Disclaimer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad de J. K. Rowling. Esta es una traducción del fic original de livingforfomas.

Aviso: relación hombre/hombre. Si no te gusta, no leas.

N/T: vuelvo a la carga con este fic, completamente editado. Apesar de que lo he revisado docena de veces, siempre puede haber errores, así que no dudéis en indicármelos si los véis. No he cambiado nada sustancialmente, sólo ciertos fallos y partes traducidas demasiado literalmente, cosa que no se puede hacer siempre porque en español quedan cosas sin sentido XD Para las personas que seguís esta historia desde hace tiempo, bueno, muchas gracias, espero que os gusten los cambios; y para los que sois nuevos, ¡felicidades, no habéis tenido que leer las atrocidades que llegué a escribir pensando que estaban bien! ¡Hurra!


Capítulo Uno

—Maldición —murmuró Harry, balanceándose frente a la puerta cerrada y esperando con impaciencia a que saliese quien estuviese ocupando el baño mientrasrealizaba un baile hecho desde sus primeros intentos de esfínteres.

Los viejos hábitos tardan en morir.

Un grifo que goteaba parecía intensificar su necesidad de orinar y casi podía jurar que empezaba a sudar con la cercana realidad de mearse encima. Claro que podría aparecerse en otro lugar, pero siempre que lo hacía su estómago se revolvía de forma extraña y apenas podía contenerse. Así que esperó, y se mordió el interior de la mejilla para no llorar de alegría frustrada cuando la puerta se abrió, revelando a un hombre sin camisa y con una toalla envuelta apretadamente al rededor de su cintura.

Harry no se detuvo ni un momento para admirar la vista del hombre antes de pasar y cerrar la puerta detrás de él. El-niño-que-vivió se alivió con un exagerado suspiro de alivio y se lavó las manos, mirando hacia el brumoso cristal frente a él, en busca de respuestas.

¿Dónde estoy?

Harry estaba en algún lugar del Londres muggle. Se acordó de un pub, de algo de coqueteo, un beso torpe y descuidado en la puerta de un sucio apartamento y se encontró con el cuello acalambrado para empezar un nuevo día. Por suerte, esa era la única parte de él que parecía adolorida. Harry estaba empezando a cansarse de despertar con el culo patéticamente adolorido. El alcohol tenía algo que le hacía estar más que dispuesto a cualquier cosa.

Sobrio-Harry siempre acababa molesto con Borracho-Harry.

Los ojos esmeraldas del héroe se habían atenuado y ya no eran del excepcional verde de antes. Esto no era nada nuevo para Harry. Sus ojos parecían estar perdiendo su brillo desde hacía ya mucho tiempo. Tenía derecho a estar cansado después de todo lo que había pasado. Sin embargo, en su opinión, no tenía derecho a mostrarlo. Fue adorado por sus pérdidas mientras que otros no fueron tan afortunados.

Después de mojarse la cara con agua fría y secarse con una toalla, que parecía haber sido usada de trapo, Harry salió del baño y volvió a cerrar la puerta tras él, con la esperanza de que este gesto le comprase un segundo más de silencio.

—Buenos días —dijo el cuerpo masculino que descansaba contorsionado en una postura antinatural y que pretendía seducir en vez de repeler. Harry casi se ahoga con la creciente náusea que subía por su garganta.

—Buenos días —logró murmurar el moreno. Encontró rápidamente sus pantalones y se los puso sin querer una respuesta del cuerpo cercano a él.

Harry no podía tener tanta suerte.

—Así que, ¿te vas?

Harry resopló con fastidio y asintió.

—Sí, tengo algunos compromisos. No puedo llegar tarde. Ya sabes —Con esto, Harry tenía la intención de declinar cortésmente la actual proposición de follar que el otro le hacía y dejar claro que cada uno volvía a lo suyo.

—Oh —El hombre pareció razonar finalmente y se levantó, incómodo mientras se tapaba con las sábanas de la cama sin hacer—. Bueno, sí. Por supuesto, yo también tengo otras cosas que hacer pero no quería ser grosero, eso es todo. Oh, está bien. Mejor que te vayas.

El ex-Gryffindor finalmente miró al hombre de la cama y recompensó su tartamudeo con una sonrisa que podría haber rivalizado con la de Gilderoy Lockhart. El nombre de su anfitrión no se había grabado en la memoria inmediata de Harry, pero podría haber sido tanto un John como un Steave. Algo con una S o podría haber sido una T. De todas formas, el nombre era una información innecesaria y habría caído en el olvido en una semana.

Una lástima, pensó Harry mientras ahogaba una risita. Éste es entretenido por las mañanas.

Harry no tenía demasiados con los que compararle de todos modos. No se quedaba hasta la mañana siguiente si podía evitarlo. Siempre dependía de lo que hubiese bebido antes. El whisky parecía tener el don de persuadirlo para quedarse hasta más tarde, mientras que el ron siempre le dejaba la cabeza suficientemente fría como para llamar a un taxi o a Ron en un apuro.

El hombre torpe era bastante atractivo, Harry observo sus rasgos rápidamente —casi exactamente su tipo— y sus largas extremidades que no eran más que un mero adorno de un vientre tonificado y un atractivo rostro. Su cabello estaba desordenado de una manera similar a la de Harry, que era algo que no le gustaba si no era él mismo. Prefería una clara diferencia entre el antes y el después.

Normalmente follar nunca proporcionaba un gran contraste al aspecto de su pelo.

—No podría estar más de acuerdo —respondió Harry con sencillez, sin molestarse en abotonar la camisa que se había echado sobre sus fríos hombros—. Buena suerte con tus... cosas.

Por supuesto que sabía que esos planes eran pretendidos y una completa mentira, pero Harry comprendía la importancia de la dignidad. El orgullo anulaba todo pensamiento racional incluso en un hombre que estaría contento paseando durante la tarde.

—¿Debería dejarte mi número o a-algo? —preguntó el hombre con un mínimo deslizamiento.

Harry se aclaró la garganta y sacó las gafas del bolsillo de su pantalón, murmurando un hechizo rápido para reparar la lente que él mismo había roto. Ver con claridad siempre le ayudaba cuando rechazaba. Podía ver cada error que estaba despreciando y justificar sus acciones sin ese momento de "¿y si...?"

—Oh, esto está bien así. No tengo teléfono —Era cierto. Como mago, ¿qué haría que necesitase un móvil? Una lechuza era suficiente para contactar con aquellos que le conocían bien. Un teléfono sólo sería necesario si Harry encontrase a algún muggle con el que decididamente valiese la pena mantener el contacto—. Fue divertido. Gracias.

—Nos vemos, Harry —se despidió el hombre.

La culpa hizo un montículo bastante pesado en el pecho del Salvador antes de que la auto-preservación aplastara el débil montón.

Ese hombre le hubiera decepcionado en un mes, eso en el mejor de los casos. No sabía nada de Harry. Él no tenía la menor idea de quién era él en un mundo que ni siquiera podía imaginar que existiese. Esa era precisamente la razón por la que Harry seguía moviéndose en el mundo muggle. Aquí él no era nadie, tan anónimo como el tío que entrará en el próximo bar. Incluso había paseado por diferentes pueblos sólo para sentirse invisible sin su capa. Un "posible Joe". Una cara en un mar repleto de ellas. Nada especial. No había nada asombroso en él.

Nada.

De alguna manera, a Harry esa palabra le parecía más que un título. Él no emanaba nada entre los muggles, no sentía nada en ambos mundos. Estaba vacío, hueco, una simple cáscara de del joven entusiasmado y determinado que había sido.

Construir el héroe que quería la prensa había tomado diecisiete años, sin embargo, había durado menos de un año en perder toda su falsa confianza y sólo dos más en explosionar completamente. Harry no era un hombre. No llevaba ninguna identidad o rastro de ser alguien.

Al salir del apartamento, y haciendo caso omiso de los pequeños sollozos detrás de él, Harry cerró la pesada puerta de metal y se volvió para leer el número, astillado hasta ser casi ilegible: 312

Caminó hasta el vestíbulo del complejo de apartamentos y se acercó casualmente para ver los buzones que se alineaban en la entrada.

—Tres, doce —murmuró, encontrando el número encima de uno de los buzones y notando el nombre en la parte inferior-. Wade Warsh —Harry se rió ásperamente y salió al aire fresco de la mañana. Cruzó los brazos contra el repentino viento que se había levantado. Harry rió entre dientes, reflexionando acerca del hombre olvidado—. Ni siquiera estuve cerca.


El moreno volvió a su propio apartamento —más tarde de lo que le hubiese gustado-, perdiéndose a sí mismo en el lujo de la soledad que le proporcionaba su parque favorito. Parecía que los años en los que había sido observado lo llevaba a observar a los demás. Este entretenimiento se convirtió en un entrenamiento en el sigilo y la astucia. Nunca ser notado y nunca ser visto. Parecía motivado en la tarea hasta que se dio cuenta de que nadie lo estaba buscando. Entonces, el pensamiento tranquilizador instauró una paz que le hizo cosquillas en el centro de su cuerpo.

Estaba mareado mientras llevaba a cabo otro juego de identidad, sin preocupaciones. El descubrimiento de hoy pasó a ser un señor mayor con una chica mucho más joven a cuestas. Levaba el pelo rubio brillante recogido en coletas y saltaba charcos anormalmente grandes. Su sonrisa era de una pureza que no recordaba haber visto nunca antes y el aspecto de la genuina alegría en el rostro del hombre desató un ataque de envidia en el ex Gryffindor.

Sin embargo, observó a la pareja con curiosidad. Harry se preguntó si la vida podía ser tan simple y esperó algún cambio. Esperaba que el hombre estallara en rabia o la niña tuviese una rabieta. Esperó a la ira. Esperó a la rabia.

Esperó a que la vida sucediese.

Porque era a eso a lo que la vida conducía siempre: caos.

Al sentarse sobre una silla, respiró lentamente por la nariz recordando el posible resfriado que podría estar cogiendo. Eso era un pequeño contratiempo de vivir con muggles. Tenía la necesidad de sanar lentamente. Había muchos medimagos que le podrían haber sanado en poco tiempo pero prefería no ponerse en contacto con ese mundo.

Harry no había hablado con una bruja o un mago en los últimos tres años que no fuesen Ron o Hermione. Pudo haber muerto en la guerra pero desde luego no había muerto en los periódicos. Harry estaba en la clandestinidad. Vivo para aquellos a los que había puesto al tanto y posiblemente con vida para los que sólo eran capaces de imaginar su paradero.

Ron y Hermione hicieron un buen trabajo con los periodistas molestos. Siempre asegurándose de contar lo menos posible y mantener las narices de los demás fuera de sus cosas. Por supuesto, siempre hacían alusión a la vuelta de Harry y se negaban a casarse sin que él estuviese presente en la boda. Sin embargo, él se mantuvo firme en su decisión. Entendía el egoísmo de esa postura y simpatizaba con la pareja.

Sin embargo, Harry no podía dejarlo.

No ahora, cuando había ganado algo tan preciado: la oportunidad de vivir y comenzar de nuevo.

La pareja no estaba de acuerdo en la manera en que Harry dirigía su vida. No veían como algo positivo su entrada y salida de la vida de cualquier extraño. Sin embargo, el héroe se deleitaba con la oportunidad de ir y venir a su antojo.

Se prohibió meterse en relaciones y eliminarlas completamente para no perturbar su libertad de elección. Siempre optaba por abandonar mientras pudiese. Era un lujo con el que no había sido bendecido durante la guerra. Dejando malditos a todos los que había querido. Lo que él no sabía era que un cuerpo no tiene por qué morir para ser una víctima de la guerra. Hay otras cosas que también se pueden perder.

Al igual que el corazón de Harry.

Este se perdió en el momento en el que se dio cuenta de que él había sido el motivo de tantas muertes. Si él no hubiese nacido, muchas vidas se podrían haber salvado. Sus padres, Sirius, Ojoloco, Fred...

Harry sacudió la cabeza para despejar su mente, se rascó el cuero cabelludo esforzándose en olvidar todo lo que había perdido. Antes de que fuera consumido una vez más por la depresión, la presencia de una lechuza interrumpió el momento y de inmediato subió para permitir al ave entrar en su sala de estar.

Con un picotazo agradecido justo debajo de la articulación del dedo pulgar, Harry cogió la carta del pico del pájaro tomando nota de la escritura a mano de Hermione Granger. Abrió el sobre sin cuidado, desechando los restos del papel picado para revelar un pequeño trozo de pergamino.

Harry,

Te escribo para invitarte a una conferencia de prensa. Ahora, antes de que tires esta carta, por favor, escúchame. Es la inauguración de un orfanato para magos. Lo llaman: Segundas Oportunidades. Fue inspirado en las familias que sufrieron durante la guerra. Por favor, considera asistir. Es por ti que esto está sucediendo. Es una causa maravillosa y el anfitrión estaría encantado de que pudieses venir. No voy a decir quién está llevando a cabo esto, porque seguramente te disuada totalmente de hacer acto de presencia. Sin embargo, te prometo que no hay razón por la que no deberías asistir. Ponte en contacto conmigo tan pronto como te sea posible. Si quieres, estaré en casa mañana para hablar de ello. El evento es la próxima semana y me gustaría que estuviésemos los tres juntos.

Con cariño,

Hermione.

Harry se levantó las gafas y se pellizcó el puente de la nariz en actitud contemplativa. Hermione sabía que él se mantenía firme en vivir esa vida. Esto debía estar atacando los nervios de la bruja, sobre todo por tener que esperar la respuesta de Harry. Podía, por lo menos, escucharla. Estaría bien verla a ella y a Ron después de unos meses sin ellos.

El moreno decidió ir a visitarles, pero la cuestión de su regreso tendría que ser contestada después de su reunión con Hermione Granger —pronto Weasley— siempre incorregible.


Harry llegó a la Madriguera el jueves por la tarde. Fue recibido como un hijo más. Molly había estado terriblemente preocupada por su ausencia y Arthur todavía mantenía su compresión objetiva. La pareja de novios ya estaban sentados como si se prepararan para una inquisición que Harry era plenamente consciente de merecer. Por supuesto, esas cuestiones no llegaron a la cima de prioridades de Molly mientras bombardeaba a Harry con suficiente comida para alimentar a un ejército, decidiendo que estaba demasiado delgado para su gusto.

—Si hubieras estado por aquí estos últimos años seguramente podría haberte hecho engordar. Quiero decir, mira a Ronald, querido. Se está llenando tan rápido. En cualquier momento será tan grande como su padre —Harry no pudo evitar darse cuenta de la asfixia de Hermione, que no parecía aceptar el peso o la total atención de la Sra. Weasley sobre su prometido. Claro, el hijo más joven era el último en abandonar el nido, pero Ron sin duda ya no era un niño. Podría y cuidaría de sí mismo. Además, si su madre tenía algo que decir, estaría bien cuidando de un pequeño Weasley.

El héroe sonrió y murmuró una disculpa entre mordida y mordida. Finalmente, se excusó, después de su cuarta porción de manzana caramelizada, y subió a la habitación que había compartido con Ron en los veranos.

—Bien, decidme, ¿a qué viene tanto secretismo sobre el titular del evento? —preguntó Harry. Un instante después se oyó un chasquido, lo que significaba que la puerta ahora estaba cerrada.

—Tienes que prometerme que si ya has decidido asistir todavía irás después de lo que te lo voy a decir.

Harry tiraba de su pelo con la mano derecha pensando en las palabras de Hermione. ¿Podría simplemente volver? Por supuesto que no. La prensa echaría cohetes al cielo. Sin embargo, ¿no se había sentido como en casa en ese lugar? ¿No podría volver por pura necesidad? Tal vez podría volver por un tiempo. Sólo el suficiente como para asistir a la boda y ver a sus mejores amigos casados. Él sería el padrino después de todo. Podría terminar su vida de mago sin dejar cabos sueltos.

—¿Cuánto tiempo haría falta para que terminaseis de planear vuestra boda? —preguntó Harry de repente.

Ron fue el primero en responder después de cruzar una mirada confundida con Hermione.

—Cinco o seis meses más o menos, ¿no es así, Herm? Con la organización de los invitados y todo lo que ello conlleva parece factible en este momento.

—Empezad a planear pronto —aconsejó el moreno, ocultando un pequeño tono de de presunción en su voz, pero no su sonrisa—. Voy a quedarme durante medio año. Medio año para decidir si quiero quedarme. Voy a ir a la inauguración y me quedaré hasta vuestra boda. Os ayudaré a planificar y con cualquier cosa que necesitéis.

Hermione saltó sobre él y le dio un beso del que se abría arrepentido de no estar su futuro marido presente. Harry luchó por controlar la hinchazón en el pecho de lo feliz que se sentía por la felicidad de las personas más queridas para él que jamás había conocido.

—Vas a tener que decirme el secreto —le recordó Harry, después de tomar aire. Hermione era mucho más fuerte de lo que aparentaba y por la sonrisa que tenía Ron en su cara, él lo sabía perfectamente.

Evitando el contacto visual, la bruja miró al pelirrojo en busca de ayuda. La ayuda que Ron le ofreció a Hermione fue un encogimiento de hombros que le hizo rodar los ojos, suspiró profundamente antes de aclararse la garganta, reuniendo el suficiente valor para seguir adelante.

—El centro fue creado, administrado y financiado por Draco Malfoy.


Muchas gracias por leer :D