Michiru Kaioh ha sido acogida en la residencia para huérfanas 'Halfmoon Hall'. Ella no lo sabe, pero pronto se verá envuelta en una serie de sucesos que envuelven a las otras tres ocupantes de la Residencia y al rubio ayudante del jardinero, en el marco inmejorable de un jardín victoriano, una inquietante estatua y una trágica muerte ocurrida quince años atrás.
ΛŊĠΣŁUS VΣŊĠΛΤӨЯUM
(El Ángel Vengador)
Para ti, astuto lector, desencadeno mi historia.
1 - Dramatis Personæ: Prólogo
Algún lugar de Europa, cuando el s. XIX ronda su ecuador.
El Sol del mediodía dibujaba su figura en el empedrado con nitidez: una esbelta y delicada figura reclinada despreocupadamente en un banco. Pero aquel espejo de sombras no reflejaba la realidad, la palidez, la luz oblicua, el cabello aguamarina que se adhería a las mejillas debido a las lágrimas. La desesperación.
La quietud del conjunto fue destruida por un vigoroso movimiento de la joven dueña de la figura, que se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Se consideraba una persona adulta (tenía diecisiete años), y los adultos no lloran. Por lo menos ella nunca había visto a uno.
Se reincorporó, y al hacerlo, la pila de maletas que componían su equipaje tembló un poco. Se preguntaba por cuánto tiempo la tendrían esperando en el jardín de la mansión. Entretuvo su paciencia durante unos segundos intentando adivinar formas y dibujos en el empedrado, hasta que de pronto un movimiento captó su atención.
Vio una mariposa (la sombra de una, al menos), revoloteando sobre ella, y al levantar la cabeza instintivamente, el Sol la deslumbró. Cegada, se frotó los ojos con un gemido.
"Disculpe, señorita. Creo que esto es suyo." Tal vez fuese porque no había notado que la observaban, o tal vez porque aquella suave voz rozó un punto débil en su alma, pero el caso es que su corazón dio un latido de menos. Entre lagrimillas, distinguió lo que parecía una persona hecha de puntos de luz, pero que se transformó paulatinamente en un apuesto joven a medida que sus pupilas volvieron a la realidad. El chico llevaba unos rústicos pantalones de monta pardo rojizos, y una camisa que un día debió de ser blanca, pero que ahora llevaba remangada y llena de tierra.
Sin esperar respuesta, salvó de unas zancadas los escasos metros que los separaban e hincó una rodilla ante ella. Ojos verdes se clavaron en azules, y la mirada de la chica resbaló hasta el puño vuelto hacia arriba que le tendía.
"Creo que esto es suyo." Repitió en un tono más suave que el anterior. La mano, aún más cubierta de tierra que la camisa, se abrió para que la chica pudiera ver la mariposa blanca que había en la palma. Blanca y aparentemente, muerta.
La visión de aquel ser inerte entristeció a la joven, cuya sensibilidad estaba aún herida por una reciente tragedia. Los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas.
"No llore, señorita." La mirada del chico se enterneció "Perdóneme, creí que era suya." Con todo cuidado, sopló sobre las alas de la mariposa, que, como por arte de magia, echó a volar. Sus miradas volvieron a encontrarse, la azul repentinamente confusa.
"Gracias." Murmuró ella con la voz quebrada, sin saber qué le agradecía. Él sonrió.
"Usted no lo sabe, pero es la quinta vez que las lágrimas de una joven desesperada mojan este banco. ¿Y sabe qué?" La chica negó con la cabeza. "Que todas aquellas jóvenes volvieron a sonreír poco después." Hubo silencio unos instantes, hasta que las últimas lágrimas del rostro de la joven se perdieron y pudo volver a hablar.
"¿Cómo lo sabe?"
"Yo estuve con todas ellas." Una voz gritó en la distancia. El chico se incorporó, escuchando. Después le dirigió a la joven una mirada de disculpa. "Me están llamando. Si paso demasiado tiempo con usted, las demás flores del jardín se pondrían celosas, y créame, usted no quiere eso." Hizo una inclinación de cabeza y comenzó a andar, pero a los pocos pasos se paró, como si hubiera recordado algo. "Deje que su alma vuele de nuevo. Si la mantiene presa en sus manos mucho tiempo, morirá. Y entonces ni siquiera yo podré hacer nada."
Lo último que la chica vio de él mientras se alejaba, fueron los destellos de luz en su pelo rubio cubierto de sudor.
Cuando un viajero recorría el Camino Viejo hacia Halfmoon Hall, cosa que todos hacían, ya que era la única forma de llegar, lo primero que veían del lugar era, precisamente, la puerta. Esto era debido a un brusco giro en el camino, cuya vegetación impedía adivinar lo que se escondía tras su frondosidad y cuyos altos árboles no permitían vislumbrar las altas torres de la mansión victoriana. Tras la alta reja, donde la hiedra campaba a sus anchas, un cuidado sendero conducía a la casa propiamente dicha, pasando antes por el soberbio y laberíntico jardín que la circundaba y el ''Vestíbulo'', pequeño rincón del mismo en el que había un banco de mármol labrado con motivos florales, al cual las niñas de la residencia se referían como El Banco de las Lágrimas.
Este fue el lugar desde el cual un rechoncho criado condujo a la recién llegada Michiru Kaioh a la mansión. El pobre hombre tenía las piernas tan cortas, que se veía obligado a andar dando pequeños saltitos, a la vez que se esforzaba por llevar la mayor cantidad de maletas posible. Michiru, algo rezagada, lo miraba con una expresión ligeramente divertida, a la vez que intentaba por todos los medios posibles no perderse nada de la variada explosión de colores y formas que la rodeaba.
Pero pronto todo aquello perdió importancia, cuando recibió el impacto de la imponente visión de su nuevo hogar. Halfmoon Hall había sido construida un siglo y medio antes, cuando un comerciante repentinamente enriquecido cambió su antiguo apellido a ''Serenity'' y entró a formar parte de la nobleza. Originalmente, el edificio había tenido forma de media luna, de ahí su nombre, pero la posterior construcción de edificios anexos al principal le habían dado la pintoresca forma que ahora ostentaba. En lo que antes habían sido los cuernos de dicha media luna, se alzaban las dos torres de la mansión, la Oeste y la Norte, respectivamente, rematadas en una techumbre cónica de tejas grisáceas. Aquel mismo gris, en tonos más claros, cubría el resto de la fachada. Las innumerables ventanas de marcos de madera añadían al conjunto un aspecto singular.
Si a alguien se le hubiera ocurrido preguntarle a Michiru, esta habría dicho que la puerta de la mansión era digna de una catedral. Decenas de cuerdas de terciopelo azul trenzado la mantenían abierta, y dejaban entrever el vestíbulo de suelo ajedrecístico y la escalinata de mármol, por el que, según le pareció a Michiru, daba la impresión de que un ejército de sirvientes aparecería de un momento a otro para llevarla en volandas. Al levantar la vista, la chica concluyó que si se detenía a contemplar los detalles del techo, probablemente no podría volver a mover el cuello con normalidad el resto de su vida.
No fue un ejército de sirvientes, sino una sola persona, quien salió a recibirla, y sobra decir que no la llevó en volandas. Desde lo alto de la escalera (y cuando digo desde lo alto es desde lo alto), una mujer con una tupida melena la observaba detenidamente. El criado, con bastante dificultad, consiguió llegar hasta ella con las maletas, y en voz baja, la mujer le dio un par de órdenes. El hombrecillo se alejó de allí, probablemente a dejar las maletas en el que sería el nuevo cuarto de Michiru.
La joven, en ese momento, se percató de que aún estaba al pie de la escalinata, observando a la mujer con una ligera sensación de desconfianza. Sin saber por qué, le resultaba vagamente familiar. Después de medirse unos instantes con la mirada, el severo rostro de la mujer se suavizó en una sonrisa.
"Bienvenida, Michiru. Te estaba esperando."
Como Michiru iría descubriendo los días siguientes, junto con anécdotas interesantes en torno a la historia de la mansión, la familia de Setsuna Meioh había estado al servicio de los señores de la casa desde la construcción de la misma. Su madre, como su abuela antes que ella, había sido la dama de confianza de la última señora de la casa, cuya hija, apenas una adolescente, estaba a cargo de Setsuna desde que su madre muriera, poco después de dar a luz.
Ocupando un lugar tan importante, no debería sorprender que Michiru quedase extasiada al contemplar la habitación que la mujer usaba como despacho. Sin embargo, no gozó de tanto tiempo como hubiese querido para admirarla, ya que la llevaban hasta allí otros motivos, mucho más desagradables.
Una vez que ambas mujeres estuvieron sentadas, la más mayor tomó la palabra.
"Supongo," comenzó sin vacilar "que querrás saber los detalles de tu situación actual, ahora que has llegado."
Asentimiento por parte de la joven.
"Bien. Como residente en Halfmoon Hall, se reconoce, a pesar de tu condición de huérfana menor de edad, que tienes plena posesión de tu herencia, si bien el gasto de la misma deberá ser controlado por la directora de la residencia, o sea, yo. Supongo que me sigues."
Nuevo asentimiento.
"Esta situación se extenderá hasta que contraigas matrimonio, en cuyo caso tu herencia pasaría a ser tu dote, o hasta que cumplas veintiún años, momento a partir del cual serás mayor de edad." En este momento, la voz carente de emoción de Setsuna murió, y una sonrisa volvió a iluminar sus facciones. "Normalmente estas cuestiones no se discuten con las niñas, pero tú eres un caso excepcional, ya que eres la residente más mayor. Por lo que he oído de ti, sé que no debo preocuparme. Eres lo suficientemente madura."
Michiru se esforzó por esbozar una sonrisa que no sentía. Setsuna no pareció darse cuenta, y le tendió una carpeta de piel.
"En la Residencia no admitimos a cualquier joven. De hecho, tú eres la cuarta… quinta" rectificó "que habita entre estas paredes. Aquí tienes sus fichas. "señaló con la cabeza la carpeta de piel. "Me gustaría que les echaras un vistazo. Siendo la mayor, espero que tu responsabilidad para con ellas sea consecuente." Setsuna se levantó, y por primera vez, miró a Michiru con simpatía, en una clara propuesta de amistad. La chica intentó corresponder. "Estarás cansada. Espera aquí mientras te traigo una taza de té y me aseguro de que tu habitación ha sido preparada convenientemente."
Después de quedarse a solas, Michiru soltó en un cansado suspiro una respiración que no había sido consciente de estar conteniendo. Empezaba a notar que el cansancio hacía presa de ella. Observó la carpeta que Setsuna le había dado y la rozó titubeantemente con la punta de los dedos, intuyendo las tristes historias que contenía, sabiendo que la suya se les uniría en breve. La abrió con precaución. Sorprendida, advirtió que los documentos incluían además grabados de las niñas. Fijó su mirada en la primera.
Amy M., leyó. Tenía quince años, tres de los cuales los había pasado allí. Provenía de un pequeño pueblo no muy lejos de Halfmoon Hall; Michiru recordaba haber pasado por allí de camino a la mansión. Su madre había muerto al darla a luz debido a complicaciones tras el parto. Su padre, médico, se había culpado a sí mismo de la muerte de su esposa, dándose a la bebida. Había sido hallado en la calle, muerto, quizás en una reyerta entre borrachos.
Michiru tragó saliva. Amy parecía ser una niña muy dulce, con el pelo corto y una alegre expresión en los ojos. Se preguntó cuándo habría sido realizado el grabado.
Siguiente página, Rei H. Quince años. Padres muertos en un accidente (no especificaba de qué) cuando no era más que un bebé. Había sido criada por su abuelo, administrador de un monasterio a un par de semanas de viaje de allí. El anciano había muerto cinco años atrás, y su nieta estaba allí desde entonces.
Los ojos de Michiru vagaron por el rostro de Rei, con una firme expresión de rebeldía y una larga melena que se adivinaba negra. Llevaba cinco años allí, se dijo. Esto debe de haberse convertido en su hogar hace mucho.
Volvió a pasar la hoja. El nombre llamó inmediatamente su atención, así como la falta de imágenes y la prácticamente inexistencia de información. Selena Serenity, quince años, huérfana. Serenity. Debía de ser la heredera de la mansión.
No había más páginas. Michiru frunció el ceño. Faltaba una chica.
Oportunamente, en ese momento Setsuna volvió a entrar en el despacho con una bandeja para el té y las pastas. Le dedicó una sonrisa.
"Veo que has hecho los deberes. Muy bien." Michiru la miró con la cabeza ladeada.
"Disculpe" empezó tímidamente. "Usted me dijo que yo era la quinta chica aquí." Al ver que Setsuna asentía, añadió "Entonces falta una ficha, solo hay tres. Ahora que recuerdo, un chico con quien… hablé, esta mañana, me dijo lo mismo."
Setsuna alzó una ceja. "¿Un chico?" Asentimiento.
"¿Pelo rubio y ojos verdes?"
"Sí" Setsuna soltó una carcajada, y Michiru se preguntó algo molesta qué era lo que le haría tanta gracia.
"Ya has conocido a Haruka, entonces. No sé cómo lo hace, pero siempre se las arregla para despistar al jardinero y recibir a las nuevas." Paró un momento y clavó la vista en la joven. "Supongo que esta vez tampoco iría presentable." Al ver la tímida sonrisa de Michiru, Setsuna levantó ambos brazos en señal de rendición. "No tiene remedio. Hace ya mucho que renuncié a convertirla en una señorita."
Vale. Recapitulemos. "¿Señorita?" Michiru frunció el ceño. Setsuna asintió mientras sonreía.
"De hecho, ella fue la primera chica aquí. Una mañana de hace diecisiete años, el jardinero la encontró siendo un bebé… si mal no recuerdo, en el banco de mármol donde estuviste esperando esta mañana. Dijo que fue el llanto de Haruka lo que le alertó."
Es la quinta vez que las lágrimas de una joven desesperada mojan este banco.
"La señora, la madre de Selena, la acogió. Empezó a trabajar desde muy pequeña, ayudando al jardinero, y cuando la mansión empezó a acoger a chicas huérfanas, destruyó la ficha que hablaba de ella. Dijo que había vivido aquí toda su vida, y que trabajaba para pagar su estancia. Que no era ninguna extraña." Se encogió de hombros. "Las chicas la adoran. Es una especie de Príncipe Encantador."
Michiru recordó cómo habían hablado no hacía mucho, y se sorprendió a sí misma pensando que merecía el sobrenombre. O EL Caballero de Reluciente Armadura. La voz de Setsuna la devolvió a la realidad.
"Pero debes de estar cansada. Tu habitación está lista, te llevaré allí."
Halfmoon Hall tenía cuatro pisos. La planta baja la comprendían los salones y cocinas. En la segunda, estaba lo que llamaban la ''Escuela'', la titánica biblioteca y una inmensa y muy cuidada Sala de Armas. En la tercera estaban los dormitorios de las chicas y el despacho de Setsuna. La servidumbre vivía en un edificio anexo.
Los mencionados dormitorios del tercer piso eran los únicos que poseían balcones, unas bellas extensiones del suelo decoradas con mosaicos e intrincados diseños en las balaustradas. En uno de ellos se encontraba Michiru. Sus pies intentaban no pisar demasiado el mosaico del balcón. Un tritón coronado, armado con un tridente. Al mirar el balcón a su izquierda vio que el mosaico representaba un guerrero pelirrojo con ojos de fuego. El del siguiente balcón era apenas posible de distinguir. Una Luna quizás.
A su derecha no había más dormitorios, allí estaba el jardín. Desde allí podía apreciarse con claridad el laberíntico diseño, que a ras del suelo solo era posible intuir. Le pareció ver un destello en el centro del laberinto, pero debía ser una ilusión óptica. La luz lunar no arranca destellos en los objetos.
Empezaba a hacer frío, y Michiru volvió al interior de su nueva habitación. Era amplia, con un tocador de espejo ovalado y una cama con dosel. Le gustaban los tonos azules que imperaban allí. Se acercó con paso cansado a su equipaje, el cual no había tenido fuerza de deshacer. Sacó su camisón, y después de vacilar un poco, abrió la más pequeña de las maletas. Extrajo una funda de violín, y un espejo. Puso uno de los objetos a cada lado de su cama.
Tendida en el mullido colchón, tuvo por un momento la sensación de que las almas de su padre y de su madre vivían en aquellos objetos.
Si la mantiene presa en sus manos mucho tiempo, morirá. Y entonces ni siquiera yo podré hacer nada.
La sensación se apagó. Volvía a estar sola. Y a llorar.
Nota de la autora: Decid que tengo un extraño fetichismo con los ángeles, decid lo que queráis. XD. Pero sobretodo decid si os gusta, y si queréis leer más de la historia.
Supongo que no hay más que decir. Espero impacientemente vuestros reviews.
West
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