John estaba sentado en su sillón, mirando a Sherlock, que a su vez miraba por la ventana.
Estaba intentando animarse a sí mismo de invitar al moreno a una cena, pero estos últimos días Sherlock había estado muy callado y más raro de lo normal. Se quedaba quieto durante horas. Nada de disparos a la pared, ni trozos de cuerpos en la nevera, ni ojos en el microondas...nada de nada.
Sherlock se dio la vuelta y su mirada se cruzó con la de John.
-Venga-
John le miró extrañado- ¿Venga qué?-
-Dí ya que llevas pensando un rato que te gustaría ir conmigo a cenar hoy-
John sonrió.
-No has perdido tus facultades-
-Desde luego que no, también sé que hay otras cosas que te gustaría hacer conmigo- de su boca salieron palabras inocentes, pero a los oídos de John no le sonaron nada inocentes.
Se puso rojo, de manera que podía haber competido con un tomate y trago con dificultad- ¿D-de qué hablas, Sherlock?- tartamudeó.
-Solo era una conjetura...muy buena, al parecer- dijo con una risa.- Anda, vamos, Angelo siempre nos tiene reservada una mesa.- Cogió su abrigo y empezó a ponerse la bufanda también.
John seguía callado, con la cabeza baja, intentando disimular su evidente sonrojo que le llegaba a las orejas.
-¡Chicos! Que placer veros de nuevo- sonrió Angelo- Esta vez ya tengo preparadas las velas y las flores, os ví venir de lejos-
Ambos se sentaron en la mesa "romántica" que Angelo les había preparado.
Por razones que ni él mismo quería averiguar, John no podía mirar a Sherlock a los ojos, un solo cruce de miradas le daba verdadero pánico en esos momentos.
-Parece que antes he dado en el clavo, ¿verdad?-
John seguía sonrojado, pero puso cara seria y respondió.
-N-no se de que me estás hablando, Sherlock- intentó aparentar seguridad, pero Sherlock era Sherlock, y no se le escapaba una.
-¿De verdad?-
Sherlock se puso a su lado, acercándose peligrosamente a John. Su cara estaba a pocos centímetros de él.
-¿Sigues sin saber de lo que te hablo, John?
John tragó saliva. Se estaba poniendo...por qué no admitirlo, si seguro que de todos modos ya lo sabían. Caliente. Sherlock de verdad que le estaba calentando. El moreno puso una de sus piernas rodeando las suyas, con una mirada lasciva.
-Ehm...Sherlock... por favor...- suplicó.
Ahora John ya no podía escapar de sus ojos. Dios, sus ojos. Podías perderte en en ellos y...¡no! Solo era un experimento, un estúpido experimento de Sherlock Holmes, como tantos otros.
Sherlock se puso totalmente encima de él, poniéndolo entre la ventana y él. John podía notar como el resto del restaurante les miraba.
-Sherlock...todos nos están mirando..-
-Ése es el plan- sonrió de nuevo con lascivia.
-Deja ya este experimento...-suplicó de nuevo-
-Esto no es un experimento, John. Dí en el clavo. Me merezco un premio ¿no?
Esta vez el rubio sonrió.
