Se preguntó, mientras le miraba moverse de esa forma tan grácil, contrastante con su rostro varonil y a la ves fino, ¿cuántas veces ya había pasado?.
¿Cuántas veces le había golpeado escudándose en palabras que no daban permiso a hablar si quiera?.
Callate .
Porque él, no tenía por que dar explicaciones a nadie sobre lo que hacía; el peliblanco sabía cual era su culpa, cual era la marca que cargaba sobre sus hombros. Tenía que saberla y si no era consciente de ello, le golpearía.
Una y otra ves, castigaría su cuerpo del modo mas doloroso que pudiese, para que evocara sus ojos carmesí, cada vez que emitiese un gruñido, gemido, o un sonido lastimero provocado por el dolor procedente de los golpes que el moreno le daba cada día cuando estaban en la cama, mientras en la misma el albino gemía su nombre, y él en vez de gemir el de su amante, le marcaba con manos y dientes, en tantas partes como sus extremidades alcanzaban y tan profundas como sus caninos y paletas se lo permitían, provocando quemaduras y cortes en esa piel tan perfecta a simple vista.
Por que todo era culpa del Albino.
El era una persona sencilla, de gustos simples y razones aun mas simples, impulsosmejor dicho, su cerebro se movía solo hacía los impulsos mas sencillos y obvios, ya que no hacía falta moverse por algún otro, todo en el era intenso. La manera en que primero actuaba y luego pensaba.
¿Por qué habría que detenerse por cosas como la moral o compasión?
Su mente divagaba entre un sin fin de pensamientos que de un modo u otro, por mas pequeño que fuese, estaban relacionados cuando en ese preciso instante, la figura larga y esbelta del espadachín se movía en medio de su oficina, buscando demandante algo de atención.
Se buscaban, una y otra ves, estuvieran donde estuvieran, sus miradas se buscaban mutuamente, eso era parte del juego silencioso en el que ambos estaban envueltos.
Fue la pieza blanca quien dio el primer paso, atrevida, decidida y soberbiaacercándose al desagradable moreno que tenia el entrecejo marcado a modo de molestia y desinterés, uniendo sus labios de forma avariciosa y violenta, pero a su modo única, el pelinegro se daba el lujo de disfrutar esa extraña "caricia" en lo que sus parpados se unian poniendo su vista en negro, dejando a su cuerpo moverse a gusto, sin guiarse por mas que el tacto, y cuando esto ocurría, la pieza blanca perdía el control de la situación.
Sus propias manos le afirmaban con fuerza, marcando todo lo que podía palpar bajo sus morenos dedos, pero el albino jamas se quedaba quieto, y eso le daba interés al momento.
No tardaba en llegar el momento en que sus cuerpos se unían, piel con piel, blanco y negro contrastando de modo perfecto en un vals desastroso, carente de toda belleza visual de quien desconociera a los dos protagonistas de aquel momento .
Nuevamente era su cuerpo el que actuaba, dominado por una simple palabra"posesividad" aquel hombre que sucumbía bajo su cuerpo por decisión propia era de su propiedad, desde el primer momento en que lo tuvo bajo su cuerpo y hasta que este exaltase su último aliento.
Era justamente por esto que le marcaba, mas allá de esa palabra, había algo que el pelinegro jamas podría borrar, una palabra por sobre todo odiaba.
Pasado.
Porque el no había sido quien por primera ves le vio desnudo y gemir ansioso con sus caderas moviéndose al compás del cuerpo de alguien que no le interesaba.
Porque su nombre no fue el primero que había dicho entre gemidos.
Porque no fue su cuerpo el primero en el que se recosto luego de llegar al orgasmo.
Por eso, y solo por eso el moreno no pensaba perdonarle...y continuaría marcandole día tras día, para que todo quien viese al peliblanco de larga cabellera, plateados ojos y aduraznada piel, supiera que tenía un dueño, y que su nombre.
Era Xanxus
