Disclaimer: Ninguno de los personajes que aparecen en este fanfic me pertenece, a menos de que lo diga yo (aunque dudo que llegue a inventar alguno). La gran mayoría de éstos, por no decir todos, pertenecen a CLAMP. Aunque en realidad, eso todos uds. lo saben.


-LUCY IN THE SKY WITH DIAMONDS-

PRIMERA PARTE: Otoño

Capítulo I

"Lluvia"


Sakura

Continué caminando, aún con mi plan de evitar caer en los grandes charcos de agua que poblaban el suelo, para no mojarme. Aunque en realidad era un propósito bastante absurdo, ya que estaba lloviendo como si el cielo cayera a pedazos y yo tenía el paraguas cerrado en una de mis manos.

Estaba tarareando una canción desconocida para mí, que probablemente había escuchado un tiempo atrás en alguna tienda o radio, pero el tema es que no podía sacármela de la cabeza. Ni siquiera sabía quién era el que cantaba, ni su nombre.

Era una mañana de miércoles y yo volvía a mi hogar luego de haber salido a comprar algo para el desayuno. Mi promesa de un desayuno agradable estaba intentando esconderse dentro de mi chaqueta de las insensibles gotas de agua dentro. Mi madre siempre decía que lo mejor es empezar alegre para que todo el día continuara de igual manera.

Aunque lo dudaba.

Fruncí el ceño y caminé con mayor rapidez para intentar que el viento helado se llevara todos mis pensamientos idiotas junto a las hojas. Ya había decidido que hoy sería mi día Alegre y nadie lo cambiaría.

Ya sentada en mi mullido sofá verde que tanto me gustaba, con el paquete del pastel sobre mis piernas, intenté que mi respiración volviera a su curso natural. Luego, me levanté y me dirigí a la cocina, donde abrí el pastel y corté un trozo para comerlo cuando ya estuviera todo listo.

No porque viviera sola significaba que iba a descuidarme de las cosas que me gustaban de la vida, como comer bien, con la mesa decorada (entiéndase por esto, un lindo mantel y mi juego de platos y tazas de porcelana favoritos, con pequeños dibujos de colores).

Vivía sola, en esta casa tamaño promedio, decorada a mi gusto, con un suave olor a lavanda que desprendían las flores en la sala de estar. No estudiaba en una universidad y no tenía empleo. A veces mi madre me llamaba para que le ayudara con la pastelería que tenía. ¿Qué cómo costeaba los muchos pequeños placeres que tenía, tales como libros, dulces, tonterías y búhos de madera para continuar con mi colección?

Pues, mi padre antes de morir, cuando yo tenía unos cuatro años, tuvo un restaurant en el centro de Tomoeda. Se imaginarán que le fue tan bien que creó su propia cadena de restaurantes Jövan por todo Japón y este negocio ahora estaba en manos de mi hermano. Dos años antes de morir, ayudó a mi madre a abrir su propia pastelería, que no tenía como meta ser nada más que un pasatiempo para Nadeshiko.

Me había mudado cuando cumplí los dieciocho, para intentar meterme en la cabeza, que tal vez, sólo tal vez, ya debía empezar a ver el mundo con ojos de chica grande, madura y decidida, cualidades de las que carecía por completo. Extrañaba a mamá, sí, pero ella estaba feliz viviendo con Touya.

Después de haber comido lentamente mi trozo de pastel y haber guardado el resto en el refrigerador, me volví a dejar caer en el sofá verde, boca abajo, con mi rostro contra un cojín. No quería que fueran las cinco de la tarde, ni tener que encaminarme al departamento de mi novio, tener que compartir tiempo con él ni mucho menos tener que esperar ansiosamente a que el reloj en mi muñeca indicara las nueve para tener una excusa y así poder volver a mi hogar, para volver a tirarme en este mismo sofá, de la misma manera.

Nanana, Lucy in the sky with… –dudé–. ¿Con qué? ¿Cómo seguía la canción?

Aunque por favor, no me malentiendan, yo a él le tengo mucho cariño todavía.

Shaoran

Lentamente comencé a abrir los ojos cuando desperté. Ni la tenue luz que entraba a través de las cortinas había conseguido despertarme, luego de una noche tan placentera. Me revolví un poco entre las sábanas y tanteé la cama en busca de mi acompañante, aunque como debería haberlo imaginado, ella ya no se encontraba allí.

Con mis recuerdos todos confusos, me levanté lentamente para correr las cortinas. Estaba lloviendo. Fui a mi baño, entre a la ducha, dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo y luego apoyé mi cabeza en la muralla. Empecé a preguntarme qué hora sería y si Fye ya habría ido a cubrirme en la tienda, ya que probablemente había quedado dormido. No, miento: seguramente me había quedado dormido.

Después de un rato, ya estaba fuera, abriendo el paraguas y arreglándome la bufanda que cubría mi cuello para evitar cualquier tipo de enfriamiento. No había comido más que una manzana antes de salir, pero no podía permitirme ningún retraso más. Ni siquiera me di tiempo para pensar en que habría sido de la chica que había conocido anoche en el bar y con la que había pasado la noche.

Caminé hasta llegar al tren subterráneo que tomaba todas las mañanas, que no quedaba demasiado lejos de casa, ni tan lejos de mi destino. Cuando el día recién comenzaba, el panorama no era demasiado entretenido. La mayoría de los pasajeros eran personas malhumoradas que se dirigían a su lugar de trabajo, los cuales iban sentados con el ceño fruncido. Yo me coloqué los audífonos de mi mp3 y no me concentré en nada más. La música era la mejor manera de hacer el viaje más agradable y rápido, también la mejor manera para dejar mi cerebro y mis pensamientos en pausa.

Tan rápido como había llegado al tren, ya me encontraba abriendo la puerta de la disquería. Fye, en el mostrador, me sonrió (como solía hacer) y yo me saqué la chaqueta y la bufanda tan rápidamente como pude y las dejé sobre el mostrador.

–Hace un calor de los mil demonios aquí adentro –me quejé.

–Si no te gusta puedes quedarte afuera –me respondió con una sonrisa burlona–. En realidad, es mucho más agradable así.

Yo gruñí a modo de desapruebo y rápidamente le eché un ojo al reloj que se encontraba sobre la puerta. La una y treinta.

–Esta noche me pasaré por la casa de Kurogane a buscar un par de libros que quiero leer –me informó mi amigo, mientras yo ordenaba los discos.

–Ajá.

Kurogane es un amigo de Fye, que en realidad nunca supe ni sabré si es algo más que un amigo. Nunca le había preguntado ni había tenido interés en saber. Además, qué más da. A veces se paseaba por la tienda, para comprar algún disco que nosotros le recomendábamos o sólo para visitarnos. Déjenme decirles que tampoco era una visita demasiado agradable, porque a pesar de que soy su amigo, sigo siendo víctima de sus miradas asesinas.

A Fye, en cambio, lo conocía desde la secundaria y de hecho también vivíamos juntos ahora. Como amigos, por favor que quede claro. Habíamos abierto la disquería poco después de salir del instituto y ninguno de los dos tenía aspiraciones de entrar a una universidad, ya que lo nuestro no eran las tradicionalidades. No me veía sentado en una oficina aburrido. En realidad siempre había querido tener mi propio negocio y puedo decir que la música tiene un gran espacio en mi vida.

Posters de variadas bandas y vinilos clásicos, son algunos de los objetos que tapizan las murallas de nuestra disquería (lo dejo claro para quienes aún no habían adivinado). No me avergüenza decir que no tenemos muchos clientes, pero si me avergüenza decir que la cultura en la gente de hoy en día es algo que no existe. ¿Cuántas veces habrán escuchado alguno de los clásicos de la música? ¿Cuántas veces han ido a ver una obra de teatro? ¿Cuántas veces se han sentido obligados a quedarse en casa para leer un libro? Me atrevo a decir que ninguna.

–Hoy será un día muy lento –dijo de pronto Fye.

Yo sólo solté algo como un "hmmm". Supe que algo interesante pasaría después, porque ese reconocible brillo en sus ojos apareció y su sonrisa volvió a convertirse en una burla.

–Sabes, Tomoyo me llamó el otro día.

Y luego estuve seguro que algo interesante pasaría después, porque la morena amiga de Fye era totalmente interesante.

–Hará una fiesta el sábado –no pude reprimir una sonrisa–, ya sabes, por Halloween. Estará bastante bien, como todas las fiestas de Tomoyo.

–Lo sé, mi querido amigo.

Algo en las gotas que golpeaban el vidrio de la puerta con rudeza y en la campanilla que sonaba anunciando la llegada de un par de escolares a la tienda, me decía que efectivamente sería un día lento.

Sakura

Cuando terminé de vestirme y ya tenía mi jersey lila de cuello alto calentándome el cuerpo, me levanté suavemente de la cama para dirigirme al baño. Mirándome al espejo, busqué en los bolsillos de mi pantalón esperanzada por encontrar un elástico para el cabello. Y como hoy era un día Alegre, claramente la vida se había encargado de que yo encontrara uno. Me hice una coleta con lo poco de cabello que tenía y luego recordé que de alegre el día no tenía nada.

Si tan sólo…

Me asomé tímidamente y lo busqué con los ojos dentro del dormitorio. Di un brinco a causa del sobresalto por verlo parado allí tan cerca de la puerta del baño y me reincorporé rápidamente para brindarle la mejor sonrisa que pude.

–¿Qué haces, Sakura?–me dijo, a la vez que me tomaba del mentón y me sonreía.

Me soltó delicadamente y se alejó, sin esperar una respuesta, aún con la camisa abierta y el cabello rubio desordenado. Yo rápidamente busqué mis zapatos, que debían estar tirados por ahí y me los coloqué, para luego seguir a mi novio a la sala de estar con bolso en mano.

–¿Ya te vas?

–Pues, ya sabes… –me disculpé– se hará tarde y además acaba de terminar de llover, por lo que quiero aprovechar de salir corriendo para que la lluvia no me pille de nuevo –sonreí.

Bueno, salir corriendo de otras cosas, de paso.

–¿Quieres que te lleve? –se acercó a mí y comenzó a jugar con un mechón de cabello que se había salvado de mi fea y rápida coleta, no sé cómo.

Yo negué con la cabeza como cual niña pequeña, le di un muy rápido y sutil beso en los labios y me puse mi chaqueta. Caminé con pasos rápidos a la puerta, intentando no parecer que corría en todo momento.

Cuatro pasos me separaban de ella.

Tres.

Dos.

Uno.

Pero en cuanto toqué el pomo de la puerta, las palabras de las que había estado intentando huir toda la semana salieron de su boca como si fuera lo más normal del mundo.

–Te quiero.

Me quedé helada en mi posición y tan rápidamente como había corrido a la puerta, la abrí para retirarme luego de responderle con un "y yo a ti" tan leve que dudaba que lo había siquiera escuchado.

Al cerrar la puerta tras mí, me apoyé contra la muralla y supe que allí tenía todo el derecho a quedarme helada sin hacerle sentir mal. Porque lo último que quería era hacerle sentir mal.

Corrí escaleras abajo y aspiré con fuerza el helado aire que había en el exterior. ¿Quién dijo que la lluvia no tenía olor? Aunque sea un detalle tan insignificante como ese, claramente luego de la lluvia quedaba un leve olor a humedad y limpieza que me fascinaba.

El cielo seguía nublado y lo mejor sería que caminara rápido al tren subterráneo para no mojarme, ya que había olvidado mi paraguas en casa de Koichi. Además, gracias al paseo de la mañana, había comenzado a estornudar y no era fanática de los resfriados.

Mientras miraba las hojas cafés caer a mi alrededor, como habían hecho desde antes que empezara el otoño, pensé en Koichi, o como me gustaba llamarlo a mí, Ko. Yo lo había conocido cuando aún estaba en el instituto. Creo que tenía unos dieciséis años y él dieciocho. Ko no asistía a la misma escuela que yo, pero lo había conocido gracias a unas amigas un verano. Mi corazón había comenzado a latir por él casi inmediatamente después de haberlo conocido y extrañamente él me había correspondido.

Las hojas cubrían el suelo del parque pingüino en millones de tonalidades de marrón y amarillo, cuando estuvimos sentados en una banca y él me pidió que yo fuera su novia, al tiempo que sellábamos la promesa de amor con mi primer beso.

Mi cabello castaño, casi rojizo desparramado sobre las sábanas, la primera noche que me entregué a él, tiempo después.

Sus ojos casi amarillos haciendo tono con su cabello rubio, mirándome de aquella manera en la que nunca me había mirado nadie.

Sus dedos acariciándome la mejilla en el cine, acariciándome el cabello cuando me esperaba a la salida del instituto, acariciándome los dedos mientras los entrelazábamos cuando dábamos un paseo. Sus dedos acariciándome la espalda cuando hacíamos el amor.

No sé si fue el tiempo, la eterna constancia o sólo mi cabeza la que lo arruinó todo. ¿Cómo saberlo?

Gruñí al darme cuenta que había pisado un charco y estropeado mis zapatos. Me saqué una hoja que se había reposado suavemente sobre mi cabello y la tiré al suelo, al tiempo en que retomaba la marcha.

Bajé las escaleras de cemento frío y me detuve a esperar el tren. La estación estaba desierta. Como imaginé allí no estaba tan helado como afuera, pero no quería quitarme la chaqueta, ya que ésta me gustaba mucho. Me conformé con desabotonarla.

Llega el tren. Subo. Busco con la mirada un asiento vacío. Me siento. Cabeza contra la muralla. Cerrar los ojos.

Quizá sea porque estaba acostumbrada a hacer este recorrido desde el departamento de Ko a mi casa, o porque era un día Alegre y la vida no quería que me pasara la estación, pero luego de varios minutos me levanté y supe que mi estación era la siguiente. Esperé frente a la puerta del vagón mientras en tren se detenía.

Lucy in the sky with… –canté tan suavemente como pude, intentando buscar en mi cabeza que era lo que tenía el cielo en el que Lucy estaba, quienquiera que fuera.

La puerta se abrió cuando el tren se había detenido en la estación Tenghi, la cual era la que estaba más cerca de mi hogar.

Lucy in the sky with diamonds.

Alcancé a mirar los ojos marrones, casi ambarinos del chico que había cantando y terminado la frase por mí, justo cuando puse mi segundo pie fuera del tren y sus puertas se cerraban. Se alejó rápidamente luego de un momento y yo sonreí.

Corrí dando saltitos mientras subía las escalas y llegué a la oscuridad del exterior.

–Diamantes…

¿Quién dijo alguna vez que la lluvia no tenía olor?


Notas de la autora: Hola a cualquier que haya llegado hasta tan abajo y haya leído. Esta es la primera historia que publico y debo admitir que tengo un poquito de susto y mi seguridad es nula. Creo que he dejado todo claro y no hay demasiado que explicar, pero por supuesto que pueden dejarme un review o enviarme un mensaje si no entendieron algo (especialmente si se trata de palabras, porque en mi país usamos muchos modismos y me preocupé de usar "palabras claras").

Ojala les haya gustado y gracias a Choco-chan, porque le pedí varios consejos y me ayudó a convencerme de que lo publicara y debo admitir que aún no estoy 100% segura de cómo lo escribí :s pero bueno, :)

Ojalá me entusiasme y continúe actualizando, nos leemos, besos!