Bella Swan lleva una vida casi normal. Su novio, Anthony, vive entregado a su trabajo y lleva meses sin verle. Cuan do una noche se lo encuentra en un hotel, se lanza a su cuello y no le deja ni hablar. Cuando descubre que el hombre no es Anthony, sino su hermano gemelo, es demasiado tarde. La vieja rivalidad entre los gemelos ha vuelto con más fuerza que nunca. Y todos los trucos sirven en el amor y en la guerra… para la alegría de Bella.

N.A. Escenas de sexo explicito y lenguaje un poco vulgar

Capítulo 1

Bella observó cómo el novio, vestido de esmoquin, entregaba una copa de champán a Rosalie, su prome tida, y luego se inclinaba hacia ella y la besaba en el cuello, bajo el lóbulo de la oreja, y le acariciaba el hombro desnudo con la mano. Rosalie llevaba un ex quisito vestido de novia palabra de honor, confeccio nado en tejido de encaje de color marfil y decorado con cuentas. Lo miró sonriente, con los ojos relucien tes de felicidad.

Saltaba a la vista que Rosalie y Emmet estaban profun damente enamorados. A Bella se le encogió el estó mago al pensar en su novio, a quien añoraba terrible mente.

La orquesta empezó a tocar una de sus canciones preferidas y Bella sintió unas ganas terribles de lan zarse a dar vueltas por la pista con Anthony, el hombre a quien amaba. Por desgracia, él había preferido no es tar allí.

Seguía enfadada, porque en el último momento hu biera decidido no acompañarla. Había tenido que via jar a Toronto para solucionar unos problemas que sus clientes, Bellamy Associates, estaban teniendo con la instalación del nuevo software que su empresa había programado para ellos. No es que ella no entendiera que dirigir un negocio propio tenía sus complicaciones. Lo que ocurría era que aquel era solo el último de una ristra de planes rotos.

Llevaba mucho tiempo esperando aquella boda y la oportunidad de pasar toda una noche en brazos de Anthony, mientras bailaban al son de la orquesta... antes de vivir horas y horas de sexo tórrido. Apenas lo había visto en los últimos dos meses, y no habían hecho el amor desde hacía más de tres. ¡Anhelaba desesperadamente una noche en la cama juntos!

Alice, la mejor amiga de Bella, le dio un ligero codazo.

—Mira, por ahí viene ese monumento de abogado, Jasper whitlock.

Bella alzo la vista y vio aproximarse a aquel abogado rubio y de ojos dorados que se había sentado a su lado durante la cena. Llevaba un vaso de whisky y dos copas de vino blanco entre los dedos.

—Hola, señoritas —dijo, dejando las copas en la mesa y luego entregando una a Bella y otra a Alice—. He pensado que tal vez les apetecería beber algo.

—Gracias —contesto Bella, agradeciéndole sus atenciones, pero deseando secretamente que vinieran de Anthony. Empezó a dar sorbitos nerviosos a su vino por temor a que le pidiera...

—Bella, ¿me concedes este baile? —pregunto Jasper.

Alice, que llevaba intentando animarla toda la noche, le dio otro codazo disimulado y la alentó insistentemente con sus ojos color verde esmeralda. Pero Bella la ignoró y negó con la cabeza.

—Gracias, Jasper, pero no me apetece.

Él la tomó de la mano y, levantándola, la hizo girar lentamente sobre sí misma.

—Vamos, Bella, soy un bailarín magnífico —intento persuadirla.

—Lo siento, pero estoy con alguien, y no me sentiría cómoda.

—Pero si bailar no tiene nada de malo... —intervino Alice.

Bella no estaba tan segura de ello. Deseaba estar en brazos de Anthony, dejarse querer, pero también estaba enfadada con él y ofuscada por una miríada de pensamientos y sentimientos. De hecho, hacía tiempo que albergaba serias dudas acerca de su relación con Anthony.

Jasper se llevo su mano a los labios y le rozo los nudillos al estampar un beso persistente en sus dedos. Bella sintió un escalofrió. Jasper era un hombre extremadamente apuesto. Y además era inteligente, ingenioso y atento. Una combinación letal. Si bailaba con él, tal vez sentiría la tentación de olvidar que estaba enamorada de Anthony. Con varias copas de vino nublándole el pensamiento y notando como aquel hombre tan atractivo la envolvía con su calidez mientras la guiaba por la pista de baile, quizá decidiera que el hecho de ser amada era más importante que por quien. Nunca se había acostado con un hombre al que acabara de conocer.

—¿Estás segura? —pregunto Jasper.

Antes de tener tiempo de contestarle, Lilian, la madre de la novia, se les acercó y tomó a Jasper por el brazo.

—Jasper, me habías prometido un baile —le dijo, sonriendo a Bella y Alice —. Chicas, no les importa que se los robe un momentito, ¿verdad?

Alice y Bella conocían a Rosalie y a su madre desde la época del instituto. A Bella siempre le había gustado aquella mujer exuberante y llena de vida.

—Por supuesto que no —respondió Alice.

—Volveré —prometió Jasper, mientras Lilian lo alejaba de allí.

—Cuando vuelva, baila con el —le dijo Alice y Bella, mientras los despedía con la mano.

—No debería. De hecho, no debería haber venido sin Anthony.

Aunque la verdad es que él no le había dejado otra alternativa.

—Claro que deberías —le dijo Alice, dándole unas palmaditas en el brazo—. Solo porque el Sr. Aburrido no quiera divertirse no significa que tú tampoco debas hacerlo. Ese vestido nuevo te sienta fenomenal. Sería una pena que no lo lucieras. —Alice sonrió en dirección a los tres padrinos del novio, que las observaban desde el bar—. Si no quieres bailar con Jasper, escoge a cualquier otro. Eres el centro de todas las miradas.

Bella se encogió de hombros. Se había dado cuenta de que los hombres la miraban, pero sus miradas aprobadoras solo conseguían incomodarla. Se había comprado aquel vestido para seducir a Anthony y lograr que no apartara la vista de ella y que pensara en lo que harían tras la ceremonia.

—Le estaría bien empleado que conocieras a otro hombre para sustituirlo aquí y ahora, esta noche.

—Alice, yo no voy a...

Alice le apretó el brazo.

—Ya lo sé, pero es que me molesta. Te mereces que te traten mejor.

—Simplemente ha estado muy ocupado, eso es todo.

—¿Un sábado por la noche?

—Ya te he explicado que está trabajando bajo presión. El nuevo software tiene que estar en funcionamiento el lunes a primera hora. Lleva dos días solventando los últimos problemas y esta noche va a verificar que todo funciona como es debido. Mañana vuela a Toronto...

—¡En domingo!

—Si, en domingo, para instalar el software y comprobar que todo funciona bien.

Anthony pensaba quedarse en Toronto aproximadamente una semana para formar a los usuarios del sistema y estar disponible por si surgía algún imprevisto. Bella no tenía ni idea de cuando volvería a verlo.

—¿Y qué me dices del mes pasado? ¿Y del ante rior?

Bella suspiro.

—Tiene una empresa que dirigir.

—Sí, y tu una vida que vivir. Y con suerte, acompañada. Si él no saca tiempo para estar contigo, ¿qué sentido tiene seguir juntos?

Alice expresó en palabras lo que Bella llevaba pensando las últimas semanas. ¿Quésentido tenía aquello? Quizá solo intentaba retener a Anthony. Si él no se sintiera obligado a tener que pasar tiempo con ella, quizá podría dedicarse a su trabajo en cuerpo y alma.

Bella vio que Jasper se acercaba de nuevo.

—Ahí viene —dijo Alice—. ¿Seguro que no quieres...?

—Segurísimo.

—¿Te importa si bailo yo con él?

Alice sonrió.

—En absoluto.

Abrió el bolso y empezó a hurgar en el, fingiendo que buscaba algo para evitar tropezar con la mirada de Jasper, cuya sonrisa empezó a desdibujarse, hasta que Alice le sonrió abiertamente, alentándolo a invitarla.

—Alice, ¿me concedes este baile?

—Encantada.

Bella los observo atravesar la estancia en dirección a la pista de baile. Cuando Jasper tomó a Alicce en sus brazos, Bella deseó sentir los brazos de Anthony rodeándola, notar cómo le besaba los labios y como el hombre a quien amaba se deslizaba sobre ella. Anheló sentir como la penetraba. Pero eso no era todo: anhelaba sentirse deseada por él de nuevo.

De repente, el calor de aquella estancia se le hizo insoportable. Se bebió el resto del vino de un trago, dejo la copa en la mesa y se dirigió apresuradamente hacia la puerta.


Anthony tecleó la orden de compilar datos. Mientras que el resultado iba apareciendo en la pantalla del ordenador, se acordó de Bella. Había logrado no pensar en ella durante varias horas. Todo un record.

¿Qué estaría haciendo en aquel instante? Probablemente estaría dando vueltas en la pista de baile en brazos de algún semental apuesto y deseoso de pasar una noche de pasión con ella en la cama. Sintió un ataque de celos, pero, en lo más profundo de su ser, sabía que podía confiar en ella.

Maldita sea, le habría gustado estar allí, a su lado, tenerla entre sus brazos. La imaginaba enfundada en el fantástico vestido de seda roja que se había comprado para la boda y que le marcaba las curvas y le realzaba su generoso busto. Al girar en la pista, la falda se le levantaría y revelaría por un instante sus largas y bien torneadas piernas. Se excitó al imaginar el cuerpo de Bella contoneándose contra el suyo, con los senos apretados contra su torso y sus manos acariciándole los hombros.

Tras unos cuantos bailes, le sugeriría que fueran a su casa, donde le quitaría aquel increíble vestido para deleitarse contemplando su cuerpo desnudo. Una descarga de adrenalina le recorrió el cuerpo al pensar en tocarle los pechos desnudos y en notar sus pezones endureciéndose con sus caricias, apretándose con tra las palmas de las manos como si desearan huir de allí. Imaginó que se los metía en la boca y Bella empezaba a gemir en voz baja. Su verga, apretada con tra sus tejanos por la excitación, le exigía un alivio inmediato.

Se acarició con la mano el bulto de los pantalones. Maldita sea, cada vez que pensaba en Bella, su cuerpo reaccionaba como el de un adolescente calenturiento. La deseaba a todas horas. Estaba obsesionado con ella. El amor podía ser un fastidio.

Gimió al recordar sus manos acariciándole el vientre, los dedos rodeándole su verga erecta y sus delicados labios deslizándose sobre su polla. No dejaría a Bella por nada del mundo, pero tenía que encontrar un equilibrio. No podía pasar con ella todos y cada uno de los momentos de su existencia, por mucho que lo deseara. Tenía que lograr que la empresa funcionara. Tenía que alcanzar el éxito... como lo había hecho su hermano, Edward.

Anthony se ajustó los pantalones, intentando aliviar la presión. La polla bajó un poco al pensar en la vergüenza que habría sentido si su hermano hubiera estado allí y hubiera notado que se excitaba. Por suerte, le había dicho a Edward que se marchara hacia una hora. Solo había que ultimar unos detalles y ya no le hacía falta su ayuda.

Edward y Anthony eran programadores informáticos, y cada uno había montado su propia empresa. Anthony le había pedido ayuda a Edward porque tenía más experiencia con el sistema operativo del cliente, que le había estado dando errores extraños con la interfaz.

Eran las diez y media. Si lo solucionaba todo en media hora, podría ir al Westerly Inn y encontrarse con Bella en la boda.


Bella salió de la sala de baile, dejando tras ella todo aquel oropel y glamour. Bajo la iluminación más in terna del vestíbulo, suspiro profundamente. Miró a su alrededor, confusa.

Anthony ya no encontraba tiempo para ella. No entendía por que la había apartado de aquella manera, pero lo cierto es que lo había hecho, y Bella tenía que afrontar la realidad. La cálida pasión que habían compartido hacia un año, había ido menguando en los últimos meses.

El corazón se le encogió al darse cuenta de que es taba a punto de tomar la decisión que llevaba sopesando durante varias semanas. No quería estar sola, y se había sentido más sola saliendo con Anthony en los últimos meses, que cuando estaba soltera.

Lo amaba, de eso no le cabía la menor duda, pero cada vez tenía más claro que su amor no era correspondido. O, al menos, no en la medida en la que ella lo necesitaba. El corazón le dio un vuelco al empezar a enfrentarse a la verdad.

Ambos parecían necesitarse, pero ¿qué sentido tenía seguir juntos? La relación estaba muerta. Parecía que Anthony estaba esperando que ella le pusiera fin. La decisión estaba en sus manos.

Alice abandono la sala de baile, seguida por Jasper.

—Bella, ¿te encuentras bien?

A Bella se le salto una lágrima y se la enjugo. Abrió la boca para decir algo, pero no fue capaz de articular palabra. Alice le susurro algo a Jasper y él desapareció entre la multitud de invitados.

—Cielo —la consoló Alice, tomándola de la mano y llevándola a un rincón apartado junto a unas plan tas altas—, ¿qué ocurre?

Edward avanzó a grandes zancadas por el vestíbulo del hotel, atraído por la animada música que salía de la sala de baile. Acababa de cenar en el restaurante y no le apetecía quedarse solo, sentado en el salón y oyen do el piano. Su mirada se posó en la figura de una joven espectacular con un vestido de satén rojo, sal picado de purpurina que estaba hablando con una amiga. Parecía infeliz, y pensó que le habría encantado tomarla entre sus brazos y llevarla a la pista de baile, para iluminar con una sonrisa aquel bello rostro. Pero él no era de los que se colaban en fiestas ajenas, de modo que decidió aguardar y observarla un rato más.

Al día siguiente tenía que acompañar a su hermano gemelo a Toronto para ayudarlo a instalar un nuevo software en la empresa Bellamy Associates. Edward se encargaría de verificar que Anthony instalaba todos los parches y lo ayudaría con los problemas de última hora que pudieran surgir durante la instalación on—line.

Edward había volado desde Montreal, donde vivía, hasta Ottawa en su jet privado, un Cessna. Él y Anthony habían comido juntos y habían dedicado la tarde a depurar el código del nuevo programa informático. A aquellas alturas, todo estaba probado y comprobado, pero Anthony, tan obsesivo como siempre, había decidido dedicar el resto de la tarde a reexaminar pormenorizadamente el sistema.

Al día siguiente, ambos volarían a Toronto en el avión de Edward, para asistir a la reunión. Edward regresaría a casa una vez concluida la instalación, el domingo, y Anthony permanecería allí unos días más para asegurar se de que todo funcionara correctamente.

En aquellos instantes, lo que a Edward le apetecía era relajarse y divertirse.

—Yo... —dijo Bella tragando saliva—. Mi historia con Anthony no va a salir bien, ¿verdad?

Miró a Alice a la cara y la línea tensa de los labios de su amiga le dijo todo lo que tenía que saber. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Voy a tener que... —se le hizo un nudo en la garganta al reprimir un sollozo. Intentó coger un poco de aire y continuó—:... romper con él.

Detestó el sonido de aquellas palabras al salir de suboca. Alice la abrazó con fuerza.

—Cariño, lo siento mucho.

La soltó y abrió su bolso de mano, de satén, de donde sacó un pañuelo limpio. Se lo tendió a Bella para que se enjugara las lágrimas.

—Parece haber perdido el interés por mí.

—Le hablaste de tus fantasías sexuales, ¿verdad?

—Sí, el fin de semana pasado.

—¿Mencionaste la de la doncella secuestrada por un pirata?

Bella asintió.

—¿Y la de acostarte con un desconocido?

—Ajá.

Alice sacudió la cabeza.

—No puedo creer que no te devorara allí mismo.

Bella recordó como Anthony se había encerrado en sí mismo cuando le había revelado sus fantasías, marcando una distancia aún mayor entre ellos. En lugar de sentirse excitado y darse un revolcón espontáneo, había puesto fin a la velada y se había marchado apresuradamente.

—¿Cuando tienes pensado hacerlo? —le pregunto Alice.

—En cuanto regrese le...

—¡Madre mía, Bella, no puedo creérmelo! —exclamo Alice, alzando la vista por encima del hombro izquierdo de su amiga.

Bella sintió como un escalofrió le recorrió la columna.

—¿Qué ocurre? —pregunto, volviendo la vista para tropezarse con un par de ojos verdes que la miraban atentamente.

El corazon le dio un vuelco y sus labios dibujaron una gran sonrisa.

¡Era Anthony!


La mujer de rojo volvió la vista súbitamente hacia él y su rostro quedó enmarcado por unos mechones de cabello oscuro. Clavó su mirada en la de Edward. A él, se le corto la respiración por un instante, al ver que a ella se le agrandaban los ojos y le sonreía. Su bello rostro se tornó entonces de una belleza absolutamente pura y etérea. Durante unos instantes, simplemente se miraron el uno al otro. Al final, él se libro de aquel sensual encandilamiento y se acercó a ella a grandes pasos. La sonrisa de ella se ensanchó.

—Hola, me llamo Edward.

Ella se lo quedó mirando incrédula, con el ceño fruncido. Su amiga soltó una risita, le dio un codazo y le susurró algo al oído. A Edward le pareció oír algo acerca de un desconocido y una fantasía. Los labios de la mujer de rojo dibujaron una sonrisa aún mayor y él deseó que, fuera cual fuese esa fantasía, él fuera el extraño venido a satisfacerla.

—Yo me llamo... Marie.

—Encantado de conocerte —le dijo.

Le tendió la mano y ella se la estrechó con fuerza. Edward se llevó la mano de Marie a los labios y le besó los nudillos. El contacto de la suave piel de aquella mujer lo hizo estremecerse. La amiga volvió a soltar una risita.

—Y yo soy Alice —se presentó, dándole otro codazo a Marie—. Ahora tengo que irme. Que se divirtán —añadió, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia la puerta de la sala de baile—. Encantada de conocerte..., Edward.

El la despidió educadamente con la cabeza, mien tras se alejaba y luego miró de nuevo a Marie.

—¿Has venido con alguien?

Ella le sonrió seductoramente.

—Tenía una cita, pero la canceló en el último minuto.

Edward arqueó una ceja.

—Ningún hombre en su sano juicio cancelaría una cita con una mujer tan espectacular.

Marie soltó una carcajada. A Edward le encantó percibir el sonido de una alegría sincera con tintes de deleite en su voz. Anotó mentalmente hacerla reír a menudo. Oyó las primeras notas de una balada.

—¿Te apetece bailar?

—Me encantaría.

Edward cogió su mano y pensó que el tacto de sus de dos largos y finos le gustaba. La condujo hasta la sala de baile, tenuemente iluminada, y luego hasta la pista. Se volvió y quedaron cara a cara. Aquel vestido rojo tan sexy que llevaba, una invitación al pecado, marcaba las curvas de su sensacional figura. El corpiño sin tirantes se ajustaba a sus pechos generosos y redondos, para luego estrecharse en su esbelta cintura. La falda se acampanaba ligeramente a la altura de las caderas y caía hasta el suelo. Marie dio un paso al frente y él la rodeo con sus brazos, con el corazón palpitándole a un ritmo acelerado. Ella deslizó sus ma nos por encima de los hombros de él y le sonrió con aquellos ojos azules tiernos y húmedos. Cuando los dedos de Marie se enzarzaron en su cabello, un escalofrió le recorrió la columna. Marie apoyó la cabeza en su hombro, y su dulce y delicado perfume a hierbas lo ensimismó. Los labios de ella le rozaron el cuello, y todo empezó a dar vueltas.

Mientras se movían al ritmo de la música, ella se apretó más contra él..., mucho más de lo que Edward habría podido soñar. Se excitó al notar el contacto de sus pechos y de sus pezones endurecidos contra su torso. Deslizo las manos por sus hombros desnudos.

Aquella mujer lo estaba hechizando... Rogó que la música no acabara pronto, porque le habría dado vergüenza abandonar la pista de baile en aquel preciso instante.


soy nueva en este mundo pero desde que leei el libro me encanto para una adaptacion, ustedes diganme si la continuo

y aunke solo puedo poner una pareja

esta historia es un Edward/Bella/Anthony

gracias a los k la lean y

les agradecería un review

aiios