¡ Mis lectores! Esta es otra historia, si bien aún tengo que actualizar el otro fic de estos dos personajes.
Aquí Kardia y Dégel tienen otros nombres, elegidos arduamente después de descartar muchos nombres, aparte de que para hacer más llevadero el fic poseen distintas tonalidades de cabello.

Será un recuento de sus diferentes vidas, algunas abarcarán dos capítulos.

Saint Seiya no me pertenece, ni The Lost Canvas, ambas son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente


¿ Cuanto darías por proteger lo que más amas?...

Esparta 480 A.c

Sus dedos se enredaron alrededor de la rebelde cabellera oscura, adoraba acariciar ese cabello cada vez que regresaba de su agotante y dura labor como parte de la guardia real del Rey de Esparta, Léonidas I. Sonrió cuando la mujer a la cual amaba, se removió y abrió sus ojos que eran de un celeste que podría compararse con el cielo en un día soleado.

—Deo.

—sí.

La mujer levantó un poco su cuerpo del suyo mientras lo encaraba, no todos los días lo podía ver muy seguido en casa.

—es cierto.

—¿ que cosa Kaia?

—Jerjes invadirá Grecia.

Él se mordió el labio inferior, su mujer no era boba, era evidente que las largas horas de entrenamiento en el palacio del soberano espartano no eran rutina, algo se avecinaba pues había oído historias de otras esposas de los demás soldados de Esparta que el " Emperador de las cuatro regiones del mundo" planeaba conquistar la nación griega con sus polis en especial Atenas y la rebelde Esparta.

—¿ cómo lo sabes?

Ella puso los ojos en blanco mientras se sentaba y buscaba el vestido.

—todos lo comentan, crees que no lo sé.

—no creí que la noticia se regaría tán rápido por estas tierras.

—por eso las largas horas entrenando—se colocó el vestido mientras lo miraba con los ojos entrecerrados.

—¿esperas que Jerjes nos invada?—comentó él con reproche.

Ella hizo un gesto restándole importancia, Deo a su criterio buscaba sexo, desahogarse en su cuerpo y luego irse sin decirle si volvería esa noche o al día amaba demasiado pero no aguantaba ser el cero a la izquierda en su vida.

—ya conseguiste lo que querías, puedes irte al palacio, no te detendré—se sentía herida, usada y sin ninguna importancia.

No la dejaría irse, quería estar con ella, poseerla hasta al cansancio por que en su subconciente sabía que una vez que siguiera a su rey hacia las Termópilas, no regresaría vivo...
Se levantó de la cama desarreglada y antes de que saliera, la agarró del brazo obligándola a chocar contra su cuerpo descargó varios golpes en su pecho mientras lloraba desconsolada, dejó que lo golpeara hasta el hartazgo, se merecía esos golpes.

—¡ SUÉLTAME!—exigió evitando mirar sus orbes violetas—ya me usaste, ¡ VETE!

—te hice el amor que es muy diferente.

—tú no sabes qué es amor.

—el que sea un soldado, no me hace insensible.

—te odio...

—no quiero verte como esclava de los persas, no quiero que ningún infeliz te trate como un objeto o peor aún que seas parte del harém de Jerjes... primero me saco los ojos antes de dejarte desprotegida—apartó los mechones que tapaban su rostro—te amo demasiado como para dejarte a merced de invasores.

Ella sollozaba sin apartar su rostro del pecho, tenía razón los espartanos luchaban por la libertad de sus familias, pero no quería perderlo por los deseos mezquinos de un pobre hombre sediento de poder.

—aún así te odio.

—odiame si te fallo, lo entenderé.

—deja de decir frases estúpidas—protestó sin apartar su rostro—soy Kaia, no tus aburridos compañeros de guardia.

Desde su posición, Deo no pudo evitar esbozar una tierna sonrisa al oír las protestas de su mujer, sin duda alguna ella podría llegar a ser una niña berrinchuda, pero así la amaba. Aspiró el suave perfume de manzanas que ella siempre destilaba, era su aroma natural el que poseía desde que la conoció.

—quiero sentirte otra vez—su voz sonó en un susurro imperceptible en tanto repartía pequeños besos por toda la dermis logrando estremecerlo—quiero ser tuya por segunda vez en este día.

Palabras que enloquecieron a Deo.

Que los dioses lo perdonaran. No era pecado, no... más debía concentrarse en la próxima lucha que dar sus energías en placeres que le ofrecían una mujer, los espartanos eran hombres guerreros...
El vestido cayó otra vez, sus fuertes brazos rodearon su cintura, sus labios ansiosos se apoderaron de los carnosos de Kaia, que dejó que hiciera con su cuerpo lo que quisiera.

—eres mi reina, mi señora y mi única razón... moriré por ti si los dioses lo ameritan.

Ella no lo oyó, o tal vez no quiso oírlo.

Continuará...


Significado de los nombres.
Kaia ( tierra)
Deo ( divino)