Bueno chicas me he decidido por adaptar otro libro que me ha gustado, ya que soy pésima para plasmar en letras lo que hay en mi cabeza y créanme tengo demasiadas historias SwanQueen pero como he dicho soy pésimas para escribirlas y por eso mientras veo cómo hacerle me he decidido por otro libro más, este tiene más drama y se basa mayormente en Emma y en como la simple presencia de una persona puede cambiar su vida , espero les guste


Dos años antes

Emma bailaba al son de la música a un ritmo vertiginoso. Parecía una llama refulgente, enfundada en un corto vestido de lentejuelas y contoneando las caderas seductoramente. Agarró el micrófono y lo sacó de su soporte con una feroz sacudida de cabeza que hizo que la melena larga hasta la cintura le ondeara a su alrededor como si tuviera vida propia.

Regina la contempló con más interés extraprofesional del que estaba dispuesta a admitir. Emma Swan era la última incorporación de Venus Media & Publishing y había sido todo un logro robársela a su antigua discográfica y adelantarse al resto de los sellos que aspiraban a conseguirla. Emma era la joven estrella más sexy del momento e iba en camino de convertirse en una cantante de culto. Regina todavía no había tenido el placer de conocerla en persona, pero conocía íntimamente su voz y sus actuaciones.

—Feliz cuarenta cumpleaños —le ronroneó alguien al oído. Un esbelto brazo femenino le rodeó la cintura—. No pareces ni un día más vieja que cuando tenías treinta y nueve.

—Me parto de la risa contigo, Elsa. En serio, cállate. Quiero escuchar la canción.

—Ah, la deliciosa señorita Swan —rio Elsa Frost, que había sido amante de Regina hacía más de veinte años y ahora era una buena amiga suya

—. Pues claro que quieres repasarla bien.

—Son negocios —mintió Regina, que no pensaba confesarle la verdad a Elsa.

Esta lo sabía todo sobre la filosofía de Regina sobre las relaciones: cortas, dulces y luego si te he visto no me acuerdo.

Además, que la hubiera pillado comiéndose con los ojos a una chavala a la que le sacaba diez años era humillante, así que todavía más razón para no soltar prenda.

—Claaaro —Elsa abrió la boca para continuar, pero una mirada fulminante de Regina bastó para silenciarla—. Vale, vale. Voy a ver si alguna chica me invita a un vaso de ponche.

Sobre el escenario, otras dos artistas de VMP se unieron a Emma e hicieron un gesto para que ralentizaran la música, mientras se acercaban al rincón en donde estaba Regina, rodeada de amigos y empleados. Los músicos empezaron a tocar el interludio del «Cumpleaños feliz» y, para consternación de Regina, el trío de jóvenes cantantes descendieron los cuatro escalones de la pasarela y se le acercaron.

—Feliz cumpleaños, señora Mills —entonaron suavemente.

Se detuvieron justo delante de Regina y la besaron en la mejilla, una por una. Emma fue la última y sorprendió a Regina al abrazarla tímidamente, en lugar de darle un beso. De cerca aún era más arrebatadora. Estaba húmeda de sudor, lo cual no hacía sino enfatizar su aroma a cítrico y vainilla. Horrorizada ante la profunda oleada de sensaciones que la invadió en aquel momento —y que se empeñó en racionalizar como mera lujuria—, Regina dio un paso atrás y se puso fuera de su alcance.

—Gracias, señoritas. Pero no dejéis que os monopolice; nuestro público quiere teneros más rato.

Regina notó que su respuesta distante les había resbalado a las dos primeras mujeres, pero no así a Emma, cuyos ojos verdes perdieron algo de chispa y se tornaron de un color marrón oscuro y apagado.

—A sus órdenes, señora Mills —le dijo la primera de las jóvenes.

Le guiñó el ojo antes de regresar al escenario. La segunda se limitó a soltar una risilla y saludó a la concurrencia mientras seguía a su compañera. En cambio, Emma se quedó allí plantada, como si quisiera decir algo más.

—Me alegro mucho de haberla conocido —musitó al fin.

Parecía reticente a seguir a las otras dos, aunque estas ya habían retomado su baile desenfrenado sobre el escenario.

—Pues ya lo has hecho.

Regina nunca había sentido las comisuras de los labios tan rígidas. Intentó esbozar una sonrisa educada, pero no fue capaz. No le hacía falta un espejo para imaginarse la pinta de arrogante que tenía. Su propia reacción la había dejado a cuadros, ya que si bien no solía importarle hacer honor a su reputación de bruja empresarial, siempre se mostraba cortés y profesional. ¿Qué había en Emma que le provocaba una reacción tan extraña? Regina se encogió de hombros internamente: a lo mejor era que nunca le habían gustado demasiado los cumpleaños.

—Ya.

Emma se dio la vuelta tan deprisa que Regina dio un paso atrás cuando la melena de Emma hendió el aire. La joven saltó a la pasarela ignorando a los que le habían tendido la mano para ayudarla, cogió el micrófono y su voz dominó el resto de la canción, muy por encima de las demás cantantes.

Regina sabía que, desde un punto de vista empresarial, VMP había encontrado un filón al firmar con Emma Swan. Ahora bien, a nivel personal, Regina no tenía ni idea de por qué estaba tan segura de que lo mejor era mantener las distancias.


Presente

Regina se abrió camino en el concurrido pasillo de la sede central de VMP, con la naturalidad que le daba la confianza y la familiaridad. Tampoco hacía daño que un simple vistazo a su expresión solemne bastara para dispersar al personal júnior en todas direcciones. Había habido veces que algún becario, con las prisas por apartarse de su camino, había chocado literalmente contra la pared.

Su despacho estaba situado en la última planta del Edificio American Standard y la decoración respetaba el estilo del edificio original. A Regina le encantaba y normalmente entraba en la amplia estancia con ilusión, pero aquel día era diferente. No le apetecía nada enfrentarse con otra diva del pop malcriada mientras todavía arrastraba el desfase horario de su último viaje a Europa de dos días atrás.

—¿Ha surgido algo importante mientras estaba en Londres? — inquirió Regina con brusquedad al pasar junto a Wendy Darling, su ayudante.

—Llamó Owen Flynn. Dijo que tenía que hablar con usted urgentemente.

—¿El productor de Emma Swan?

—Sí. No parecía muy contento.

—¿De verdad? Bueno, será mejor que le devuelva la llamada. Dame dos minutos.

Regina entró en su despacho. Encontró un ramo de rosas amarillas en el jarrón azul, sobre la mesita de café. La madre de Regina había empezado la tradición hacía años y Wendy la había continuado. Esta trabajó para la ayudante de la madre de Regina, que la entrenó meticulosamente para sucederla.

Se detuvo ante la enorme mesa de despacho de roble estilo vintage. Recordaba perfectamente a su madre sentada tras aquella mesa: severa y centrada solo en obtener resultados, Cora Mills había sido una mujer en un mundo de hombres. Se había puesto al frente de la compañía en los setenta, a causa de la enfermedad de su marido. Cuando Regina había acabado de estudiar en el internado, empezó a trabajar con su madre, deseosa de complacerla y de aprender a convertirse en una mujer competente y ambiciosa.

Regina se sentó ante el escritorio, sacó el ordenador portátil del maletín de piel y lo conectó al ordenador de sobremesa. Mientras esperaba a que le pasaran la llamada de Owen Flynn, actualizó los archivos en los que había trabajado durante su viaje a la sucursal de Londres.

— Owen Flynn por la línea uno, señora —anunció Wendy por el intercomunicador.

—Gracias. —Regina pulsó el botón correspondiente—. Al habla Regina Mills. ¿Qué pasa, Owen? —ladró Regina, asegurándose de sonar tan impaciente como se sentía.

—Siento molestarla, señora Mills, pero tenemos un pequeño problema —se disculpó Owen, que sonaba preocupado y estresado.

—¿Qué clase de problema? —preguntó Regina, mientras abría el dosier de Emma Swan. El rostro de la hermosísima cantante ocupó la pantalla del ordenador.

—Emma está causando problemas. Se cerró en banda cuando nos reunimos para hablar de su segundo disco. Ahora que lo pienso, ya se la veía descontenta cuando grabamos su primer álbum en VMP. Te hace pensar cómo trataba a sus productores en los ocho primeros discos que hizo para las demás discográficas.

Regina fue pasando unas cuantas fotos de la alta y atlética estrella del soul-pop. Tenía una voz que movía montañas y un atractivo sexual que encandilaba a estadios llenos. Al parecer, Emma Swan era una de esas niñas consentidas que encarnaban la nueva «pandilla de mocosas» del panorama musical.

—¿Qué ha hecho?

—Se marchó y nos dejó con la palabra en la boca. Nunca había hecho algo así antes y eso me preocupa. Por lo que sabemos, a lo mejor está consultando con un abogado y quiere arriesgarse a romper el contrato.

—¿Pero no estás seguro?

—No. Se limitó a salir de la sala como un vendaval, con ese armario suyo pisándole los talones. Anton no sé qué. He de decir que perdió un poco los estribos en ciertos momentos durante nuestro... altercado.

—¿Te refieres a su guardaespaldas? ¿Qué diantres has hecho, Owen? ¿De qué clase de altercado hablas?

—Nada, de verdad. Thor intentó impedir que se marchara cerrándole el paso.

—Y el guardaespaldas os dejó a todos en ridículo cuando sacó a nuestra pequeña diva de allí sin despeinarse.

—Esto... sí —suspiró Owen—. Más o menos.

—¿Y exactamente qué ha provocado este drama?

—Emma ha escrito un puñado de canciones y ahora quiere grabarlas. Intentamos decirle que esas canciones no eran de su estilo. Son canciones demasiado profundas y sus fans esperan otra cosa.

—¿Y cómo reaccionó?

—Como la diva que es. Seguro que se imagina siendo la próxima Alicia Keys. Lo que más me preocupa es que Emma parece creer que se ha ganado el derecho a cambiar el contrato.

—Oh, ¿de veras? —Regina hizo una mueca. Empezaba a entrarle dolor de cabeza, desde las sienes hacia arriba—. Qué coño. Ya me encargo yo.

—Gracias, señora Mills. Está imposible.

Aunque Regina comprendía su frustración, la nota remilgada y autoritaria del tono de Owen hizo que comprendiera un poco mejor que Emma Swan se revelara. Después de colgar, Regina llamó a Wendy para explicarle la situación.

—Programa una reunión con Emma Swan y su agente para hoy. Déjale claro que, si no se presenta, lo consideraré un incumplimiento de contrato.

Regina hojeó los periódicos y las revistas que Wendy le había dejado apiladas en la mesa del despacho. En la segunda revista había un desplegable dedicado a Emma Swan que se centraba en el vestuario que llevaba en sus actuaciones, el cual enseñaba más carne que tela. El autor del reportaje impelía a sus lectores a entrar en la página web de la revista para discutir si los modelitos de Emma eran demasiado provocativos para sus fans más jóvenes. Regina negó con la cabeza. La ropa de Emma no era peor que la de cualquier otra estrella del pop; sencillamente, le quedaba mejor. Frunció el ceño al darse cuenta de que se había quedado mirando la fotografía de Emma fijamente e, incómoda por el cariz que habían tomado sus pensamientos, cerró la revista.


Emma se ajustó la camisa púrpura oscuro para intentar parecer todo lo profesional posible, pese a su extravagante melena y su silueta atlética. Había reducido el maquillaje al mínimo y se había atado el largo cabello rubia con mechas negras en un moño austero en la nuca. El mensaje telefónico que le había llegado de la sede central de Venus Media & Publishing a través de Graham, su agente, sonaba a malas noticias, pero estaba decidida a no dar su brazo a torcer. Ya había cedido ante demasiada gente durante la última década y era hora de cambiar.