Disclaimer: Rurouni Kenshin es propiedad de Nobuhiro Watsuki, así como todos los personajes
A/N: Esto se sitúa con Yahiko cuando ya posee la katana de filo invertido de Kenshin, o sea, que cuando tiene más o menos 20 años ¿no?
UN NUEVO CAMINO
Llovía. A pesar de encontrarse a finales de Marzo, en Kyoto caía una lluvia como no había caído en todo el invierno. Eso iba perfecto con el estado de ánimo de Yahiko. Entró en el dojo Kamiya, su hogar durante tantos años, empapado, pero no se molestó en secarse. Inmediatamente, lanzó su espada de filo invertido, que tatos años de entrenamiento le había costado conseguir contra la pared, golpeando en el proceso la colección de katanas que su maestra y amiga, casi su hermana, tanto idolatraba.
Cayó de rodillas, sollozando. ¿Por qué el destino tenía que portarse así con él tras todo lo que había luchado?. En estos momentos, todos los dogmas, los preceptos que habían regido su vida durante los últimos 8 años se veían abajo. ¿Estaba en lo cierto la filosofía de la escuela Kamiya?. Llevaba mucho tiempo aprendiendo kendo para proteger a los seres queridos, siguiendo la técnica Kashin, pero, aún así, después de todo su entrenamiento, su sudor y sufrimiento, la había fallado cuando ella más le necesitaba.
Siguiendo la filosofía de su amigo y modelo a seguir, Kenshin Himura, y su deseo de no matar, había aceptado con gusto su espada incapaz de matar a nadie. Entonces, ¿por qué se sentía ahora tan vacío?. Si él no hubiera sido tan débil, tan condescendiente con sus atacantes, quizás ahora ella seguiría viva.
Los habían atacado por sorpresa, mientras la acompañaba a casa al salir del Abakabeko, todo porque un amigo de sus asaltantes había sido encarcelado gracias a Yahiko. Él había desenvainado con rapidez y había despachado a los dos primeros encarándose con los otros dos. No eran verdaderos kendokas y en poco tiempo acabo con todos ellos. Por supuesto, no estaban muertos, solo con heridas leves y un gran dolor de cabeza. Pero eso no fue suficiente para uno de ellos. Cuando salían del callejón, el último de sus
enemigos, agarró un cuchillo, clavándoselo a Tsubame en la espalda. La pobre Tsubame, Yahiko no pudo hacer nada por ella. El bandido huyó, dejando al joven sumido en un mar de confusiones. Caminó, casi sin darse cuenta, hasta la entrada del dojo, llorando. Si hubiera acabado con los asaltantes cuando tuvo ocasión… pero no, tenía que dejarlos vivir, como su sensei le había enseñado, como su amigo le había demostrado. Pero ella estaba ahora muerta, ¿y que iba a hacer él ahora?. Dejó de llorar y levantó la mirada.
Kenshin, que se hallaba en una esquina del dojo cuando vio entrar al joven, observó su mirada, ahora calma, fría. Eran los ojos de alguien con una irremediable sed de venganza, los ojos de un hitokiri. Yahiko se levantó, dirigiéndose hacia el montón de espadas. Se paró un momento a pensar. Quizás era el momento de emprender un nuevo camino, una nueva vida. Lentamente, se agachó, cogiendo una de las katanas del tatami. Se la colocó en el obi, y salió.
Había dejado de llover, y Kenshin podía continuar con la tarea que su mujer le había encomendado, tender la ropa. Mientras los primeros rayos de sol salían, pudo distinguir al joven bajado por la calle, al tiempo que desenvainaba el arma. Un rayo de sol arrancó un brillo de la katana. Un brillo un tanto extraño, debido al filo invertido de esta. Kenshin sonrió, la primavera comenzaba.
FIN
A/N: Bueno, no se si será muy bueno porque lo escribí mientras estudiaba para un examen de historia así que… R/R!!!!!!!!!!!!!!
