Título: Séptimo.

Advertencia: NC-17. Contiene yaoi, sexo heterosexual y algo así como una parafilia. Quedan advertidos.

Género: Romance. Voyerismo.

Resumen: HP/DM/OC.

La guerra está en ciernes y Malfoy decide probar todo aquello que no ha hecho, ni sentido antes. Potter no parece servir de mucho, así que sólo hace de espectador. Un Hufflepuff completa el panorama.

¡Lean las notas del autor!

Aclaraciones: HP y toda la saga y películas y figuritas lego y chapitas y etc. etc. le corresponde a JotaKá, socios Y a todos nosotros los lectores que le hemos dado consciencia colectiva y mantenemos la llama encendida. ¡Ja!

Dedicado: ¡Phoebe y Floo Withlock!

Notas del autor: Bien, este fic lo medio-escribí hace chorrocientos años a petición de una amiga, por eso quizás parece medio raro a veces. De hecho tiene una narración un poco deficiente, pero me comprometí a publicarlo así que… aquí está.

Ahora esto quedó como un mnh… two shot-prólogo de otra historia, que publicaré próximamente. Ya verán.

Seguro que en "cierta parte" todas/os me van a querer golpear, pero ¡denle una oportunidad!


Séptimo Año.

1997-1998

Si tenía algo claro es que él era un puto. Un puto con todas las malditas letras. Puto. P-u-t-o. Un jodido maricón, chupa pollas, calienta camas, puto Slytherin. Tan puto como serpiente, con sus andares de sangre azul, meneando su prostituto culo como la puta Reina de Inglaterra… esperado que todo el jodido colegio se de vuelta para mirarle pasar.

Y él lo detesta como una alimaña amenazante… como una ponzoña contagiosa.

Insultos, sí, porque ya no sabe de qué otra manera reaccionar. Porque lo ve y siente como un aguijonazo en la nuca, que lo deja frío y estático.

Tal vez como un ciervo encandilado.

-¿A qué le tienes tanto miedo Potter? ¿A que me eche encima de ti… no precisamente a golpes?-

Le había dicho una vez con una amplia y socarrona sonrisa, directamente burlón y despectivo, como si aquella fuera la última idea en cruzarse por su mente. El muy puto.

-No te tengo miedo…- le había respondido, aunque sin saberlo más para sí que para Malfoy. Su cabeza detenida en ese pavoroso cuestionamiento: ¿por qué debería tener temor si era el mismo cretino, insulso, inepto, inofensivo de siempre?

-Sí, claro.- escuchó y el muy jodido rio con suavidad, moviendo con hipnotizante sensualidad sus rosados labios, en medio de esa exuberante piel pálida. -¿O temes que te contagie lo maricón?- caminó hacia él con una lentitud pasmosa, como víbora al acecho. Con la advertencia fatal expresándose por todo su delgado cuerpo. -Porque sé lo que se dice de mi…-

"Chupa pollas", había pasado por la mente de Harry, brillantes como un puto flash. Erizándole todo el cuerpo, como en una puta tormenta eléctrica. "A Malfoy le gusta chupar pollas". La imagen lo traumatizaba.

-¿Es eso?- de pronto estaba delante de él.

-No…- tragó duro, sintiéndose expuesto a lo irrevocable… pero antes de siquiera pensar en algo más un puñetazo lo mandó directamente al suelo.

-Que bueno cara rajada, porque serías la última opción en mi lista.-

Sentado miserablemente en el suelo, ridiculizado, humillado, con la nariz sangrando y comenzando a hincharse, Harry lo observó marcharse… y lo único que podía ver era cómo meneaba su aristocrático y prostituto culo… de mierda… caminando lejos, por el pasillo.


Draco Malfoy siempre había sido un maldito desgraciado, molestando y fastidiando, provocando peleas, tirando la piedra y escondiendo la mano. Manipulando. Susurrando. Tergiversando. Pero ese séptimo año, las cosas parecían haber cambiado radicalmente para el primogénito de los Malfoy. Su padre había sido liquidado por el gran Señor Tenebroso. Consumido por su servilismo, fue asesinado frente a su hijo, en un ataque de furia, de siseos y ojos rojos como la sangre. Como la ira ciega. Entonces esa "bestia" se había dirigido a Draco –al nuevo cabeza de la familia- y le advirtió por mejores resultados que el extinto Lucius. Su padre recién comenzaba a enfriarse a sus pies, cuando afirmó con un simple movimiento de cabeza.

Era su sentencia de muerte. Su condenación.

Días después en los periódicos se informaba del desafortunado deceso de Lucius Malfoy, mientras "a traición" como diría el propio Voldemort, Narcissa se perdía en el rincón más alejado e insospechado de Europa continental. A suposición del mundo mágico, su hijo no le había visto ni el polvo. Se suponía abandonado.

Por su parte, Draco que era vigilado de cerca por los Lestrange, se mantenía en Hogwarts… el único lugar que aún podía mantenerle a salvo.

Pero era obvio que nadie sabía nada, ni lo sospechaba mínimamente, para todos Draco Malfoy seguía siendo el mismo desgraciado Slytherin de siempre. Era así de simple. Cuando la verdad era que así como había cambiado desafortunadamente la situación de ese año, el rubio también había sufrido una profunda y compleja transformación. Muy dolorosa y muy desalentadora.

Se había abierto lentamente la bisagra en la caja de sorpresas y todo el colegio comenzó trastornarse en chismes cuando un prefecto de Hufflepuff pilló a Malfoy magreándose con un Ravenclaw en el baño de prefectos. Había sido una bomba, algo extraño y sin precedentes, sólo equiparable con ver al profesor Snape vistiendo una túnica floreada. Impensado.

Luego fue encontrado con un compañero de casa, después otro Ravenclaw y así sucesivamente, dispersándose como un secreto a voces. Los cotilleos malintencionados se levantaban como el murmullo de un panal de abejas, cada vez que él asomaba la nariz por una esquina o llegaba al Gran Comedor. Y simplemente parecía no importarle.

La caja volvió a abrirse un poco más cuando sus excelentes calificaciones bajaron calamitosamente -salvo pociones-, hasta los Insuficientes más acordes con sus compañeros Crabbe y Goyle. Todo su comportamiento se había vuelto una vergüenza. Las ausencias a clases y las peleas que comenzó a protagonizar por los pasillos y en el patio, con una sonrisa socarrona, el labio roto, la nariz sangrante, la ropa desarreglada, sucia y rota. Las botellas de whiskey de fuego que ingresaba clandestinamente y que ocultaba vacías bajo la cama, no parecieron sorprender a Snape, quien con algo de consideración le advirtió entre bufidos y malos modos, mantener mayor discreción y ridiculizarse lo menos posible… como si eso fuese posible.

Nadie lo sabía pero ese año Draco Malfoy probaría todo aquello que no había considerado por esa mierda fascista de Voldemort y la supremacía de la sangre pura. Estaba dispuesto a disfrutar los pocos momentos que sabía le quedaban, su vida se estaba volviendo dolorosamente corta bajo el ojo vigilante de Voldemort y la despechada locura de su tía Bellatrix. No desperdiciaría ni un instante más, nunca más.

Para todos los demás, el rubio había sufrido algún tipo de desquiciamiento con tendencias de superioridad, de arrogancia mal contenida o una extraña maña snob.


-Inglaterra es una maldita Reina Frígida…- Harry le escuchó una vez, su voz había sonado sibilante y despectiva. Masticando el desprecio.

Malfoy se encontraba sentado a las orillas del Lago del Calamar Gigante, su rubia cabeza recostada en las faldas de Pansy Parkinson y rodeado por el grupo de sus amigos más cercanos. Todos parecían demasiado sumidos en la conversación para advertir su presencia y aunque Harry no sabía realmente de qué hablaban, frunció el ceño.

-Una maldita disconforme que intenta joder al resto del mundo.-

-Tú también eres británico, Draco.-

-Sí y medio francés, Blaise… y te juro que en cuanto pueda salirme de esta jodida guerra me voy a Paris, Nantes, Marsella… o donde sea.-

-¿Vas en busca del amor libre?- se escuchó la voz gruesa de Nott, jocosa, sarcástica. -¿De princesas musculosas?-

La risa fue general, como si la promiscuidad de Malfoy fuese digna de comentarios banales, simples ironías y alabanzas. Harry no creía ser el único en considerar la mención como algo asqueroso y perturbador. Tal vez fuese propio de las serpientes. Retorcidas. Traidoras. Superfluas.

Malfoy, pecador y carente de valores, tan opuesto a todo lo que primaba en Griffindor, que el moreno deseaba poder alejar sus ojos de él.

-No seas imbécil, no todo es sobre sexo.-

-Contigo todo tiene que ver con sexo, Draco...- ésta vez fue la voz de Crabbe y Harry no pudo negar que tenía razón. Al rubio le gustaban las pollas.

-Está bien, es verdad…- risas, junto al sonido de ropa moverse mientras Malfoy se estiraba perezosamente, desafectado del sarcasmo de sus compañeros, -pero la Reina Frígida no tiene futuro para hijos de mortífagos, menos para mí y yo quiero vivir y follar en paz.-

Todos volvieron a reír, pero para Harry esas palabras parecían una declaración. El inicio de un manifiesto mucho más profundo… o tal vez una promesa.


De esa forma las peleas entre Harry y Malfoy se habían reducido. En público sólo se dedicaban miradas de desprecio, algún que otro intercambio verbal y contados empujones en los pasillos, que intentaban mantener el menor contacto posible. Pero en privado, cuando se encontraban sólo los dos en algún rincón oscuro del castillo eran verdaderas batallas de insultos, donde "asqueroso promiscuo" era la más suave de ellas y el contacto físico era imperiosamente nulo. A un paso de Malfoy hacia adelante, el moreno daba tres hacia atrás.

Draco cansado de intentar azuzar alguna pelea a puño limpio entre ambos y que lastimosamente nunca daba resultado, había terminado dejando al niño-que-vivió solo con su ridícula y tan muggle homofobia. Ni siquiera apelar a su tan renombrada valentía Griffindor, había dado resultado.

¿A qué le tenía tanto miedo, justo así, justo ahora?

¿Por qué de manera tan obtusa, tan absoluta? ¿Tan… obsesiva?

-¿Qué haces Harry?- Hermione se sentó junto a él en el gran sofá frente a la chimenea de la sala común.

-Está buscando a Malfoy en el mapa… de nuevo…- Ron contestó, ya que el trigueño no parecía quitar la mirada de los dibujados pasillos cercanos a las mazmorras. -Insiste en que anda en algo relacionado con el Señor Tenebroso…-

-Sé que ese chupa pollas-

-¡Harry!- saltó ella, molesta.

-Pero es un chupa pollas, Hermione…- continuó el moreno inquisidor, un gesto contraído instalado en su rostro y su voz destilando un inesperado desagrado.

»Si hay algo que temerle al rubio, es la influencia de su corrupción« pensó Harry apretando los dientes, mientras veía la motita con el cartel Draco Malfoy salir de los túneles inferiores y caminar hacia el séptimo piso.

-¿No puedes llamarlo de otra forma?- insistió la chica.

-¿Come vergas?- acotó Ron. -¿Maricón? ¿Fleti-ardilla?-

-¡Ron! ¡Claro que no!- se quejó aún más molesta y con las mejillas encendidas.

-Se dice lo que es.- escupió ante la observación de la motita con el cartel de Ewan McDougall, en el quinto piso. Seguramente también se dirigía hacia el séptimo piso, al encuentro de cierto rubio. -A él le gusta chupar pollas…- apretó los dientes viendo la motita de Malfoy entrar en el baño de prefectos, donde seguro se reuniría con el escocés. -Le gusta follar con chicos.-

-Eso es despectivo, Harry.- ella le tocó el brazo, tratando de llamar su atención. –Pueden llamarlo gay u homosexual. No eso que dicen ustedes.-

El sonido seco de su mano cerrando el mapa de golpe, cortó toda conversación.

-Es un maldito chupa pollas…- el moreno murmuró para sí, apretando el mapa en su puño. Pero Hermione alcanzó a escucharlo claramente, con todo y gruñidos y gestos desdeñosos.

Era cierto, con esa idea de "probarlo todo" en mente, Zabini había retado a Malfoy para que se ligase a un mestizo y de Hufflepuff. Uno de esos que siempre le habían parecido tan fastidiosamente carentes de inteligencia y tan llenos de ridícula ñoñez. Y al parecer había encontrado lo mejor entre aquel mar de imbéciles retardados…

Lo cierto es que no tuvo que buscar mucho un prospecto lo suficientemente decente, sólo fue cosa de ir a espiar un entrenamiento de quiditch de los tejones para verlo a él: Ewan McDougall, también de séptimo año, era el golpeador y capitán del equipo. Además era descendiente de una prestigiosa familia escocesa… muggle, pero prestigiosa y con dinero.

Ewan era alto, de piel ligeramente tostada, cabello castaño claro y ojos verde amarillento. Físicamente cumplía con todas las características que Malfoy esperaba en sus ligues: espalda ancha, hombros fuertes, brazos y piernas largas y seguras. Como buen golpeador, fuerte y poderoso.

Y a Draco no le fue difícil encontrar el escudo McDougall y el reconocido tartán familiar con los colores azul, verde, blanco y negro (*). Muy distinguido.


Recordar cómo y cuándo había comenzado esa especie de capricho neurótico, le provocaba al moreno un sentimiento de impotencia y una cierta rabia enceguecedora. Ya no sólo debía preocuparse por la guerra, por su seguridad, por los sueños terribles, ahora tenía esta… "situación" como un pensamiento perpetuo delante de todas sus ideas. Fija en su mente como una espina.

Esa especie de estúpida propuesta había comenzado hace seis días. Harry no sabía a ciencia cierta cómo había partido todo, pero los antecedentes que le llegaban de sus cotillas compañeros de casa –rumores que simplemente flotaban a su alrededor hirviéndole la sangre-, o las veces en que desafortunada y casualmente -a veces no tan casual gracias al mapa-, se había encontrado a los implicados delante de sus narices, le habían dado una buena pauta de cómo iban las cosas entre ellos.

En algún momento se había instalado un "supuesto" rumor, de que Snape enterado del interés de McDougall por estudiar Medimagia cuando acabase el colegio, había enviado a su ahijado a enseñarle lo suficiente para sacar un Excelente en los exámenes de ingreso. A Harry le llegó el chisme un día, por la sorprendida boca de Joann Hart, la flamante novia de Ewan.

Esa misma tarde vio al rubio usando una bufanda escocesa en amarillo, rojo y negro, con lo que después se enteraría por la socarrona voz de Zabini, eran el tartán y el escudo del clan McNamara. Familia históricamente antagónica a los McDougall, como los Capuleto y los Montesco. Así de extravagante y rocambolesco.

-Draco le dijo que era un viejo regalo de la Señora McNamara, cercana a los Malfoy.- el ruedo de Slytherin rio con cierto disimulo cómplice, pero a Harry le parecía que todo ese asunto era una soberana estupidez. -Y que lo estaba usando sólo por cortesía…-

-¿En serio? ¿Una bufanda que apareció de pronto y que comenzó a utilizar coincidentemente, después de relacionarse con él?- preguntó Parkinson y Zabini asintió con la cabeza, concediéndole el punto.

-Sí y no hay que ser un Ravenclaw para saber que el idiota se lo tragó como con agua. Simplemente escuchó el apellido McNamara y el tipo se puso a la defensiva.-

-No lo puedo creer.- rio la chica y no era la única pensando en la sorpresiva ridiculez de toda la situación.

Pero sea como fuere, todo parecía marchar de acuerdo a las expectativas de Malfoy, porque al día siguiente el rubio lucia su nueva bufanda con los colores azul, verde, blanco y negro de los McDougall, con la premisa de que: "Si vas a enseñarle pociones a un McDougall, debes vestir colores menos desdeñosos… es un regalo, así que úsalo como cortesía."

Harry no necesitó mayor información para saber cuánto había avanzado Malfoy en ese estúpido reto, del mismo modo como era evidente el rostro de fúrica envidia que lucía Hart cada vez que se cruzaba con el Slytherin.

Tampoco fue de extrañar que pasaran tardes enteras en la sección de pociones medicinales en la biblioteca, ni que a partir de ese momento Harry comenzara a revisar el mapa del merodeador continuamente. Diciendo –o tal vez excusándose- con que: "ese chupa pollas anda en algo oscuro".

Fue así como dos días después se produjo la "situación", luego de la cena, mientras caminaba por las mazmorras a sus reiniciadas y definitivamente fastidiosas clases de oclumancia, bajo la capa de invisibilidad. Era tarde, así que la mayoría de los estudiantes ya se dirigían hacia sus salas comunes… pero aún era lo suficientemente temprano como para que se iniciara la ronda de prefectos. Además la biblioteca todavía estaba abierta para los Ravenclaws y los varios "Grangers" que acudían, devolviendo algún libro o pidiendo otro de última hora, por lo que no le sorprendió ver algún estudiante rezagado, yendo a sus salas comunes antes de que los sorprendiera Filch.

Tampoco le sorprendía pillarse a alguna parejita enrollándose en los pasillos, en especial en los más oscuros… y el sonido húmedo de un beso a la vuelta de la esquina, contraria al aula de pociones, atrajo instintivamente su atención. Lo que no se esperaba era encontrarse a McDougall comiéndose al rubio como si fuera un ataque a muerte, una mano en su cuello, la otra metiéndosele bajo la camisa con desinhibido entusiasmo. Mientras Malfoy simplemente le respondía apoyado contra la pared, de vez en cuando sosteniendo su mano derecha en el sweter gris del Hufflepuff…

Aquello sí le dejo plantado, enraizado al suelo liso y frío de piedra, viendo esas bocas abrirse y cerrarse, deslizarse, lenguas rozándose, metiéndose en la boca del otro, escuchando el morboso sonido de la humedad, los suaves "mmh" y algún que otro "Ewan" salido de las calientes y lujuriosas profundidades de la infernal boca de Malfoy… antes de que el condenado escocés deslizara su pulgar sobre los rojos labios del rubio, en un gesto íntimo y sensual… claro, cuando por fin lograron despegar sus bocas.

Parecían más como dos moluscos adosados uno sobre el otro. Y seguro ese habría sido el pensamiento del moreno, si no se hubiese dado cuenta de algo perturbador: se sentía –un poco- afectado.

Y es que un dolor persistente en la mandíbula le dijo a Harry que mantenía los dientes fuertemente apretados, mirando consumido en una asquerosa ira, cómo el "chupa pollas" deslizaba su lengua por el dedo del roñoso McDougall, antes de succionarlo con una sexualidad definitiva y delirante.

"¿Cómo se le llamaba a eso, eh?" que alguien le dijera. ¡Que Hermione le dijera cómo se le llamaba a esa exhibición de descaro! ¡Perversión! ¡Vicio! Los dientes apretados, el ceño fruncido, la boca en una mueca despectiva, las manos en ajustados puños, plantado como una estaca en medio del pasillo. "¿Qué se podía decir de eso, cuando ese hijo de puta, asqueroso maricón, se metía con cualquiera?, aunque sea un jodido Hufflepuff, mestizo y con menos materia gris que un maldito elfo doméstico".

Harry lo sabía y podía decirlo: ¡Puto! Malfoy era un puto, un chupa pollas.

Y habría escupido las palabras con desprecio si las hubiese podido pronunciar en voz alta.

-Debo ir a hacer la ronda…- escuchó al rubio y Harry pudo ver claramente sus ojos lúbricos y algo oscurecidos. ¡Qué! Quiso abofetearlo. Zarandearlo.

-¿Después…?- insistió el imbécil, acomodándole la conocida bufanda.

-Tengo tarea de Transformaciones.- le sonrió con ese infeccioso gesto sensual, esos que los maricones usan para ganarse a los estúpidos carentes de cerebro como el tal Ewan.

Entonces Malfoy depositó un pequeño beso antes de comenzar a alejarse, pero el otro lo atajó de un brazo reteniéndolo de nuevo junto a él.

-Me encantaría verte en el kilt de mi Clan.-

Le había susurrado antes de soltarle y Harry se hubiese reído en su cara, gritándole no de muy buena forma lo imbécil que parecía babeándose por un promiscuo anormal, con más historia que una ramera del Soho… ¡mientras él era la burla de medio Hogwarts por picar el anzuelo de un tonto reto! ¡Estúpida propuesta! ¡Juego de críos! Él, Ewan McDougall, que se suponía era todo un hombre. ¡Por Merlín, era hetero y con novia! ¿Qué se suponía que hacía metiéndose con una basura social como Malfoy? ¡Un maricón!

El rubio le había sonreído antes de marcharse hacia –seguramente- su sala común, mientras Ewan… a la mierda Ewan. Harry se había dado la vuelta en ese mismo instante, regresando a la torre de Griffindor, para no despegar los ojos del mapa. En medio de los "¿Qué hace Harry?" de Hermione y los "Vigilando al mortifago de Malfoy", de Ron.


Y esa ha sido la historia, repitiéndose los últimos días. Él, gastando su tiempo en vigilancias apremiantes, en traumático espionaje y en insultos nerviosos, desesperados términos altisonantes. Mientras Malfoy lo ignora, disfrutando de banalidades y prostituyendo su vida.

Siendo un inconsciente. Un desconsiderado con la sanidad mental de Harry. Por eso, cuando cerró de golpe el Mapa del Merodeador, después de ver la motita con el cartel de Malfoy entrar al baño de prefectos y la motita de McDougall moverse hacía su encuentro, el moreno volvió a sentir esa calamitosa sensación.

-Harry, ¿a dónde vas?- llamó Hermione al verlo avanzar con paso decidido hacia la entrada, el mapa y la capa de invisibilidad bajo el brazo. –Harry…-

-Déjalo Hermione…- Ron mojó la punta de su pluma en el tintero. -Seguro es por Ginny, pelearon hace algunos días…- comentó como si nada, al tiempo que rasgaba una línea concienzuda sobre su pergamino. Concluyó con un: -Debe ser eso.- pero sin mirar a nadie realmente.

-Sí, claro.- ella concedió, pero no tenía la misma impresión.

De cualquier forma Harry no se quedó a escucharla.

Sólo se preocupó de volar por los pasillos, a través de pasadizos ocultos, trampillas y tapices. Tomando un respiro, vio que Filch y su gata estaban recorriendo la tercera planta, mientras que el escocés ya casi llegaba al séptimo piso… al igual que él, pero desde el otro extremo del pasillo. Rápidamente se puso la capa escondido tras una armadura y se adelantó todo lo que pudo, llegando hasta la entrada del baño de prefectos, esperaba poder entrar junto con el cretino de Hufflepuff.

-"Colmillos de Dragón".-

»Sí, que clave tan apropiada«, pensó con desprecio. Y Harry se habría reído de la obviedad de todo: de esa rebeldía inconsistente, de las intenciones de Malfoy por armar la de Sodoma y Gomorra junto con el perfectito escocés, ¡y a ninguno parecía importarle las personas dañadas en el proceso! Ese daño colateral. ¿Qué pasaba con Joann Hart? ¿Qué pasaba con la familia desprestigiada? ¿Qué pasaba con la decencia?

»En cuanto tenga suficiente de ambos, le diré a todo Hogwarts la clase de lacra que es Malfoy« prometió el moreno y antes siquiera de que la puerta del baño se abriera del todo, Harry se deslizó dentro, como un viento que sopló con delicadeza en el rostro de Ewan.

El interior no parecía tan diferente de otras ocasiones y circunstancias. Las decenas de grifos llenaban la gran bañera con aguas de colores, algo de espuma se juntaba en la superficie, el ambiente levemente más acalorado estaba embebido de los aromas dulces de las sales y las fragancias, un ligero vapor se elevaba hacia el altísimo cielo raso, la misma sirena de siempre mirando a uno y otro lado, eternamente acomodando su cabellera revuelta.

Nada parecía especialmente preparado y Harry deseó que todo se mantuviera así, en algo casi inocente y desapasionado. Que sólo conversaran y planificaran maldades, incluso aceptaría que hablaran mal de alguien. Cualquier cosa parecía mejor que la estupidez a la cual lo había conducido su maldita audacia, mezcla de obstinación e intrepidez.

Porque ahora que estaba dentro del baño, encerrado, obligado a ser un espectador silencioso y a conformarse con lo que sucediera… comenzaba a entrever los "contra". ¿Qué sucedería con él sí las cosas no se quedaban en ese algo "inocente y desapasionado"? ¿Si hacían algo más que conversar y planificar maldades?

Mierda.


(*) Los colores a los que hago alusión pertenecen originalmente al Clan McKenzie, los colores de los McDougall son rojo, verde, azul y blanco… pero la verdad me gusta más la sobriedad de los primeros.

ATENCIÓN: Antes que me zarandeen… =)

Como les mencioné antes, éste es sólo un two-shot previo de otra historia que voy a publicar próximamente.

Espero le den una oportunidad, les aseguro que si éste no les gustó, el otro… quizás, tal vez, a lo mejor sí lo haga =/

Nos leemos próximamente.