Nuevas oportunidades.
Capítulo 1: Nacimiento.
Erebor llevaba ya 10 años reconstruido. Aunque aún no había recobrado la majestuosidad y riqueza que la habían caracterizado tiempo atrás, en tiempos del rey Thror, los enanos habían trabajado duro para volver a hacer de este antiguo reino un lugar habitable. Tras aquella batalla en la que las tres razas se habían aliado para combatir al mal, las noticias habían llegado volando a Ered Luin; el dragón Smaug había muerto y ellos podrían volver a su verdadero hogar.
Distintas caravanas de enanos fueron llegando progresivamente al este. No fue fácil, y no todo fueron buenas noticias. Los jóvenes Fíli y Kíli habían muerto durante la batalla, y su propio tío, Thorin Escudo de Roble, también había estado a punto de perecer. Muchas fue las lágrimas que derramó tras enterarse de esta noticia, después de un mes inconsciente, sufriendo fiebres altas. La culpa lo invadió; había sido culpa suya permitir que lo acompañasen en aquella expedición. Sin embargo, sabía que no tenía tiempo de lamentos: su pueblo lo necesitaba.
Fue proclamado rey poco después por el propio Gandalf, ante la mirada de sus súbditos, los enanos de las Colinas de Hierro, los dos pueblos de los hombres y el reino de los elfos. Sus compatriotas no dudaban de él, ya que siempre había luchado por sacarlos adelante con el sudor de su frente. Sin embargo, esa mañana el rey Thorin no parecía precisamente tan fuerte y majestuoso.
De izquierda a derecha y de derecha a izquierda, y vuelta a empezar. No podía quedarse quieto ni un instante, mientras escuchaba los alaridos de dolor atravesar la puerta. Balin y Dwalin lo miraban divertidos, pero su hermana Dís comenzaba a exasperarse de verlo así.
-¡Oh, por el amor de Durin, Thorin! - Le gritó – Es algo por lo que todas las mujeres hemos pasado.
Su hermano le dirigió una mirada furiosa, pero al segundo se ablandó. Su hermanita pequeña ya había sufrido bastante por la muerte de sus hijos, y ahora una nueva luz asomaba en su vida. En verdad, una nueva luz asomaba en la vida de todos.
-Sólo estoy nervioso, ¿de acuerdo? La impotencia me mata.
-Si te parece mejor, puedes entrar en esa habitación y seguir tú por ella.
Thorin decidió callarse y no discutir más; era inútil.
De repente, se oyó un fuerte grito de dolor; todos aguantaron la respiración. Tres segundos después, el llanto de un bebé llenó el aire. Balin se levantó de la silla en la que había permancido sentado, Dís se acercó a su hermano y le tocó el hombro; Dwalin parecía no saber muy bien qué hacer. Depués de lo que le parecieron los segundos más largos de su vida, una comadrona con la bata manchada de sangre salió de la habitación, y se dirigió a su rey:
-Majestad, es una niña, y está sana.
Thorin entró corriendo en la sala, donde una bella enana pelirroja permanecía tumbada en una cama, recuperando la respiración. La luz del sol iluminaba sus facciones, increíblemente suaves para tratarse de alguien de su raza. Con sus largas grandes ojos marrones, su nariz chata y los gruesos labios, además de su estatura (era más alta que la mayoría de enanos, algo que le venía de familia), había sido admirada y deseada por la mayoría de enanos, pero su fuerte carácter los echaba para atrás. Al único al que había conseguido enamorar definitivamente había sido al apuesto heredero enano. Graella le dirigió una sonrisa cansada a su esposo, y éste se le acercó lentamente, sin querer romper la magia del momento. Entre sus brazos, un bebé lo miraba con ojos como platos. Thorin sintió lágrimas resbalar por sus ojos, y abrazó a su esposa.
-Gracias, mi vida- le dijo.- No sabes lo feliz que me siento en estos instantes.
-Te puedo asegurar que mejor te sentirías su acabases de expulsar tres kilos de tu cuerpo – le respondió, siempre con su característico humor negro.
Thorin se rió ante su comentario, y besó suavemente en los labios a la enana sin la cual no hubiese podido continuar en su labor de rey. La niña soltó una especie de bostezo, y se durmió del todo, muy pegada a s madre.
-¿Cómo la llamaremos?- preguntó Graella a su marido.
-Elige tú el nombre – respondió el rey.
-¿De veras?
-Claro.
-Pues…está claro que ha de ser un nombre digno de una princesa, ya que el nacimiento de una niña es algo poco común en nuestra raza.
Thorin asintió. Ese era un problema que afectaba al tema de la descendencia enana, que era cada vez más escasa.
-Sé que no te parecerá bien, pero…siempre he querido darle a mi hija un nombre humano.
Graella siempre había sido conocida por sus algo extravagantes ideas.
-Me gusta Helena; es carismático, pero demasiado refinado. Además, le pega bastante, ¿no crees?
Aunque no tenía ningún problema con los humanos, era demasiado orgulloso para aceptar cualquier de otra raza para su hija. Sin embargo, al mirar a la pequeña, sintió un vuelco en el corazón. ´´Helena¨- pensó- ¨mi pequeña Helena¨. No le sonaba mal; no le sonaba en absoluto mal.
- Helena,- dijo en voz alta- nuestra pequeña Helena.
Por primera vez en lo que le había parecido una eternidad, sentía la pieza que le faltaba de nuevo en su corazón. Se sentía renacer. Sentía comenzar una nueva vida. Y no podía más que dar gracias por esta nueva oportunidad.
