Severus Snape. 47 años. Golpeado por las consecuencias fatales de su destino. Rechazado desde el nacimiento. Hijo de un muggle alcohólico y una madre maga sumisa al extremo.
Desde la cuna el calor de hogar no fue ausente en su totalidad, pero no lo suficiente para proporcionarle un crecimiento sano. ¿Por qué el amor desde siempre había sido tan utópico para él?
O children….
Desarrollándose en un ambiente de rechazo tanto en el mundo mortal como mágico, fue sumergiéndose en sus propias convicciones de superación. El debía, con creces, demostrar que era capaz, de alguna forma humanamente posible.
Children… lift up your voice.
Fue aquel día cuando la carta llegó. Eran sensaciones encontradas. Por un lado, alivio de no convivir más con aquel apestoso insoportable que se hacia llamar su padre. Por otro, temor absoluto de estar expuesto ante una comunidad tan grande. Una comunidad que, el presentía, y no estaba muy equivocado, le rechazaría.
Andén 9 ¾. Quizás, solo quizás, no sería tan patético. Quizás podría sobrevivir después de todo. ¿Por qué no? Si él había sido capaz de sobrellevar el suplicio de ser un príncipe mestizo, podría con lo demás.
Children … rejoice. Rejoice.
La melena rojiza pasó a través del prado como un reflejo vivaz ante sus ojos. Orbes esmeraldas y brillantes.
-¡Eres un monstruo!- Le gritó la otra.
No princesa, no llores. Ella esta celosa porque es ordinaria y tú eres especial.
Que belleza, dios mío.
Esa imagen de perfección era tan ridículamente hermosa ante él. Su pasiva, compasiva y firme sonrisa que le transmitía tanta tranquilidad y estabilidad. Lilyan Evans.
Coros de risas armónicas. Mucho gusto y me siento tan condenadamente a gusto contigo. Miradas sospechosas y ojos penetrantes preguntándose como la simpatía en persona podía estar junto a un espécimen tan raro y tan poco agraciado, según ellos.
Al menos por ahora, los demás comentarios eran tan insulsos, tan irrelevantes.
…
El sombrero fue sentenciando la casa de cada uno, implacable. El era la ley. Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw o Hufflepuff. Cualquiera de ellas podría ser la suya. Pero realmente, solo una se amoldaba a la perfección a su patrón.
Slytherin fue su sentencia. Su pase al triunfo profesional pero su condena personal. La barrera, el muro que lo separaría de ella al ser proclamada como una digna Gryffindor.
-¡Gryffindor!- Grito el sombrero sobre esa hermosa cascada rojiza. Un estallido de júbilo se escucho en la mesa de los leones; una más de la familia. Ella, con su aire de inocencia, sonrió satisfecha. Pasó ante sus ojos.
Los ojos negros estaban tristes, decaídos. La miró con decepción. Tan lejos y tan cerca. Ella solo le proporciono una mirada amable, diciéndole que todo estaría bien. Seguirían siendo amigos, no había nada de qué preocuparse. Una enemistad absurda entre casas no lo estropearía.
El joven Severus suspiró. Típico. La vida siempre se la jugaba.
….
James Potter, el joven de cabello alborotado, negro y rebelde, terminó por arrebatársela.
Su afición por la magia oscura fue su perdición.
…
Por si fuera poco, la caja de pandora terminó de abrirse. Nunca olvidará aquel momento fatídico en el que entró en aquella casa hecha trizas. Ella yacía allí. Su sonrisa ya no tenía vida. Sus ojos preciosos ya no eran brillantes. Muerta.
Su alma se desgarro al tiempo que sus rodillas no soportaron su peso, y cayó junto a ella; tomándola entre sus brazos. Llorando como jamás en su vida lo había hecho. Exterminando los pocos sentimientos que vivían en él.
La criatura estaba en su cuna. Sus ojitos esmeraldas, como los de ella, estaban llenos de impresión y una dolorosa pena. El pequeño subconsciente de Harry Potter entendía que su madre se había ido, para jamás volver.
…Y Severus también lo entendía.
…
