Capitulo 1: Tarde de estudio (Kazama POV)

-Tienes que multiplicar este número- me explicaba Sumi-Chan mientras miraba atentamente el libro. Me encanta mirarla cuando me explica, adoro esa mirada de concentración, cómo debido al ángulo que tiene su cabeza para mirar los apuntes las gafas se deslizan por su nariz y como con su dedo índice se las vuelve a colocar en su sitio. Adoro su largo pelo negro, lo suave que es al tacto y como lo recoge en una cola cuando vamos a estudiar.

Me encantan sus manos como juegan con el lápiz cuando está nerviosa antes de un examen o cuando explica algo. La diferencia de tamaño que tienen con las mías y lo protegida que me hacen sentir cuando me abrazan.

Vuelvo a mirar su cara y percibo que me sigue hablando a pesar de que no la oigo. Miro como mueve los labios y me pregunto qué se sentirá al acariciarlos con mis dedos, o qué sentiría si la besara. Me encantaría sentir sus labios jugar con los míos, ¿Cómo besará Sumi-chan? Sin pensarlo me muerdo el labio inferior, desde que Tomoe-chan me dijo que Sumi-chan siente lo mismo por mí que yo por ella, no he podido frenar este tipo de pensamientos. Bajo un poco más la mirada y me detengo en su cuello tan largo, delicado y descubierto. Me percato de que una gota de sudor recorre desde la parte posterior de su cuello y acaba en su camiseta, la calor que hacía ese verano provocaba que ella sudara y que mi mente me jugara malas, muy malas pasadas.

Oigo que dice algo de una derivada y entiendo que sigue con el mismo problema, pasa dos o tres hojas hacia atrás e instintivamente levanta una ceja, no puedo evitar quedarme mirándola como si fuera un ángel, que linda es Sumi-chan, ¿Cómo pude no haberme dado cuenta? En ese instante levanta la vista del libro y me mira, un escalofrío me recorre todo el cuerpo.

-Kazama, ¿Estás bien?- arrugó el entrecejo mostrando preocupación- parece que estuvieras en otro mundo ¿Me estabas escuchando?- me avergoncé en ese momento como hace mucho tiempo que no lo hacía. Sumi-chan se había estado esforzando en explicarme y yo me ponía a divagar con pensamientos que obviamente no tenían nada que ver con una derivada.

-Lo siento Sumi-Chan, estaba pensando en otra cosa- miré hacia los apuntes, y levanté la mirada cuando oí que dejaba el lápiz en la mesa.

-¿Te parece que hagamos una pausa para tomar algo?- me preguntó con una enorme sonrisa- parece que estás cansada.

Asentí sonriendo todo lo que podía, me encantaba esa sonrisa. Aún recuerdo la primera vez que me sonrió así, me hizo sentir una ternura y una complicidad que no había tenido con nadie antes.

-Le diré a Noe-san que nos prepare algo- me informó mientras colocaba su mano en la rodilla y cogía impulso para levantarse- ¿Te apetece limonada casera? Creo que Noe-san hizo esta mañana- se giró un momento a mitad de camino.

-Sí claro, muchas gracias Sumi-chan- ella me sonrío llena de ternura y se giró para salir, debido a mi ángulo de visión lo primero que asaltó mi vista fue el leve movimiento de cadera que Sumi-chan provocaba al caminar, no era del todo femenino, pero si muy sensual e hipnotizante. O eso me parecía a mi. Pero qué estaba pensando, nunca me había parado a mirar a Sumi-chan así, nunca la había visto como la chica linda que es, y ahora toda la realidad estaba cayendo sobre mí.

Miré alrededor y vi todo lo que había cambiado su habitación, en primer lugar ya no estaban todas las máquinas de ejercicio que habían el primer día que visité su casa. Llevaba tiempo preguntándome por qué las quitó, pero no me parecía correcto preguntar. Un escritorio a mi derecha estaba lleno de libros y con una foto en especial, en la que salíamos ella y yo en nuestro primer día en la secundaria.

La mesa estaba plagada de libros, lápices, bolígrafos y los cuadernos de ambas. Aparté un poco las cosas y agarré su cuaderno. Tenía una letra tan bonita, tan pulcra. Como ella, perfeccionista, perfecta.

La puerta corredera se abrió y entro Sumi-chan. Traía una bandeja de madera con dos vasos de tubo una jarra de limonada y un plato con galletas.

-Ya estoy aquí -caminó hasta la mesa- ¿He tardado mucho?- me preguntó dejando la bandeja encima de la mesa.

-No, para nada-contesté ayudándola a colocar las cosas de la merienda.

-Ya veo que has apartado las cosas, gracias- me sonrío rascándose la cabeza- ¿Te sirvo limonada?-preguntó todavía de pie a mi lado sosteniendo la jarra.

-Sí, gracias Sumi-chan- me puse nerviosa en ese momento, me moría de ganas de besarla, habíamos dicho ya lo que sentíamos la una por la otra, y sin embargo aun ni siquiera nos habíamos besado. Esperaba ese momento con tanta ansia. Me preguntaba si ella pensaría lo mismo.

Llenó mi vaso, después el suyo y dejó la jarra encima de la mesa. Suspiré bien hondo y decidí ser valiente, había sido ella la primera en decirme que yo le gustaba y que me amaba, al fin y al cabo. Me parecía justo dar yo el siguiente paso.

-Sumi-chan siéntate por favor, me gustaría hablar contigo- le dije sin pensar, y cuando acabé la frase me di cuenta que había salido demasiado serio. Miré su cara y noté como palideció -tranquila, no es nada malo-aclaré moviendo las manos y sonriendo nerviosamente. Ella suspiró y sonrío mientras se sentaba a mi derecha.

-Bueno, tú me dices de qué quieres hablar-dijo la pelinegra mientras miraba sus manos. No dejaba de temblar, no entendía como me había puesto tan nerviosa. Llevaba pensando en hablar con ella desde hace varios días y ahora no pensaba echarme atrás.

-Sumi-chan, quería hablar sobre lo que nos dijimos en mi casa el otro día cuando te dije que me iba con mi abuela- lo solté en un hilo de voz, mirándola a los ojos, tenían un brillo difícil de descifrar. Cuando acabo la frase noto como suda más de lo normal y como sus ojos se abren como cuencos. Esperé a que me contestara, pero viendo que ese momento tardaría en llegar preferí continuar- yo solo quería que supieras que lo que te dije iba completamente en serio Sumi-chan- giré todo mi cuerpo quedando frente por frente, noté como tragaba saliva- tú ¿Hablabas en serio verdad Sumi-chan?- ella solo asintió varias veces la cabeza, noté como sus mejillas iban adquiriendo un color rosado y acababan rojas como tomates. Sonreí llena de ternura, no podía contenerlo más, me acerqué a ella poco a poco, subí mi mano derecha mientras tragaba saliva y la posé en su mejilla, mis ojos no dejaban de mirar intermitentemente sus ojos y sus labios. Por todos los dioses, que ojos tan claros, tan grises, tan profundos, qué brillo tan deslumbrante. Debido a esas gafas entorpeciéndome la vista, no me había fijado antes exactamente en esos ojos tan preciosos. Y sus labios, si que eran perfectos, perfilados, parecían suaves, carnosos, ¿Qué sabor tendrían? Estaba tan ansiosa por probarlos. Sumi-chan se dio cuenta al parecer que mi manera de mirar sus labios demostraba mi deseo por probarlos e inconscientemente los humedeció un poco.

Voy a lanzarme a por ellos, no lo aguanto más. Me están llamando, me suplican que los bese, comienzo a estirarme para llegar a su altura y veo como ella curva un poco su espalda para llegar a la mía, casi rozan nuestras narices cuando la puerta corredera se abre y la voz de Noe-san hace que nos separemos súbitamente.

-Sumika, tu padre dice que lo sustituyas hoy en el dojo- se calló cuando vio nuestras caras. Miré a mi derecha y la cara de Sumi-chan parecía que fuera a salir ardiendo en cualquier momento, y sinceramente estaba segura de que mi cara también estaba muy sonrojada- Sumika, ¿Estás bien? ¿Me has oído?-preguntó la ama de llaves con una sonrisa que denotaba cierta picardía, sabía perfectamente que Noe-san se olía nuestros recíprocos sentimientos.

-Sí, te he oído, me prepararé para la clase- se levantó y se dirigió al armario y mientras sacaba su karategui miré a Noe-san que a su vez me dirigía una sonrisa que interpreté como de complicidad, justo después cerró la puerta. Sumi-chan se giró mirando al suelo, con las prendas en la mano-ya has oído Kazama, tengo que dar clases. Siento no poder seguir ayudándote con los estudios- debido a mi ángulo podía ver su enorme sonrojo a pesar de que se esforzara por esconderlo.

-No te preocupes, aunque ¿Podría quedarme a mirar el entrenamiento?- me levanté y me acerqué a ella demostrando la mejor sonrisa que podía otorgarle.

-Pero, tenía entendido que no te gustaba el kárate Kazama- estaba sorprendida, pero sinceramente deseaba verla, quería pasar más tiempo con ella.

-No me importa, yo solo quiero pasar más tiempo con Sumi-chan- ante eso me miró a los ojos y su cara estaba completamente roja. Lo que me hizo sonreír sinceramente, me encantaba hacerla sonrojar- Bueno Sumi-chan, cambiate que tienes que dar clase ¿Vale?- me puse de puntillas y posé mis labios sobre su mejilla, notándola cálida mientras notaba como la piel de la chica se estremecía, y a mi me encantaba eso.