Revolución

Disclaimer: Los derechos de la obra en la que se basa este FanFiction pertenecen a Warner Brothers & JK Rowling. Esta historia esta escrita sin animo de lucro.

Aquella mañana, Rose, había observado el cielo con extrañeza. Había hecho un agosto tan caluroso, que le había extrañado que de un día para otro, el 1 de septiembre el cielo se hubiera nublado tan frondosamente. Las nubes se habían aliniado a lo largo de todo Londres y una paleta de grises frios anunciaban tormenta.

Rose miro con desconsuelo el pantalón corto, que reposaba sobre la comoda de su dormitorio.

No pensaba dejarse esa prenda en casa; amaba esa prenda. Pensaba llevarsela a Hogwarts aunque no tuviera oportunidad de ponersela. En realidad en un principio no amaba en absoluto ese par de pantalones. Cuándo llegaron a sus manos no eran más que unos feos pantalones de campana. Se los había regalado su abuela Jean cuando cumplio quince años. Y Rose había dismulado, diciendo que le encantaban. El cariño que les tenía por ser de su abuela no le había permitido donarlos, pero habían pasado escondidos en lo hondo de su armario medio año. Cuando un día haciendo limpieza de armario los había visto, decidio que merecían como minimo una nueva vida. Los corto cinco centimetros por debajo de los glúteos, y les pego una imagen de Betty Friedan que sacó de un pañuelo. No le convencía demasiado hasta que en una manifestación feminista, una chica le dijo que sus shorts eran geniales. Se convirtió en su prenda fetiche.

La pelirroja suspiró resignada y guardó las calzonas en su mochila de mano, porque su baúl ya estaba cerrado, y había colocado sus libros con demasiado esmero como para abrir el baúl y arruinarlo todo. Se puso el primer conjunto que encontro en su armario, porque no, Rose no era la reina del orden de Ordenalandia.

No se molesto ni en hacer el vanal intento de peinarse, se alisto el pelo en una coleta alta y bajo de dos en dos las escaleras.

Saludó a su padre con un beso en la mejilla -como hacía desde pequeña-, y a su hermano le tiro cariñosamente del pelo de la nuca.

-¿Dónde está mamá?-Preguntó mientras buscaba el muesli en el armario de la cocina.

-Ha tenido que...-Dijo Ronald, mientras hacía el esfuerzo de tragarse el beicon.-salir un momento al ministerio. Antes de que vayamos a la estación.

Desayunaron en silencio. Porque su padre y su hermano estaban demasiado ocupados comiendo compulsivamente su carne, como para pararse a hablar.

-Costumbre Weasley- Se dijo Rose.

-Han descubierto entre algunos diarios viejos, un nuevo manuscrito.-Comenzó la pelirroja para romper el silencio.-¿A que no adivinariais de quien?

Su padre gruño como respuesta, lo que le valió a Rose como incintivo.

-Hesper Starky.-Dijo con emoción.-Parece ser que jamas llegó a publicarse. Tengo tanta ganas de leerlo. Además de que...

-¿Y quieg degmonos es Harper Stone?-Preguntó su hermano masticando a dos carillos.

-No hablo tu idioma de Paleolítico, Hugo.-Respondió, molesta por la interrupción.-Pero es Hesper Starky. Y si presta atención en clase, o a mi, sabrías que fue una bruja muy famosa, que investigo y avanzó en el campo de las pociones y la luna, y además era una reivindicadora.

-Vale, no me sueltes un discurso.-Gruño Hugo, ganandose una patadita por debajo de la mesa.

-Auh.-Se quejó.-¿Y tu eres la pacifista?

Rose frunció el ceño molesta.

-¿Y tu encontraste tu cerebro o no valió el anuncio en el periodico?

-Oye, oye, que yo no tengo la culpa de que tengas la monstruacción.-Dijo.

Rose se levanto ofuscada de la mesa.

-Menstruacción, negado.-Miró a su padre airada.-Enserio papá, a este chico os lo debieron de cambiar en el hospital por un Autralopithecus.

La expresión de su padre denotaba cansancio, seguramente harto de tanta discursion entre sus hijos.

-Por favor, Rosie.-Intento tranquilizar su padre.

Rose bufó y salió de la cocina. Cuando cruzó el umbral vió a su padre darle una colleja a Hugo:

-Tengamos la mañana en paz.-Oyó decirle.

Cuando la familia Weasley aparcó en el aparcamiento de King Cross, Hermione Weasley se giró en su asiento para ver orgullosa a sus dos hijos. Rose vislumbro nostalgia en su mirada.

-Hugo, ya vas a pasar a quinto.

-Si todo un logro.-Lo pincho Rose.-Algunos pensaron que no pasaría la selección. Demasiado rudimentario.

Su madre la regaño con la mirada.

Hugo pareció no camptar la ironía o la ignoro.

-Así llevan toda la mañana.-Se quejo su padre mientras salía del coche.

La columna entre la entre los andenes 9 y 10 estaba más transitada de lo habitual, aunque sabían que muchos de ellos eran familias de brujos.

Cruzaron la barrera por turnos.

Lo primero que vió Rose al entrar fue a la familia Potter a pocos pasos de allí.

Lily les saludó entusiasmada. Abrazó a Hugo y les sonrió a los otros tres.

-Ro.-La saludó Albus.

-Hola Al.-Correspondió.

Albus la tomó del brazo y la llevó un poco aparte.

-¿Pensaste en lo que te conté ayer?-Preguntó.

-Ay, Albus.-Se quejó.-Si. Pero sabes que creo que es una bobada. Y no hablemos de eso ahora.

Albus le había contado a Rose el anterior día sus sospechas de que sus padres parecían más raros ultimamente, tenían más ajetreo. Y Albus había llegado a la conclusión de que era por algo que tenía que ver con los levantamientos antimuggles. En la opinion de Rose, Albus podía llegar a ser demasiado suspicaz.

Antes de que saliera el tren, Rose se acercó a sus padres.

-Rosie, princesa.

La chica espero a que su padre le dijera algo completamente molesto, como -No rompas muchos corazones- o -Se que eres muy liberal, cariño, pero no te inmiscuyas con demasiados chicos. -Su padre no entendía que ella no rompía corazones y pasaba de los tíos-. Por eso se sorprendío cuando su padre solo dijo.

-Cuidate mucho.

Dejo que la abrazaran y siguió a los demas para entrar en la locomotora.

Albus y ella arrastraron sus baúles por los pasillos del tren.

El moreno iba delante de ella, buscando un compartimento. Rose sabía a quien buscaba. Al insufrible de Malfoy. Rose y el no se soportaban. Sobretodo ella no le aguantaba. De hecho, Rose era una persona que pensaba que el odio no llegaba a nada. Pero podía decir con seguridad. Que el sentimiento que esperimentaba por Malfoy debía ser muy cercano al odio. Por eso quería pasar el menor tiempo posible con él. Para que su pequeño Gandhi particular no se sintiera decepcionado de ella. Pero le era imposible. Porque Malfoy era una lacra. Todo el día juntos desde que fueron sorteados a Slytherin. Claro, excepto cuando estaban en plan conquistador. Pero Albus tambien era el mejor amigo y primo de la pelirroja, y se adoraban, y por eso no dejaba que el estúpido de Malfoy los separara.

Aun así no pudo evitar lamentarse, cuando el joven Potter abrió la puerta de uno de los ultimos vagones.

-Eh, tío.-Saludó.

-Que hay.-Correspondió.

Cuando Rose llegó a la puerta detrás de su primo, no pudo evitar una mueca, al ver al Malfoy repantingado en una pose, que seguramente consideraba -ridículamente- viril. Y para más imbecilidad, fumando. Si ella no supiera que Malfoy era un "limpito de sangre" hasta la cepa, habría pensado que intentaba imitar a Humphrey Bogart. Aunque en su opinión no llegaba ni a James Todd en La chica de rosa.

Fruncio la frente.

-Aqui no se puede fumar.-Emitió automaticamente en forma de saludo.

-Pues que novedad.-Siseó el Malfoy.-Sigues tan encantadora como siempre Weasley, hasta te han salido mas arrugas en el entrecejo.

Le fulmino con la mirada y se sento en el mismo asiento que su primo, lo mas lejos posible de Malfoy.

El pareció notar su esfuerzo, porque sonrió ladinamente.

-Weasley, no te alejes tanto, no puedo vivir sin tu agradable cercanía.-Ironizó.

-Porque no te vas por ahí a repartir tus semillas, pero no olvides la protección, no queremos más plagas.

-No sabía que me tenías tan alta estima.-Alzó una ceja.-Pero lamento decirte que yo estaba aqui antes. Así que podrías irte a repartir por ahí folletos que no le importan a nadie.

Paz y amor. Paz y amor. Rose no paraba de repetirse eso cuando hablaba con Malfoy.

-Vamos Ro.-Les interrumpio Albus.-Apenas empieza el curso, ya tendras tiempo de lanzarle zapatos a la cabeza.

Rose les miró airadamente a los dos, metió el baúl bajo el asiento y sacó de su mochila de mano un libro.

Albus y Malfoy hablaron en el rato en el que Rose estuvo leyendo. A ella no le intereso su conversación realmente hasta que Albus tocó el tema del que tanto había insistido ayer.

-Al.-La pelirroja apartó La mistica de la feminidad a un lado.-Hablamos de eso ayer. ¿No crees que pueden estar ocupados por otros motivos?

-Merlín Rose.-Se quejó.-Y que me dices de el otro día.-Insistió Albus.-¿Y esos muggles que aparecieron adormilados en un cubo de basura en el callejon Diagon?

-Al, eso podía ser obra de unos gamberros cualquiera.

-Quizá no aguantaron bien el whisky de fuego, demasiado para los muggles.-Bromeó el rubio.

Rose le hizo una mueca.

-Vamos hablo enserio.-Dijo el Potter.-Podría ser alguna especie de aviso. Al ministerio. Como haciendoles saber quienes son y lo que hacen.

-¿Y no crees, Albus, que si fuera así los muggles esos estarían algo más que adormilados?-Hizo enfasis en la ultima palabra.

-Quizas querian que hablaran, que les dijeran que les habían atacado. Querían que estuvieran asustados.

Rose se quedo dubitativa, puede que lo que dijo su primo no fuera tan descabellado. Pero tampoco quería sacar indicios donde no los había.

-No se, Al.-Dijo.-Pero no tienes pruebas suficientes para hacer tantas conjeturas.

-¡Rose!-Exclamó.-Eres tu siempre la que defiende las causas justas. La que cuida de los debiles y todo eso. No puedes pasar de esto como de la mierda.

-¡¿Y que es exactamente "esto" Albus?!-Preguntó molesta.-Unos muggles perdidos, y tus padres actuando "raro".

El moreno se agitó el pelo nerviosamente y refumfuño.

-¡Está bien!-Dijo.-No me creas.

Se giró hacía Malfoy.

-¿Y tu que piensas?-Le preguntó Albus.

El rubio alzó las cejas.

-Puede que te pases de perspicaz.-Dijo.

Albus bufó molesto.

-Esta bien, como queraís.

Una sombra bordeó la esquina para entrar al callejón Knocturn. Caminaba presuroso. Con un par de botas de cazador negras pisando con fuerza en suelo.

Apartó a una vieja bruja de un empujón cuando le intentó vender unos filtros de la muerte de aspecto extraño.

Bordeó el ultimo tramo oscuro. Frente a el se hayaba la que antaño había sido una tienducha llamada Borgin&Burkes.

Se acerco a la puerta tapada con tablones sueltos. Aporreó la puerta. Tres veces, justo y contundente, como se había acordado.

Le pareció divisar un ojo mirandole entre las maderas que tapaban la ventana, luego la puerta se abrió lentamente, chirriando.

-Señor.

Una mujer alta y desgarbada le miro levemente y se aparto para dejarle pasar.

No se molestó en responderla y entró en la sala. Estaba llena de trastos inservibles. De las paredes colgaban hierbas de aspecto venenoso, y los muebles se amontonaban a un lado de la habitación.

El hombre se agacho detrás de un viejo mostrador de madera, aparto una alfombra de aspecto mohoso y abrió una puerta que se escondía debajo. La madera chirrió aun más.

Las dos figuras bajaron por la trampilla.

Abajo olía aún peor que arriba, además de que el humo confundía los rostros en la penumbra de la sala.

El sotano estaba completamente vacio a excepción de una mesa cuadrada y vieja, en la que diez rostros difusos fumaban y hablaban con voces roncas.

La mujer tomo asiento en un extremo y el hombre permaneció de pie.

Cuándo habló su voz era como una lija. Era fria y ronca.

-Ya está hecho.

Y en ese momento doce figuras comenzaron a aparecerse en medio del sotano.