Privet Drive

 27 de agosto

¡Por fin en una cama!

Estoy agotada. Estas han sido las vacaciones más duras de toda mi vida. Dos meses viviendo en una tienda de campaña, en Escocia, es demasiado para mí, aunque la zona de Los Lagos sea "uno de los parajes más hermosos de toda Gran Bretaña". Hermoso, sí. Frío – muy frío – y húmedo, también. Y cuando la única manera de lavarte un poco es duchándote con agua fría, las cosas se complican.

El autobús nos ha dejado a mi hermano y a mí en la otra punta de Privet Drive, con lo cual hemos tenido que avanzar por toda la calle ante las miradas de todos los vecinos de mi abuela, cargados con inmensas mochilas, sucios y – gracias a Dios ninguno de ellos se acercó lo suficiente para comprobarlo – apestosos.

En general todo el mundo ha fingido no vernos, hasta que hemos pasado por delante del número 4. Una mujer delgada y rubia estaba colocando enanos de jardín, y nada más oírnos pasar ha levantado la cabeza. Tenía el cuello larguísimo. Con una mueca de desprecio pintada en la cara, no ha apartado la vista de nosotros hasta que hemos entrado en el jardín del número 2. De hecho, giraba el cuello casi tanto como la niña de "El exorcista". Por un instante creímos que se le iba a caer la cabeza...

Para cuando llamamos a la puerta, mi hermano sonreía traviesamente. No en vano es miembro del "Frente de Liberación de los Enanos de Jardín". Un barrio pijo como éste es un paraíso para él.

Mi abuela se ha quedado desconcertada al vernos. A juzgar por el lápiz que llevaba en la oreja, estaba trabajando. Mi abuela da clases de física de partículas en la universidad, y aunque ya le queda poco para jubilarse, trabaja a destajo. Dudo que deje que la jubilen. A partir de hoy viviremos en su casa, puesto que mis padres son ictiólogos, y están en algún punto indeterminado situado entre Brasil, Perú y Colombia, catalogando peces en los afluentes del Amazonas. Pero me temo que como es tan despistada, se había olvidado de ese pequeño detalle.

En fin, que somos una familia muy normal.

29 de agosto

Al contrario que durante los dos meses anteriores, ahora hace un tiempo estupendo. Jimmy ha comprado una piscinita de plástico y la hemos montado en el jardín trasero. Nos pasamos la mayor parte del día tumbados al sol como lagartos, tratando de recuperar el calor que se nos negó tanto tiempo.

De vez en cuando damos una vuelta por el barrio. Tiene habitantes curiosos...

Por ejemplo, la señora Figg. Es una anciana que vive a dos manzanas. Suele pasar renqueando por delante de casa cuando va a comprar. Tenía algo extraño, y no sabíamos qué. Hasta que mi hermano cayó en ello. Es curiosísimo: cuando salió a comprar por la mañana, cojeaba de la pierna izquierda. Y a la vuelta, de la derecha. Normalmente la gente suele cojear de la misma pierna, al menos durante un mismo día.

Otra cosa que nos llamó la atención fue el perro. Un enorme perro negro, bastante lanudo. Siempre rondaba por delante de casa de los Dursley (los del número 4). Pues bien: cuatro veces hemos visto llegar al de la perrera y llevárselo al furgón, pero en menos de media hora volvía a estar suelto, frente a la casa, para gran desesperación del señor Dursley, y del pobre perrero, que está al borde de una crisis nerviosa.

Los Dursley merecen un capítulo aparte. El padre, el señor Dursley, es un tío bastante gordo, y lleva bigote de cepillo. Es bastante antipático, así como su esposa, la jirafa de los enanos. Por lo visto lleva una fábrica de taladros. Creo que no le caemos bien. Tal vez sea por las pintas de Jimmy. Hace dos años se nos aficionó al Death Metal, y desde entonces lleva greñas, se hizo un tatuaje enorme en el brazo derecho y siempre lleva camisetas negras de sus grupos preferidos. No hace falta decir que en cuanto se dio cuenta de que el vecino criticaba su forma de vestir, lleva las mangas arremangadas hasta los hombros, para lucir el tatuaje en toda su plenitud.

Además está Dudley, su hijo. Idiota perdido. Por lo visto le consienten todo lo que quiere, y esta vez ha sido una moto. Se la compraron ayer mismo, y se pasó toda la tarde dándole al acelerador sin moverse de la entrada de su casa. Esta mañana ha decidido estrenarla. No sé como, pero nada más salir ha hecho un caballito y se ha estampado contra el precioso parterre de flores de la señora Figg, (y a ésta última casi la pilla de camino). El muy ... se ha limitado a reírse de ella y a arrastrar su moto hasta cargarse las pocas plantas que quedaban intactas.

Y bueno, es una suposición, pero creemos que en la casa de los Dursley hay alguien más. A menudo se oyen gritos como "Harry, prepara la cena (o la comida, o el desayuno)" ,"¿Todavía no has terminado de fregar los platos?", o "¡Eres un gandul! Como sigas así, te voy a enviar a San Bruto".

Estamos barajando la posibilidad de que nuestro vecinos tengan un esclavo en casa.

30 de agosto

¡Hemos adoptado al perro!

Todo ha empezado esta mañana, cuando por enésima vez en los últimos días, la furgoneta de la perrera ha aparcado frente a casa. El lacero ha salido con gran dignidad, pero nada más posar sus ojos sobre el perro, se le han llenado los ojos de lágrimas y se ha puesto a sollozar contra la puerta del conductor.

Yo estaba recogiendo la leche para el desayuno del cesto de la puerta, así que he avisado a mi hermano y hemos ido a consolarlo.

- Ya no puedo más –gimió el hombre, sumido en la desesperación más profunda – Llevo todo el verano atrapándolo y siempre se escapa. Mi jefe ha amenazado con despedirme si vuelve a recibir otra bronca del señor Dursley.

El pobre hombre abrió la puerta de la furgoneta y se sentó para llorar a gusto. Hasta el perro pareció apiadarse de él, ya que se alzó sobre sus patas traseras y apoyó su enorme pata derecha sobre la rodilla, agitando la cola. Gesto enternecedor que acabó por derrumbar al pobre desgraciado.

Jimmy se volvió hacia mí.

- ¿Crees que la abuela nos dejará quedarnos con el perro?

- ¿Crees que la abuela va a darse cuenta de que tenemos un perro en casa? – le pregunté yo a él. - Porque sospecho que la abuela no sería consciente de su presencia ni aunque tropezara tres veces al día con él.

- Arreglado entonces. – dijo Jimmy - Nos quedamos con el perro. Así ya no tendrá que preocuparse más por él. Si el perro no tiene inconveniente, claro.

Definitivamente ese perro es muy raro. Sonrió – lo juro, sonrió – cruzó el jardín y se metió en casa.

Jimmy y yo nos miramos.

- Surrealista – dijo él.

- Kafkiano, diría yo.

Al de la perrera le faltó tiempo para cerrar la puerta y largarse a todo gas.

Durante el desayuno, el perro permaneció tranquilamente tumbado en el comedor.

- Tendremos que llevarlo al veterinario para que lo vacunen – comentó mi hermano, mientras se ponía leche sobre los cereales. – Y tendremos que comprar comida para él.

- Y, bueno, es macho... Tal vez deberíamos plantearnos el castrarlo. – añadí yo.

El perro se levantó de un salto y me miró aterrorizado, mientras Jimmy dejaba caer la cuchara salpicándolo todo de leche.

- ¡Aaaargh!¡No digas esa palabra!

- ¿Qué palabra?¿Castración?

- ¡Aaargh!

- Vale, vale. Eso lo dejaremos aparcado de momento, a menos que nos dé problemas.

Jimmy y el perro se relajaron visiblemente.

El desayuno continuó con normalidad. Discutimos el nombre que le pondríamos, y, en un alarde de originalidad tratándose de un perro negro, acabamos poniéndole "Black". Quién sabe por qué, pero el perro pareció encantado.

En ese instante apareció mi abuela, que llevaba desde las seis de la mañana trabajando en su despacho del sótano.

- ¡Oh, qué perro más bonito!¿Es vuestro, chicos?

Los dos asentimos con la cabeza. Técnicamente era verdad.

El caso es que Black ha resultado ser una maravilla de perro. Mientras mi hermano y yo discutíamos los turnos para llevarlo a pasear (cosa que implica recoger los "regalitos" que vaya dejando y tirarlos a la basura), el perro se levantó, se fue al baño, abrió la puerta con una pata y volvió a cerrarla tras él. Nos quedamos mirando alucinados, sobretodo cuando al cabo de cinco minutos oímos el sonido de la cisterna al vaciarse y el perro volvió a salir (estirando el pomo de la puerta con la boca hasta cerrarla) y se fue a tomar el sol al jardín trasero.

- Este bicho ha salido del programa espacial, estoy seguro – comentó Jimmy.

31 de Agosto

¡Ay! Último día de vacaciones. Mañana empezamos las clases en la secundaria Stonewall ("muro de piedra"). Vaya nombrecito. Más que a escuela, suena a cárcel de máxima seguridad. Es una pena, porque en casa parece que vivamos solos. Mi abuela se encierra todo el día en el sótano y cuando sale sólo habla de tasas de desintegración, piones, muones y otros "ones".

Ay, mierda. Jimmy ha vuelto a poner la música a tope y la estantería esta temblando como si hubiera un terremoto.

Esta mañana venía con el periódico el suplemento de música alternativa. Evidentemente, mi hermano lo ha cogido y ha empezado a leerlo como si se tratara del Wall Street Journal. Cinco minutos más tarde, estaba pegando botes por toda la habitación, gritando "Sí", "Sí", "¡Bien!"... Al final se ha decidido a sentarse, mientras yo le miraba con cara de circunstancias.

- ¿Qué...? – empecé a preguntar.

- Escucha esto: "Vuelve la magia"

" Tras un largo retiro, Magia Muggle regresa de nuevo a los escenarios. Se sabe que están preparando un nuevo disco, y para promocionarlo iniciarán una serie de actuaciones en los locales en los que los admitan. Alan Watson, vocalista y representante del grupo, afirmó que `Hemos vuelto a los orígenes. La mayoría de nuestras nuevas canciones son leyendas antiguas, adaptadas a nuestra música. Sólo puedo garantizaros que serán cañeras´."

"El inesperado regreso de estos clásicos del metal londinense se ha visto impulsado en gran parte por el retorno a la vida activa de uno de sus guitarristas, Serena "Arlequín" Greenwood, tras un divorcio bastante traumático del cual no han trascendido detalles. Como ya se sabe, es uno de los miembros del grupo que guarda más celosamente su intimidad. A juzgar por las primeras actuaciones, "Arlequín" ha llegado a un punto de expresividad hasta ahora desconocido, arrancando de su guitarra notas del más puro dolor. Rumores sin confirmar aseguran que se trata de un flagrante caso de cuernos. Sea como sea, no podemos evitar alegrarnos de su vuelta a las andadas."

"Más salvajes que nunca, aderezados con un ritmo atronador y leyendas artúricas , Magia Muggle vuelve a estar con nosotros. Estamos seguros que complacerán incluso a los más sibaritas."

Así que ha desempolvado los viejos cassetes del grupo, y se ha pasado el día escuchándolos trasladando el radiocassete de un lado a otro. Lo cual me lleva a otro tema: por fin sabemos quién es el misterioso "Harry" de la casa de al lado.

Estábamos aprovechando el sol del mediodía en el jardín trasero. Poco después de que Jimmy enchufara el radiocassete al alargador, la cabeza de la señora Dursley a empezado a emerger lentamente por encima del bajo muro que separa nuestros jardines. Rápidamente, mi hermano se ha subido a una piedra y se ha puesto en posición "ataque de la garza" o como se llamara (hace mucho que no veo Karate Kid).

- ¿Estoy sexy, hermanita?

Le eché un rápido vistazo a sus michelines.

- Arrebatador.

Acto seguido bajó la pierna y contrajo los músculos de su brazo derecho, cosa que tuvo un efecto directo sobre los pectorales de la "chica explosiva" que lleva tatuada en el mismo.

Cuando se lo hizo "no iba ataviada" cosa que a mis padres no les hizo mucha gracia. Supongo que tampoco les hubiera hecho gracia aunque se hubiera tatuado un salmón. Bueno, si fuera un salmón no estoy segura, conociéndolos... El caso es que como era demasiado caro el quitárselo, le obligaron a tatuarle un vestido. Tras largas discusiones, llegaron a un acuerdo, y ahora la chica va en bikini.

Volviendo al tema, el caso es que la señora Dursley volvió a bajar el periscopio, indignada, y tras murmurar "gamberros" se metió de nuevo en la casa. Un minuto más tarde, se oyó un "HARRY, VE AHORA MISMO A TENDER LA COLADA".

Jimmy y yo nos asomamos rápidamente por el muro para ver quién era el misterioso Harry.

Un chico alto y bastante delgado apareció por la puerta, cargando un enorme cesto lleno de sábanas y toallas. La ropa le iba bastante grande, y tenía las gafas medio rotas y arregladas con celo por aquí y por allí. El pobre parecía un refugiado.

En cuanto iba a dejar el cesto en el suelo, Dudley Dursley apareció tras él y le dio un brutal empujón que le hizo dar de morros en el suelo. La ropa que llevaba cayó al suelo, ensuciándose. La escena parecía salida de David Copperfield (la novela, no el mago).

- Vamos, blandengue... – gritó Dudley – Si aún no te he hecho nada...

Y acto seguido, le dio un puñetazo en toda la cara.

Jimmy y yo empezamos a trepar por el muro a toda pastilla, cuando una mancha negra pasó volando junto a nosotros. En un plisplas, Black se había puesto frente a Harry y gruñía de modo amenazador a Dudley, que parecía a punto de necesitar pañales.

Cuando finalmente conseguimos aterrizar al otro lado, Jimmy fue directo a zurrar a Dudley. De algún modo, conseguí agarrar a Black por el collar y a mi hermano por el brazo antes de que se metieran en líos.

Harry se quedó mirándonos sorprendido. Al ver a Black su cara se iluminó.

- ¡Si-Hocicos! – exclamó, abrazándolo - ¡Qué alegría volver a verte! Estaba muy preocupado por ti.

Black agitó la cola, feliz, mientras mi hermano y yo pensábamos que Harry debería preocuparse más por él mismo que por el perro.

- ¡MAAAAAMÁÁÁÁÁÁ! – gritó Dursley, mientras huía despavorido hacia su casa. Parece mentira que un tío de diecisiete años se comporte así.

Rápidamente, todos volvimos a saltar el muro, llevándonos a Harry con nosotros. Lo metimos en el baño, le hicimos echar la cabeza atrás para parar la hemorragia nasal y le limpié la sangre.

- Gracias –dijo él, cuando se recuperó un poco. - ¿Quienes sois?

- Yo soy James Staunton, Jimmy para los amigos – dijo mi hermano – y ella es mi hermana Ellaine.

- ¿Qué tal? – dije yo, mientras le tendía un algodón empapado en alcohol para que se lo metiera en la nariz.

- Bien, eh, gracias. Yo soy Harry. Harry Potter.

Un rato más tarde estábamos en el comedor. Preparamos la merienda, que el chaval devoró como si fuera su primer bocado en años. Nada más verlo comer, Jimmy y yo nos apresuramos a preparar más tostadas. A juzgar por su aspecto no estaba precisamente sobrealimentado.

- ¿Oye, tu estudias en Stonewall? – preguntó Jimmy, cuando Harry paró de comer y se echó hacia atrás con un suspiro de alivio.

- ¿Stonewall?. Bueno, voy a empezar este año allí. Antes estudiaba en otro colegio, pero me echaron.

- ¿Y eso? – pregunté sorprendida. No pretendía ser indiscreta, pero ese chico no tenia precisamente aspecto de ser candidato a expulsiones.

- Eh ... Bueno, nuestro antiguo director falleció, y bueno, el nuevo me tenía bastante manía... Era mi profesor de po-química. El caso es que Snape pasó a ser el director y me pilló fuera de la cama a deshoras.

- ¿Snape? ¿Severus Snape?– repitió Jimmy. - Ese nombre me suena... ¿El exmarido de Serena Greenwood?

Harry se quedó mirándonos.

- ¿La... la conoces? – preguntó, casi sin voz.

- ¡Claro! Bueno, no personalmente, pero me encanta el grupo en el que toca.

- Oh... – dijo Harry. De repente, parecía algo decepcionado. Miró a Black, que estaba a su lado, y luego sonrió. – Gracias por vuestra ayuda. Pero no sé si os conviene ser amigos míos. Dudley también irá a Stonewall este curso y puede tratar de meteros en líos. A él también lo expulsaron de su colegio.

- Déjame adivinar – dije yo - ¿Comportamiento agresivo? No te preocupes, hemos tratado con muchos como él.

Harry sonrió de nuevo, y pasamos la tarde jugando al Trivial y mirando la tele. Nos sabía mal que volviera a casa de los Dursley, pero no quedaba más remedio. Así que quedamos para ir juntos al colegio.

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Bueno, de nuevo por aquí, tras una laaaaargas vacaciones. Parece mentira, pero estoy tan nerviosa como cuando puse el primer capítulo de Luna Nueva. Espero que Stonewall os guste, aunque en esta ocasión, el protagonista principal será Harry. Muchísimas gracias por los reviews de la historia anterior, y como siempre, comentarios, críticas, sugerencias... serán muy bienvenidas.