"Ah, hola, Sucrette. Estás en Corazón de Melón, pero… no del todo. ChiNoMimi aún no está aquí para darte instrucciones, pero no te preocupes, yo ocuparé su lugar por ahora."

"Como dije, esto no es Corazón de Melón, no el que tú conoces. ¿Has visto Hetalia? Esta bien si no, no es necesario, pero si lo has visto, entonces tal vez el término '2P' te resulte familiar."

"2 Player o Jugador 2, en muchos juegos cambian los colores de su ropa o su cabello, pero este no es uno de esos…"

"Son una persona y al mismo tiempo no lo son."

"Pero, ¿qué pasa si ese 2P resulta ser el opuesto del 1P?"

"He ahí la cuestión."

"Un 1P alegre con un 2P deprimido, o un 1P tranquilo con un 2P alterado… o el bien y el mal intercambian lugares."

"Ah, creo que ChiNoMimi ya está aquí. Te dejo en sus manos."

"No sé si esta sea la última vez que nos veamos, pero te deseo buena suerte… puede que la necesites."

"… las bases del juego…"

"… los PA… pinchando diálogos… episodio…"

"… superior de la pantalla… ir al banco…"

"… puntos de desplazamiento…"

"… dinero… objetos y ropa… banco…"

"… 100$..."

"… ligar… chicos…"

"… lugares favoritos… fáciles de atraer…"

"… lov'o'metro…"

"… importante…"

"… un amigo mío…"

"… Soy Dimitry…"

"... cita con el chico… final… decisiones…"

"… otros personajes…"

"… visitar a tu tía…"

"… misiones… información…"

"… encuentres… tienda… escenarios…"

"… escultura… clase de arte…"

"… regalo… decorar… cuarto…"

"… anillos… propiedades…"

"… repetición…"

"… episodio 1… Corazón de Melón… foro…"

"… soy yo, tu tía… tutorial… avanzar…"

"… nueva aventura… guía de soluciones…"

¡BIP! ¡BIP! ¡BIP! ¡BIP!

Sucrette se despertó ante el sonido del despertador de su celular. Conteniendo sus ansias latentes de simplemente arrojarlo por la ventana, se limitó a apagarlo con un gruñido.

El sueño que acababa de tener seguía presente en su memoria. Había estado en un instituto o algo y recordaba con claridad haber tenido a una mujer de cabello negro ante ella, aunque nunca antes en su vida la hubiese visto. La mujer se había presentado con un nombre bien raro y le explicó varias cosas. Sucrette se encontraba incapaz de recordar con exactitud cuáles fueron sus explicaciones, pero sí sabía que la mujer la había hecho entrar y salir de una sala.

También se acordaba de haberse encontrado con un hombre bastante charlatán de cabello largo y ropa blanca, pero que al parecer Sucrette no le había dado la mejor de las impresiones o tal vez sí, ella no podía recordarlo bien.

Eventualmente la mujer le hizo ir a buscar una cosa-elefante y siguió dándole varias explicaciones más, aunque Sucrette ya había dejado de prestarle atención desde hace mucho.

Ah, y su tía Ágatha también estaba ahí, le dio un "regalo para comenzar".

También tenía la vaga impresión de que ocurrió algo incluso antes de todo eso, pero se veía incapaz de recordar.

Un sueño extraño y aburrido en su opinión. Sólo le alegraba que hubiera acabado.

- ¿Qué demonios es "Corazón de Melón", de cualquier modo? - Suspiró con fastidio y frotó sus ojos.

Entonces miró hacia la cómoda frente a su cama. El elefante-cosa encima de ella era bastante raro.

Espera.

¿Ese no era…?

- ¡¿QUÉ CARAJ-

Capítulo 1: un instituto nuevo

Primer día. Una ciudad nueva, un instituto nuevo. ¡Pero no todas las gestiones están hechas!

Había sido una mañana agitada y llena de exorcismos improvisados, pero había llegado con vida al lugar que había estado esperando ver desde su mudanza. Cabe señalar que se sentía casi decepcionada.

- (Así que este es el Instituto Sweet Amoris…) - Pensó Sucrette, mientras estaba de pie en la entrada contemplando un gran edificio rosado. - (Es un nombre un poco cursi, ¿no?) - Una gotita empezó a derramarse por su sien ante ese último pensamiento. Ni idea de cuál adulto en su sano juicio elegiría ese nombre de pastelería… tal vez en una rifa…

- Sucrette, date prisa o te perderás las clases. - La voz fría de su tía de pronto se escuchó a sus espaldas, casi haciéndola saltar.

- ¡Tía Ágatha! ¡No me asustes así! - Sucrette replicó, enfadada por la forma tan repentina en la que su tía apareció. - ¡¿No tenías que ir a trabajar o algo?!

- Sí, tengo que ir, por eso decidí traerte más temprano. - Argumentó, sin apartar la expresión seria de su rostro.

- ¡Pero te pasaste un poco! ¡No pude desayunar! ¡Y apenas pude cambiarme el pijama! ¡Tuve que ponerme lo primero que encontré en mi armario! - Dijo esto último señalando con vergüenza su blusa salmón, su pantalón ajustado blanco y sus bailarinas con lazo negro; no era que le quedaran tan mal, pero a ella le gustaba lucirse con sus vestuarios, sentirse una diva.

Tal vez hubiera tenido tiempo de arreglarse si no hubiera estado tan distraída por el elefante-cosa que seguía aún sobre su cómoda, el muy puto esperaba a su regreso, pero Sucrette se aseguraría de no darle la satisfacción (por ahora).

- No importa. - Respondió Ágatha como si se tratase de cualquier cosa. - Ahora ve y entra a tu nuevo instituto o te voy a dar una ida gratis al dentista. - Cuando Ágatha se dio cuenta, y al terminar la amenaza, Sucrette ya estaba dentro del instituto. - Así me gusta. - Dicho y hecho, se subió a su camioneta y se marchó.

Por su parte, Sucrette se encontraba en el pasillo principal, buscando algo que hacer o al menos no morir de aburrimiento, cuando fue interceptada una mujer mayor que la recibió de forma estricta. La directora, probablemente, Sucrette no estaba segura, la tipa ni siquiera se presentó.

- Bienvenida al Instituto Sweet Amoris. - Le dijo la aparente directora con un tono de voz que le recordaba a su tía.

- (Genial, otra de esas.)

- Ojalá te acostumbres rápidamente a tu nuevo instituto y a sus reglas. - Era oficial, esa mujer que una frase que se suponía que fuese alentadora sonara tan amistosa como "te mataré".

Por unos instantes a Sucrette le pareció que la directora la fulminaba con la mirada en señal de advertencia, pero después la mayor pareció calmarse.

- (¿Cree que no soy una amenaza? Ya le mostraré, ¡nadie piensa qué puede o no ser Sucrette (insértese apellido)!)

- Deberías ir a ver a Nathaniel, el delegado principal, para verificar que tu formulario de inscripción esté completo. Él tiene que estar ahora mismo en la sala de delegados. - Por su voz, estaba claro que no aceptaría un "no" por respuesta.

- Sí, Sra. Posible-Directora. - La directora fulminó a Sucrette con la mirada, pero la adolescente sólo puso su mejor "Troll Face". - What is your problem?

Y antes de que la directora pudiera castigarla por el resto del año escolar, Sucrette se fue directamente a la sala de delegados.

Para ser el lugar que era, en verdad era un completo desastre. Montones de papeles tirados por todos lados. Sillas desubicadas. Botellas en el suelo. ¿Eso en la esquina era una rata muerta? De cualquier forma, no parecía haber nadie allí a simple vista, aunque tal vez estuviera oculto, pero Sucrette tampoco estaba dispuesta a internarse en ese asqueroso desorden, así que decidió recurrir a métodos más extremos…

- ¡HEY, NATHANIEL! ¡¿ESTÁS AHÍ?!

- ¡Aquí estoy! ¡AQUÍ ESTOY! ¡No estaba dormido, lo juro! - Un chico rubio y desaliñado salió casi de un salto de entre uno de los montones de papel. El grito de Sucrette lo había sobresaltado, pero pareció calmarse al ver a la chica, como si hubiera creído que ella era alguien más. - Ah, sí, soy yo. Soy Nathaniel. Como sea, ¿qué diablos quieres? - Nótese el malhumor.

Y, por supuesto, Sucrette ignoró ese detallito olímpicamente y prosiguió a explicarle: - Alguna vieja, la directora, no sé, se me apareció de la nada y… - Al rubio no le interesaba en lo absoluto lo que había traído a Sucrette hasta la sala de delegados, pero se obligó a sí mismo a escucharla.

- Ajá, sí. - Bueno, a "escucharla", en realidad. - (Ugh, ¿y para esto me despertaron? ¿Para escuchar el palabrerío de alguna muchacha?)

- … estaba como "¿Quéee? ¿Ese no es tu trabajo, chica?", pero claro que no se lo dije, seguramente me habría decapitado y colgado mi cabeza por ahí para hacer de ejemplo, ¿sabes? Así que en su lugar…

- (¿Por qué me habrán elegido como delegado principal cuando soy probablemente el menos calificado y menos entusiasta para el maldito trabajo? Ah, cierto, la rifa… puta rifa, ¿por qué todo en este lugar se decide con rifas? Es como si la gente no pudiera pensar sola o algo.)

- … claro que habría podido defenderme, quiero decir, tomé clases de karate. Soy lo máximo en karate. Una vez le di una paliza a esta chica, una completa zorra, por cierto… aunque ella el doble de delgada que yo, ¡no es que yo esté gorda! ¡No lo estoy! ¡Esa tipa era una maldita anoréxica! ¡Y aún así se atrevió a…!

- (… ¿Eso de ahí es una rata muerta? ¡Qué carajo! Más vale que no sea la que le pedí a Melody que sacara el otro día. Ya entiendo porqué este lugar apesta. Cuando la vuelva a ver, infierno es lo que le daré, ¡soy el jodido delegado principal! ¿No deberían hacerme caso o algo?)

- … y así fue como terminé en la cárcel. - Sucrette tosió levemente. - Ugh, me duele un poco la garganta, debería ir a conseguir agua… y comida, no desayuné. Oye, ¿hay alguna cafetería por aquí…? Como sea, no importa. Necesito que vayas y busques esa cosa para que me pueda ir a clase o algo.

- (Oh, mierda, se calló. ¿Qué era lo que estaba diciendo? ¿Algo de la directora? ¿Qué podría querer esa vieja bruja?) Eres la nueva, ¿no? (¿Será esa cosa del formulario otra vez? ¿Y por qué demonios dejarían a cargo a los estudiantes de esos? ¿No son realmente importantes o algo? Podría hacer que expulsen a alguien que me caiga mal, ¿no piensan en eso…? De hecho, ¡es una buena idea! ¡Podría hacerlo para que expulsen a-! Ah, cierto, la directora me decapitaría.) - Nathaniel se aclaró la garganta. - Iré a ver. (El sistema de este instituto está tan jodido, ¿el gobierno no debería cerrar este sitio? Ah, cierto, a ellos les vale verga lo que pase con nosotros.)

Nathaniel se dio la vuelta y empezó a revolver unos papeles del montón del que había salido antes, como si buscase alguno en especial (aunque Sucrette tuvo la ligera impresión de que estaba fingiendo), pero luego sacó una carpeta y revisó su interior, entonces se giró para ver a Sucrette.

- En realidad, te faltan cosas: una foto carné y 25$ para imprimir el formulario. - Sucrette alzó una ceja ante eso. - El gobierno no quiere subsidiarnos.

- Oh.

- Además de que se te olvidó entregar la hoja que tiene la firma de tus padres. La tienes que traer te guste o no, es imprescindible.

- Pero qué diablos… ¡¿cómo puede faltar tanto?! ¡Creí que mis padres se habían ocupado de mi inscripción y todo! ¿Por qué no me dijeron nada? - Nathaniel se encogió de hombros. - ¿Estás realmente seguro? (No tiene pinta de ser muy bueno con el papeleo, ¡ni modo que se le hayan perdido!)

- Por supuesto que sí, idiota, - El delegado le contestó muy seguro. Sucrette se limitó a fruncir el ceño ante el insulto. - … creo… - Añadió algo dudoso. - Por si acaso, voy a revisar que no se haya perdido por ahí (Hurra, más trabajo, justo lo que quería). Tú sólo consigue la foto y el dinero. ¿Alguna pregunta? – Sucrette asintió.

- Sí, ¿por qué usamos dólares como unidad monetaria cuando vivimos en Francia y deberíamos usar euros?

Nathaniel hizo una pausa.

- … Sobre el formulario.

- Ah, pues no.

Sucrette se marchó de la sala hacia el pasillo principal, preguntándose cómo carajos conseguir la foto, ya que el dinero no era ningún problema porque ya tenía 190$ que le habían regalado sus padres, podría pagar los 25$ del formulario y todavía le sobraría. Pero en el pasillo se encontró con tres chicas: una rubia, una morena y una asiática; ninguna de ellas dudó en acercársele a Sucrette.

- Disculpa… - La rubia se adelantó tímidamente, pero se esforzó en mirar a Sucrette en un esfuerzo de no parecer maleducada. - Um, ¡b-buenos días! ¿Eres la nueva? - Su voz era suave y dulce.

- ¿Eh? Sí, hola, soy Sucrette. - La desconocida casi pareció resplandecer al oír su respuesta.

- ¡Oh, estoy tan contenta de encontrarte! Justo acabamos de conocer otro estudiante nuevo, ¿verdad, chicas? - Se giró hacia sus amigas, las cuales asintieron con idéntico entusiasmo. - ¡Ah! Y, u-umn… quería darte la bienvenida, como eres nueva aquí y… sé que es complicado ser nueva y… ¡N-no es que yo lo sea! ¡He estudiado aquí toda la vida! Oh, no, espera, e-eso es imposible… - Sucrette miró a la rubia con leve fastidio, nunca había sido fanática de la timidez. - B-bueno… espero que te vaya bien y… e-es… esperaba… ¡e-espero que podamos llevarnos bien!

- Hum… bien… supongo… - Dijo, pero la rubia ya había huido hacia algún lado con las otras dos siguiéndola. - ¡Oigan! ¡No me dejen hablando sola, maldita sea!

Sucrette se enfadó un poco por eso, pero luego se repuso y se marchó hacia el aula A. Allí se encontró con…

- ¡Hey, Su! ¿Qué hay? - … Ken, un chico con el que Sucrette estudiaba en su antiguo instituto.

- ¿Qué…? – Más bien, Sucrette quería decir: "¡Mierda, mierda, mierda! ¡¿QUÉ PUTAS HACES TÚ AQUÍ, MALDITO?! ¡CREÍ QUE FINALMENTE ME HABÍA LIBRADO DE TI! ¡ALGUIEN MÁTEME! AZKMOWIDNCWRKMSXYIZMIOLQWLKSCMASDENXWIZLOÑSQBKQWOIOÑQWIKQP", pero claro, una cosa era lo que su cerebro podía procesar y otra muy diferente lo que su boca podía.

- Jaja… sabía que te dejaría sin palabras. - Dijo divertido al ver la expresión estupefacta de Sucrette.

Su risa sacó a Sucrette de su estado de estupefacción. – Pero, ¿qué haces tú aquí?

- Me enteré de que te mudaste, así que decidí cambiarme al mismo instituto que tú. ¿Por qué preguntas? ¿No te alegra que estemos juntos? – Sucrette podía sentir que, bajo sus gafas de sol, Ken parpadeaba "inocentemente" hacia ella, reprimió sus deseos de darle un puñetazo. - De todos modos, las cosas serían muy aburridas sin tenerte cerca.

La chica se aproximó despacio hacia la puerta que conduciría a su libertad temporal.

- Eh… sí, "genial". – Buscó a tientas la perilla con la mano, sus ojos no se desviaban de Ken ni por un minuto. - Estoy ocupada… (¡Vamos, rápido!) todavía tengo cosas que hacer, ya sabes… (¿Dónde está esa maldita cosa? ¡Llevo como una eternidad buscándola!)

- Ah… - Ken observó los intentos de Sucrette de huir. - (Qué adorable, realmente espera encontrar seguridad allá afuera…) - Una sonrisa sombría creció en sus labios. - Está bien, Su, comprendo. Comprendo muy bien. – La chica encontró la perilla. - Nos vemos pronto.

Sucrette salió del aula A casi de un salto desesperado, pero una vez que cerró la puerta tras ella se cruzó con su tía.

- Te he estado buscando por todas partes. - Dijo Ágatha con su tono usual de voz, aunque un poco impregnado de impaciencia.

- ¿Eh? Pero, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Y así vestida? - Sucrette señaló el uniforme de dentista que llevaba su tía, aunque en realidad sólo era una bata blanca sobre su ropa de siempre. – (Juro que si dice que se acaba de inscribir aquí, destruiré este maldito instituto.)

- A ver… exageras. Soy tu tía… no debería ser extraño que me vieses por aquí algunas veces… y como no te dejé desayunar, decidí venir durante mi descanso para traerte esto. - Le da 10$ a Sucrette. – Ah, y algo sobre tu "búsqueda del amor", no sé…. No preguntes.

- ¿Eh? Gra… - No pudo terminar porque su tía ya se había ido. - (¡No me dejó darle las gracias! ¡Hmph! ¡Y luego se quejan de la mala educación de una! ¿Y qué fue eso de una búsqueda de qué cosa?)

Sucrette se resignó a irse al patio, donde no encontró a nadie en particular.

- (Pensándolo bien, ¿cómo diablos se las arregló para entrar aquí? ¿No deberían prohibir la entrada a los que no son estudiantes ni profesores o algo? Ella podría haber sido una terrorista, por todo lo que ellos saben…)

La muchacha se fue al pasillo principal y nada, luego a la sala de delegados donde sólo estaba el desastre de papeles y botellas, pero ningún Nathaniel a la vista. Consideró que tal vez era mejor si se ponía manos a la obra con lo de su parte del formulario, así que regresó al pasillo principal y se encontró con Ken. Sus instintos de supervivencia le decían que se alejara de él, pero una duda comenzó a embargarla.

- Me gustaría saber… - Comenzó Sucrette. Ella sabía que, para estar ahí, Ken debió haberse inscrito y hecho todo lo del formulario; a menos de que le hubiese mentido y en realidad sólo se hubiera colado allí, algo posible, considerando que eso mismo hizo su tía hace algunos minutos

- ¿E-eh? – Ken perdió la compostura al ver a Sucrette, de todas las personas, ser la que tomara la iniciativa en hablar con él, normalmente era al revés.

- ¿Dónde te has hecho la foto? Ya sabes, la de carné que debe ir en el formulario. - La adolescente no tenía idea de dónde sacarse la foto, aunque suponía que sería más fácil de tomarla que ir a buscar a sus padres y preguntarles qué mierda pasó con la hoja de sus firmas.

Ken se repuso al escuchar la pregunta y se rascó la barbilla, cuestionándose para qué necesitaría Sucrette saber eso y si era posible sacarle algún provecho. – Yo lo hice en la tienda del viejo ese, en la ciudad. Creo que le dicen "bazar".

- (¡El bazar! Espera, ¿dónde queda el bazar?)

- ¿Para qué quieres saber…? - Sucrette ya estaba saliendo por la puerta principal, parecía tener mucha prisa. – Hmn… (¿Será que tiene algún problema con su formulario?)

Al final, Sucrette salió a escondidas del instituto para que nadie se diera cuenta, después de todo, casi nadie la conocía, así que tardarían en darse cuenta de que se había fugado. Quizá ni siquiera haría falta, con todo el asunto de su tía colada y eso.

Sucrette no tardó- mentira, sí tardó, en realidad seguía sin tener idea de dónde estaba el bazar y, siendo la persona terca que era, se rehusó a preguntar. También tuvo que hacer una breve pausa para comprar agua, aún sedienta desde que le explicó a Nathaniel su situación. Eventualmente llegó a su destino y, una vez allí, un hombre mayor la recibió.

- Bienvenida a la tienda de regalos-bazar. - Dijo el hombre que aparentemente se llamaba Louis (¡gracias, carnet de empleados!)

- Eh… sí… necesito una foto de carné.

- En ese caso, vamos a tomarte la fotografía.

El encargado la llevó a que se tomara la foto. Por suerte para Sucrette, la fotografía era instantánea, así que no se demoró casi nada.

- Serán 10$. - Dijo Louis, extendiéndole la fotografía.

- (¡No! ¡Gastaré todo el dinero que me dio mi tía!) - Sucrette lloraba internamente mientras le pagaba a Louis y recibía la maldita cosa. Podría aceptarlo del agua, el cuerpo quiere lo que el cuerpo quiere, pero ella no consideraba que fuera su culpa necesitar la foto.

Después de eso, Sucrette regresó rápidamente a Sweet Amoris y entró a escondidas, sólo encontrando tranquilidad en infiltrarse entre los alumnos desperdigados por el patio. Miró la fotografía mientras caminaba, observando con ojos críticos mientras en el fondo maldecía a su tía por no dejarla arreglarse antes de ir, ¡era por razones como esa que siempre había que lucir lo mejor posible!

- (Bien, ahora debo entregarle el puñetero dinero y la estúpida fotografía a Nathaniel, y podré vivir feliz para siempre… más o menos.)

Entró al pasillo principal donde no encontró a nadie conocido, pero menos mal porque no quería distraerse. Se dirigió hacia la sala de delegados y… nadie tampoco. Aquello la enfadó, ¡ya tenía casi todo! Hora de recurrir a tácticas más extremas…

- ¡NATHANIEL! ¡¿ESTÁS AHÍ?! - Gritó lo más alto que pudo, esperando que el condenado delegado saliera de la nada igual que antes, pero eso tampoco tuvo efecto.

Decidiendo que él no estaba allí y que la directora la degollaría si se quedaba a ahí a esperarlo, regresó al pasillo principal. Tal vez encontraría a Nathaniel en otro momento, así que decidió pasear a ver si conocía a alguien nuevo (aunque, técnicamente, ella era la nueva allí). Sucrette se dirigió al patio, dispuesta a regresar a la sala de delegados más tarde.

En el patio se encontró con un chico pelinegro que le llamó la atención, más que nada por esa sonrisa extraña, algo infantil y medio psicópata que traía en el rostro. Como ese era el tipo de personas que le agradaban (psicópatas y retorcidas), Sucrette decidió ir a saludarle.

- Hola, soy nueva. - Saludó Sucrette con simpleza. No estaba segura de cómo iniciar una conversación con él, pero esperaba ir por buen camino.

El pelinegro ladeó la cabeza y la miró ampliando su sonrisa.

- Oh, ¿eres la chica de la que Ámber estaba hablando? - Sus ojos grises la observaron intensamente, como si quisiera analizar cada detalle de ella, hasta que por fin tras unos segundos apartó la vista. - Aunque no luces tan interesante como ella dijo.

- Vaya, sí que eres amable. - Sucrette le preguntó, su ceño levemente fruncido. El chico parpadeó, entonces se rió con deleite.

- Qué dulce. - No parecía haberse dado cuenta del sarcasmo con el que Sucrette le había hablado. - Me llamo Castiel.

- Yo soy Sucrette, me tengo que ir. Acabo de llegar y me están volviendo loca con el papeleo, más que nada porque el estúpido delegado no aparece.

- Sí, lo entiendo. - Sucrette se dio la vuelta para marcharse. - ¡Buena suerte con el malvado del delegado!

La chica se detuvo al oír eso y se volvió hacia Castiel, curiosa. - ¿Tienes algún problema con él?

- No he conocido nunca a nadie que pueda fruncir el ceño tanto como él. - La voz de Castiel se escuchó bastante divertida. - Sus reacciones son tan… ¡hilarantes!

- ¡Jajaja! ¿Es enserio? Ya quiero verlo.

- De todas formas, deberías irte. Es cierto que a veces le da por ser difícil de encontrar.

Sucrette sólo sonrió y se marchó de vuelta al pasillo principal donde se topó con Ken, el cual se le acercó enseguida.

- ¡Oye, nena! ¿Has encontrado tiempo de visitar este sitio? Es bastante grande… ¡más que ese viejo instituto de antes!

- Sí… es distinto a nuestro viejo instituto.

- Mmn… - Ken se puso pensativo, tras sus gafas sus ojos estaban fijos en Sucrette. - Hey, ¿te gustaría que diéramos una vuelta más tarde?

- No. - Cortó secamente.

- ¿Eh? Ya lo veremos…

Por unos instantes a Sucrette le pareció que la sonrisa de Ken se había vuelto maliciosa, así que se fue rápida y disimuladamente hacia la puerta más cercana que, por ironías del destino, resultó ser la sala de delegados.

- Hola, Sucrette. - Fue recibida por nada más ni nada menos que Nathaniel. - He querido decirte algo que se me olvidó avisarte. - Informó para luego poner su mejor voz de médico de telenovela barata que da malas noticias. - Lo lamento, pero no se podrá completar tu inscripción en el instituto.

- ¡¿QUÉ?! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué he hecho?! - Aquello había tomado a Sucrette por sorpresa y ahora estaba afectada… mucho, demasiado para el gusto de la chica, más que nada porque tuvo que hacer todo el trabajo de escabullirse, tomarse una fotografía, pagarla y todo por nada.

Nathaniel sólo soltó una risa que al poco tiempo se fue convirtiendo en una cruel carcajada, bajo la mirada estupefacta de Sucrette la cual no entendía ni una mierda de lo que sucedía.

- ¡Debiste haber visto tu cara! - Exclamó Nathaniel entre risas. Ahora Sucrette comprendía porqué Castiel dijo que era un malvado.

Sucrette lloraba internamente ante las burlas del delegado principal. No se contuvo más y le empezó a golpear en el pecho gritando cosas como "¡Idiota!", "¡Deja de reírte, maldición!", "¡Sí que eres malvado, bastardo!". Nathaniel paró de reírse cuando empezaron a dolerle los golpes, normalmente no le dolerían los golpes de una chica tan "pequeña" y "débil" como lo era Sucrette, pero su cuerpo había recibido muchos golpes recientemente, causándole moretones, y Sucrette sólo ayudaba a acentuar el dolor.

- ¡Auch! ¡Ya párale! ¡QUE ERA UNA BROMA, MUJER! - Gritó cabreado y tomó las muñecas de Sucrette para que dejara de pegarle.

- Ah… - Sucrette exclamó, ya comprendiendo, pero luego, de una forma u otra, se zafó del agarre de Nathaniel y siguió pegándole, está vez más molesta aún. - ¡No me jodas! ¡Me habías asustado!

- ¡Auch! ¡Está bien! ¡Perdón! ¡Pero deja de golpearme, demonios! - Gruñó, más que harto.

Nathaniel irritado, al ver que Sucrette no tenía la menor intención de parar pronto, volvió a tomarla de las muñecas y la arrastró al pasillo principal. Una vez allí él se tranquilizó, más que nada porque le sería más fácil huir ahí.

El rubio suspiró y miró a Sucrette con algo parecido a la calma.

- ¿Y qué? ¿Ya has avanzado con lo del formulario? No he tenido tiempo para buscarlo, pero debe de estar en la sala de delegados… en algún lado… así que ve a allí en un rato, ¿entendido? - Nathaniel hablaba con un ligero deje de molestia. Aunque con lo de "no tener tiempo", se refería a que se pasó tanto rato regañando a Melody por lo de rata que se le fue el tiempo.

- Ya veo que no eres divertido… - Comentó hastiada. Tenía ganas de seguir pegándole, pero ya se había cansado y eso empeoraba su humor. – Déjame en paz con eso, aburrido.

A Nathaniel le dio un tic nervioso en el ojo, como si aquel comentario le hubiese dado en un punto débil.

- Y-yo no s-soy aburrido, n-novata. - Le dijo forzosamente, una sonrisa tensa en sus labios.

- "Lo siento", no quería molestarte…

El delegado bufó.

- Ya… me importa poco y nada. - Dijo para luego darle la espalda.

Nathaniel entró en la sala de delegados dejando a Sucrette en el pasillo principal. Ya a solas, Sucrette suspiró con pesadez, realmente pensaba que ese chico era un incordio.

- (Lástima que alguien así sea atractivo…) - Masculló en sus pensamientos, antes de dirigirse al patio.

Una vez que salió, identificó a Castiel de inmediato y se le acercó. Si Nathaniel no encontraba su formulario, ella debía averiguar por su cuenta, ¿no?

- Oye, ¿no tendrás mi formulario de inscripción? - Preguntó Sucrette, una vez estuvo de pie frente a Castiel.

- Yo no soy quien guarda el papeleo del instituto, así que no puedo tenerlo. - Castiel le respondió con su sonrisa de siempre.

Sucrette le miró con ojos entrecerrados, tratando de identificar si estaba mintiendo o no, pero Castiel decía la verdad, así que se rindió y se fue al pasillo principal en busca de la sala de delegados. Planeaba preguntarle a Nathaniel qué rayos pasó con su formulario todo el tiempo que lo dejó solo (en realidad no fueron más de dos minutos, pero eso a Sucrette le valía madres). El rubio no estaba en ninguna parte de la sala, haciendo que Sucrette saliera de allí bufando.

Decidió recorrer el instituto en busca de algo interesante, así que se fue al aula A donde se encontró con una chica pelirroja con pinta de presuntuosa que captó su atención. Sucrette se acercó a la desconocida sin pensarlo dos veces.

- ¿Hmn? - La chica se percató de la presencia de Sucrette. - Hola, tú eres la nueva, ¿cierto? - Sucrette asintió. - Estamos en la misma clase… - La pelirroja analizó a Sucrette con la mirada y lo mismo hizo Sucrette con ella, ambas con el ceño fruncido. Los ojos claros de la chica se centraron un poco más en la ropa de la recién llegada, pero al final ella sonrió. - Me caes bien. - Sucrette le correspondió la sonrisa. - Soy Iris.

- Yo soy Sucrette.

- Mucho gusto, Sucrette. - Iris empezó a guardar algunas cosas en su mochila, curiosamente ninguna de ellas era exactamente material escolar, pero Sucrette no tuvo mucho tiempo para examinarlas. - Espero que te vaya bien aquí, nos volveremos a ver. - Hizo ademán de irse.

- Gracias, nos vemos.

Iris se marchó del aula A. Sucrette se quedó sola observando sus alrededores en busca de algo de interés, sin embargo, no había nada, así que salió de allí con las energías renovadas (véase MORAL), pero una vez estuvo en el pasillo principal fue emboscada por Ken.

- "Conseguí" (véase ROBAR) unos pastelitos… pero odio el dulce, así que es un desperdicio. ¿Quieres alguno? - Preguntó Ken.

- No. - Cortó con desdeño para después irse.

Sucrette huyó hacia la sala de delegados, pero nada de Nathaniel. Bufó, ya volvería en otro momento. Con eso Sucrette salió de allí y se dispuso a buscar algo que hacer en algún otro lugar. Al cabo de un rato, regresó a la sala.

- Uff… ese idiota de Nathaniel debe estar molesto conmigo por golpearlo, así que me estará evadiendo. - Murmuró, más para sí misma que para alguien más, al ver que la sala estaba vacía.

Y así pasó el tiempo. Sucrette entraba a la sala de delegados, salía de ella, entraba a la sala, salía de ahí, entraba, salía, entraba, salía, entraba, salía, entrar, salir, y ni rastro del delegado principal. Aquello la estaba frustrando…

- ¿Segura? - Le preguntó Ken en una ocasión que pasó por el pasillo principal. Obvio que él se refería a lo de los pastelitos.

- Sí, segura. - Y obvio que Sucrette los rechazó.

Estuvo todo el rato buscando al delegado que parecía haber sido tragado por la tierra. Con cada vez que entraba a la sala vacía, su frustración aumentaba, y de un momento a otro empezó a llorar internamente. Lo detestaba. Detestaba eso. Quería terminar ya con lo de ese estúpido y sensual formulario (pues… si era de ella, debía de ser sensual), y no tenía ni idea de porqué la frustraba tanto algo así.

Sucrette salió de la sala de delegados arrastrándose, ya había perdido las ganas de caminar desde hace mucho. Ken se le acercó y abrió la boca para decirle algo, pero…

- ¡NI SE TE OCURRA SEGUIR INSISTIÉNDOME CON LOS PUTOS PASTELITOS, KENTIN! - Chilló más que molesta desde el suelo. Kentin era el verdadero nombre de Ken y Sucrette sólo lo usaba cuando estaba realmente furiosa.

Ken cerró la boca, sabía que por más macho que fuera él, no debía meterse con una chica como Sucrette enfadada, frustrada y al borde del llanto; aún podía recordar aquella vez en que ella había terminado en la cárcel. Con ese fatídico día en mente, se alejó de Sucrette y se perdió entre los pasillos. Sin Ken en la mira, Sucrette se limitó a arrastrarse a un rincón del pasillo principal donde nadie la molestaría.

- (Nathaniel, grandísimo bastardo, más te vale aparecer de una maldita vez) - Pensó con las rodillas contra su pecho y abrazando sus piernas.

Sucrette se quedó así, en silencio, como un feto gigante, maldiciendo a Nathaniel mientras planeaba cómo matarlo en cuanto lo viera si acaso daba la casualidad de que aún no entrase su formulario. Ni ella misma se cuenta de cuándo exactamente las lágrimas de frustración habían pasado de ser mentales a reales, sólo habiéndolas notado cuando ya estaban recorriendo sus mejillas, pero aún así las ignoró lo mejor que pudo. Todo era culpa de él y de la burocracia incompetente del Sweet Amoris.

Permaneció así un rato más hasta que decidió arrastrarse de vuelta a la sala de delegados. Estaba decidido. Iba a esperar ahí a que Nathaniel apareciera, después de todo él tendría que regresar ahí algún día, y a Sucrette le valía lo que la directora pudiera o no decir al respecto.

Cuando entró, se levantó como pudo y se sentó en la mesa que estaba en medio del lugar, aunque le costó un poco por las lágrimas que nublaban su vista y le dificultaban ver lo que había a su alrededor. Una vez sentada cruzó sus brazos sobre la superficie de la mesa y colocó su cara en ellos para seguir llorando.

- I-imbécil. - Gruñó contra sus brazos y, aunque no estuviera sollozando, su voz sonaba entrecortada. - Quiero que vengas… ¡pero ya! Te necesito… (para que me entregues el puto formulario, joder.)

- Mmn… ¿Y ahora qué te pasa? - Escuchó una voz masculina decir esto cerca de ella.

Sucrette se sorprendió y se enderezó de golpe, aún con los ojos lacrimosos trató de buscar al dueño de la voz.

- ¡¿Q-quién dijo eso?! - Preguntó alterada, realmente le disgustaba cuando la tomaban de improvisto.

- Yo, idiota. - Escuchó de nuevo.

De inmediato se secó las lágrimas lo mejor que pudo y entonces se giró hacia el origen de la voz.

- ¡Nathaniel, bastardo! - Exclamó, mirando sorprendida al delegado principal, quien frunció el ceño ante lo último.

El susodicho, que sí estaba cerca de ella, se encontraba sentado a su izquierda, a dos sillas de distancia. Su cabeza se apoyaba de su mano y su brazo de la mesa.

- No me quieras tanto… - Nathaniel gruñó, rodando los ojos y con un claro tono de sarcasmo. - Por cierto, ¿por quién estabas llorando?

- ¡N-nadie! ¡Por nadie! - Sucrette le respondió rápidamente, estaba casi segura de que si Nathaniel se enteraba de que ella había estaba llorando por él (bueno, no por él, por el formulario ese) se burlaría de ella por el resto del año escolar. Un momento, ¿no se había olvidado de algo? - Oye, ahora que lo recuerdo… no me has dicho si encontraste o no mi formulario.

Nathaniel la miró en silencio un momento, luego su mirada se clavó en unos papeles que estaban frente a él, en la mesa.

- ¿Ves esto? - Inquirió, señalando vagamente las hojas con su mano libre. Sucrette asintió. - Es tu formulario de inscripción… Estaba mezclado entre varios documentos, lo encontré y decidí apartártelo. Estaba esperando a que vinieras para que te lo llevaras de una buena vez.

- ¿M-mi formulario? - Preguntó Sucrette, esperanzada, estupefacta y con cara de idiota (o, al menos, así era para Nathaniel).

- Sí. - Gruñó, bastante fastidiado. - Ahora llévatelo y sal de aquí. Tu presencia me molesta.

Sucrette le dedico a Nathaniel su mejor mirada de "¡Te besaría, pero te odio!", se abalanzó sobre el formulario, lo arrancó de la mesa y salió rápidamente de la sala de delgados.

- (Ella tiene que ser una de las personas más raras que he conocido) - Pensó Nathaniel, ahora capaz de disfrutar la soledad y el silencio. - (La única persona que se me ocurre que pueda ser peor es…) - La imagen de un cierto pelinegro cruzó su mente, oscureciendo su expresión.

La suerte de Sucrette no podía haber sido mejor, ya que cuando salió de inmediato se encontró con la directora y su cara de pocos amigos… o quizá sólo era que le desagradaba Sucrette.

- ¿Ya finalizaste tu inscripción? - Le preguntó la directora, una vez que Sucrette estuvo ante ella.

- ¡Sí! - Afirmó la adolescente llena de energía, tendiéndole su formulario junto con la foto y el dinero. - ¡Este es mi formulario!

La directora miró el formulario escrupulosamente, entonces dirigió una mirada severa hacia Sucrette.

- ¿Crees que voy a aceptar hojas sueltas? Ve a conseguir un clip para unirlas y vuelve luego.

Bien, eso desmotivó completamente a Sucrette, ¿dónde diablos conseguiría un puñetero clip…? ¿En la sala de delegados? ¡No, ni loca regresaría con el delegado eso! Además, por todo el desorden de allá, Sucrette dudaba que alguien de allí supiera lo que es un clip.

Miró con desgana hacia el vacío, realmente sin ganas de pensar más. Ya estaba agotada luego de tanto ajetreo y aún no había comido nada…

Sucrette no se dio cuenta de que por ese mismo pasillo pasó el grupo de la rubia de antes. Las tres ya se iban a casa tras un día de estudios. La morena fue la primera en notar a Sucrette y le señaló a la ojiverde su expresión decaída.

La rubia miró con aprehensión a Sucrette, insegura de acercársele luego de haber huido antes de una forma tan infantil, pero su amiga asiática le dio un apretón reconfortante en el hombro, animándola a echarle una mano a la nueva estudiante.

Con la confianza renovada, la rubia se abrió camino hasta Sucrette y le preguntó qué le ocurría.

… O al menos, eso era que ella hubiese querido, si no se hubiera quedado paralizada tras dar el primer par de pasos. La rubia miró hacia Sucrette, sintiéndose decepcionada consigo misma por ser incapaz de hacer algo tan simple. Entonces los papeles en su mano captaron su atención.

Rápidamente tuvo una idea de lo que ocurría.

Sucrette debía ser la nueva alumna de la que se había estado quejando Nathaniel. Había surgido un problema con su formulario y el delegado tuvo que buscarlo para que la chica pudiera completar su inscripción. La rubia no se enteró si Nathaniel encontró o no los papeles, pero suponía que debían de ser los mismos que Sucrette cargaba en la mano. Sabiendo eso, probablemente lo que estaba molestándola debía estar relacionado con el formulario, y aún así ya lo tenía, así que ¿cuál era el problema?

- (¿Le habrá faltado algo? Pero todo los demás requisitos son bastante simples…) - Por el rabillo del ojo notó a la directora que parecía estar regañando a unos chicos. - (¿La Sra. Shermansky habrá rechazado su inscripción?) - Regresó su mirada al rostro impasible de Sucrette. - (Y aún así, ¿no se ve quizá demasiado tranquila para ser eso?) - Esta vez concentró su atención en los papeles.

La rubia contempló las hojas, preguntándose cuál podría ser la causa que impedía que Sucrette llevase su formulario a la directora. ¿Tal vez era un error en el documento mismo? La directora podía llegar a ser bastante quisquillosa con el orden…

- ¡Eso es! - Su repentina exclamación sobresaltó al par de chicas a su lado.

- ¿Qué es "eso"? - Su amiga morena le preguntó, consternada.

La rubia se giró hacia ellas, una sonrisa brillante en su rostro. - ¡Sé cómo podemos ayudar a Sucrette! ¿Esos esas hojas en sus manos? Están sueltas y creo que la Sra. Shermansky se las habrá rechazado por eso.

Ni la morena ni la asiática estaban seguras de comprender del todo lo que su amiga les estaba diciendo, pero confiaban en que ella supiese los que les decía.

- Por favor, ¿podrían ir a la sala de los delegados a buscar un clip? Iría yo misma, pero no creo que a Nathaniel le guste que esté allí. Mientras tanto, buscaré uno en las aulas vacías.

Sus dos amigas accedieron y con eso se separaron por el momento, prometiéndose en el fondo volver a reunirse tan pronto como fuese posible.

La rubia se sentía nerviosa estando sola, sabiendo que por ahora estaba más vulnerable ante la crueldad de los otros estudiantes, pero suponía que unos cuantos minutos no serían suficiente para ser el blanco de alguien.

La rubia se dirigió rápidamente al aula A, y tan pronto estuvo dentro comenzó a buscar el clip con la mirada hasta que lo encontró en una de las mesas. Sintiéndose inmediatamente aliviada, recogió el clip y lo sujetó con cuidado en la mano. La chica sonrió, más que lista para regresar a la seguridad que sus amigas le proveían.

Se dio la vuelta, dispuesta a irse, pero un par de ojos verde agua la observaban desde la puerta. Ante la intromisión repentina, no pudo evitar asustarse.

- ¡Ah! - Chilló, tropezando en un intento de alejarse de la persona, sin embargo, había un escritorio tras ella que le impidió retroceder. - O-oh… Bue… buenos días, Iris. No… n-no sabía que estabas ahí… - Trató de hacer su mejor esfuerzo en sonreírle de la forma más natural a la pelirroja, pero era imposible considerando que le tenía pavor. - ¿P-puedo ayudarte en a-algo?

La recién llegada sólo la miró con ojos fríos y expresión pétrea, entonces observó a los alrededores del aula antes de regresar su vista hacia la rubia que temblaba como un ratón asustado. Una sonrisa cruel se asomó en sus labios.

- Ámber… - El tono de su voz, aunque sedoso y dulce, destilaba veneno. La pelirroja se le fue aproximando con aura depredadora. - Te noto muy sola, ¿qué haces aquí sin tus amiguitas?

Si no fuera por el escritorio a sus espaldas, Ámber ya se hubiera dado a la fuga. El sonido seco de los tacones de Iris resonaban hasta perforar sus nervios, llevándola al borde de la ansiedad.

- Sólo… s-sólo… - ¿Qué estaba haciendo allí, otra vez? ¿Por qué se habría expuesto tanto a sí misma? ¿Por qué tuvo fe en primer lugar de que nada malo le pasaría? ¿No había aprendido ya que no había punto en tener esperanza en ese mundo? Apretó sus manos en puños y sintió el clip contra su piel, recordó de inmediato a Sucrette y su expresión perdida. - V-vine a buscar algo… - Necesitaba ser fuerte, sin importar lo aterrador que fuese, sin importar cuánto doliese, era su debilidad lo que había causado que su hermano ya no deseara respirar el mismo aire que ella, después de todo.

Ámber habría querido decir algo más si no fuera porque Iris ya estaba ante ella. La pelirroja lucía más alta en sus tacones altos, pero Ámber sabía en el fondo que Iris era la más baja entre las dos. La rubia se cuestionó por unos instantes si habían otras cosas de Iris que fueran igual de falsas y, aún así, Ámber era consciente de que el miedo que sentía cuando miraba esos ojos helados era muy real.

- Ah, ¿sí? - Iris la miraba como si pudiera leer su alma. - Por cierto, no he podido evitar darme cuenta de que tienes un pequeñísimo interés en la chica nueva, ¿o me equivoco?

Dudó en si responderle o no, y si lo hacía, ¿debía mentir o decir la verdad? Y, por mucho que no se atreviese a decírselo en la cara, ¿qué le importaba a Iris si deseaba llevarse bien con Sucrette o no?

Su silencio y la incertidumbre en su rostro fueron toda la respuesta que Iris necesitaba. - Ya veo, entonces sí es verdad… Bueno, yo vine aquí a decirte que eso no va a ser posible. - Ámber desearía ser capaz de decir que estaba sorprendida por esa declaración, pero no lo estaba en lo más mínimo. - He estado pensando en asociarme a Sucrette, tiene el tipo de mentalidad que le puede ayudar a ascender rápidamente en la jerarquía social del instituto. Pero, no puedo asociarme a alguien que se asocie a lo más bajo de la jerarquía- o sea, tú y tus amiguitas, ¿entiendes lo que quiero decir?

Ámber se sintió furiosa al oír esto y tuvo que bajar la cabeza para que Iris no pudiera notar su rabia. Aún cuando estaba enfadada con ella, Ámber sabía que Iris era de las últimas personas que se deseaba molestar.

- Sí… - Murmuró, usando la voz más baja y dócil que podía manejar. - Entiendo. - Si Iris quería creer que no era más que un animal obediente, que así fuese.

Iris sonrió satisfecha. - Me alegra que nos entendamos, Ámber.

Ámber imaginó si esa sonrisa fuese amistosa y no un gesto tan vacío que ocultaba tantas malas intenciones. - (¿Cómo serían las cosas si ella fuera diferente y no la muchacha altanera que tengo ante mí? Si sólo Iris no sintiese tanto odio…)

- No quisiéramos que tu vida aquí pasase a ser un verdadero infierno, ¿verdad? Por no hablar que lo mismo podría ocurrirle a Charlotte y a Li - La rubia sintió su cuerpo congelarse ante la amenaza, casi demasiado asustada de que su sólo respiro pudiera causar que Iris la hiciera realidad. - Sólo sé una buena niña y no tendrás que ser castigada. - Iris le dio un apretón en el hombro que envió escalofríos por todo su cuerpo.

Con otra sonrisa de satisfacción, Iris retiró su mano y se apartó de la rubia. Ámber no alzó la cabeza para mirarla mientras se alejaba hacia la puerta, el sonido seco de sus tacones resonando hasta el último de sus nervios.

Iris se detuvo bajo el marco de la puerta y, sin mirar hacia atrás, le dijo: - Por cierto, ¿qué es eso que está en tu mano?

Su cabeza salió disparada hacia Iris, pero la susodicha ya se había ido del todo.

Rindiéndose ante su impotencia, Ámber se permitió apoyarse en el escritorio a sus espaldas. Quería llorar y gritar, correr y buscar consuelo en los brazos de alguien, de Charlotte, de Li, de Castiel o incluso de su hermano que parecía odiarla… pero ella sabía que no era una niña y, si quería sobrevivir en un mundo tan cruel como ese, debía valérselas por sí misma.

Tomando una respiración profunda, se apartó del escritorio y caminó hacia la puerta. Se alegró de ver el pasillo principal y poco después notó a sus amigas dirigiéndose hacia ella con prisa.

- ¡Te estuvimos buscando! - Charlotte lucía visiblemente agitada, su cabello castaño volaba con el viento mientras corría hacia Ámber. - ¿Estás bien?

Li no corría, pero lucía igual de angustiada. - ¡Melody nos echó de la sala de delegados! ¡Lo sentimos! Pero parece que no tenían ningún clip allá.

Ámber miró sus rostros que la observaban con genuina preocupación y les sonrió abiertamente, sintiéndose agradecida de tener a gente tan maravillosa como esas dos que la apreciaran, incluso cuando los demás eran como Iris. Ámber les mostró el clip en su mano.

- Yo encontré uno. Lamento haberlas hecho pasar por eso de Melody, pero por ahora vamos a entregárselo a Sucrette. Prometo que las invitaré a comer algo cuando terminemos con esto.

Las tres fueron hacia donde estaba Sucrette, junto a unos casilleros, se había sentado en el suelo con un aura de derrota y su formulario a un lado.

- Allí está. - Ámber les susurró, no queriendo llamar su atención todavía. - Sólo espero tener razón.

Li le sonrió. - Incluso si te equivocases, no quiere decir que seas incapaz de ayudarla con cualquiera que sea su problema.

La rubia asintió, entonces volvió su mirada hacia la chica en el suelo. Quería acercársele, pero la amenaza de Iris seguía fresca en su memoria. A esas alturas, a Ámber realmente no le importaba lo que ocurriese con ella, pero la idea de que sus queridas amigas pudieran resultar lastimadas por culpa suya… si eso sucediera, no estaba segura de que algún día se perdonase a sí misma. Si hablaba directamente con Sucrette, ¿el horroroso destino del que Iris había hablado se haría realidad?

Contempló sus alrededores lo más discretamente que pudo y notó en el pasillo cabello naranja.

Se giró hacia sus compañeras. - Ni yo ni ninguna de nosotras puede hablar con ella por ahora. Sólo confíen en mí, por favor. Se los explicaré luego. - Les mostró el clip. - Aun así, quiero entregárselo, ¿qué se supone que haga?

Charlotte y Li la miraron extrañadas, no entendían el repentino cambio de actitud, pero comprendían el terror en su rostro, ese sentimiento les resultaba familiar.

- Esta bien, Ámber, si eso es lo que quieres. - Charlotte suspiró. - Podrías intentar… ah, en realidad no se me ocurre nada. - Se giró hacia la pelinegra a su lado. - ¿Y a ti, Li?

- Bueno… ¿qué tal arrojárselo? Sé que es grosero, pero es sólo un clip, no es como si fuera a lastimarla.

Ámber asintió y se giró de vuelta hacia Sucrette. Sujetó el clip con toda la firmeza que podía y apuntó hacia su objetivo, deseando no darle en algún ojo…

Sucrette estaba echada contra unos casilleros. Aún no tenía sabía cómo conseguiría el maldito clip y ciertamente no tenía ganas de seguir buscando cosas. Ella no era la clase de persona que podía pasarse todo el día yendo de un lado a otro, tenía su límite.

De pronto sintió una sensación extraña en su cabeza, casi imperceptible, como si algo se hubiera posado en su cabello. Se tensó pensando que era algún bicho e intentó sacudirse, pero la cosa no se iba. Entonces tragó saliva y pasó su mano por su pelo, sólo para sentir algo… algo… ¿qué era? Y no se movía.

Sucrette cerró los ojos con fuerza y cogió la cosa con su mano, trayéndola hasta su rostro para ver de qué se trataba.

Era un clip.

- ¿Qué…? - Miró el objeto, no sabía cómo había llegado ahí, pero al mismo tiempo ningún pensamiento le cruzó la cabeza mientras lo observaba.

Luego de unos minutos finalmente entendió la gravedad de lo que pasaba, ¡no sabía cómo, pero ya tenía un clip y podría acabar con la tortura de su inscripción! Sintiéndose como rejuvenecida, se levantó de un salto, sólo para recordar que su formulario seguía en el piso.

Se arrodilló y juntó con el clip los papeles de su expediente, después se enderezó para buscar a la directora. Sus ojos inspeccionaron rápidamente el pasillo, aunque no alcanzaron a ver las tres figuras que se habían ocultado en el salón más cercano a ellas.

La directora no estaba en ningún lado.

- (¡Ay, mierda! Debe haberse ido a otro lugar cuando no miraba… Volveré luego) - Sucrette se encogió de hombros.

Decidió salir al patio, después de todo necesitaba aire fresco luego de tanto movimiento y llanto. Como le dio la espalda al resto del pasillo, resultó ignorante de las tres chicas que eran echadas de la sala de los delegados por un Nathaniel bastante irritado.

Ya afuera del edificio, respiró hondo. Realmente se sentía más tranquila. Cerró los ojos dejándose llevar por las sensaciones que la brisa y el sonido de las hojas al moverse le otorgaban. Cuando abrió los ojos notó cómo Castiel vagaba por el patio, como si de verdad no tuviera nada que hacer, así que Sucrette se le acercó.

- Ah… eres tú. - El pelinegro le sonrió cuando ella entró en su campo de visión. - ¿Qué te trae por aquí? ¿Ya encontraste tu formulario?

- Tu camisa se me hace conocida… - Sucrette le ignoró, en su lugar miró fijamente su camisa. El comentario hizo a Castiel alzar una ceja.

- ¿En serio? ¿De dónde la conoces? - El chico curioseó.

- Es una camisa de un grupo de rock, ¿no?

- ¡Oh! ¿Has oído de Winged Skull? No es que me guste mucho el rock, pero Nathaniel lo detesta… bueno, detesta cualquier cosa que no sea vodka o un cigarro, así que suelo vestirme así a propósito… para molestarle. - Le explicó con una sonrisa que parecía… inocente.

- Sí, es divertido meterse con él. - Sucrette le sonrió con malicia y complicidad.

- ¡Sí! - Castiel asintió alegremente.

Después de su corta, pero agradable, conversación con Castiel, Sucrette decidió regresar al pasillo principal y allí se topó con la directora.

- ¿Tu formulario está completo? Entrégamelo… - Más que una petición, parecía una orden, una orden que Sucrette no dudó en cumplir, así que le dio el formulario, la fotografía y los 25$. - Ya todo está en orden, así que estás oficialmente admitida en el Sweet Amoris. Las clases terminaron, así que puedes volver a casa. Adiós.

- Adiós, Sra. Tal-Vez-No-Directora. - Sucrette se despidió.

La chica dio media vuelta y caminó hacia la salida, pero escuchó una voz llamándola.

- ¡Oye, Sucrette! ¿Puedes venir un momento? - Era una voz masculina.

Sucrette se giró y miró con sorpresa quién la llamó.

- ¿Castiel? - Soltó sorprendida y medianamente extrañada al ver al pelinegro acercársele.

- Sí. Ven, quiero mostrarte un lugar. - Le dijo con una amplia sonrisa, igual que siempre, aunque esta vez parecía estar colmada de entusiasmo infantil.

- Bueno, te sigo. Si tanto quieres que vaya… - Aunque en realidad le daba curiosidad saber de ese lugar.

Al final Castiel la hizo subir varios pisos, le dijo que el lugar al que iban estaba prohibido para los alumnos. Sucrette no tenía ni idea de cómo Castiel consiguió una llave que supuestamente los ayudaría a entrar. Y después de un rato estuvieron frente a una pequeña puerta y Castiel estaba a punto de abrirla con esa llave precisamente.

- (¡Wow! ¡Estamos en la azotea del instituto!) - Sucrette contemplaba la estupenda vista que la azotea le brindaba a ella y a Castiel, después de haber entrado una vez que el pelinegro abrió la puerta.

Pero en el fondo, MUY en el fondo, Sucrette deseaba que no se metieran en problemas por estar ahí…

Fin

- Por cierto, Castiel, ¿por qué está prohibido? - Sucrette le preguntó al chico mientras contemplaban la ciudad, o al menos ella estaba contemplando, Castiel estaba ocupado trenzándole el pelo. - ¡Este lugar es grandioso!

- ¿Mmn? - Él casi no alcanzó a oírla, demasiado concentrado en su cabello. - Ah, eso. Sí. Una vez ocurrió un accidente rarísimo con un suicida, un patito de hule y alrededor de 10.000$, también dicen que había un fantasma. - Soltó una risita. - Claro que yo no estuve ahí para verlo, pero desde entonces ya no dejan subir aquí a los estudiantes.

Sucrette no sabía si creerle o no, pero tampoco era que considerara a Castiel particularmente mentiroso o bromista. Casi se arrepentía de haber preguntado en primer lugar.

- Hay tanta mierda mal con este sitio… - El pelinegro le lanzó una mirada de advertencia ante la injuria, Sucrette sólo se encogió de hombros.

- Estoy seguro de que acabarás disfrutando estar aquí. - Soltó su cabello. - ¡Ya está listo!

La chica sacó una polvera de su bolsillo y la abrió para mirar en el espejo el trabajo de Castiel.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Se me ve tan bien!

- ¡Sí, ¿verdad?!

Fin del capítulo 1

Oh, Dios, por fin… ¡POOOR FIIIIIIN! *sonidos de ballena muriendo* Siento como si debiera alguna clase de explicación o algo, pero supongo que es cierto. La cosa sobre este fanfic es que lo publiqué el 2014, hace cerca de 5 años (todavía no puedo creer que haya pasado tanto tiempo), y no volví a sacar más capítulos hasta ahora que es 2019- bueno, este capítulo es técnicamente un remake.

No quiero aburrir a nadie con los detalles, pero había gente a la que les gustó y me siento realmente mal por dejarlos así nomás. El caso es que es un fic muy difícil de hacer, no tanto por la parte de crear un argumento desde cero, pues es más bien tomar una idea ya hecha y reinterpretarla (aparte de jugar Corazón de Melón y todo el asunto de los PA's). En algún punto no me gustaba lo que escribí, ya que no quería hacer lo mismo que el juego, quería que fuera original, por así decirlo, y no un copiar y pegar. Claro que la versión original de este capítulo tenía uno que otro momento que no eran mencionados en el juego, eso no quitaba que quisiera dar un paso más allá. Además, es realmente complicado imaginar a ciertos personajes.

Siempre me dije a mí misma que publicaría (no sucedió hasta ahora), pero mis intentos acababan siendo bastante… ¿mediocres? Como, sé que esto es una parodia y aún así preferiría una parodia bien escrita.

Actualmente puedo decir que me siento bastante satisfecha, algo inusual, y espero haber mejorado en el tiempo que publiqué esto por primera vez, en verdad quiero ser capaz de escribir relatos que hagan a otros y a mí misma pasar un buen rato.

Sólo por si alguien tiene curiosidad, en realidad no es que se esté perdiendo gran cosa entre este y el capítulo original. Éste sólo tiene mejor gramática, cambios de diálogos y varios momentos que no habían antes.

Ahora les voy a presentar las fichas de los personajes, una nueva se añadirá cada vez que aparezca un nuevo personaje junto con una descripción de su apariencia, así puedan tener una mejor idea de cómo son estas versiones de los personajes. ¡Comencemos con el chico del capítulo de hoy, Castiel!

CASTIEL

Castiel es sencillo de tratar. Muchos dirían que es fácil hablar con él o saber lo que piensa, pero en realidad es probable que en el fondo sea una persona desagradable. Aunque tenga un buen carácter y personalidad llena de alegría, puede reaccionar mal si le responden o le toman el pelo, sin embargo, la mitad del tiempo es incapaz de reconocer el sarcasmo.

Le gusta: Ser servicial.

No soporta: Los instrumentos ruidosos.

Por supuesto, su cabello no está teñido de rojo, sino que es negro natural, también es más corto que el del Castiel original. Lleva una chaqueta de algodón blanco sobre su camiseta de Winged Skull que es de color gris oscuro, pantalones negros y zapatos blancos.

Además, antes de continuar con el resto de fichas, les voy a conceder un regalo que no había antes… ¡la oportunidad de echar un vistazo a los finales alternativos de los episodios con cada chico! No afectan a la línea de tiempo oficial, a partir de aquí, siempre que Sucrette recuerde los eventos de este primer capítulo, recordará haber ido al techo con Castiel, pero nunca ir a la biblioteca con Nathaniel o explorar por ahí con Ken, consideren esto como universos alternativos. Hago esto porque sé que hay quienes prefieran algún determinado chico, pero al mismo tiempo Sucrette sólo puede quedarse con uno de ellos.

Los llamaré "citas", del mismo modo en que hizo ChiNoMiko, y el orden en que estén dependerá de que tan alta esté el lov'o'Metro con dicho chico. Por ahora, Castiel está en lo más alto, seguido de lejos por Ken y finalmente Nathaniel.

Cita con Ken

- Ugh, ¿cómo es que terminé aquí? - Sucrette preguntó en voz alta. Estaba sentada en las escaleras de un edificio junto a Ken luego de haber recorrido Sweet Amoris y no tenía la menor idea de cómo había terminado en esa situación.

- Yo te pregunté y tú dijiste que sí.

- ¿Qué…? Argh, ¡claro que eso lo sé! ¡Me refería a porqué accedí a ir contigo en primer lugar!

- ¿Qué puedo decir, Su? Tengo un encanto irresistible. - Movió sus cejas sugerentemente, a lo que Sucrette respondió dándole un zape en medio de ellas. - ¡Auch! Au… eso dolió… au…

La chica se rió, siempre encontraba divertido cómo Ken podía actuar como si fuese el más rudo de todos y al mismo tiempo tener un cuerpo tan débil y aniñado como ese.

Ken le iba a replicar, ser ridiculizado era algo que no podía tolerar, pero entonces vio su sonrisa y sus ojos que brillaban como estrellas, la luz del sol brillaba sobre su figura y se reflejaba en su cabello como si fuera un halo.

Él suspiró, ¿cómo podría enfadarse con semejante ángel?

Apoyándose en los escalones, sacó dos paquetes. Uno era de unas frituras picantes que eran sus favoritas y el otro eran los pastelitos que le había ofrecido antes. Ken abrió el de las frituras y se llevó una a la boca.

- Por cierto, ¿realmente no los quieres? - Señaló los pastelitos. - A mí siguen sin gustarme los dulces.

- No, ¿y para qué los robaste si no te gustan? - Sucrette no podía verlo, pero tras las gafas Ken había parpadeado perplejo, él la miró como si le preguntara "¿Cómo lo supiste?". Sucrette rodó los ojos. -A mí no me engañas, no es como si nos acabáramos de conocer.

Ken la contempló con cuidado, normalmente la gente no llegaba a asumir tales cosas de él por su aspecto casi infantil, incluso cuando ya hubiesen visto de lo que era capaz. Ya estaba acostumbrado a la idea de ser subestimado por todo el mundo y al mismo tiempo aborrecía eso.

Rió por lo bajo. - Me conoces mejor que nadie, nena. - Se quitó las gafas para secarse una lágrima perdida, y Sucrette lo observó en silencio. Ken tenía unos hermosos ojos verdes, era una pena que los ocultase tras unas gafas de sol. - Y si tanto te interesa saber, Sucrette… - La miró una última vez con sus propios ojos antes de colocarse nuevamente las gafas, oscureciendo la imagen de la chica. - los robé por error mientras trataba de conseguir dinero.

Sucrette frunció el ceño y regresó su atención hacia el paquete de pastelitos que yacían inocentemente en medio de ella y Ken, entonces miró a Ken que estaba comiendo frituras y contemplaba el cielo azul encima de ellos.

- Ah, y no es que los haya drogado para violarte ni nada. - Se giró hacia ella con una sonrisa nada inocente. - Quiero decir, deseo que nuestra primera vez sea especial.

- Vete a la mierda. - Sucrette le lanzó una mirada fulminante, Ken se encogió de hombros.

- Lo digo enserio, Su. Igual, si no te los comes, puedo sacarles algún provecho más tarde.

Sucrette siguió fulminándolo y Ken decidió ignorarla. Lo miró mientras él comía sus frituras hasta que su propio estómago comenzó a rugir.

- (Ugh… ¿por qué tiene que empezar a molestar ahora? Si lo tuve bajo control toda la mañana…) - Miró el paquete de pastelitos, entonces a Ken quien seguía mirando el cielo, al parecer no alcanzaba a oír su estómago auto-digiriéndose.

Lentamente acercó su mano al paquete al tiempo que vigilaba que Ken no se diera cuenta de sus acciones. Casi un minuto después, ya tenía el paquete, pero abrirlo ya era otra cosa. Intentó hacerlo de la forma más silenciosa posible y tuvo éxito, pero cuando finalmente iba a sacar el primer pastelito, hizo un sonido contra la envoltura que rasgó el silencio del ambiente.

Ken se giró de inmediato hacia Sucrette, atrapándola con el paquete de pastelitos abierto en una mano y un pastelito en la otra. Sus labios se curvaron burlonamente. - ¿No que no querías?

Sucrette se sonrojó y le dio la espalda. - Jódete. - Igual se comió el pastelito.

Ahora era el turno de reírse a consta suya de Ken.

Los siguientes minutos transcurrieron tranquilamente, pero Sucrette no podía apartar un pensamiento que invadía el fondo de su mente.

- (Es muy raro que Ken me hubiese llamado por mi nombre completo antes…)

Fin de la cita con Ken

KEN

Ken, cuyo verdadero nombre es Kentin, es complicado para determinar sus sentimientos y parece negado en colaborar. Es muy intratable y desatento, aunque parece tomar a Sucrette como una excepción.

Le gusta: La comida picante.

No soporta: Las galletas de chocolate.

Luce igual que Ken y tiene su misma contextura física, pero su cabello está alborotado y no en forma de tazón, además de que usa gafas de sol sobre sus lentes de contacto. Acerca de su ropa, viste una chaqueta de cuero con púas en los hombros y una camisa verde algo rasgada, con pantalones rotos negros y botas marrones que le quedan un poco grandes.

Cita con Nathaniel

- … Y estos son los demás libros que tendrás que estudiar si quieres ponerte el día con este instituto. - Nathaniel colocó tres libros más en la mesa donde estaba sentada Sucrette, echada sobre la superficie de madera. Ambos se encontraban en la biblioteca luego de que él la hubiese invitado a ir allí, pero Sucrette no podía estar más arrepentida de haber aceptado.

- Ugh… la próxima vez no aceptaré ninguna invitación tuya. - Se quejó la chica mientras lo veía sentarse en la silla contraria a la suya.

El rubio la fulminó con la mirada. - ¿Y qué otra mierda creías que íbamos a hacer cuando te dije "Vamos a la biblioteca, tenemos cosas que hacer allá"? - Sucrette lo ignoró.

- ¿Por qué tengo que hacer esto, de todos modos? ¿No puedo sólo ir a clases y ya?

Nathaniel la miró como si le hubiera crecido un cuerno, entonces parpadeó.

- Ah… clases… cierto. - Negó con la cabeza. - Digamos que la gente aquí realmente no va mucho a clases.

Ahora era el turno de Sucrette de mirarlo a él como si le hubiera crecido un cuerno.

- No me mires así.

- Si no hay clases, ¿para qué debo estudiar?

- Por los exámenes. - Al oír esa palabra, Sucrette gimió y echó su cabeza sobre la mesa. - Vamos, ¿quieres que te vaya bien o no? - Sucrette volvió a gemir, Nathaniel no sabía si interpretar eso como un "sí" o un "no". - Al menos colabora conmigo, soy el delegado principal. - Otro gemido, el rubio se frotó una sien. - Odio este trabajo…

- Si tanto lo odias, ¿por qué lo tienes? - Esta vez Sucrette se dignó a verlo. - (Ciertamente él no parece adecuado para ser delegado) - Trató de imaginárselo como el chico idea para la tarea, formal y amable, con la ropa arreglada y el cabello más corto, pero el mero pensamiento casi la hizo reír.

Casi.

No podía reír cuando miraba los cinco libros que Nathaniel quería que estudiara.

- No fue elección mía, me obligaron. - Apoyó su cabeza en su mano y miró hacia el techo. - No puedo esperar el día en que me gradúe y sea libre.

Sucrette volvió a echar su cara contra la mesa. - Luego de esto viene la universidad… - La chica no podía evitar sentirse ansiosa cuando pensaba en eso. - (No es como si ya subiese lo que quiero ser… no es mi culpa ser tan fabulosa en todo lo que hago) - Le echó un vistazo al chico ante ella. - (Me pregunto si él sabe qué carrera tomar…) - Imaginarse lo que Nathaniel planeaba cursar al llegar a la universidad era incluso más difícil que imaginarlo siendo un buen delegado. La chica se enderezó e imitó la postura de Nathaniel. - ¿Crees que en la universidad hayan delegados? ¿Y si te obligan a ser uno allá también?

- Si eso pasa, probablemente acabe matando a alguien.

- Todos algún día acabaremos matando a alguien.

Ninguno de los dos negó esa afirmación.

- De todas maneras, si te va mal, la directora me echará la culpa de una forma u otra. Estudia.

- ¿Y tú qué? ¿Estudiarás conmigo? - Nathaniel bufó, conteniendo una risa.

- Por supuesto que no. - Cruzó sus brazos sobre la mesa. - Voy a dormir, me lo debes por hacerme buscar tu formulario.

- ¡Eso es injusto!

- No me vayas a despertar. - Bostezó.

- ¡No te atrevas a dejarme con todo esto!

- Juro que si me haces algo mientras duermo, haré que te expulsen. - Reposó su cabeza sobre sus brazos.

- ¡Oh, vamos, hombre! Sé que comenzamos con el pie izquierdo, pero esto es cruel.

- …

- ¡Ni siquiera sé por dónde comenzar!

- …

- ¡Nath!

- …

- ¿Nath?

- …

- ¿Nathaniel?

- …

- ¿Bastardo…?

- …

Sucrette se inclinó sobre la mesa para echarle un vistazo. Los mechones dorados entornaban un rostro relajado, desprovisto de cualquier tensión, y sus labios entreabiertos tomaban tenues respiraciones haciendo su pecho subir y bajar, aunque era algo difícil de ver desde ese ángulo. Llamó su nombre una vez más, pero no dio ninguna señal de respuesta.

Sucrette contempló la figura de Nathaniel unos segundos más antes de desplomarse de vuelta en su propia silla.

- (Vaya, el desgraciado sí que está dormido… y extrañamente rápido, también) - Desvió su atención hacia los libros en la mesa, su cara ensombreciéndose con frustración. - (Me dejó todo esto a mí…)

Cogió el libro más cercano a ella y le echó un vistazo.

"… Libre, como el soy cuando amanece, yo soy libre como el mar…"

Lo dejó sobre la mesa con un suspiro.

- (¡Es inútil! ¡Como si estudiar algo como eso fuera a servir de algo!) - Alzó sus brazos en el aire dramáticamente, pero al notar que nadie la miraba (y era que en realidad no había nadie más allí), los bajó de inmediato. - (Todo esto es tu culpa.) - Dirigió al delegado una mirada venenosa.

Claro que Nathaniel no estaba despierto como para verla.

Sucrette infló sus mejillas.

- (Estúpido, dormido ahí tan tranquilo y yo aquí haciendo todo el maldito trabajo…) - Lo observó con cuidado, sólo con verlo le estaba entrando sueño a ella también. - (Yo también quiero…)

Pensándolo bien, ¡era buena idea! Nathaniel nunca dijo nada que no podía unírsele y, si cualquier cosa pasaba, siempre podía culparlo a él y su holgazanería contagiosa.

Sin dudarlo ni un segundo, Sucrette se acomodó sobre la mesa, aunque ella agarró el libro de antes para usarlo como almohada. No era su cama, pero funcionaría de algo.

- ¡Dulces sueños a mí!

Cerró los ojos, dispuesta a dejarse llevar a la tierra de los sueños.

- …

- …

- … Ugh… estoy tan hambrienta…

Fin de la cita con Nathaniel

NATHANIEL

Nathaniel es, para su pesar, el delegado principal de su escuela. Es un muchacho informal con el que es bastante difícil llevarse bien. Es irresponsable, revoltoso y osado. No suele verse afectado por las críticas, pero al mismo tiempo rara vez las sigue a causa de su poca motivación.

Le gusta: Las golosinas.

No soporta: Las novelas policíacas.

A simple vista, Nathaniel da la impresión de ser descuidado. Su cabello es más largo que el del Nathaniel original y lo lleva recogido en una coleta baja, y sus mechones le llegan a cubrir parcialmente el ojo izquierdo. Su camisa blanca es igual a la del original, pero sin corbata y con los dos primeros botones desabrochados, además usa unos pantalones negros y deportivas blancas.

ÁMBER

Ámber es una de las pocas personas que prefieren mantener una vida justa, sin embargo, esto le ha hecho ganarse la apatía de los demás estudiantes de Sweet Amoris y de sus padres. Aunque sea lo bastante madura para evitar buscar conflicto con otros, los demás se aprovechan constantemente de su ingenuidad y timidez. A parte de sus amigas, una de las pocas personas que la toleran es Castiel, de quien está enamorada desde la infancia.

Le gusta: Conocer personas nuevas.

No soporta: Ser el centro de atención.

¡Ámber es taaan difícil! Ni siquiera conseguí hacerla bien al primer intento. Ámber es la miembro más tímida de su grupo, pero intenta superarse tratando de ser la que hable más, sin ningún resultado.

Su cabello rubio y ondulado suele estar recogido en una coleta alta gracias a una pinza verde, mientras está así el pelo le llega hasta la nuca. Viste una camisa blanca, manga larga y sin botones, con un lazo marrón/beige atado a modo de moño/corbata. También usa una falda verde a cuadros, panty-medias negras y zapatos escolares marrones/beige.

IRIS

Ya sea en su vida escolar o familiar, el odio parece seguir a Iris a donde va. Gracias a su personalidad arrogante y egoísta, se ha ganado el desagrado de muchos en el instituto, y al mismo tiempo su naturaleza vengativa le permite sacárselos de encima. Es naturalmente buena en clases, pero no parece hacer esfuerzo alguno para decir que merece obtener buenas notas.

Le gusta: El drama y los conflictos.

No soporta: Salir con su "torpe" familia.

Estoy asombrada con lo fácil que fue escribir a esta Iris, incluso si es tan diferente de la Iris que todos conocemos y amamos. Un modo de resumirla es que es como la Ámber original, pero más bien siniestra.

Su cabello rojo/naranja está muy bien cuidado y ondulado, llegándole hasta la cintura, y con un broche plateado en la parte de atrás de su cabeza. Sus ojos verde agua (o azul o verde, como los vean) están resaltados con rímel negro y usa una sombra de ojos color plata, sus labios llevan un brillo labial de tono rosa suave. Viste una camisa de tirantes dorada con bordado plateado y de escote profundo en V, y sobre ella usa un chaleco blanco, dos brazaletes plateados en cada muñeca y una cadena del mismo color en el cuello. Abajo, usa unos shorts blancos muy cortos y unos zapatos amarillos de tacón muy alto, con el tacón y la plataforma dorados, además de que son abiertos en la punta.

… Por supuesto que tenía que ser esta Iris, de todos los personajes, la que tuviese la descripción física más larga.

CHARLOTTE

Es muy buena amiga de Ámber y de Li. Charlotte es una chica humilde y terriblemente sensible. Al contrario que sus amigas, a ella tiene problemas para obtener buenas notas y ser discreta, lo que le impide que la tomen más en serio.

Le gusta: Expresarse.

No soporta: Jugar al ajedrez.

Puede que no se note mucho, ya que Ámber hace la mayor parte de la conversación, pero Charlotte es la miembro más sensible y menos inteligente del grupo, no tiene reparo en echarse a llorar si las cosas salen mal o reír a todo pulmón si se divierte, esto causa que sea propensa a rendirse del mismo modo que ha hecho con sus estudios, pero sus amigas tratan de apoyarla.

Su ropa es tan llamativa como ella. Usa un vestido de colores brillantes, rosa principalmente.

LI

Li es consciente que pertenecer al grupo de Ámber es equivalente a renunciar al éxito social, pero al mismo tiempo no le presta atención a ese pensamiento. En realidad, es de corazón amable y obtiene alegría en ser la primera en echar una mano cuando su amiga trata de ayudar a alguien.

Le gusta: Las clases de Historia, las palomas.

No soporta: Los productos de belleza, la gente que se queja y critica a los demás.

Li es la más bondadosa del grupo y siempre pone el bien ajeno antes que el suyo. También, encuentra incómodo el usar maquillaje.

Su cabello está recogido en una coleta baja que le llega hasta las caderas. Usa un suéter con capucha y pantalones holgados.

SEÑORA SHERMANSKY

Es la directora del instituto. Estando cerca, hay que asegurarse de no romper sus reglas.

Físicamente, es de las que más se parecen a su versión original, aunque sus ojos permanecen abiertos. Su ropa también es igual a la de su opuesta, aunque en lugar de rosa lleva negro bordado con rojo oscuro.

ÁGATHA

Esta es la tía de Sucrette. Una dentista que parece desinteresada de la vida de su sobrina y procura compensar su negligencia con algunos regalos.

Por supuesto, esta Ágatha no va por la vida vistiéndose como un hada madrina, le falta demasiada imaginación y alegría infantil como para hacer semejante cosa, en su lugar viste una bata blanca, falda negra y camisa gris. Su cabello rosa también es mucho más corto y le llega por los hombros.

CHINOMIMI

Master del juego, reluctantemente hace de guía para Sucrette y aparece en los momentos delicados cuando los objetivos necesitan algunas aclaraciones.

¿Es real? ¿No es real? Lo único que Sucrette sabe es que esta mujer se le apareció en un sueño muy extraño.

SUCRETTE

Una recién llegada a la ciudad y la nueva alumna del Sweet Amoris. Le resulta difícil ser amable o encontrar interés particular en los asuntos ajenos, pero es capaz de hacer ambas cosas por el bien de su reputación.

Sucrette fue algo curiosa de hacer, ¿saben? En el juego no es que tenga una personalidad demasiado establecida, pues puede ser grosera o amable según lo que elijamos como respuestas, así que pensé en ella más como una opuesta de Lynn Darcy. De hecho, recuerdo que originalmente iba a llamarla así también, pero entonces descarté la idea porque me agrada más Sucrette que Lynn como persona. No posee ninguna apariencia particular, pueden imaginarla como gusten.

Oh, y también…

?

Master del fanfic, su identidad es desconocida.

¡Y eso sería todo! Espero que no vaya a haber más notas del final tan largas como esta, sé lo molestas que pueden llegar a ser.

No considero que sólo mi juicio por sí solo sea tan bueno, así que si tienen alguna sugerencia sobre cómo deberían ser los personajes o con quién les gustaría ver a Sucrette, o si tienen algún favorito o lo que sea, siéntanse libres de hacérmelo, ¡me encantaría saber su opinión!

¡Casi lo olvido! Corazón de Melón/Amour Sucré es propiedad de ChiNoMiko y Beevmoov y estas versiones opuestas de los originales son invención mía.

¡Hasta el próximo capítulo!