Resumen: Varios relatos, el mismo fetiche.

Advertencias: Chicos es falda. ¿A quién le importa?

Disclaimer: Haruichi Furudate.


— Lo prometiste.

Hanamaki alza la cabeza al oír ese tono particular en Matsukawa de que quiera o no, contra toda su voluntad, deberá obedecer.
Estúpido juego. Estúpidas hormonas desordenadas que, en su momento, accedieron a tal locura. Pues era más ansia de besos que otra cosa. Estúpida, también, falta de consciencia por estar, precisamente, perdido en él.
Termina mordiéndose el labio, tan nervioso.

— ¿Tiene que ser... — vacila ante el alzamiento de cejas ajeno, aquellas tan pobladas y ahora acusadoras —... ahora? — finaliza la pregunta mientras traga mucha saliva. Los dedos de la mano le tiemblan cuales hojas de Otoño.

¿Hojas de Otoño? Ya ni sabe qué piensa.

Diablos, diablos. Issei se acerca un poquito más, tres pasos adelante y uno atrás.
Su respiración se vuelve densa. Lentamente abre la boca, pero sólo logra hacer ingresar el aire pues su corazón parece querer toda la atención de modo que resuena como dentro de sus oídos, y le quita la noción. Y por supuesto que allí en la zona, en el pecho, siente el aceleramiento independiente, loquísimo y fuera de sí.

Más pasos que se aproximan. Las suelas de los zapatos parecen retumbar y hacer eco entre las paredes.

Una tensión que sube, despacio, pero incapaz de detenerse.

— No tienes idea lo que me ha costado conseguirla. Así que no puedes quejarte, ten compasión de tu querido novio. — Matsukawa se detiene y apenas ahora él nota que trae las manos en la espalda. Es obvio porqué. Mas se niega a pensarlo. Sino que lo escucha atento.

Hace mucho calor de repente.

— De querido no tienes nada — dice, pero sostiene una enorme sonrisa de todo lo contrario incluso a pesar de que se muere de vergüenza -cuando ni siquiera se ha movido- y las mejillas le ardan a niveles prohibidos.

Issei sonríe también. Son idiotas.
Dos idiotas que coinciden a la perfección.

Takahiro toma valor: avanza un paso.
Fin.
No cree tener más control que ese mínimo gesto. Pero que es toda una odisea. Y Matsukawa lo sabe. Lo sabe demasiado bien, así que avanza hasta anular distancia. Él mira todo el proceso como estatua, apenas parpadeando porque es inconsciente. Lo mismo con la respiración.

Su frente... contra la suya.

Hanamaki cierra los ojos, aún apoyado, y deja exhalar todo ese aire acumulado mediante la nariz. Su compañero se ríe, tan tranquilo. De modo que le traspasa esa tranquilidad, con solamente tocarle, justo así y ahora, y le aparta todo indicio de nerviosismo.

Luego, con una lentitud extraña, mueve los brazos para rodearlo y así toma la prenda marrón claro. Sin embargo, a diferencia de sus pantalones es extremadamente corta y con tablas. Pero no acaba allí, sino que siente algo más que esas grandes manos calientes y la falda. Hay también medias largas.

Oh.

¡Y el color rojo vuelve a tomarlo!

Takahiro evita mirarle a los ojos, o más preciso a la cara, cuando se aleja con las prendas dispuesto a ponérselas.

Como le importa una mierda que Issei lo vea desvestirse (mientras no coincidan mirada), tan sólo el pantalón, lo hace allí apenas alejado unos pasos para tener más movilidad.
No obstante, aunque sus cuerpos estén tan familiarizados el uno con el otro, no espera reaccionar tan idiota -movimientos tan sencillos que a diferencia él conlleva desestabilizado- puesto que Matsukawa clava la mirada con tanta ansia, un brillo que percibe, (quizás diría hambre pero eso sí que le da vergüenza pues él se convertiría en la presa de la bestia). Él lo capta de reojo, una o dos veces girando breves instantes la cabeza, y entonces sí empieza a morir de vergüenza. Pues Matsukawa lo mata con cuidado, con caricias y después arrebatos. Con ácido y dulzura. Con su rostro de desinterés y sus, en cambio, movimientos tan precisos y espontáneos que lo derriten.

Cuando acaba, inclusive con las medias bien subidas y posicionadas sobre las rodillas, da una última ojeada sobre si mismo desde la punta de los pies hasta la corbata que cae sobre el pecho.
Vuelve a oír su corazón.

Mas se gira decidido a enfrentar esto. Después de todo, percibir que Matsukawa puede poner ese tipo de expresión tan jovial y placentera con sólo verle le llena de orgullo, mezclado con bienestar y un calorcito particular que baja del estómago, asimismo subiendo por los muslos para finalmente coincidir en el punto exacto.

Y al diablo.

Mira a Issei, tan decidido, mientras éste se acerca. Él lo detiene con su mano cuando vuelven a estar cerca. El chico le sonríe, dejándose.
Entonces Takahiro lo empuja desde el pecho, poco a poco, caminando hacia atrás justo así, la mano extendida y debajo los latidos ajenos tan incrementados como los suyos. De manera que al final Matsukawa acaba sentado en una silla aleatoria de todo este salón vacío.
Hanamaki ni lo piensa, y se sienta en sus piernas, una a cada lado. Las piernas abiertas y la falda dan una accesibilidad que con anterioridad con su pantalón escolar no existía, e increíblemente sonríe porque la fricción es muy profunda. E Issei está tan despierto como él.

Las manos de su novio, cómo le gusta como suena, le toman la cintura y lo aplastan hacia abajo.
Oh por todos los infiernos.

Sin embargo calla el inminente gemido dentro de su boca, buscando un beso de esos desesperados, ansiosos, dulces y cargados de tantas cosas que vuelve a convertirse en esa gelatina nebulosa donde ni un pensamiento entra o sale. Pues Matsukawa es más fuerte. Y lo encandila.

A Hanamaki le encanta encandilarse.


No hay sexo, lemon, smut, o como le llamen, porque le quita el contexto aunque sea fantasía sexual y el título lo exprese.

Porque es cómo le enciende, no la acción en sí.

En fin. Como nunca puedo dormir de noche empecé una serie de drabbles cortitos con esta fantasía. (Que es más un gusto de vuestra humilde autora que otra cosa xD), pero me pareció lindo hacerlo (?)

¡Viva el Matsuhana!

Seguramente la próxima será Iwaoi. O queseyo, Kuroken tal vez (?)

¡Gracias por leer!