Las personas que hasta hace pocos segundos te sonreían animosamente mueren delante tuyo. Los niños que te admiraban pierden sus vidas. Y ahora lo que hay debajo de tu camiseta ya no es un escudo antibalas. Pero si es un escudo. Lloras.

Estas asustado. No eres más que un niño asustado.

Aún recuerdas la primera vez que visto aquello sobre tu pecho, clavado en el, dolorosamente, punzantemente, desesperadamente, gritando en un intento de salvarte. La ciencia que amabas te salvaba la vida, pero te condenaba. Viviste un tiempo con aquello que te mantenía ligado a lo que bombeaba "sangre" a tu "corazón." Lo cargabas. Cargabas tu vida entre tus manos, cada pequeño cable representaba tus venas, tu vida. Temías. Estabas asustado, un niño asustado. Hace mucho tiempo eso termino. Hace mucho tiempo ya no despiertas para ser asfixiado en una tina de agua. Ya no despiertas para ser amenazado con armas en tu cabeza. Ya no despiertas para sentir como tu vida es amenazada de muerte. Ya no despiertas para ver el rostro de aquellos que pronto morirán delante tuyo. Ya no despiertas de un sueño que creiste eterno. ¿Quieres saber por qué? ¿Quieres saber por qué, maldita sea?

Porque simplemente ya no despiertas. Nisiquiera duermes para poder hacer eso.

Tu paranoia te llevó a tal limite que pasas noche tras noche armando jodidas máquinas que esperas te salven la vida alguna vez. Ya no lo soportas, estas ansioso, sudas frío, incluso planeas conseguir estimulantes para no tener más sueño jamás y nunca ser vulnerable. Tus dedos se resbalan lentamente por las máquinas, por sus piezas, pensando que eso servirá para salvarte. Pero eres mortal, maldito. Morirás, aunque quisieras pensar que eres un dios como aquellos que casi te exterminan. No puedes evitar temblar ante el recuerdo de como tus ojos se cerraron momentaneamente, casi por una eternidad. No puedes evitar sentir un terror extremo de solo pensar que jamás vuelvas a abrir los ojos con solo pestañear. Piensas en buscar un método que te impida incluso eso, pestañear. Hasta ese punto llega tu maldita paranoia.

Te observas en el espejo, y tu ansiedad, nervios, paranoia, y asco te producen nauseas.

Aquel núcleo brillante que es tu corazón... si dejara de latir, todo terminaría. Tu miedo más grande es tu solución. Lo sujetas, estas desesperado. Quieres escapar, con la vista de aquellas máquinas que has construido sobre ti. Eres un maldito psicópata. Lo sabes, no puedes evitarlo. Sudas frío. Lagrimeas. Lo retiras finalmente, temblando. Tu mirada se dilata. Tu corazón ya no esta. Tu boca suelta aire frío. Estas asustado. Duele. No tu cuerpo. Tu alma. Te duele. Pero recuerdas. Quien te espera arriba, tranquilamente dormida, como un ángel. Lágrimas frías recorren tus mejillas llenas de sudor. Colocas tu corazón en su lugar nuevamente, mientras te desmoronas de rodillas, apretando los dientes. Ya no soportas.

Gritas. Desperado.

Disparas con tu diestra hacia un muro cercano, mientras gritas y lloras de rabia. Rabia. Ira. Enojo. Todo eso dentro de tu corazón, dentro de tu alma. Eres tan cobarde que no soportas dormir, eres tan cobarde que no soportas morir, eres tan cobarde que no soportas vivir. Eres un cobarde. Gritas denuevo, totalmente lleno de ira. Tu paranoia se esta volviendo esquizofrenia. Pero recapacitas entonces. No era verdad, nada de eso era verdad. No eres cobarde. No, no lo eres. Te rehusas a creerlo como un niño pequeño que se rehusa a crecer. O talvez... como un hombre que se rehusa a ser ciego.

No eres inferior. Eres superior. Tu eres Ironman, maldita sea. Eres un heroe, eres un salvador, eres un genio, eres... eres...

ERES TONY STARK. ERES IRONMAN.

Sonríes, ya no dudas más. Te has ganado tu propia inmortalidad.