Dead Space y sus personajes son una propiedad de Visceral Games (antes EA Redwood Shores), Mirror´s Edge y sus personajes son una propiedad de Digital Illusions. No reclamo beneficio económico alguno de la publicación de esta historia.
Este es un crossover de Dead Space y Mirror´s Edge. Por poco practico que parezca, he querido cruzar ambas historias, en espera de hacer una más interesante. Esta en particular toma los escenarios y universo de Dead Space, pero hay incluidos elementos de Mirror´s Edge que, si son observadores (y han jugado el juego por supuesto), iran reconociendo. De todas formas vale decir que son pocos elementos al principio, pero se incrementarán mas conforme la historia vaya avanzando.
If you want to read this story in English, look for it as "Dead Space Redemption", in the same section (Dead Space-Mirror´s edge crossovers, english language).
REDENCIÓN
Prologo:
Viaje de vuelta a la obscuridad
"Isaac, soy yo. Desearía poder hablar contigo..."
Una mano enguantada y ligeramente temblorosa presionó la pantalla holográfica del cuadro de mandos, evitando que ese particular fragmento de video que había visto de manera recurrente, se reprodujera una vez más. El feliz propietario de esa no cercenada extremidad, que batallaba para reprimir un ligero temblor, dio un largo suspiro y permaneció en esa posición unos minutos, viendo hacia la negrura del espacio a través de la ventana del puente, tratando de olvidar a su vez la sensación enervante de miedo y vacío que lo oprimía.
El resplandor de las estrellas lo reconfortó un momento, haciéndole olvidar su situación: Solo, en un transbordador ejecutivo con un motor de punto de impacto que a duras penas funcionaba, recién escapado de un planeta caótico, en el que los hombres ya no pondrían un pie.
Jamás.
Abandonado a los horrores que acechaban en cada rincón de la oscuridad. No quería cerrar los ojos, para evitar recordarlos.
A sus compañeros fallecidos...
En medio del vacío, en el lugar donde nada ni nadie debería de poder escucharse, algo emitió un sonido. Un ligero roce de telas, el sonido de textiles frotándose entre si. El hombre reprimió con todas sus fuerzas el deseo de voltear hacia atrás. Incontables veces lo había hecho, a lo largo de los últimos tres días y cada vez que giraba a sus espaldas, distintas sorpresas, cada una más desagradable que la anterior, se presentaban como animas en pena, para recordarle una amarga lección:
No te atrevas a mirar atrás...
El sonido que rompía la tranquilidad de ese sitio, de ese transporte donde nada ni nadie podía haber entrado, aún estaba allí. Invitante, sugestivo... desconcertante. El temblor en su mano se hizo de súbito mas notorio. Sus nervios estaban destrozados. Cada visión, cada sonido, cada estímulo, lo acercaba un paso más a la locura total. A inundar completamente su cabeza con los recuerdos de pesadilla de ese huracán de horror y caos del que había huido.
Levantó su mano y la observó. Se agarró la muñeca con el otro brazo y suprimió el temblor lo más que pudo. Sin embargo la sensación de nerviosismo no se atenuaba. Quizá si decidía ignorar ese sonido, desaparecería eventualmente. Como esas jugarretas de la mente, que solo requieren olvidarse de ellas para que dejen de molestarnos. Controló sus pensamientos y esperó. Estaba dando resultado, la indicación de roce de telas había disminuido, y habían pasado diez segundos desde que lo oyera por ultima vez. Su respiración, que se había incrementado de golpe, empezó a recuperar su ritmo normal.
Entonces descubrió que había otro ruido. Uno que hizo que su corazón estuviera a punto de arrancarse solo de sus entrañas. Era como si el destino conspirara para hacer su vida aún mas torcida y miserable.
Un gruñido animal... reproducido por una voz innegablemente humana.
Su cuerpo se sacudió de manera incontrolable. El escalofrío que recorrió su espalda fue la indescriptible sensación de miles de agujas de hielo puro, moviéndose por debajo de su piel, cada una produciendo un dolor atroz y recordándole los límites de su ya múltiples veces lacerado, aporreado y remendado cuerpo. En su mente, el discurso de Nicole empezó a bullir de nuevo:
"Lo siento... lo siento por todo. Solo desearía hablar con alguien..."
Lucho con su cuerpo para recuperar el control. No cedió a la tentación de voltear inmediatamente, recordando las criaturas deformes y terroríficas que siempre pulularían por su mente. Los gruñidos en su cabeza se confundían con las palabras de su compañera:
"Todo se está derrumbando por aquí; No puedo creer lo que está pasando..."
El rumor se estaba haciendo mas fuerte, mas insistente, como si se dirigiera a él. Como si lo alentara, ordenara y exigiera imperiosamente que volteara hacia atrás. Isaac ya no estaba seguro de poder resistir la tensión.
"Es extraño... una cosa tan pequeña. Al final, todo se reduce a una cosa tan pequeña..."
Si no volteaba, sus nervios colapsarían y un paro cardiaco fulminante terminaría por matarlo. Empero, si volteaba hacia atrás y descubría que ellos lo habían seguido hasta la nave, hasta ese ultimo bastión de seguridad, moriría igualmente... y de la manera más horrible posible. Su mente ordenó a su cuerpo girar aunque, contra todo juicio racional, sus otras facultades le comentaran a gritos que no lo hiciera.
"No quería que todo terminara así. Realmente quería verte de nuevo, solo una vez..."
Allí estaba.
Agazapada entre el asiento contiguo y la pared interna del puente. Su rostro deforme y sangriento, con esos ojos que antaño apreciara, como el viajero aprecia las estrellas que le sirven de guía. Esas estrellas blanquecinas y antaño radiantes, observándolo ahora con inusitado rencor. Su cabello aún reposaba sobre sus hombros, reseco, endurecido y grasiento. Con la sangre que manaba de su sien, cambiando un poco su color por un escarlata tinto de muerte, pero conservando aún una traza de ese oro que siempre enmarcó su rostro. Su expresión ya no era humana sin embargo. El mas fiero de los animales no podría tener ese gesto tan torcido y malévolo.
Algo a su alrededor le indico que las cosas no eran como antes. Tuvo un vago atisbo de los símbolos que el Monolito Rojo exhibía, saltando de su cuerpo y grabándose un su mente en un solo instante. Esos símbolos que estaban grabados en sangre, omnipresentes en las paredes del gigantesco Ishimura, sacándolo de quicio por lo que representaban, la jerga uniologica que tanto despreciaba.
Ella no se detuvo a hablar. Rápidamente estaba sobre él, forcejeando y tratando de clavarle sus largas y sucias uñas en los ojos, su cuerpo desplegando una fuerza inusitada que amenazaba con someterlo y romperle todos los huesos. Los gritos desgarradores y chirriantes que salían de sus labios mostrando enormidades del dolor y sufrimiento que había tenido que pasar.
Lo que ella fuera en ese instante, ya no era quien él había ido a buscar con pocas, veladas y confundidas esperanzas.
Ya no pudo soportarlo más. Las que antaño fueran unas manos suaves y tersas se habían liberado y lo golpeaban sin parar, rasgando su piel y desnudando la carne de su rostro con cada nueva acometida. Podía saborear la cálida y espesa sangre que inundaba su boca y con ella la vida que se escapaba de su ser. Pero extrañamente el miedo había quedado atrás. El dolor le proporcionaba una sensación agradable que no iba a dejar escapar.
Finalmente estaban reunidos. Nunca sucedería de nuevo algo como eso. No volverían a estar separados jamás.
Al momento en que ella levantaba su afilada mano para acabar con su sufrimiento, oyó un último parlamento desenvolverse en su cabeza:
"Te amo Isaac, siempre te he amado..."
Seguido del grito desarticulado mas escalofriante que hubiera oído jamás.
Isaac Clarke dejo escapar un aullido de puro terror, intentando alejar la sensación de horror que le atrapaba. Jadeó sobresaltado y se levantó del sillón de mando de la nave con la frente perlada de sudor. Sus ojos reconocían nerviosamente el terreno, acostumbrándose a la fría obscuridad del espacio y se encontró a si mismo aferrando su mano con fuerza inesperada a la cortadora de plasma frente a él, tratando de desterrar sin éxito el pánico proveniente de la pesadilla que se había apoderado de su mente.
Tranquilizo su agitada respiración y dejo caer su cuerpo una vez más hacia el sillón, colocando la improvisada arma en un resquicio del tablero de control. Tres horas antes, había dejado atrás el USG Ishimura y Aegis VII, con su desafortunada colonia de mineros (o lo que quedaba de ella).
Su misión había fracasado estrepitosamente (manera eufemística de declarar que estaba destinada a irse francamente al diablo). ¡Había obstaculizado el accionar de un agente del gobierno, por lo que el Gobierno de la Tierra Unida iba a atraparlo y a sacarle las tripas!, ¡eso por supuesto si la Iglesia de La Uniología no lo encontraba primero, por haber destruido su sagrado Monolito!.
SU situación no podía ser peor. Y si la C.E.C. le reclamaba por haber destruido millones de créditos en instalaciones, sin mencionar la nave mas famosa de la historia, bien podía mandarlos directo a la estrella más lejana.
¡Al demonio con todos ellos y sus expectativas!.
Lamentaba profundamente la suerte del Capitán Hammond. Había sido un peón más en esa inefable cadena de eventos. Uno de los varios, en una misión de reparación que no había sido de ninguna forma como las otras. Jamás había trabajado con él antes, y suponía que no debía sentir ningún especial pesar por él. Empero, sus palabras aún rondaban frescas en su mente, como hacía tres días:
- Isaac, ayudame a llegar al Puente de Mando. Buscaremos en los registros y te ayudare a encontrar a Nicole... -
Sus motivos y razones no eran como los de Kendra Daniels, ni estaban ocultos bajo esa apariencia de mujer tranquila y segura de si misma. Donde Hammond era certero y preocupado por el bienestar de su tripulación, por pequeña que esta fuera, a Kendra no le importaba sacrificar las vidas de los otros con tal de lograr su objetivo.
No le extrañaba que no hubieran congeniado bien.
Y luego estaba Nicole...
Su único y doloroso motivo para mantenerse con vida, para recorrer los interminables ductos, plagados de ese inefable olor a muerte. Esa sonrisa nerviosa que lo asedió incontables veces durante todo el viaje de ida, mostrándole unos últimos minutos de reencontrada lealtad... aunque solo hubiera sido en una grabación.
Ella había resultado ser... prefería no pensarlo. Tan marcado lo había dejado la experiencia.
Todos esos terribles recuerdos asediaron su cabeza durante los diez minutos posteriores a su despertar y, encontrándose aún temeroso de mirar a las sombras, por miedo a toparse de frente con alguna de esas cosas horrendas que rondaban sus sueños, decidió no dormir de nuevo. Al alejarse del planeta el sueño lo había vencido, pero con sus fuerzas renovadas, decidió que solo descansaría verdaderamente hasta que viera la luz del sol desde su planeta natal.
Mientras la nave lo llevaba cerca de las rutas estelares de la C.E.C., hizo un rápido cálculo mental acerca de cuanto tiempo iba a estar varado. La perspectiva no era alentadora. El transbordador y sus sistemas no eran la mitad de eficientes que los de la Kellion, la nave en que llegó. Y con el motor de punto de impacto funcionando a un rendimiento tan pobre, podrían pasar algunas semanas antes de que llegara a algún lado o estuviera cerca de cualquier estación espacial intermedia, como para encontrar algo en el rango del limitado equipo de comunicaciones. Para colmo de males, a alguien más se le había ocurrido la genial idea de lanzar la baliza de socorro de ese especifico vehículo, así que no había la esperanza de mensajes de rescate sub-espaciales.
Dejo escapar una exhalación, que reflejaba su cansancio y se levantó del asiento, mirando en los compartimientos de la tripulación, en busca de cualquier ración que le permitiera enfrentar la perspectiva del largo y tedioso viaje que se avecinaba. La suerte le favoreció al encontrar una buena provisión de raciones y comida enlatada al vacío, así como bebidas energéticas suficientes como para mantenerlo con vida un par de meses. Todo ello era obra de Kendra sin duda. Tomo una barra de comida seca y rompiendo el empaque sin muchas concesiones la devoró ávidamente. Se dijo que tendría que racionar su comida con más cuidado y con suerte le duraría para llegar a un punto donde pudiera lanzar un mensaje de socorro. Después, tendría que vivir de aire...
Estaba a punto de desactivar su DRI, cuando la radio de la nave salto a la vida, transmitiendo un mensaje que el hombre escuchó con atención:
- ¿Hola... hola?, ¿puede alguien escucharme? - dijo una voz ansiosa que la distorsionada transmisión de radio no podía disfrazar:
- Soy Ribbel Connors desde el puente de mando del USG Ishimura... ¡Si hay alguien allá afuera escuchando, por favor, necesitamos ayuda! - el pánico en su voz incrementándose como un tsunami que se eleva sin freno.
- ¡La nave fue atacada por una especie de plaga y ya no hay vehículos de emergencia para escapar!... - Jadeante... - ¡Tenemos pocas municiones y pertrechos!... ¡por el amor de Dios!... ¡si alguien me escucha, somos tres sobrevivientes!... ¡por favor necesitamos ayuda, manden a alguien, lo que sea, pero por lo que mas quieran saquenos de aquí!... -
Isaac levantó su mano para responder la llamada, la frenética voz de la mujer aún suplicando en el radio. De pronto se contuvo.
¿Por que tendría que responder?, ¿por que insólita razón debía de volver a esa nave maldita y arriesgar su pellejo?, ¿que acaso no estaba aún fresco en su mente lo que pasó la ultima vez que respondió a una llamada de auxilio?...
Se detuvo y apagó la radio, dejando que su cuerpo se recostara sobre el mullido sillón de mando. Ya lo había perdido todo, aún a Nicole. Las eternas noches de pesadilla que lo perseguían, iban a perdurar una vida entera.
¿Porque debía dejarse perturbar aún más?, ¿que acaso el destino no había tenido suficiente, arrebatándole lo que más quería en el mundo?, ¿tenía que seguir y seguir hasta pagar con su propia existencia?...
Y entonces algo sucedió:
La grabación completa de la ultima transmisión de Nicole empezó a correr una vez más, acechando con terminar con la poca cordura que le quedaba. Estiró una mano para acabar con esa grabación también, y de pronto se encontró con que no pudo hacerlo. La horrible sensación de deja-vu lo atenazó una vez más. Volteo rápidamente a ver a su derecha, pero no había ningún monstruo esperando para despellejarlo y arrancarle los ojos de las órbitas. El sudor frío de su frente escapó por sus mejillas.
Y entonces, al ver la mirada suplicante de la rubia frente a él, ya cansado por las interminables horas de angustia y desvelo que había tenido que pasar y considerando que ya no quedaba nada ahí, dentro de él, que pudiera conmoverse, descubrió que estaba equivocado. Unas pocas fibras sensibles que aún le quedaban intactas se agitaron. Emociones encontradas invadieron su mente. Intensos sentimientos que pensaba ya nunca más experimentaría.
El abatido ingeniero se sintió arrastrado por un torbellino. Emociones que su mente le dijo, debía desterrar se apoderaron de él. Lanzó un suspiro profundo y pensó en ella. Donde quiera que ahora estuviera, no lo perdonaría si huía de esa nueva situación como había huido antes. Apagó la grabación en el momento en que el cuerpo de su amor se colapsaba por el veneno de "esa pequeña cosa" capaz de acabar con su sufrimiento. Dejando caer una furtiva lagrima, que se había confundido con el sudor frío de la impresión, encendió la radio. Una frenética Ribbel Connors aún sollozaba en el canal abierto. Dando golpecitos con su cabeza contra el tablero de mandos, y sabiendo muy bien que debía estar completamente chiflado para hacer lo que iba a hacer, ajustó la frecuencia correcta e inhaló profundamente, preparándose para hablar directamente al micrófono ambiental, desoyendo los alaridos frenéticos de la voz de su razón:
No mires atrás. Lo que vas a encontrar puede no gustarte...
La lección que el sueño anterior le había impartido rondaba en su cabeza como un panal de abejas furiosas, que sin embargo eligió ignorar. Suspirando fuertemente, respondió, tratando de contener toda la ansiedad y el horror que en ese momento amenazaban con destruirlo:
- Soy Isaac Clarke, ingeniero de nivel cinco de la destruida nave USG Kellion de la Corporación de Extracción Concordia. Señorita Connors... estoy en posesión de un transbordador ejecutivo y me encuentro a... - movió rápidamente la mano izquierda para verificar las cartas de navegación estelar - … tres horas de la nave. Si son capaces de sobrevivir hasta ese entonces...
Los sacaré de ahí...
Hispano-parlantes: ¡Espero sus comentarios!
¡Gracias!
