Ladybug llegó a donde realizaría con Chat Noir el patrullaje nocturno, lo buscó con la mirada y lo encontró dentro de una caja y esa, fue la imagen increíblemente extraña que proyectó sus ojos.
Sus ojos felinos le devolvía la mirada.
—¿Que estas mirando, My Lady? ¿A mí? o ¿Tienes envidia de mi caja?
Ella lo observó confusa.
—Si es a mí, no hay ningún problema, pero si es lo otro... —Su mirada fija— ...Es mi caja.
—Umm... okay.
Ella, giro su cuello lentamente y trató de no mirarlo ¿Que estaba haciendo? Su expresión delataba incomprensión. No entendía la actitud del gatito, el mismo que estaba feliz dentro de esa caja por lo que había notado, teniendo sus ojos dilatados, al estar en ese espacio tan estrecho.
Sin poder evitar, volvió a mirarlo.
—¿De enserio tienes envidia de mi caja?
—¿Eh? No. (¿No se daba cuenta?) (¡Era extraño!) (¡Extraño!)
Tragó saliva.
—¿Por qué estás en una caja?
—Porque me gusta.
—Okay —volvió a mirar en frente, pero a los minutos giró su cuello.
—¿Estas muy desesperada por mi caja? ¿No es así? —Ella no contestó— Ríndete, es mía.
El gatito estaba mal. Muy mal.
Ladybug lo miraba profundamente estupefacta.
—No te la daré, no importa lo difícil que sea resistirme a tus encantos.
¿Qué? ¿Encantos?
—¡No quiero tu caja! —espetó.
—Entonces porque la miras de esa forma. ¡Esta caja es mía! —Objetó— Pero, My Lady puedo compartirla si usted quiere.
—¡No quiero!
—No sea tímida.
—¡No seas tonto, gato tonto! —un rubor se había extendido en las mejillas. Se paró y despidiéndose se fue, ya no podía estar a su alrededor.
Por otro lado, Chat Noir aunque no quería que se fuera, no salió de su caja; no quería que se la robaran.
