¡Hola!

Sí, soy ésa que nunca actualiza los fics. Lo siento. No os he olvidado, sólo es que siempre ando en mil cosas y soy una persona con problemas de motivación. Por tanto, si os gusta este fic, no paréis de escribir, lo voy a necesitar! Sobre los otros fics: no, no los he abandonado. Los tengo en mi carpeta de fics por terminar, esperando que se encienda la llama.

Y sí, doy mucho asco con las sinopsis. Empecé a escribir esto porque no superé la cancelación´, hace años ya, y estoy llena de amargura y la serie es demasiado buena para dejarla morir así, por lo tanto aquí estoy yo para destrozarla (?) con mi versión de la tercera temporada. Este fic también va a ser publicado en inglés, en cuanto tenga un momento para ponerme a traducir. Como hay muchas siglas en la serie, os haré un pequeño resumen para que no os perdais, ya que las he adaptado en español como bien me ha parecido. Si habéis visto la serie en castellano y lo han traducido de otra forma, hacédmelo saber. Me da miedo mirar el doblaje...

PDS = Síndrome del parcialmente muerto (SPM)
ULA = Ejército de liberación no-muerto (ELN)
HVF = Fuerza voluntaria humana (FVH)

Dicho esto: gracias por leer, y espero que te guste!

CAPÍTULO 1. STAIRWAY TO HEAVEN

En mitad de la noche, el sonido del reclamo de un zorro rompió el silencio en el tranquilo Roarton. Había sido un día largo, con el entierro y la fiesta funeral de Amy, y Kieren estaba demasiado cansado para hacer otra cosa que no fuera irse a la cama. A veces era extraño estar muerto y aun así necesitar dormir. No era que su cuerpo necesitara el descanso, quizá era más psicológico que físico, quizá era su mente o su cerebro los que necesitaban un descanso para reparar el daño que la muerte había hecho, pero lo cierto es que se había caído rendido apenas tocar la almohada.

Le despertó un ruido procedente de la ventana. Kieren se quedó quieto y escuchó, pensando que quizá había estado soñando. Nada, aparte de los ruidos nocturnos de siempre, la esporádica lechuza, el suave murmullo de la carretera no muy lejos de allí. Y de repente, de nuevo aquel click en la ventana. Por un segundo Kieren se preguntó si seguía soñando, si, al aproximarse a la ventana, vería a Rick esperándolo con una botella y una sonrisa. Antes de que el tercer guijarro golpease el cristal su puerta se abrió.

- No -dijo Jem, con la Colt lista en la mano, bien despierta y alerta, a todas luces era obvio que no se había ido a la cama. Se acercó despacio y miró fuera, imaginando que aquellos pútridos del cementerio podían aparecer en cualquier momento, sospechando que tenían que ver algo con su hermano pero aún no sabía qué. Resopló y bajó el arma-. Es Simon. ¿Podrías decirle que llame a la puerta a horas lógicas? Ya sabes, como la gente normal. Deberíais prestar más atención a las reglas de cortesía, no es la Hora de los Tortolitos Vivientes -dijo, poniendo los ojos en blanco-. Llévate el móvil. Y el bate de papá -añadió a continuación antes de marcharse.

Kieren suspiró, caminando hacia la ventana y asintiendo a Simon, antes de cambiarse de ropa rápidamente y bajar las escaleras. Hacía frío, supuso mientras se abotonaba el grueso abrigo, siendo casi Navidad, y no ser capaz de sentir el frío no significaba que no pudiera sufrir congelación. Una vez fuera, respiró hondo mientras cerraba la puerta suavemente, como si aún casi pudiera oler la nieve en el aire.

- Caminemos -murmuró suavemente mientras se alejaban de la casa para no despertar a nadie más. Simon lucía preocupado y ansioso y mantenía la vista apartada de él, y mientras tanto marcharon calle abajo y giraron a la derecha. Kieren sopesó la opción de ir al cementerio, pero la idea de estar cerca de las tumbas abiertas a esas horas de la noche no lo hacía sentirse demasiado bien. Aún tenía pesadillas de aquella noche, años atrás, luchando para salir de su ataúd y después ver su nombre en la lápida. En lugar de eso, se dirigieron al campo abierto y se sintió expuesto e indefenso. ¿Y si alguien de la FVH estaba de patrulla? Gary no dudaría un segundo en matarlos de una vez por todas.

- Tenía que hablar contigo -dijo Simon finalmente, aún caminando. Todavía no lo había mirado. Parecía estar midiendo sus palabras, tratando de decidir por dónde empezar, o qué discurso escrito en su mente comenzar. Se veía derrotado y, de alguna manera, aterrorizado-. ¿Sabes lo del ELN, verdad? El Profeta...

- Simon, si a estas alturas me vienes a hablar del ELN... -lo interrumpió Kieren- Mira, lo sé. El Olvido Azul que me dio Gary era tuyo. Lo encontré en tu habitación y lo escondí. Y toda esa mierda queda fuera de nosotros, lo prometiste. Espero que no estuvieras mintiendo y que no metas el ELN en esto.

Simon tembló y sacudió la cabeza, mirando al suelo, y Kieren siguió su mirada hacia los pies del otro. Estaba oscuro y el suelo estaba algo embarrado, suave. No quería pensar en la tierra húmeda y en lo fácil que era abrirse paso, así que bloqueó el recuerdo y esperó.

- Kieren, todo está conectado. Mi misión inicial era encontrar al Primer Resucitado, por eso atraje a la gente, por eso he estado haciendo entrevistas. Contar nuestras experiencias ayuda a aceptarlo, a aceptarnos, pero en el fondo lo que estaba haciendo era recabar información. Y después de la historia de tu despertar, le dije al Profeta que eras tú.

- ¿Por qué le dijiste que fui el primero?

- Kieren, en tu casa, tú contaste la historia de cómo saliste y escuchaste las campanadas, sólo tú en el cementerio, nadie más. No creí que el profeta buscara matar al Primero, ni en mil años lo habría visto venir. Jamás habría pensado que me pediría eso. En la consulta me preguntaste por qué había desaparecido. Pues bien, fue cuando me dieron la orden. ¡De haberlo sabido, nunca hubiera abierto la boca!

- ¿Por eso estaban los otros esperando en el cementerio? ¿Me ibas a sacrificar allí?

La confusión de Kieren pasó a enfado y muy pronto se tornó en una sensación de rabia feroz mientras Simon seguía evitando mirarle, arrepentido, esperando que explotara.

- ¡Ten la decencia de mirarme! -gritó exasperado.

- Era el plan -aun con la escasa luz, Kieren sabía que Simon nunca había parecido tan vulnerable, y el tono de súplica de su voz apagó su enfado al instante-. No pude, Kieren. No pude, y estás en peligro, te lo intenté decir en el velatorio. Necesito que te vayas de Roarton. Yo cuidaré de ti, te lo prometo, me aseguraré de que no te pase nada.

- No necesito un guardaespaldas -espetó, pero su tono pareció tensarlo aún más. Simon seguía de pie frente a él esperando su ira, buscando limpiar su conciencia sin importar cuánto daño le hiciera. Más suave, continuó-. Simon. Estoy cansado de esconderme. Y si no me hacen daño a mí podrían hacer daño a alguien más, a cualquiera. Le lavaron el cerebro a Maxine Martin con eso del Segundo Amanecer, y mira lo que le pasó a Amy. Es cuestión de tiempo que alguien más pierda la cabeza y haga daño a alguien, da igual el sitio.

- No voy a irme -Simon negó con la cabeza y le miró por un segundo-. No, si tú no quieres.

Kieren supuso que estaba incluso cansado de estar enfadado.

- Ven a casa -dijo. Antes de que Simon pudiera protestar, agregó-. Me da igual que pienses que no es seguro, es peligroso de todas formas. Mi hermana tiene una Colt y el sueño ligero. Además, todos saben dónde está el bungalow de Amy, ¿cómo puedes estar seguro de que no tienen una copia de las llaves?

Simon suspiró.

- No quiero ser una carga.

- Lo serás si vuelves allí y me dejas preocupado todo el día. Mira, le gustas a mis padres, no dirán nada. Y no es como si tuvieran que darte de comer.

El comentario pareció animarlo un poco, y los labios de Simon se estiraron levemente en una sonrisa tímida.

- ¿No estás enfadado?

- Había supuesto la mayor parte -se encogió de hombros y lo miró. Obviamente Kieren todavía estaba molesto, pero parte de él estaba harto de perder seres queridos y no quería perder a Simon cuando apenas había dicho adiós a Amy. Sin embargo, Simon todavía parecía inseguro, y Kieren alcanzó su mano y le dio un leve apretón antes de dirigirla a su propio rostro. Aquello pareció surtir efecto, ya que el irlandés miró su mano acunando la mejilla del joven y deslizó el pulgar por la piel. Los afectados de SPM apenas tenían tacto, sí notaban la presión hasta cierto punto, pero poco más. Kieren apenas lo notaba, y sin embargo eran aquel tipo de cosas que hacías en la vida para demostrar a alguien que estabas ahí si lo necesitaban. Kieren cerró la distancia con un beso lento, Simon nunca lo había detenido-. Vamos -dijo entonces-. Quiero dormir. Puedes usar mi neurotriptilina mañana.

Caminaron de vuelta de la mano, algo menos centrados en los alrededores.

- ¿Vas a volver al programa de reinserción para afectados de SPM?

Simon rió entre dientes y se encogió de hombros. El ELN no lo recibiría con los brazos abiertos; quisiera o no, estaba fuera por traición a una orden directa.

- Bueno, supongo que estar allí me hará parecer menos un miembro del ELN.

-También serías más fácil de encontrar.

-Cierto, pero lo harían de todas maneras, Roarton no es muy grande -observó, mientras dejaban atrás el campo y volvían al pavimento. Había comenzado a nevar mientras torcían la calle, y continuaron unos minutos en silencio-. Sabes, todavía sigo asombrado con tu resistencia al Olvido Azul. ¿Recuerdas algo?

- ¿Lo has usado antes?

- Sí, una vez, en la comuna. No pasó nada, no había vivos, no recuerdo gran cosa. ¿Tú?

Kieren suspiró.

- Intenté atarme a la reja de la tumba del pastor Oddie y luego escuché ruido. Por un momento fue como durante el Amanecer. Creo que casi olvidé todo lo que ha pasado desde entonces -habló pensativo-. Pero podía sentirlo dentro.

- ¿El qué?

- El hambre. La libertad. La falta de miedo.

El joven notó los ojos pálidos de Simon fijos en él, pero lo ignoró. Había odiado cada instante de esa sensación tanto como la amaba, la había echado de menos. La libertad total y absoluta, teniendo un sólo propósito: matar y alimentarse. Ver la lluvia caer a su alrededor, el chapoteo de las gotas, cayendo una a una en el bosque, y estar parado maravillándose en silencio de esa paz, de la falta de voces en su cabeza. Libertad.

Esa libertad, sin embargo, significaba muerte, y eso le provocaba pesadillas.

- Recuerdo a mi padre -continuó-. Recuerdo oírle decir que me quería, pasara lo que pasara y una parte de mí quería desgarrarlo -la misma idea lo horrorizaba-. Habría sido tan fácil ceder... Pero no podría haber vivido conmigo mismo, y luché. Ya te lo dije, no quiero hacer daño a nadie.

Simon se preguntó cuánto recordaba Kieren de su tiempo sin medicación. Simon apenas recordaba nada. Fragmentos, que podían ser reales o parte de su imaginación tras escuchar tantos testimonios del Amanecer. A menudo pensaba que no recordar las caras de sus víctimas era una bendición. Los no-muertos que quedaban en pie habían sido afortunados, pero eso quería decir que había un reguero de sangre tras sus pasos.

Kieren pescó las llaves de su bolsillo mientras se aproximaba a la puerta, y Simon dudó.

- ¿Seguro?

Kieren sólo puso los ojos en blanco y tiró de él.

La puerta se abrió de golpe y Kieren se movió desorientado, buscando al responsable. Jemima seguía agarrando el pomo, esperando algún signo de que estaba lo suficientemente despierto para lo que tenía que decir.

- Tenéis que ver esto. Rápido -Kieren se incorporó, y fue entonces cuando se percató de que Simon estaba sentado en la cama con la misma expresión somnolienta y preocupada-. ¡Vamos! -insistió Jem, exasperada.

Steve y Sue se encontraban sentados en el sofá frente la tele, y se giraron levemente al verlos llegar, consternados. En la pantalla, Jeff Budgen, un parlamentario de Victus, hablaba ante las cámaras. Parecían haberse perdido el comienzo, pero una marquesina les resumió la parte omitida. Hablaban de Maxine Martin.

- … como ya he dicho, la señorita Martin se encuentra ingresada de gravedad tras el ataque terrorista del ELN el pasado día mientras se conmemoraba el inicio de la Guerra Pálida. Se ha identificado a la agresora, Amy Dyer, cuya misión era lo que el ELN ha denominado Segundo Amanecer. Afortunadamente, Maxine se defendió y se consiguió reducir al núcleo terrorista en Roarton. Algunos de estos... sujetos, tomaron Olvido Azul para atacar a la población, pero afortunadamente los habitantes de Roarton supieron defenderse de la amenaza. Este suceso se suma a muchos otros que nos llevan a hacer hincapié, una vez más, en la creación de leyes que protejan a los humanos. Estos actos no han de quedar impunes y ha de llevarse un registro de cada afectado de SPM con su correspondiente seguimiento a tiempo re-

Steve apagó la televisión, y al percatarse de la mirada de todos, simplemente se encogió de hombros.

- ¿Quién quiere ver una película?

- ¡Papá! -protestó Jem.

- Todo el mundo lo vio, no pueden dejar que esto se quede como el testimonio oficial -le escuchó decir a su madre.

Kieren dejó de oír, los sonidos se convirtieron en ruidos lejanos, como filtrados a través de un túnel. Amy, una fanática. No podían hacer eso, Amy era inocente, Amy había sido asesinada. No podían marcarla como una asesina, cuando posiblemente había sido la mejor persona en todo Roarton. Demasiado buena para este mundo, alguno diría. El ELN ahora tenía una cara que no correspondía a la realidad, y eso lo ponía furioso. Kieren deseó que el mundo los viera realmente, más asustados que ellos mismos, encerrados en un cuerpo que no cambiaría porque estaba muerto. Los niños con SPM no cambiarían, no crecerían. Él jamás tendría canas. Eternamente atascado.

- ¡Kieren! -la voz de su hermana lo devolvió a la realidad y se dio cuenta de que todos lo miraban, alarmados. Simon lo sujetaba y su padre lo miraba pálido y preocupado.

Jadeó al notar la inyección de neurotriptilina distribuyéndose por su espina y cerró los ojos fuertemente. Aquellas dosis eran lo peor del día, atraían malos recuerdos. Se agarró a algo, apretando los dientes por un instante, y esperó. Su cuerpo apenas notaba nada, pero la neurotriptilina quemaba a través de su columna como alcohol en una herida abierta y se dejó hacer. Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que estaba apoyado en un hombro, el de Simon, y su padre estaba en su campo de visión.

- ¿Estás bien, hijo? -le escuchó preguntar. Kieren asintió mansamente-. Estabas desorientado y temblando. Ibas tarde para tu dosis. Te haré un té, verás cómo te hace bien -dispuso, sin saber qué otra cosa hacer.

- Sue, ¿puede dejar la pistola de neurotriptilina? Yo también necesito usarla, si no le importa -Kieren escuchó la voz de Simon resonando en su pecho y a su madre dejar el dispositivo sobre la mesilla del café antes de marcharse a la cocina, y a continuación se dejó mover hasta el sofá donde se sentó. Observó a Simon tantearse en el cuello hasta encontrar el orificio y autoadministrarse el fármaco, exhalando aire al devolverle la pistola a Sue Walker, que volvía con tazas humeantes de té en una bandeja,

con una sonrisa agradecida. Después, miró a Jem, que seguía con los ojos fijos en él.

- No voy a cambiar -le sonrió suavemente, y vio a su hermana relajarse.

Jem se acercó y se sentó a su lado. La noche anterior los había oído y visto llegar, había salido un momento al rellano para asegurarse de que su hermano volvía de una pieza y no había hecho comentarios al ver a Simon siguiéndole de la mano.

- ¿Qué va a pasar ahora? -preguntó ella. Kieren suspiró.

- No lo sé. No me gusta.

- Diremos la verdad. Diremos que Amy no hizo nada y que Maxine la mató. Todos la vieron, cubierta de sangre y desquiciada. Esto no está bien.

- Jem, ¿crees que nos creerían? -dijo Kieren, con tono cansado-. Yo tengo mis dudas. A mí no me escucharían por ser lo que soy, y a los vivos los tildarían de ser pro-SPM. Has visto los anuncios en la tele -resopló-. No somos más que monstruos con malas intenciones.

Jem sólo tomó una de las tazas de la bandeja y la acunó cuidadosamente en sus manos. No hacía mucho que había comenzado a ver a los afectados del SPM como algo más que pútridos. Un pútrido es un pútrido, con o sin medicación, solían decir en el FVH, y ella lo había tomado al pie de la letra. En su cabeza, todos los pútridos eran malvados, menos su hermano. Su hermano era influenciable y quebradizo, según ella. O lo había sido. Tras los últimos meses, Jem había comenzado a ver un Kieren diferente, menos roto, y aquella nueva fuerza le había dado miedo porque no reconocía a su hermano y casi había dejado de ver a su hermano para ver al monstruo sanguinario que eran todos los pútridos. Sin embargo, seguía siendo el mismo Kieren que dibujaba escuchando The Cure mientras estaba de morros, que no se dignaba a salir sin sus Doc Martens y que era objeto de bromas por la longitud de sus pestañas. Y después de haber visto a Rob en el instituto tras haber tomado Olvido Azul, comparado con Kieren, había podido comprobar su nueva fortaleza y su bondad intrínseca. A veces se preguntaba si la había reconocido, años atrás, en el supermercado. Ya no estaba tan segura de su respuesta. Los afectados de SPM no tenían la culpa de lo que les había tocado vivir, al igual de que los vivos no tenían la culpa de haber reaccionado como lo habían hecho. En aquel momento, nadie podía pensar que unos años más tardes habrían encontrado una solución al problema. Se habría ahorrado muchas pesadillas.

Simon se sentó al otro lado de Kieren, mirando con curiosidad la bandeja. Había otras tres tazas humeantes, y miró a los hermanos Walker ligeramente confuso. Sue se apresuró a responder.

- Es agua caliente. Por si queréis... -comenzó. Quizá sonaba estúpido, pero Simon sonrió y agradeció quedamente y aceptó su taza. El recipiente de cerámica se sentía ligeramente cálido en la yema de sus dedos, aunque adivinaba que la temperatura era mucho más elevada. Era ridículo pretender que estaba vivo y fingir con una taza en la mano, pero de alguna forma le hizo sentir mejor. Parte de algo. Más que posiblemente aquella había sido la intención de Sue, hacerlo sentir bienvenido.

Steve volvió de la cocina y alcanzó una de las tazas restantes para sentarse y darle un sorbo. Era un hombre algo reservado, aunque Simon podía ver a través de él. Le recordaba a su propio padre, un tipo de pocas palabras, con la mente siempre ocupada.

- Entonces, Simon, ¿dónde vas a alojarte? Kieren comentó que Amy te había dejado el bungalow en su herencia. ¿Vas a quedártelo?

Simon ladeó la cabeza, en una especie de asentimiento, en realidad el bungalow era de Kieren y de él ahora.

- Supongo. No tengo otro sitio donde quedarme, de todas formas.

- Eres bienvenido en esta casa tanto tiempo como quieras. Pero yo de ti cambiaría el juego de llaves del bungalow. Puedo echarte una mano si quieres. tengo una buena caja de herramientas, y también alguna que otra cosa que puedes usar como protección. Nunca sabes cuándo te puede entrar un ladrón, y poner una alarma es caro.

Kieren había estado observando y se animó a tomar la otra taza de agua caliente. Se imaginó a sí mismo bebiendo. Echaba de menos el té, sobre todo el Earl Grey. Se centró en el calor de la taza mientras prestaba poca atención la conversación, fijándose más en su padre y en Simon; Steve parecía realmente interesado en ayudar, no era menos, sabiendo que Simon le había salvado la vida. Kieren era consciente de que su familia lo sabía, tampoco habían sido muy sutiles el día que Kieren lo trajo a almorzar, y Simon no había ayudado mucho con su intento de broma. Suponía que lo habían sabido mucho tiempo antes, después de que Rick muriera la primera vez y él se suicidara. Más de una vez se había preguntado si alguno había leído las cartas de Rick que guardaba bajo la cama. Daba igual, nadie había dicho nada porque a nadie le importaba realmente, Kieren seguía siendo Kieren, y ahora era consciente de qué era lo importante, que todos seguían unidos y que se aceptaban tal cual. También era evidente que su familia aceptaba a Simon. No era agradecimiento, era una promesa. Si eres parte de Kieren, eres parte de la familia.

Por otro lado, Simon no parecía darse cuenta de esto, y negaba la ayuda ligeramente avergonzado, como si le doliera decir que no. Los irlandeses y su cultura, pensó con una sonrisa. Simon pensaba que sólo estaban siendo educados.

Simon nunca se había escondido. No sabía si antes de morir ocultaba su orientación, pero suponía que la muerte cambiaba muchas cosas para mucha gente, sobre todos para los que volvieron. Kieren había dejado de tener miedo todo el tiempo, había empezado a aceptarse. Le había tomado un tiempo, con la muerte de por medio, pero finalmente se sentía libre. Roarton y sus críticas le daban igual. Roarton era su hogar, donde vivía su familia, y un par de comentarios malintencionados no tenían el peso que habrían tenido unos años antes.

Simon se giró para verle y le sonrió ligeramente, y Kieren respondió con otra sonrisa, mientras Steve parecía haber decidido por su cuenta que querían ver Blade Runner y buscaba la película entre su colección y Simon volvía a su lado.

- Kier, ¿podríais ir a visitar a Philip Wilson más tarde? Shirley me ha dicho que ha tenido que darle pastillas para dormir. Pobre chico -Sue suspiró, apoyada en el marco de la cocina. Había sido muy traumático, todo el pueblo estaba consternado con la noticia. Más por Maxine, volviéndose loca, que por la muerte de Amy, pero el acontecimiento no había dejado a nadie indiferente. Amy parecía buena chica, pero Philip Wilson lo era, sin lugar a dudas.

Simon asintió solemnemente al igual que Kieren, que sabía bien lo que era que te arrebataran a la persona que amabas, mejor que nadie. Había pasado por ello dos veces, ni más ni menos. La primera vez la vida perdió todo el color, el mundo se convirtió en algo demasiado difícil y extraño para soportarlo él solo. La segunda vez había sido igual de horrible, pero curiosamente, menos dolorosa, como si después del primer golpe todavía hubiera seguido aturdido. Philip y él habían sido amigos, antes, y si Philip quería podían volver a serlo. Necesitaban trabajar juntos para superar la muerte de Amy. Era ridículo pensarlo porque la evidencia ya le había demostrado que tras morir no había nada, a no ser que te levantaras de la tumba para comer personas, pero quería creer que había algo más, un Cielo, donde gente buena como Amy podía descansar en paz.

A mitad de la película Sue se fue a preparar la comida y Steve recogió las tazas prometiendo hacer más luego, mientras ellos continuaban mirando la pantalla. Jem seguía sentada a la derecha de Kieren, acurrucada a su lado bajo una manta; Simon a su izquierda, sus manos apenas entrelazadas. En la cocina se oía el murmullo de la radio, Sue siempre la tenía encendida mientras cocinaba, era su parte de seguir al día con el mundo. Cuando el almuerzo estuvo listo al finalizar la película, todos se sentaron a la mesa, incluídos Kieren y Simon. No había plato para ellos, pero sí una invitación en los ojos de su madre, la hora del almuerzo no era sólo para comer, era para estar en familia.

- He decidido algo – anunció mientras servía ensalada, mirando a todos con una sonrisa y centrándose en Simon al final-. Vamos a celebrar Navidad todos juntos. Vas a quedarte aquí, hasta que Steve compruebe las puertas y ventanas del bungalow y sepamos que es seguro -antes de que el joven protestara, ella continuó-. Hazlo por mi paz mental, si quieres. No necesitas explicar nada, pero corrígeme si me equivoco en pensar que un chico como tú no estaría seguro viviendo solo ahora mismo, ni con el ELN ni con Victus ni con lo que queda del FVH andando por ahí -Simon ni siquiera movió la cabeza, sólo miró a la mesa algo apurado-. Está decidido, y sería muy maleducado de tu parte llevarme la contraria. Y no te preocupes por la neurotriptilina, ya nos encargaremos de eso.

Simon no supo contestar. Vio a Steve asentir, y a Jem mirarlo de reojo para después mirar a Kieren mientras trataba de ocultar una sonrisa pícara detrás de su vaso de agua. Probablemente se le notaba el apuro en la cara.

- Gracias por su hospitalidad, señora Walker -murmuró, y la conversación pasó a algo más desenfadado.

Había buscado en todos sitios. En todos los libros, debajo de los jarrones, en todas sus cosas, en los cajones. También había mirado en la otra habitación, pero aparte de ropa extraña no había encontrado nada fuera de lo normal. Ni siquiera había móviles de prepago en la casa.

Exasperada, levantó los edredones de las camas, rajó los colchones, buscó debajo de los cojines del sofá, movió muebles, cuadros y tiró los libros al suelo. No había rastro de lo que buscaba. Sintiendo su rabia llegar al límite, encontró el frasco de neurotriptilina casera en el frigorífico y lo estrelló contra el suelo. Le estaba bien merecido.

Pero un móvil sí sonó, el de Brian, que la miraba hacer con una calma que ella no entendía. Le hizo un gesto para que lo siguiera mientras seguía hablando en susurros, y salieron a la calle después de colgar.

- Se llama Julian, Simon había pasado nuestros números de contacto a las otras comunas antes de apuñalarnos por la espalda a todo. El Profeta busca un nuevo discípulo y se pondrá en contacto con nosotros pronto.

Zoe sonrió.