Capítulo 1: ¿Nuestra nueva Ama?

En una enorme mansión, vivía solo un hombre millonario, su nombre era Hasekura Takuma, un hombre que se encaraba de varias fábricas en Japón y en regiones de China, él era un hombre solitario y solo hablaba con su personal ya que eran los únicos de confianza para Takuma. El personal de la casa estaba formado solo por cinco personas, de la cual tres eran hombre y dos mujeres, de su más confianza, siendo que los padres de las personas que trabajaban en ese lugar, eran compañeros de secundaria y preparatoria. Takuma era un hombre de cuarenta y siete años de edad, con cabellos negros y ojos color chocolates, elegante, alto y un tanto torpe. Hacia unos años atrás cuando tenía veinticuatro años se había casado con una mujer de la alta sociedad, o mejor dicho un matrimonio arreglado. Cuando se casó con aquella mujer se amaron en el momento en que se vieron, después de un año la mujer quedó embarazada, pero luego el odio surgió y terminaron separándose sin volver a verse como antes. Como se había separado Takuma tenía permiso de ver a su pequeña hija o en ciertos casos llamarla por teléfono, y eso continúo así, pero cuando su hija comenzó la preparatoria esas visitas y llamadas habían terminado. Hasta ese momento pasaron siete años sin saber que le había sucedido que termino su comunicación, pero en cierto día recibe una llamada de su ex esposa que le mencionaba algo muy importante para él.

-bueno quería hablarte de nuestra hija, y lo que quiero es que la tengas en tu casa un año completo…. Necesito que la conviertas en una dama de pies a cabeza, que cambies su forma de pensar

-es extraña tu petición pero, ¿no se supone que tú la educarías como se debería?

-¡obviamente! –Mencionó la mujer muy orgullosa, de su trabajo como madre.- pero hasta hace un par de años atrás, ella se comporta de una forma extraña, entonces decidí que te la enviare a tu casa, dentro de tres días

-¡¿Qué?! ¡Te volviste loca! Ella ya no me necesita, tiene veintidós años, ya no es una niña que depende de su padre

-créeme, de seguro verte volverá a la normalidad, pero necesito que la ayudes, yo ya no puedo con ella

-un año con ella, ¿no? Nada de trucos

-como quieras, un año más te vale cumplir mi petición o me veras en mi lado malo, y es probable que te matare, como sea adiós perdedor –cortando con mucha arrogancia.

-sigues igual de amable –dijo el antes de colocar el teléfono en su lugar, para colocar una mano en su frente pensando en varias cosas respecto a su hija, y en los años que no estuvo presente con ella.


Como se esperaba los tres días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, Takuma de los nervioso caminaba dando vuelta por toda la sala de estar pensando, como se vería ella, después de siete años no la recordaba cómo era, solo con el aspecto de niña la lograba ver en su mente. Hablando de sus problemas estaban sus dos más leales sirvientas, vistiendo su uniforme correspondiente de la casa, usando ambas una camisa blanca desabrochada los dos primeros botones, con un chaleco de vestir y un pantalón negro, vistiendo diferente que el resto ya que también trabajaban en seguridad y la mano derecha de Takuma. Una de ellas era Higurashi Kagome que era una joven de la misma edad que la hija de Takuma, de cabellos azulados que le llegaba por debajo de los hombros y, ojos cafés, con su piel blanca y su compañera era Nakamura Sango era un año más que Kagome, su cabellos eran marrones largos que llevaba atados en una coleta alta y sus ojos eran cafés. Ambas miraban a su amo sudar a mares, a lo que Kagome le presta un pañuelo para que se secara la cara, Sango reía porque de alguna forma era gracioso ver a un padre tan nervioso, sin dudarlo era demasiado gracioso.

-¡¿ahora qué hago?! Ella cuando pise la casa no me reconocerá, o que tal si ¿no me quiere más? No sé cómo enfrentar esa situación

-cálmese Takuma-sama, la joven ama seguro no lo odiara, si eso piensa –responde Sango sonriéndole a su amo, a lo que Takuma cae rendido en el sofá soltando un largo suspiro.

-¿y cómo es su hija, Takuma-sama? –pregunta Kagome interesada en conocer a su futura ama, ya que estarían con ella todo un año.

-bueno, es parecida a mí en ciertos aspectos pero, tiene mucho de su madre, y no creo que tenga esa actitud tan mala como ella –él reía nervioso, con una mano en su cabeza.

-seguro será agradable tenerla aquí, descuide Takuma-sama no tendrá problemas, nosotras la cuidaremos

-pero también, me dijo mi ex esposa que la tendría que convertir en una dama, ¿Qué quiso decirme? -Sango y Kagome se quedaron sin palabras, porque esa situación para él, era difícil.

Interrumpiendo la conversación entre ellos entra a la habitación un joven, de veintitrés años de nombre Takanashi Miroku, de cabellos azulados atados en una coleta baja que solo sostenía un poco de cabellos, y ojos azules intensos, vistiendo una camisa violeta y una corbata azul, con una chaqueta negra y pantalones iguales. Al entrar Takuma se aferraba al sofá de los nervios de volver a verla, siendo que Miroku le anunciaría que su hija había llegado. Entre los tres lo levantaron como si fuera un niño, ayudándolo a ir a la puerta principal, donde sus dos últimos sirvientes lo esperaban. Ambos eran hermanos, uno de ellos era el menor de la familia Taisho Inuyasha, era un joven de veintitrés años de cabellos plateados que le llegaban a la cintura, y con unos intensos ojos dorados que lucían como dos soles cálidos. A diferencia de su hermano Taisho Sesshomaru, que era el hijo mayor de la familia de veinticuatro años, su apariencia era de cabellos plateados casi blancos, y sus ojos al igual que su hermano Inuyasha eran dorados, pero su mirada era fría y sin expresión, pero aquellos ojos y piel blanca lo hacían verse como un joven, sumamente guapo. Todos los que estaban en el lugar salen a recibir a la hija de Takuma, esperándola con algo de ansias de ver a la hija de su amo.

En eso en la entrada de la enorme mansión entra un auto negro con sus vidrios de igual color, en el auto parando frente a la casa, el auto frena con facilidad colocando nervioso a Takuma, a lo que el chofer del auto baja de él abriendo la puerta. La sorpresa fue demasiado para ellos, pero de igual manera nadie, pero nadie, diría que aquella joven era hija de Takuma, y era demasiada la diferencia entre ambos.

-¿hija? ¿Rin? –Rin era el nombre de la hija de Takuma pero, estaba tan irreconocible que le costaba trabajo reconocerla.

-hola –responde ella sin sentimiento alguno, con una vos apagada y sin alegría de verlo.

-¡Rin que alegría verte! –acercándose para abrazarla, Rin lo esquiva tomando en manos sus valijas.

-no necesito eso…..-caminando para la parte de adentro, uno de los de seguridad, ósea, Sesshomaru se entromete en su camino evitándole el paso.

-¡no, Sesshomaru! Déjala comprendo lo que sucede pero, lo único que no comprendo es tu apariencia….

Rin era una joven de veintidós años, pero su apariencia era más como una chica que nunca supo que era el buen gusto del vestir, su ropas eran un suéter de un rosa demasiado malgastado, en la parte de abajo usaba unos pantalones holgados con colores sobrios que le llegaba por el suelo dejando ver unos zapatos de escuela de secundaria. Lo peor era su cabello que le llegaba hasta por debajo de las rodillas pero estaba maltratado en todas sus puntas, y sus ojos ya no se veían por su flequillo que lo cubría un poco, pero sus ojos no se veían con unos lentes que llevaba puesto. En un simple término era una chica desastrosa en ese aspecto, parecía como si estuviera muriéndose de hambre por la calle, pero si ella venía de una familia a la que nunca le faltaba la comida en la mesa u otras cosas.

-para que sepas padre, yo he sido de este modo hace años

-pero, mi niña….-Rin no lo miraba en lo absoluto, solo quería quitar de en medio a ese hombre que le evitaba el paso- de acuerdo, Sesshomaru déjala pasar ¡Kagome, Sango! Guíenla a su habitación los demás, síganme por favor


Kagome y Sango llevaban unas valijas que eran de la joven Rin, pero al estar caminando a la habitación de ella Kagome la miraba con esa apariencia que le intrigaba, y era por qué no se maquillaba o al menos ropas que sean hermosas. Sango solo se concentraba en caminar a la habitación notando que su amiga quería preguntarle un montón de cosas acerca de la joven Rin, pero ella no se atrevía y menos Kagome que era la que más estaba intrigada en saber sobre ella, ya que estarían juntas un largo tiempo, al menos quería ser sus amigas.

-¿Rin cierto? –pregunta sango con un tono amable y dulce, para empezar bien entre ellas.

-si –contesta ella con el mismo tono, sin sentimiento ni una muestra de afecto.

-mi nombre es Sango –dijo ella sonriéndole, siendo observada por la joven.- y ella es Kagome

-si te gusta, te llamaremos por tu nombre, y tú a nosotras igual –responde Kagome sonriéndole de la misma forma que su amiga.

-no hace falta, díganme como quieran –Rin las miraba sin mostrar emociones, gracias a esos lentes que cubrían su mirada.

-de acuerdo Rin, si nos necesitas en algo, lo que quieras llámanos, será agradable tenerte como amiga

Las tres llegaron a la habitación de Rin, donde una puerta grande de color blanco estaba al medio de todo, dejando sus valijas en frente de la puerta. Con una reverencia Rin les agradece la ayuda por guiarla a la habitación, pero ellas le insistieron en ayudarla a desempacar, estando seguras que un viaje tan largo la cansaría. Rin había aceptado que la ayudaran, al abrir la puerta se encuentra con una habitación hermosa de color blanco, con una cama enorme en medio y un ventanal con cortinas de un color cálido, en un costado estaba un sofá, y un armario enorme de madera con pequeños detalles en madera. Recordando bien esa habitación tenía un único cuadro que decía "cuarto de Rin" dibujado con crayones de muchos colores con grandes variedades de dibujos de flores, que años atrás ella había dibujado en los momentos que su visitas a su padre eran diarias y divertidas. Ese recuerdo la sorprendió haciendo que una única sonrisa apareciera en su rostro blanco, con un pequeño rubor en sus mejillas de tanto sonreír, a lo que sorprendió a las dos sirvientas que estaban en el lugar con ella.

-gracias por ayudarme, Kagome, Sango –Rin hiso una reverencia con su sonrisa, que no se había borrado de su rostro, dándole a saber que serían amigas.

-¡de nada! –Responde Kagome dándole una mano.- si quieres seremos amigas

-sería lindo

-de acuerdo, nos iremos, tenemos trabajo, lo sentimos

-¡de acuerdo nos veremos! Creo que debo disculparme con mi padre

-adiós –dijeron ambas despidiéndose con una sonrisa y una manos arriba, a lo que Rin respondió con gusto.

-nos vemos

hola me da gusto de volver a escribir para ustedes

bueno acá les dejo una nueva historia y espero que le gusten

nos veremos :)