La promesa de una Noche
Por Marlybella y Aspasia. Duquesas de Granchester
Hola a todas, este es mi primer fanfic y parte desde la famosa escena de la escalera en el episodio 99. Como muchas, pienso que el final original es demasiado injusto para estos amantes así que esta historia es de lo que habría pasado si Terry hubiese dicho sus sentimientos. Agradezco enormemente a mi amiga y hermana Aspasia, quien ha sido mi editora y me ha ayudado con la narración, también a mis primeros lectores Marcos y Juan Pablo por brindarme el punto de vista masculino para hacer la historia más real y a mi amiga ShoujoShadow por leerme y darme sus consejos. Espero les guste y que dejen reviews.
Marlybella Granchester
Capitulo I: Buscandote
En una fría noche de diciembre del año 1914, la ciudad de Nueva York fue cubierta por una blanquísima manta de nieve, preámbulo de una gran tormenta. Caminando sin rumbo, Candy sostenía en sus manos una pequeña caja de música: "la caja de la felicidad" como la llamaba Stear. Su dulce y cálida melodía, la reconfortaba un poco. "Cuando la abras serás feliz, Candy". ¿Feliz? Las palabras de su amigo parecían hablar un sentimiento muy lejano, diferente al que su corazón albergaba en ese instante.
En su rostro, gruesas lágrimas descendían por sus mejillas. Aún no creía lo que acababa de pasar: renunciar al amor de su vida por el deber. Por momentos, las ganas de regresar y luchar parecían ser lo más razonable, en su corazón así lo sentía; pero la decisión estaba tomada: esa misma noche partiría a Chicago, sin retroceder, sin mirar atrás, porque sabía que si al salir del hospital, titubeaba una vez más, no podría dejarlo.
Terry estaba de pie junto a la ventana de la habitación, su mirada se perdía en algún punto de la calle, su corazón estaba destrozado.
–Se fue… Candy no volvió la mirada ni una sola vez.
Mientras su mano agarraba fuertemente la cortina.
–Si esta era nuestra separación, hubiera preferido no haberte conocido.
Pero en ese instante, tanto la conocía, que estaba seguro cuál sería la respuesta de ella si la tuviera al frente: "Terry, No digas eso, Soy feliz de haberte conocido"
Bajó la mirada y sin darse cuenta se apartó de la ventana, como si estuviera en un trance caminó hacia la puerta. Su atención no se posaban en ningún lugar de la habitación, era su rostro, el de ella lo único que sus ojos querían mostrarle. Nada parecía ser real, lo más probable es que fuera una pesadilla, quería que fuera así, un mal sueño del que pronto despertaría. Se sentía desorientado, perdido, sin sentido, lo único que deseaba en ese momento era caminar.
–Te veré mañana Susana.
Al salir, cerró la puerta violentamente. Sus pasos eran errantes, casi movidos por la inercia. El estupor de la confusión lo condujo a las escaleras del vestíbulo, el mismo lugar donde había sido la dolorosa separación. En su mente, mientras descendía con pasos perdidos, la escena se revivió una vez más:
–"Me iré esta misma noche… esta noche"– las palabras que Candy había pronunciado resonaron en su mente y le hicieron comprender que la despedida sería definitiva.
–Candy se irá y jamás pude decirle cuánto la amaba.
Terry se detuvo al instante, mientras sentía en su pecho un fuerte golpe, tan fuerte que lo sacó de su trance. Lo que había sucedido no era una pesadilla, era la cruel realidad. Ahora, eran sus sentimientos los que tomaban el control. Había cometido un error, el más grande de su vida.
–¡No! ¡No lo permitiré!
Rápidamente el compás de su corazón aumentó. Sus piernas respondieron a sus intenciones y corrió hacia la puerta de salida. La nieve seguía cayendo, los pasos de Candy casi habían desaparecido del blanco suelo, pero él sabía que estuvo allí, parada, viendo hacia el hospital. Tenía que alcanzarla.
–Debo llegar al hotel antes de que parta, esta no puede ser nuestra despedida.
En la habitación del hotel Candy arreglaba rápidamente su maleta. Pensaba que la decisión tomada era la correcta, ellos estarían bien, tratarían de ser felices; pero, él había llorado, lo sintió en su espalda y ella no hizo nada. ¿Por qué seguía ocultando sus sentimientos? Movió su cabeza para ahuyentar los recuerdos, mientras decía:
–El tren partirá en una hora. Debo llegar rápido a la estación antes de que la tormenta se haga más fuerte. Luego de unos minutos estaba en el vestíbulo entregando la llave de la habitación a la recepcionista:
–Espero que su estancia en nuestras instalaciones hayan sido de su agrado. El Coche que solicitó la espera afuera –
–Muchas gracias – respondió ella sin prestar mucha atención.
– ¿Se encuentra usted bien Srta. Andrey?– preguntó la recepcionista al ver la inexpresiva palidez de su rostro.
Candy, sin subir la mirada, ocultando aún más sus verdes ojos, contestó
–Estoy Bien, muchas gracias por todo. Adiós.
–Adiós Señorita.
Mientras tanto, el auto de Terry marchaba a toda prisa por las calles de la ciudad.
–Espero que no sea tarde. Si ella se va, no sé qué será de mi vida, sin ella, yo…
Al pensar lo que sentía no tuvo otra opción que apretar más aún el acelerador, a riesgo de voltearse sobre el resbaladizo pavimento. El carro apenas pudo girar en la esquina siguiente. Faltaban pocas cuadras para llegar al hotel.
Finalmente, a menos de 200 metros del hotel, pudo ver como ella subía a un carruaje. Su desesperación aumentaba, a estas alturas no había vuelta atrás. Candy no reparó que el carro que escuchaba a lo lejos era el de Terry, sin titubear y aún con los ojos empañados, cerró la puerta. El cochero azotó las riendas. Los caballos empezaron a moverse, sus cascos sonaban en el suelo con un pausado eco que Candy escuchaba mientras cerraba los ojos. En ese instante, los corceles se frenaron, sus patas delanteras se elevaron por encima del suelo temerosos del carro que se había interpuesto en su camino. El cochero sostuvo con su mano derecha las riendas, mientras que con la otra evitaba que su sombrero se volara. Todo el carruaje fue golpeado por aquel estrepitoso bamboleo. Candy, sobresaltada, no supo cómo reaccionar, al mismo tiempo que escuchó cómo el cochero gritaba:
–¡CUIDADO!
Mientras trata de calmar a los caballos nuevamente le reclama al arriesgado joven:
– ¿Qué forma de manejar es esa? ¿Acaso está loco?
Terry, ignorando por completo lo que le dicen, baja del auto mientras grita:
–¡CANDY!
Dentro del carruaje, ella reconoce su voz quedando paralizada, sólo sus labios osan decir:
– ¡Es Terry!
El chofer, ajeno a lo que ocurría y deseoso de cumplir con su trabajo le dice al joven:
–Señor será mejor que se aparte, debo llevar a la señorita a la estación lo más pronto posible.
Terry, saca de su bolsillo un poco de dinero, diciendo:
–Espero que esto sea suficiente – mientras desesperadamente vuelve a gritar – ¡Candy sé que estás ahí… responde!
Él abre la puerta y dentro encuentra la mirada de su amada, sus verdes ojos estaban humedecidos.
–Candy, por favor no te vayas. Tenemos que hablar –
– ¡Teryus, no deberías estar aquí! Susana te espera en el hospital. Yo me iré – dijo Candy con aparente molestia y desviando la mirada para no llorar.
–No te dejaré ir. ¡Baja!
–He dicho que No! No lo hagas más difícil por favor…
Con rabia y desesperación, Terry implora nuevamente:
–Lo nuestro no puede terminar así. No puedo dejarte ir sin que antes me escuches. Por favor, Candy, necesito que me escuches.
Candy, vuelve el rostro y al ver de nuevo aquellos penetrantes ojos azules, sintió que su corazón se estremecía, desvaneciendo toda la seguridad que había sentido con aquella decisión, quiso decir algo pero Terry la interrumpió dulcemente:
– No digas nada. Por favor, baja – Sin dejar de observarla, él extiende su mano y ella, delicadamente la toma. Candy cerró sus ojos y dos lágrimas se escaparon descendiendo por sus mejillas; mientras Terry tomaba el equipaje y la guiaba hasta el auto. Minutos después parten ante la mirada atónita del cochero
Entre un zigzaguear de luces y sombras el carro recorría las calles de Nueva York. El largo tiempo en que ambos permanecieron en silencio, fue roto por Terry quien ahora estaba más tranquilo al saber que la había alcanzado:
– La tormenta está empeorando. Vamos a mi departamento, allí podemos hablar.
– ¡No quiero ir… llévame a la estación!
Ignorando por completo las suplicas de Candy, Terry continuaba manejando.
– ¡Por favor! Llévame a la estación, esto no pude ser… ya es muy tarde para nosotros.
Repentinamente, Terry frena el auto, y sin darle tiempo a reaccionar, la toma por los hombros y la acerca hasta a él. Sus cálidos labios se posaron sobre los suyos para silenciar sus ruegos y temores. Candy trata de rechazarlo, pero finalmente se rinde a los deseos de su corazón. Era el beso que tanto ansiaban desde que se separaron en el Colegio San Pablo. Terry la envuelve en sus brazos, ella cede poco a poco y sus manos descienden para rodear su torso. Así estuvieron unos segundos, hasta que lentamente se separaron, y él, aún con sus labios rozando los de ella, le dijo:
– No quiero dejarte ir.
Candy, abriendo poco a poco sus ojos, le responde:
– ¿Por qué me haces…?– pero sus palabras fueron enmudecidas por el dedo de Terry, quien, casi susurrando, le dice:
– No digas nada pecosa… aún no.
Continuará……
Nota: No me odien por dejarlas con la intriga, La verdad tenia la intención de hacer un solo capitulo pero la historia se alargó un poco. Muy pronto publicaré el capitulo II titulado "Sin nada que Perder" Gracias a todas las que leyeron este capitulo, Espero les haya gustado.
