completamente seco y una vez que una flor se secaba no había nada que se pudiera hacer.

Ramón no iba a admitirlo, pero la idea de dejar su casa atrás por segunda ocasión realmente le dolía y Poppy podía asegurar que ese cúmulo de ceniza ennegrecida había sido antes la linda flor de azafrán que tanto se habían empeñado en encontrar y a la que su amigo no quería renunciar tan fácilmente.

Pensando en todas estas cuestiones, Poppy colocó el retrato de vuelta en la estantería frente al comedor y sin tardar un minuto más, bajó del árbol y se encaminó a pueblo berteno decidida a encontrar esa flor lo más pronto posible.

El pueblo era un lugar en verdad fascinante para la pequeña reina, pues siempre había algo nuevo por descubrir en él. Tenía tantas tiendas tan llenas de curiosidades y tantos sitios diferentes a los que nunca había ido que simplemente no podía dar dos pasos sin distraerse, no obstante logró llegar hasta la plaza del pueblo sin olvidar su objetivo principal.

Hasta ese entonces había recorrido unas doce casas, cinco tiendas y tres florerías solo para darse cuenta de que los jardines de los bertenos a duras penas y estaban cubiertos de pasto y que las florerías vendían racimos de tallos verdes y tiraban las flores a la basura.

Cansada y bastante decepcionada, Poppy salió de la cuarta florería pensando en rendirse cuando súbitamente encontró frente a la tienda una carreta repleta de flores. No tuvo que pensárselo dos veces, tan rápido como pudo, corrió hasta la carreta y se dirigió al dueño de la misma, un berteno ya un tanto anciano con el cabello semicanoso y una barba que le llegaba hasta el estómago. Era de complexión delgada y llevaba un par de vaqueros, una camisa a cuadros de manga larga y un sombrero de paja en la cabeza.

-¿Disculpe?- gritó la troll desde el piso.

-¿Eh?- el berteno miró hacia uno y otro lado de la calle sin encontrar a nadie.

-Aquí abajo.

-Oh, hola pequeñita- el anciano llevó su vista hacia abajo sonriente.

-Buen día señor, son unas flores preciosas las que lleva ahí- dijo Poppy.

-¿Te gustan las flores?- preguntó el berteno confundido.

-Por supuesto, ¡me encantan!, ¿no le parecen bonitas también?

El aludido llevó su vista en dirección a la carreta y se rascó la nuca indeciso- eh sí, supongo que sí, pero eso no se venden bien, la gente del pueblo prefiere los tallos.

-Es una lástima, son tan lindas, y precisamente por eso quería reguntarle, ¿de dónde ha sacado tantas? llevo horas buscando un campo de flores y hasta ahora no he encontrado ninguno.

-¡Tenemos uno muy grande en nuestra granja!- exclamó una tercera voz bastante más aguda que la del anciano.

Poppy llevó su vista hacia la dirección de donde ésta provenía y no tardó en toparse con un pequeño berteno de cabello azul, tan delgado como su abuelo y ataviado con la misma vestimenta prácticamente.

-Este es mi nieto Garrim. Saluda Garrim- instó el granjero a su nieto con un codazo en el hombro. El niño se sobó el hombro un tanto adolorido, pero aún así se inclinó para estrechar su dedo contra la mano de la troll, ya que su mano era demasiado grande como para saludarla.

-Con gusto te llevaremos a nuestro campo, pero el abuelo tiene que entregar nuestro cargamento de flores al encargado de la tienda primero- dijo Garrim.

-Ese viejo de Eleuterio- gruñó el anciano- cree que por recibir a la niña rica del banquero puede tenerme aquí esperando, no sabe que tengo más entregas por hacer.

-La hija del banquero de la ciudad va a casarse pronto y está buscando algo con qué adornar el lugar en dónde va a hacer su fiesta- suzurró Garrim al oído de Poppy para explicar las quejas de su abuelo -pero la señorita es demasiado exigente y hasta ahora nadie ha podido hacerla feliz.

Justo cuando aquella charla se estaba dando lugar, un caballo comletamente desbocado entró en escena y se dedicó a dar saltos, patadas y relinchos desesperados por todas partes, tirando todo lo que se encontraba a su alrededor. Tal fué el caso, que terminó por darle una fuerte patada a la carreta y ésta comenzó a rodar cuesta abajo para la desgracia del pobre granjero y su nieto.

-¡ALGUIEN DETENGA A ESE ANIMAL, SE HA VUELTO COMPLETAMENTE LOCO!- gritó un joven berteno que segundos después se presentó corriendo tras del caballo tan desesperado como el mismo animal.

-¡MIS FLORES!- se lamentó el anciano llevandose ambas manos a la cabeza.

-Ay no- dijo la pequeña reina preocupada por lo que acababa de suceder. Finalmente había encontrado la forma de conseguir la flor para la casa de Ramón pero cuando la oportunidad se le presentaba, un caballo loco arruinaba sus planes- Vamos Garrim- clamó resuelta- iremos tras la carreta- y dicho esto, salió disparada en dirección a ella. Poppy acababa de decidir que nada iba a interponerse en su camino esta vez.

Y de esa manera, ambos corrieron tras del vehículo con todas sus fuerzas. Las ruedas de la carreta se impulsaban cada vez a mayor velocidad a cada segundo y apenas un par de minutos más tarde, el callejón por el cual circulaba, dió paso a la plaza central del pueblo por donde transitaban cientos de personas. Cualquier cosa podía suceder y Poppy tenía que pensar en algo rápido antes de que ocurriera una catástrofe. Buscó con los ojos en todas direcciones, intentando idear un plan cuando de improvisto, su vista chocó con el letrero colgante de un restaurante a mitad de la calle y valiéndose de su cabellera, logró tomar el impulso suficiente como para poder subirse a ella. El letrero de una taberna próxima bastó para hacer cambiar de dirección al carro de flores.

Pero justo cuando todo parecía ir de maravilla, un muro repleto de leña astillosa a medio cortar se alzó de improvisto a medio camino.

-¡Garrin!- exclamó Poppy buscando refuerzos al no encontrar salida en aquella situación.

El niño, bastante nervioso, paseó su vista por todo el lugar hasta que finalmente se encontró con el entarimado de una enorme caja de olmo a medio terminar y deslizó ésta con todas sus fuerzas, en dirección a la pared de tablillas de madera, de tal forma que quedó vertical al muro y la carreta pudo pasar sobre de ella sin ningún problema.

Poppy suspiró aliviada al verse librada del problema pero apenas volteó hacia adelante, se encontró con una roca enorme a escasos metros de distancia impidiéndole el paso. Por fortuna, Garrin llegó justo a tiempo como para poder subirse al vehículo y hacerlo cambiar de dirección con su peso.

El carrito entonces pudo continuar moviéndose sin ningún percanse por todo el pastizal que tenía delante de él. Tal parecía que habían llegado a la región más despoblada de pueblo verteno pues se apreciaban más vacas, cerdos, burros, borregos y demás animales que viviendas. Aquella, hay que admitirlo, era una vista mucho más agradable, por lo menos podía verse algo de verde alrededor. No obstante, Poppy y Garrin habrían preferido nunca haber llegado a ese lugar pues terminaron topándose con una vaca que, indignada por haber sido golpeada por la carreta, le dió una patada con tanta fuerza que hizo a ese par volar por los aires junto con todo el cargamento de flores que llevaban consigo.

Un par de kilómetros más lejos y ajeno a toda la situación, se encontraba el anciano vendedor de tallos, que no paraba de lanzar insultos y reproches al joven cuyo caballo acababa de tirar al caño toda su mercancía y con ello dos meses de duro esfuerzo.

-¡Eres un desconsiderado, deberías vigilar más de cerca a ese animal tuyo!, ¡ahora cómo te figuras que voy a recuperar todo el dinero que iba a ganar con mis tallos!- bramó por quinceava ocasión.

-¡Ya le he dicho que no ha sido mi culpa, ha sido el caballo el que se ha asustado con una serpiente a medio camino, qué supone que podía hacer yo en ese momento!- respondió el joven, harto hasta la coronilla de tantos reclamos.

-¡No lo sé, ¿tal vez detenerlo?, ¿no te parece una buena opción?!

-¡Eso era justo lo que estaba intentando hacer!

-¡Pues debiste haberlo intentado mejor, grandísimo pedazo de...- desgraciadamente, el anciano no pudo continuar con su pacífica conversación, pues justo en aquel instante, la carreta, junto con el pequeño verteno y la troll, aterrizó en medio de la pelea.

-Aquí está su carreta- dijo Poppy arrastrando las palabras gracias al mareo que tenía encima. Su cabello enmarañado estaba cubierto de hojas por todas partes y su vestido estaba manchado de tierra y lodo, pero al menos se mantenía en una pieza.

Garrin, por otro lado, había dejado medio estómago atrás, o al menos eso sentía. En cuanto bajó, no tuvo otro remedio que correr hasta el árbol más cercano y vomitar. Mas fuera de eso, todo había salido bien a final de cuentas.

Lo que aconteció después de eso, ocurrió tan rápido que tanto el anciano como el joven a duras penas y tuvieron tiempo para procesarlo.

Resultó pues, que el señor Eleuterio, dueño de la florería, se presentó con las manos sudorosas y las piernas temblando como gelatina pues junto a él estaba la mujer más exigente de todo pueblo berteno, Gilda, la hija caprichosa del banquero que hasta entonces había rechazado todas las propuestas de decoración que el pobre florista había intentado mostrarle.

Claro estaba que cuando llegó hasta donde estaba la carreta con la nueva mercancía, la mujer ni siquiera osó mirar las flores y las rechazó de todas maneras, pero Poppy fué lo suficientemente inteligente como para convencerla de utilizar las flores y no los tallos para adornar la iglesia e incluso el salón de fiestas.

-Piénselo desde esta perspectiva, nadie en todo el pueblo podrá igualarsele, ¡tendrá la boda más colorida, más alegre y más linda de todas!- la animó la troll.

Gilda permaneció pensativa por un momento- sí, supongo que tienes razón, a nadie de aquí se le ocurriría utilizar las flores para decorar una fiesta, esta gente es demasiado corriente. Está bien, me las llevaré todas- aceptó, y de esta forma, Garrin y su abuelo vendieron todas sus flores de un solo golpe.

El anciano a duras penas y podía creérselo, nunca había tenido tanta suerte hasta entonces, podía asegurar incluso que bien ese podía ser uno de los mejores días de su vida.

De esa forma, la hija del banquero quedó finalmente complacida; el señor Eleuterio, quien fué contratado por ella como su florista principal, suplicó al anciano llevar a su tienda cuando menos tres cargamentos de flores por semana para llevar a cabo su tarea y el viejo granjero quedó totalmente satisfecho de saber que podría ganar lo triple de lo que ganaba mensualmente en tan sólo tres semanas. Quien se llevó la mejor parte de todo fué Garrin, pues eso significaba que podría comer de forma provechosa por mucho tiempo gracias a la suerte de su abuelo y el joven del caballo... bueno, el agradeció que la aparición de Gilda fuera lo suficientemente larga como para permitirle escapar de las garras de aquel viejo loco que había prometido bailar sobre su tumba hasta el final de los tiempos.

-No sé como agradecer todo lo que has hecho por nosotros pequeña- dijo el anciano una vez todo hubo terminado.

-Bueno, he estado buscando una flor de azafrán por todas partes desde esta mañana y me preguntaba si usted tendría alguna entre todas las flores de su granja- respondió la troll esperanzada.

-Vaya, las flores de azafrán no suelen darse muy bien por esta temporada- argumentó el granjero rascándose la panza- me temo que no ha crecido ninguna en nuestro jardín.

Poppy suspiró desilusionada ante estas palabras. Tal parecía que la suerte no estaba de su lado aquel día.

-¿Realmente no podemos hacer nada por ella?- instó Garrin al ver la cara de tristeza que ponía su nueva amiga.

-Hum- su abuelo comenzó a rascarse la cabeza al tiempo que parecía intentar recordar algo- creo que aún tengo alguna por aquí- dijo urgando en los bolsillos de su pantalón- Ehhhh... ¡sí, aquí está!- celebró triunfal, mostrándole a Poppy y a su nieto una bolita del tamaño de la mitad de su plama, muy parecida a una cebolla en miniatura, pero de color café- seguro que eso puede servirte.

-¿Está seguro?- indagó Poppy al tiempo que recibía la bolita de color café por parte del anciano.

-Bueno, no es una flor de azafrán, pero estoy seguro que si la cuidas adecuadamente valdrá la pena- respondió el anciano con una sonrisa.

-Ya veo, muchas gracias- Poppy guardó el regalo del granjero dentro de su cabellera y se despidió de sus amigos.

-Adiós, ven a visitarnos cuando quieras- exclamó Garrin antes de que la troll se perdiera de vista entre las calles.

Poppy regresó a la casa de Ramón por tercera vez un tanto cabizbaja. Realmente se había esforzado por conseguir esa flor de azafrán para hacer feliz a su amigo pero no había podido conseguirlo. No quería ver la cara de desilución que pondría Ramón cuando se enterara de su fracaso.

-¿Poppy?- la voz de Ramón se escuchó justo detrás de ella una vez estuvo a la entrada de su casa.

-Eh, hola Ramón- Poppy se giró para encararlo con una sonrisa forzada en el rostro. No estaba muy segura de cómo recibirlo en esa situación.

-¿Has estado aquí toda la tarde?- Ramón dejó su mochila de viaje en el suelo sin reparar en el estado emocional de su amiga- no te he visto por ninguna parte.

-No, en realidad estuve buscando la flor de azafrán por el pueblo pero...- suspiró, más le valía soltarlo pronto, antes de que cualquier otra cosa sucediera- en verdad, en verdad, en verdad intenté conseguirla, pero al parecer los vertenos no encuentran las flores tan bonitas como nosotros porque en lugar de dejarlas crecer, las cortan y venden los tallos en las florerías, así que no pude conseguirla por ninguna parte, aunque luego me topé con un ganjero muy amable que tenía una carreta repleta de flores pero un caballo hizo que la carreta rodara cuesta abajo en dirección a la plaza principal y perdí mucho tiempo intentando recuperarla. Sin embargo, resulta que el azafrán no se dá bien en esta temporada y que el señor no tenía una sola flor de esas- dijo Poppy de forma tan apresurada que Ramón a duras penas pudo captar el mensaje completo- y sólo pude conseguir esto para tí, realmente lo siento Ramón- finalizó extrayendo la bolita en forma de cebolla de su cabellera rosada.

-Pero si ese es un bulbo de azafrán tonta- respondió Ramón conteniendo la risa.

-¿Qué?- exclamó la troll no pudiéndoselo creer.

Ramón suspiró, a veces realmente no podía creer lo despistada que llegaba a ser esa mujer, aunque, después de todo, eso le ocurría por no prestarle la atención suficiente cuando hablaba- Normalmente los bulbos se encuentran a cierta profundidad debajo de la tierra y las hojas comienzan a salir en otoño- explicó Ramón- no florecen sino hasta el mes entrante así que, probablemente te encontraste con muchos azafranes a lo largo del camino, pero no te diste cuenta de ello.

-¿Sabes?, pudiste habérnoslo dicho- arguyó Poppy.

-Hey, intenté explicárselos, pero como siempre ustedes se fueron antes de que pudiera terminar de hacerlo.

-¿Enserio?- preguntó Poppy esbozando una sonrisita inocente. Ramón se limitó a dirigirle una mirada bastante significativa.

-Lo siento- se disculpó.

-Bueno, no tiene demasiada importancia- respondió Ramón poniendo los ojos en blanco- de todas formas gracias Poppy, no creí que llegarías tan lejos por algo como "eso"- continuó sintiéndose un tanto incómodo. Realmente no se le daba bien eso de dar las gracias.

-Oye, para eso están los amigos- dijo Poppy corriendo a darle un gran abrazo a Ramón. Él correspondió el gesto en el acto sin mucha dificultad. Y no iba a admitirlo, pero poder abrazarla de esa forma lo hacía realmente feliz.

-¿Entonces?, ¿cantarías conmigo?- preguntó el troll tomando de las manos a su "amiga" una vez el abrazo hubo terminado.

-Claro- sonrió Popy. Ella no se perdería por NADA del mundo una oportunidad como esa, el que Ramón se ofreciera a cantar con ella no era algo que pasara todos los días, ¡y él tenía una voz tan linda!

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La canción que elegí para esta momento se llama "fix you" de coldplay, les dejo aquí la letra:

When you try your best but you don't succeed
When you get what you want but not what you need
When you feel so tired but you can't sleep
Stuck in reverse

When the tears come streaming down your face
When you lose something you can't replace
When you love someone but it goes to waste
Could it be worse?

Lights will guide you home
And ignite your bones
And I will try to fix you

High up above or down below
When you're too in love to let it go
If you never try you'll never know
Just what you're worth

Lights will guide you home
And ignite your bones
And I will try to fix you

Tears come streaming down your face
When you lose something you cannot replace
Tears come streaming down your face
And I

Tears come streaming down your face
I promise you I will learn from all my mistakes
Tears come streaming down your face
And I

Lights will guide you home
And ignite your bones
And I will try to fix you

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Aquella era una canción muy emotiva. Hablaba acerca de la derrota, de las cosas que ya no pueden reemplazarse, del amor que no podrá volver de nuevo, y no estamos hablando precisamente de lo que sentía por Poppy, si no de las personas que ya no estaban más a su lado. Pero también hablaba de la esperanza, del consuelo que puede darte un amigo y de aprender de tus propios errores.

Con cada frase, el bulbo de azafrán hacía germinar la linda flor de color morado que llevaba dentro y muy pronto, ésta obtuvo el tamaño adecuado.

Poppy y Ramón se las ingeniaron para hacer colgar la flor de la misma rama en dónde estaba la vieja casa de la abuela de Ramón. Podría sonar extraño, pero el ovillo negro y muerto que pendía a un lado, se veía de alguna forma más joven y bello con esa linda flor morada balanceándose a un lado de él.