Hola a todxs!
Bienvenidos a mi primer fic de Sailor Moon!
Primero que nada quisiera aclararles que no aspiro a ser original ni mucho menos escritora profesional. Mi intención simplemente es resumir gustos y experiencias personales a través de esta ficción. Encontré muy satisfactorio escribir esta historia, y espero poder completarla.
Quiero también hacer una aclaración sobre el título de este fic que me parece importante: Si bien lo pensé en función del argumento de la historia, también es el título de una canción de un músico argentino, Pedro Aznar, que es un gran artista muy reconocido en mi país y en el mundo entero, y yo lo admiro mucho. Si les da curiosidad, pueden buscar la canción en inet para conocerla y también prestarle atención a la letra, es realmente muy bonita.
Les sugiero además que si encuentren alguna palabra que no entienden o lxs confunde, no duden en preguntarme. Traté de usar un lenguaje neutral, pero tengan en cuenta que soy argentina y seguro se me escapó alguna expresión o término propio de mi país.
Bueno, hechas todas las salvedades correspondientes, lxs invito a leer mi humilde obrita :)
Todos los personajes de esta historia pertenecen a su autora, Naoko Takeuchi, yo sólo los tomé prestados.
Aquí les dejo el primer capítulo. Espero que lo disfruten!
Bell.-
:: Capítulo Uno ::
Serena tenía 25 años. Era una chica vital y muy alegre, aunque también un tanto infantil y despistada. Pero sobre todo de un gran corazón.
Era un viernes por la tarde y, como era habitual en ella, corría apresurada por las calles de Tokio, seguramente estaría retrasada para llegar a algún lugar.
Su largo y ondulado cabello rubio volaba suelto tras sus pasos. Vestía informal: Jeans, zapatillas y un corto vestido floreado con breteles de puntillas. Llevaba entre sus brazos una caja que parecía ser un poco pesada, algunos rollos de papel, unas carpetas y tenía su morral de cuero colgando de su hombro.
Estaba tan apurada que casi ni se fijaba por dónde pasaba. —¡Oh, por dios, Molly va matarme! ¡Es muy tarde! —protestaba al mirar su reloj llegando a una esquina.
Cuando intentó volver la vista a su camino, vio que alguien se cruzaba por su paso y no pudo evitar atropellarlo. Todas sus cosas cayeron al suelo, al igual que ella.
—¡Maldición! ¡Lo rompiste! —se quejó el 'damnificado' del inevitable accidente al ver su teléfono celular desparramado en varias partes sobre la acera—. ¡Y estaba teniendo una conversación importante! ¿Es que acaso no te fijas por dónde caminas? —él seguía protestando mientras juntaba las partes del artefacto e intentaba armarlo de nuevo.
—Lo siento mucho —se disculpó Serena desde el suelo intentando ordenar y recoger sus cosas—. Es que no te vi, en verdad lo siento —y seguía ocupándose de sus cosas.
—¿Cómo puedes ser tan distraída? ¿No ves que se rompió? —él seguía luchando por volver a armar el teléfono, estaba tan preocupado por arreglarlo que no reparó en que Serena había caído al suelo junto con todas sus cosas.
—¡Oye, te dije que lo siento! —se levantó enojada dejando todo a un lado y apoyando las manos en su cintura en pose de reproche—. ¿O crees que lo haría a propósito? ¡Iba muy apurada y tú te me cruzaste! —levantó más la voz al notar que el joven la ignoraba.
—Funciona, ¡funciona, por favor! —él le gritaba al teléfono al ver que no volvía a encenderse, y continuaba ignorando a la chica.
—¡Pues me da mucho gusto! —exclamó ella en tono sarcástico y con el ceño fruncido. Y enseguida intentó levantar nuevamente sus cosas del suelo mientras murmuraba enojada—. Grosero…
Él, al darse cuenta de repente de que no se había ni molestado por cómo Serena había caído al suelo tras el 'choque', finalmente la miró, se acercó a ella e intentó ayudarla a levantar la caja. —Discúlpame, déjame ayudarte, no vi que se cayeron tus cosas —dijo afligido.
—¡No te molestes, es mi culpa por ser tan distraída! —le contestó ella enojada quitándole la caja y acomodando como podía los rollos de papel y las carpetas.
—En verdad lo lamento, estaba muy concentrado en la conversación telefónica y no te vi venir —explicó él apenado—. En realidad fue mi culpa, siento haber sido tan descortés contigo, es que… —e interrumpió su argumento al observarla detenidamente y darse cuenta de que creía reconocerla—. Espera un momento, ¿tú eres…
—¿Y ahora qué me vas a decir? ¿Qué más soy, a ver? ¿Una imprudente? —le reprochó ella más enojada—. ¿Una despistada y desordenada que siempre anda corriendo y llegando tarde a cualquier lado? ¿Y que me la paso atropellando a la gente? —cada vez su tono de voz era más alto—. ¡Pues para que lo sepas sí, soy todo eso, lo he sido toda mi vida y no pienso cambiar! ¡Mucho menos si un arrogante como tú se interpone en mi camino para hacerme caer al suelo y encima de todo…
—¿Serena? —la interrumpió él sin escuchar una sola palabra de lo que ella le decía poco contenta—. ¿Serena Tsukino? ¿Eres tú? —preguntó mientras una sonrisa se iba dibujando en su rostro.
Ella dejó de 'despotricar' al escuchar su nombre. Evidentemente este hombre la reconocía y entornó más los ojos para verlo a la cara con mayor detenimiento —¿Darien? —preguntó con duda.
—¡Sí, soy yo! —respondió él agrandando su sonrisa—. ¡No puedo creerlo, Serena!
Ella dejó nuevamente sus cosas en el suelo y al enderezarse volvió a mirarlo sorprendida. —Darien, no puede ser… —su rostro comenzó a iluminarse con una enorme sonrisa—. ¡Regresaste! —y saltó sobre él para abrazarlo efusiva.
—¡Serena! —él también la abrazaba mientras echaba a reír—. ¡Esto es increíble! ¡Encontrarte tan pronto y de esta forma! —y la abrazó con más fuerza.
Ella lo miró de frente sin dejar de abrazarlo. —No puede ser, regresaste, después de tantos años… ¡Regresaste! —y también rió intentando disimular su emoción.
—Así es —le respondió él sonriente—. Estoy de vuelta, finalmente regresé, ¡cabeza de chorlito! —ambos soltaron una carcajada y volvieron a abrazarse.
Habían pasado más de 7 años desde la última vez que se vieron. Y recordaban que no tuvieron una despedida muy feliz.
Ellos habían sido muy buenos amigos durante mucho tiempo cuando eran más chicos. Pero después de que Serena terminara la preparatoria, Darien decidió viajar al exterior para acabar sus estudios universitarios tras obtener una importante beca. No regresó a su país natal una vez graduado como lo había prometido, sino que siguió estudiando y trabajando en EEUU por varios años más. Y no se habían mantenido en contacto durante todo ese tiempo.
Pero ahora se encontraban otra vez, fundiéndose en un abrazo que se debían desde hacía tanto y que les permitía demostrarse cuánto se extrañaban, aún cuando hacía años que no se comunicaban.
—No lo creo —dijo ella volviéndolo a mirar y ahora soltando el abrazo—. Te miro y no lo creo —sonreía emocionada—. Esto sí que es una sorpresa —agregó observándolo de arriba abajo. Lo encontraba con un aspecto muy formal, muy adulto, mucho más que antes—. ¿Qué haces aquí?
—Bueno, pues acabo de llegar, hace un par de días —respondió Darien—. Decidí regresar y empezar de nuevo mi vida aquí, en mi tierra y reencontrarme con mi gente —sonrió levemente con timidez—. Todavía no he visto a nadie, es que fue todo muy repentino. Pero esta noche me reuniré con Andrew, él fue con el primero que me contacté. Y bueno, ahora contigo —y sonreía alegre nuevamente.
—Vaya, esto sí que es una sorpresa —repitió Serena sin dejar de sonreír—. Qué bueno volver a verte… —y su teléfono empezó a sonar interrumpiéndolos —Rayos, es Molly. Debe estar furiosa —atendió la llamada con cara de terror—. Molly … Sí, estoy llegando … Sí, estoy a la vuelta … ¡Que estoy llegando, mujer, no te alteres! —Darien no podía contener la risa al escucharla—. Sí, tengo todo listo, ya voy … ¡Que ya voy! —y colgó suspirando molesta.
—No estás a la vuelta, ¿verdad? —preguntó él riendo.
—Estoy como a 6 calles —respondió ella avergonzada.
—¡No has cambiado en nada, cabeza de chorlito! —Darien se burló feliz.
—¡Y tú sigues siendo el mismo engreído de siempre! —Serena se defendió también riendo.
—Bueno, no te demoraré más, si no tu amiga te matará —le dijo él mientras buscaba algo en los bolsillos de su saco—. Dame tu número, así nos comunicamos para volver a vernos. Como acabo de llegar aún no tengo número de aquí. Y el que me acabas de romper —la miró simulando estar enojado—, lo traje de Nueva York y en breve lo daré de baja —siguió revisando los bolsillos y no encontraba lo que buscaba—. Rayos, dejé el maletín en el hotel, no tengo nada en donde anotar.
—Espera —dijo ella mientras sacaba un bolígrafo de su morral—. Dame tu mano —y tomó la mano derecha de Darien para escribir el número en su palma—. Listo, éste es mi celular.
—Bien —dijo él intentado leer de su mano—. Entonces te llamaré en estos días, será lindo conversar y ponernos al corriente de todo, ¿verdad? —y la miró volviendo a sonreír.
—Seguro —respondió ella devolviéndole la sonrisa—. Ha pasado mucho tiempo.
Darien recogía las cosas del suelo para ayudarla a tomarlas. —Sí, mucho tiempo…
—Me alegra tanto volver a verte —dijo ella ya un poco más seria.
—A mí igual, Serena —también serio.
Tras una breve pausa un tanto incómoda. —¡Nos vemos! —volvió a hablar Serena risueña otra vez—. ¡Llámame!
—¡Claro! —respondió Darien.
Ella le regaló una nueva sonrisa y se fue corriendo. Él la siguió con la mirada hasta perderla entre la gente.
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Ya llegando a la oficina que compartía con su amiga Molly, a Serena la sonrisa no se le borraba del rostro. Al entrar al lugar, su amiga comenzó a reprocharle su retraso, porque la reunión que tenían planificada había tenido que ser suspendida por su ausencia.
Serena vivía a las corridas, ya que estaba llena de actividades. Era licenciada en comunicaciones y trabajaba en una importante editorial. Estaba a cargo junto a otros colegas del departamento de prensa que cubría las publicaciones de la revista mensual, el diario semanal y los portales de Internet. Era un trabajo que le había costado mucho esfuerzo conseguir y si bien era muy demandante lo disfrutaba muchísimo.
Pero su verdadera pasión era la fotografía, por lo que hacía un año había decidido emprender un proyecto independiente con su buena amiga Molly. Rentaron una pequeña oficina y comenzaron a realizar publicaciones propias de fotografía y foto-reportajes con difusión digital, y también a incursionar en la promoción de autores poco conocidos como curadoras de muestras independientes.
Después de los regaños de Molly, comenzaron al fin a hablar de trabajo, ya que se acercaban dos eventos importantes. Por un lado una muestra colectiva de foto-periodismo, la cual se inauguraría en los próximos días. Y por otro, se aproximaba la fecha de la primera exposición del trabajo de Serena, que se presentaría dentro de unas semanas. Antes de ir a la oficina había tenido que pasar por la imprenta y retirar la folletería, invitaciones y afiches de difusión, que demoraron en entregarle y por eso se había retrasado.
Una vez que hablaron de todos los detalles entre tazas de café y algunos cigarrillos, lograron dejar todo organizado y se despidieron para al fin poder volver cada una a su hogar después de una larga y agotadora semana de trabajo.
Ya casi anocheciendo, Serena se dirigió a su departamento. Vivía sola desde que se graduó hacía 2 años. Sus padres seguían viviendo en la misma casa de siempre y ella los visitaba con frecuencia. Y su hermano menor se había ido a vivir a otra ciudad por sus estudios.
Al entrar al departamento la recibió una gatita negra llamada Luna, que ella amaba como a una hija. Dejó sus cosas en el sofá y se dirigió hacia el baño para darse una corta ducha. Envuelta en una toalla se recostó en su cama junto a Luna para ver televisión, y sin dejar de pensar en el encuentro de horas antes no pudo evitar quedarse profundamente dormida.
Unos minutos después, o unas horas -su sueño era tan profundo que perdía la noción del tiempo- la despertó el sonido de su teléfono. Era una de sus mejores amigas, Mina, recordándole que era viernes, día de la habitual noche de chicas y tocaba encontrarse en lo de Lita.
Ella y sus amigas, Mina, Lita, Ami y Rei, eran inseparables desde la preparatoria. Si bien cada una llevaba su vida con ocupaciones muy diferentes, hacían hasta lo imposible para reunirse todas al menos un viernes de por medio en sus respectivas casas.
Serena miró la hora en su teléfono después de colgar y se dio cuenta de que una vez más se le había hecho tarde. En lo que pegó un salto de la cama para ir a arreglarse.
