Capitulo 1: El inicio de la Revolución.
Francia, segunda mitad del s.XVIII, Año 1789
El clamor se oía claramente desde su mansión. Kagome miraba a través de los grandes ventanales la escena que se desarrollaba a pocos metros de distancia.
Una gran muchedumbre se había amotinado frente a La prisión de la Bastilla, lanzaban gritos de apoyo a la Asamblea Constituyente y de rechazo a la monarquía. Eran demasiados para los guardias de la prisión, que aunque intentaron detenerlos, cayeron bajo el peso de la mayoría. Los ciudadanos entraron el la prisión, quemando, liberando a sus prisioneros y lanzando gritos de jubilo.
La lucha proseguía en el interior, con el resto de la guardia. Pero allí ya no alcanzaba a ver.
¿Por que tenía que vivir cerca de ese lugar justo en ese momento? La respuesta era sencilla: Su padre estaba al servicio de Luis XVI, aunque era partidario de la Constitución.
Ella no lo entendía muy bien, pero debía ser algo realmente importante. Kagome contaba con 15 años de edad, tenía una larga melena azabache, ojos color chocolate, un cuerpo esbelto y proporcionado, la piel suave. Como decía su amiga Sango, parecía un ángel caído del cielo.
A ella no le hacia mucha gracia nada de eso, puesto que solo le ocasionaba molestias. En los últimos tres años, había tenido que rechazar infinidad de pretendientes, atraídos por su belleza y la cercanía de su padre al monarca francés.
Gracias a Dios que su familia no era de las que se preocupaban por conseguir el mejor partido para su hija, sino de la felicidad de esta. Admitía que el hecho de ser hija única debía de haber influenciado en esta mentalidad de sus padres, pero lo agradecía de todos modos. Ella solo quería casarse con alguien a quien realmente amase y este le correspondiese. No muchas chicas de su categoría tenían esa opción, como su amiga Sango, comprometida con un soldado del ejército francés llamado Miroku al que jamás había visto.
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Saitô Boticelli era gran amigo del rey Luis XVI desde hacia años. Intentaba, de una forma pausada y tranquila, que el monarca aceptase las libertades del pueblo y los derechos y libertades de los hombres y ciudadanos. Su mayor logro fue el día en que el monarca convoco los Estados Generales (una asamblea que reunía a nobleza, clero y estamento llano o tercer estamento) para intentar solucionar la crisis económica, social y política que atravesaba Francia.
Después de la convocatoria, Saitô se había mudado con su esposa, la duquesa Sonomi y su hija Kagome a las inmediaciones de la prisión de la Bastilla, con el objetivo de evitar los procedimientos y condenas judiciales realizados a los liberales.
Y aquella noche todo había cambiado.
Luis XVI había rechazado la Asamblea Nacional, convocada por el estamento llano con el objetivo de defender sus derechos y esta, como represalia, había pasado a denominarse Asamblea Constituyente.
Sin embargo, para el pueblo no fue suficiente y ahora estaban descargando su furia por la negación de la monarquía sublevándose.
Y ellos vivían tan cerca de la Bastilla… Él era muy conocido, como partidario de la Constitución, pero también como amigo del monarca. Así que no podía asegurar la seguridad de su familia. Tenían que irse cuanto antes de allí.
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Kagome se asusto muchísimo cuando su padre, pálido, les informo a ella y su madre que partían aquella misma noche a su casa en Paris.
En la calle, los gritos aumentaban y, una vez caídas las fuerzas de la prisión y liberado a sus compañeros, los ciudadanos buscaban otro objetivo al cual atacar para golpear al monarca.
Pronto, las conclusiones generales llegaron a una sola. ¿Qué mejor que atacar la casa del amigo del rey?
La gran muchedumbre comenzó a desplazarse hacia allí… No tardaron en percatarse que el noble se disponía a abandonar el lugar. Había varios carromatos en la puerta principal y las dos mujeres de la casa se disponían a subir a un carruaje, mientras el padre daba las últimas ordenes a los criados.
Con toda la intención de impedirlo, comenzaron a correr hacia allí, los nobles subieron rápidamente a sus vehículos, pero no llegaría a tiempo, la gente los alcanzaría antes de poder siquiera alejarse de la entrada principal.
La muchedumbre avanzaba furiosa hacia ellos, apunto de darles alcance, cuando unos fuertes disparos los detuvieron, muriendo varios de ellos.
Los soldados acababan de llegar en auxilio de los nobles. Sin duda, un destacamento enviado por el rey para auxiliar a su amigo, envuelto en problemas por su culpa, que contaba con armas de fuego y algo de artillería pesada.
Saitô, al verlo, no pudo sino suspirar y dirigirse hacia ellos para salvaguardar a su familia.
La lucha apenas duro dos horas más, los ciudadanos, al entender que solo conseguirían muertes innecesarias, decidieron retirarse. Al cabo de cuatro horas tras el inicio del amotinamiento, todo había acabado.
La Bastilla se encontraba en pésimas condiciones, gran parte de ella ardía y las celdas habían sido abiertas. Todos los guardias habían muerto.
-El precio de la libertad es grande.
Saitô se giro hacia el dueño de esas frías palabras, para encáralo. Al verlo, se sorprendió. Era un hombre joven, de apenas 20 años de edad, que contaba con el grado de Teniente en artillería. Pero lo más sorprendente no era su grado a pesar de su juventud, sino su aspecto.
Tenía una larga melena plateada, que llevaba recogida en una cola alta, sus ojos eran profundamente ambarinos. En cuanto a la vestimenta, su traje era blanco, con pantalones azul marino y el chaleco propio de su rango.
-La libertad no debe conseguirse mediante el derrame de sangre, sino por medio de la palabra.
-Tal vez debería, pero no será así. Nunca se consigue nada por medio de hablar. Ya veis lo que vos conseguisteis con el monarca…
-Me agradaría conocer el nombre de alguien tan osado como vos.
-Sesshômaru Bonaparte.
-Lo recordare. ¿Quién esta al mando? ¿Cuáles son sus instrucciones?
- Yo estoy al mando. Mis órdenes son guiarlos y protegerlos a ustedes hasta la llegada a su residencia en París, para una audiencia privada entre usted y el rey.
-De acuerdo, partiremos dentro de una hora.
-Como desee.
El noble se dirigió de nuevo a los carromatos, para asegurarlo todo antes de partir, pues quedarse allí tras lo sucedido hubiese sido un suicidio.
Mientras tanto, Kagome no había perdido detalle de nada. Y había quedado fascinada son el joven teniente. Jamás había visto un chico tan guapo y tan osado, a pesar de la frialdad de su tono.
No podía dejar de mirarlo, asomada desde la ventana de su carruaje. Su madre había ido con su padre para preparar las cosas con más calma, pero rápidamente de todos modos.
Así, ella podía observarle con toda tranquilidad. Se preguntaba como se llamaba y le sorprendía que alguien tan joven tuviera el grado de teniente, sin duda pertenecía a una familia acomodada.
Inmersa en sus pensamientos, no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde de que él la estada mirando. Por un momento, se quedo perdida en la inmensidad de esos ojos dorados, pero, al pasar el hechizo inicial, bajo la vista avergonzada.
Cuado reunió el valor para volver a alzar el rostro, se encontró frente a frente con él.
-Usted debe ser la hija del señor Saitô, la tan famosa Kagome.
-Ah..V/V Si, soy yo… ¿Y usted es…?
-Sesshômaru, Sesshômaru Bonaparte.
