Un diàlogo insensato


Llevaba semanas intentando escribir una historia completa, algo con lo que impresionar a su editor, pero nada salía de aquella cabeza suya.

Era la sexta vez en el día que borraba un documento de su computadora, decidido a empezar otro, con ganas de que éste fuera el mejor, el definitivo y, por consiguiente, el que le terminaría mostrando a su editor.

Pero no fue así.

Suspiró, quitándose sus gafas de pasta roja y tomando un sorbo de té, abatido por la inexplicable escasez creativa que sufría en aquellos momentos. Aquél hombre de cabellos rubios y cejas espesas no se jactaba de ser un hombre sentimental, pero lentamente, y mientras la presión lo consumía, de alguna manera se sentía un poco más vivo. "Serás masoquista" le dijo una voz en su cabeza.

Otro domingo en soledad absoluta.

-Será mejor que me prepare algo de comer- dijo para sí mismo.


Ding dong

Ding dong

¿De dónde venía ese ruido?

Ding dong

Se levantó parsimoniosamente de su escritorio, notando que se había quedado dormido sobre el teclado, "vaya forma de dormir" pensó, burlándose de sí mismo. No fue necesario llegar a la puerta para saber de quién se trataba, ¿quién más acudiría a su casa en fin de semana? Los molestos sonidos que emitía el timbre no cesaron hasta que él, con toda la calma del mundo, se decidió a abrir la puerta.

-¡Arthur! Por poco y llamo a la policía, no he sabido nada sobre ti o tu proyecto- comentó un hombre de cabellos dorados y voz afrancesada

-Hola, Francis, -expresó con cierto desagrado en su voz- estoy bien, la familia va como siempre, gracias por preocuparte y preguntar.

-Se miraron unos segundos hasta que Arthur le indicó con señas a su "invitado" para que entrase a su casa.

-Siempre tan bromista, por eso me encantas- bromeó el galo

-Si, si, - dijo en un suspiro el dueño de la casa- ¿Para qué has venido?

Ambos tomaron asiento en la modesta (por no decir pequeña) sala de Arthur. Las orbes verdes se clavaron en las azules, formando un contacto visual bastante común entre ambos.

-Creo que sabes muy bien para qué estoy aquí- contestó de manera galante, casi en un tono sugerente.

Ambos se miraron por unos segundos más, disfrutando de la compañía que uno ejercía al otro, justo como en los viejos tiempos. Arthur rompió el contacto visual y los dos hombres regresaron al presente, saliendo de su ensimismamiento momentáneo.

-Aún no tengo listo el manuscrito- dijo de pronto el ojiverde para romper la tensión.

-Ya van 2 semanas de atraso, no voy a poder cubrirte por más tiempo- soltó aquella frase como si fuera un reproche, sin darse cuenta de ello.

-Nunca te pedí que lo hicieras- siseó con un mohín en su cara- pero aprecio que lo hayas hecho, aunque fuera sin consultarme, supongo que te debo una.

-No hay de que, lo que necesito que hagas es terminar el maldito escrito- se detuvo para mirar a su acompañante una vez más antes de continuar hablando- sé que no es fácil encontrar inspiración de la nada, pero quiero que hagas un esfuerzo, ¿sí?

-Comprendo, ¿cuánto tiempo tengo para presentarlo?

-Podría negociar un par de semanas más, pero no es muy seguro

-Lo mejor será que empiece ya- sentenció Arthur con semblante preocupado.

-Vendré todos los días para asegurarme de que estés progresando, no quiero que pase lo mismo de la saga pasada- comentó Francis bromeando, pero con una mirada que expresaba sincera preocupación.

Ambos soltaron un par de risitas, recordando con melancolía las noches en vela que ambos pasaron juntos mientras intentaban terminar el manuscrito anterior.

Esas memorias inundaron sus cabezas, recuerdos de tiempos más felices y, tal vez, incluso mejores. Pero desde aquella saga todo se había ido al carajo, aunque uno de los dos fuera incapaz de admitirlo en voz alta.

Un dejo de tristeza se plasmó el rostro de Arthur, incapaz de dejarlo solo incluso en aquellos momentos que tiempo atrás habría definido como felices; al parecer aún necesitaba tiempo para recuperarse de todo lo acontecido. Francis, por su parte, no despegó la mirada de sus manos, ignorando el pequeño colapso mental de su compañero, o tal vez sólo fingió hacerlo.

Un pesado suspiro se dejó escuchar en toda la sala, desconcertando a los dos, uno que, por su parte, seguía con la cabeza en la luna y el otro que se descubrió a si mismo como el emisor de aquel sonido.

-¿Algo que te moleste? - preguntó, sabiendo de antemano cuál era la causa de aquel suspiro.

Arthur lo miró de arriba abajo y negó con la cabeza, sonriendo de lado.

-Es mejor que nos pongamos a trabajar, de lo contrario Vincent va a matarnos. – contestó Arthur.

-Te va a matar a ti, yo con un café y un abrazo controlo a ese mastodonte- dijo Francis con malicia.

-Nos va a matar- reiteró el menor.

Arthur se carcajeó y Francis se limitó a soltar un suspiro a modo de risa, pues seguía consternado por el repentino cambio de tema que hizo su amigo.

-Volviendo al trabajo, ¿Cuánto avance llevas? Me imagino que debes tener dos capítulos para este punto, ¿verdad? – dijo con sorna, a sabiendas de que su compañero no había hecho ningún progreso.

-Cállate, idiota. Además, he estado ocupado con la escuela y los trámites de Peter- mientras insultaba al galo, una sonrisa socarrona tuvo lugar en su rostro por unos instantes, para después cambiar a un gesto de preocupación, casi de tristeza.

Francis hizo lo propio y puso una cara de sorpresa al escuchar aquel nombre. Arthur lo notó.

-Son excusas, si fueras responsable, mon cher, no estarías retrasando la fecha de entrega.

-Claro, si aquí tú eres el responsable, no por nada sigues viviendo con tu ex y tienes dos maestrías a la mitad- se defendió locuazmente – Oh, por cierto, ¿cómo está Michelle?

El auto-invitado pareció perdido ante la pregunta, aunque no ocultó su disgusto tras aquel "insulto" soltado por el dueño de la casa. La noche se había hecho presente desde hace ya unas horas, abriendo paso a la luz artificial de los faroles y de un conjunto de casas que aún no se decidían si ya era tiempo de dormir o no. Las casi inexistentes ventanas de la casa de Arthur reflejaban la luz de luna, ésta siendo filtrada por un par de cortinas de tergal, haciendo que se volviera casi imposible visualizar la cara del otro en aquella penumbra, de no ser porque el monitor de la computadora se encontraba parpadeando.

Habría sido una velada agradable, incluso divertida, pero ambos hombres tenían trabajo que hacer, y necesitaban enfocarse en ello.

-Michelle se encuentra bien, cada día más hermosa, como su padre- sonrió con galantería- ¿puedes creer que está por cumplir 8 años? Parece que fue ayer cuando le gustaba tirar de tu pantalón para que la cargaras. - terminó esta frase con una sonrisa orgullosa de melancolía, como si esta estuviera tatuada en su rostro últimamente.

Arthur, por otro lado, pensaba en días soleados y el olor a azúcar y rosas por la maña. Después de todo, Michelle era mayor que Peter por tan sólo 3 años.

Cuando ambos volvieron a mirarse a los ojos, no hubo necesidad de volver a recordar, pues el presente los estaba llamando a gritos.

-¿Quieres un poco de té? ¿Algún aperitivo? – volvió a cambiar de tema, aparentemente empeñado en no hablar sobre el pasado o terminar su escrito.

-Prefiero algo de vino- sopesó la idea de Arthur cocinando y se le vino una idea a la mente- ¿Ya comiste?

Antes de que el de ojos verdes fuera capaz de contestar, el galo miró a su alrededor buscando rastros de comida -o fuego, como era usual-, para fijar su mirada en el escritorio de su amigo, notando un envase vacío de fideos instantáneos. Negó con la cabeza momentáneamente y miró a su amigo con preocupación disfrazada de malicia.

-Esa porquería no cuenta como comida, que quede claro, aunque estoy sorprendido de que no le hayas prendido fuego al microondas intentando hacerla. - sonrió de lado, hablando con elegancia y un dejo de desprecio fingido.

-¡Yo sé perfectamente cómo cocinar! – contestó abriéndose paso a la cocina para servir dos copas de vino, siendo interrumpido por una mano en su hombro.

-Yo nunca dije eso, - admitió posando la mano que tenía libre sobre su propio pecho dramáticamente- pero el primer paso es admitirlo, mon cher. – Guiñó.

Arthur, tan huraño como era, estuvo a punto de aventar la copa recién servida de vino a la cara de su amigo, pero la verdad es que ese vino era muy caro, y no le apetecía limpiar nada después, no era que en realidad apreciara a su amigo y sus raros intentos de ayudarle a cocinar, simplemente era un caballero y se limitaría a actuar como tal. Simplemente era eso y nada más.


Notas

· Puedo sentir sus cejas alzándose, se preguntarán ¿Qué rayos acabo de leer? Bueno, personas, esto va para largo, así que es mejor tomar asiento de una vez. Ya en serio, gracias por pasarse por aquí, sean bienvenidos de dejar un review, que es gratis.

· Y nada, nos leemos entre capítulos, aur revoir.