Hola a todos. Bien, en esta ocasion vengo con una historia que es un poco diferente a lo que suelo tratar y extrania. Precisamente porque trabajare con personajes que no suelo usar, para nada. Aun asi, me gustaria saber que les ha parecido, espero puedan hacermelo saber. Ademas, la historia no sera muy lara. Sera de solo cinco capitulos. En fin, les dejo el primer capitulo sin mas.

Disfruten


Loco por ti

Capítulo 1

Oscuridad total. La habitación en la que se encontraba, no existía más que la completa oscuridad. Por más que mirara a su alrededor no hacía más que ver negro, ¿y cómo no hacerlo? La maldita habitación no tenía ni una mísera abertura que pudiera filtrar un poco de la luz del exterior. Aunque, supuso, era muy temprano. No había logrado dormir esa noche… ¡qué va! Ya tenía noches sin poder dormir absolutamente nada. ¿Por qué? Por ella. Ese día se cumplía un año de no haberla visto. Un año que se le había hecho una eternidad.

De improvisto, las puestas se abrieron y las luces se encendieron, cegándolo momentáneamente y dejando ver el tan odioso color blanco que impregnaba en las paredes. Tuvo que cubrir sus ojos con las manos para evitar la tan molesta iluminación. Una vez sus ojos se acostumbraron a la luz, divisó desde una esquina del cuarto a un hombre alto de cabellos naranjas y ojos cafés que vestía una bata blanca, acompañado de un par de hombres uniformados.

El hombre dio un paso dentro de la habitación y al mismo tiempo, él alargó su mano para tomar su inseparable vaso de agua. El hombre retrocedió el paso que había dado. Él sonrió de medio lado. ¿Le tenía miedo? ¡Qué ironía! ¿No se suponía que él debía temerle a aquel sujeto? Después de todo, él sólo estaba encerrado allí y aquel hombre era el de los medicamentos y sustancias tranquilizantes.

— ¿Me temes? —no pudo evitar preguntar mientras daba un sorbo al agua con el popote, prefería tomar así el vital líquido. El hombre alto le lanzó una mirada que no pudo descifrar—. ¿Qué quieres, Juugo? ¿Traicionarme más? —su tono de voz era helado, déspota y sus violetas ojos le lanzaron una mirada llena de reproche.

Miró a Juugo entrecerrar los ojos. Juugo de Tenpin, aquél a quien una vez llamó mejor amigo, hermano. Ahora un simple traidor, un simple ser que no formaba más que memorias de un hermoso pasado y que ahora formaba parte de nuevas memorias, llenas de desdicha. Un ex confidente… ahora su psiquiatra.

—Sabes que no soy tal cosa, Suigetsu —le habló con voz suave—. Era para tu propio bien…

— ¿Quieres mi bien? ¡Sácame de aquí! Yo no pertenezco a este lugar. Déjame salir e ir con ella, a su lado.

Juugo negó con la cabeza. Había tomado el caso de su amigo porque lo conocía y tenía la esperanza de poder ayudarlo a reponerse. Porque sabía que de alguna manera seguían teniendo un lazo, algo fuerte que los unía. Había pasado un año desde el ingreso de Suigetsu y por ahora no había logrado mucho.

— ¿Qué quieres? —volvió a preguntar Suigetsu con el mismo tono de voz que utilizó al principio y sin moverse del lugar.

Juugo les hizo una seña a los guardias que lo había acompañado y éstos entraron con una camisa de fuerza en sus manos. Levantaron con brusquedad a Suigetsu del frío suelo en el que reposaba y le pusieron la camisa de fuerza. Él no puso resistencia alguna. Una vez equipado, Juugo salió del cuarto seguido de los guardias y Suigetsu, que iba en medio de los hombres. Se dejó conducir dócilmente a dónde fuera que lo llevaran.

Se extrañó al notar que aún nadie circulaba por los pasillos. ¿Pues a qué horas habían ido a buscarlo? Con mucha más extrañeza notó que se dirigieron al enorme patio del edificio. Sin negarlo, se sintió reconfortado y permitió que la brisa matutina meciera sus cabellos plateados. Sin embargo, notó que sus sospechas eran ciertas. Era demasiado temprano. Aún estaba oscuro, el sol no despertaba todavía… entonces, ¿por qué él sí? Miró a Juugo inquisidor, sin que el deje de desprecio desapareciera.

— ¿Por qué me trajiste aquí? —inquirió con voz mucho más fría.

—Hoy se cumple un año desde que dejaste de verla, ¿no es así? Suigetsu no respondió y dirigió su atención a un punto fijo en el verde pasto—. Bueno, es una manera de recordarla. ¿Olvidaste que ella amaba los amaneceres…?

—Mientras, yo prefería el atardecer… no, no lo olvido —reconoció el joven con una triste sonrisa, mientras alzaba su vista al cielo despejado mirando el horizonte. En efecto, los primero rayos solares podían verse reflejados en una que otra nube. Ella hubiese amado ese espectáculo.

No pudo mirar más. Su vista se nubló por las súbitas lágrimas que amenazaron por salir de sus ojos. Cayó de rodillas y dejó fluir el llanto. ¿Cuánto no había llorado en este pasado año? ¡Jamás pensó llorar tanto en su vida! Y todo por ella. Y no sólo lloraba por ella, estaba allí por ella. En aquel horrible lugar para dementes. En el hospital psiquiátrico.

"Manicomio", pensó él. ¿Para qué esconder la realidad disfrazándola con otro nombre? ¿Por cambiar el nombre, cambiaban las cosas? ¿Era más fácil estar allí al llamarlo con más "dulzura"?

Suigetsu dejó de llora al sentir los tenues rayos del sol madrugador. Juugo lo miró desde su lugar y le informó:

—Esperamos que la nueva enfermera llegue a más tardar para mañana.

— ¿Nueva? ¿Qué pasó con la otra? —se hizo el desentendido.

—Renunció.

— ¿Por qué? —volvió a inquirir con descaro. Juugo aspiró hondo para controlarse, pero no contestó.

Suigetsu miró a Juugo con una gran sonrisa en sus labios, dejado ver sus afilados dientes. ¿Se arrepentía de lo que había hecho? No. Ni siquiera sintió compasión cuando aquellas grandes perlas lo miraron suplicantes al exigir del valioso oxígeno, ya que estaba quitándoselo poco a poco con su largo y hermoso cabello negro. No, no se arrepentía para nada; era una pena que lo hubiesen alcanzado a medias escaleras. No obstante, lo había hecho para salir de allí y verla. ¡Y lo volvería a hacer! Lo que fuera por ella, sí, quizás estaba loco, pero estaba loco por ella.

"Loco por ti", pensó aún con esa sonrisa mientras los guardias volvían a alzarlo con brusquedad para llevarlo adentro de su habitación, que no era más que una celda. Juugo caminó detrás los guardias que escoltaban a su amigo. Había sido suficiente aire fresco para él.


Una bella rubia de hermosa figura y piel nívea se situó frente al gran y amplio edificio. Todo alrededor de éste, era cubierto por un gran jardín, muy bien cuidado por cierto. Claro, todo estaba encercado. La seguridad ante todo, ¿no? Sus ojos azules se dirigieron al letrero que identificaba a la instalación.

"Hospital Psiquiátrico de Konoha", leyó y suspiró. Bien, era hora de empezar con su labor. Entró y se dirigió a la recepcionista.

— ¿Viene a ver a alguien? —inquirió la mujer detrás del escritorio en tono amble.

—No, señora. Mi nombre es Ino Yamanaka y he sido transferida desde Tokio. Soy la nueva enfermera del hospital.


Bien, es todo por ahora. Raro, cierto? Jejeje. Se cuidan. Hasta otra